Gibbons Capandegui, un gendarme que batalló cuerpo a cuerpo con los ingleses

Recuerdos de la guerra de Malvinas.

El suboficial Mayor relató su experiencia en las Islas.
01 ABR 2015 - 21:32 | Actualizado

Hoy se cumplen 33 años del arribo de las fuerzas armadas argentinas a las Islas Malvinas. Para quienes estuvieron en el teatro de operaciones, en el cuerpo a cuerpo con los ingleses, es un día muy especial, una fecha que escribió una página en la historia.

Hay hombres que estuvieron en las Islas que permanecen en actividad, como el suboficial Mayor Julio Gibbons Capandegui, que pertenece al Escuadrón 36 Esquel de Gendarmería Nacional, el mismo en el que estaba en 1982 cuando debió partir a la guerra con el Grupo “Alacrán”.

“El 2 de abril es muy especial para mí, y todos los que fuimos a esa gesta la tenemos muy presente y no nos olvidamos de nada”, abrió el diálogo el gendarme con Jornada, y pasó a contar su historia personal de la guerra librada contra Gran Bretaña buscando recuperar nuestras Islas Malvinas.

Rememoró que en ese entonces prestaba servicios en el Escuadrón 36, y partió a Comodoro Rivadavia para encontrarse con un grupo de 40 hombres de la Gendarmería de otras partes del país, que conformaron el “Escuadrón Alacrán”, que luego se trasladó a Puerto Argentino. “Llegamos el viernes 27 de mayo; al día siguiente nos juntamos con las tropas especiales del Ejército (Batallón 601), y el domingo 29 de mayo tuvimos el bautismo de fuego”, narró.

Entrar a campo enemigo

Gibbons Capandegui aseguró que con la juventud iban con muchas expectativas a defender las Islas, y que estaban preparados física y psíquicamente pues se prepararon con un año de anticipación.

En cuanto a la experiencia en el campo de batalla, explicó que con otros compañeros tenían la misión de cruzar al sector enemigo todos los días, y combatir en horas de la noche haciendo emboscadas y golpes comando a los ingleses. Para llegar al objetivo salían a las 4 de la tarde para atravesar los campos minados con luz natural, e instalarse en los montes.

Los combates, recordó, eran cerca de la medianoche o la madrugada y “los ingleses nos estaban esperando, y a 130 o 140 metros de distancia ponían cuatro o cinco hombres de señuelo; se largaban luces de bengala y empezaba el enfrentamiento”.

En su relato Julio Gibbons Capandegui mencionó dos factores importantes que les ayudaban a sobrevivir en esa guerra por Malvinas: las expectativas y la buena preparación que llevaron, sabiendo que debían combatir con el enemigo.

Como el cuerpo a cuerpo era en horarios nocturnos, disparaban con su armamento pero no sabían si producían bajas en las filas inglesas. “No sé si maté ni cuántos, pero en esas circunstancias es defenderse y atacar”, explicó, recordando que resultó ileso en ese conflicto bélico.

Luego se refirió al bautismo de fuego que tuvo el grupo “Alacrán”, y recordó que en esa incursión murió el cabo Carlos Misael Pereyra, perteneciente al Escuadrón 36 Esquel. Fue en circunstancias en que se transportaban en helicóptero hasta un área llamada Ganso Verde, y los alcanzó un misil aire-tierra lanzado por los ingleses, que derribó la máquina. En ese episodio resultó herido el sargento Justo Guerrero, también del Escuadrón de Esquel. Además, en combate cayeron otros gendarmes del mismo grupo.

La rendición

Otro capítulo de esa guerra fue cuando nuestros soldados se rindieron. Gibbons Capandegui precisó que ese día –el 13 de junio de 1982- a las 9.05 horas se escuchó el último disparo, y los ingleses se hicieron cargo de todas las operaciones en Puerto Argentino. “Bajaron nuestra bandera argentina, subieron la de ellos, y quedamos detenidos”, acotó.

Los alojaron en un galpón de lanas durante tres días, y sólo tenían permiso para salir hasta las 6 de la tarde, para que pudieran ir al baño. Allí entregaron las armas y los equipos de comunicaciones, para después embarcar en una barcaza para ser llevados al Buque Canberra al que subieron luego de esperar largas horas, ya que debían pasar por estrictos controles.

Pasada la guerra era otro el trato, y en el barco les servían el desayuno, el almuerzo y la cena. “Nos daban un vaso con sopa, una comida, el postre y un cigarrillo”, rememoró, y agregó que mientras se dirigían a Puerto Madryn los sacaban a caminar por el buque. Así fue ese viaje hasta llegar a destino, donde los recibió la Cruz Roja para revisarlos.

El suboficial dijo que si tuviera que regresar a las Islas Malvinas lo haría, y así lo expresan cuando se juntan con sus compañeros de batalla. “Hablamos y siempre decimos que sería lindo volver, pero está en manos de los políticos negociar por nuestras islas”, subrayó.

Reflexionó que una guerra no es fácil, y está el antes, el durante y el después que es el más complicado. “Yo tuve mucha contención en mi familia y mis compañeros de trabajo, y en realidad –aseveró- no me afectó”.

El suboficial Mayor relató su experiencia en las Islas.
01 ABR 2015 - 21:32

Hoy se cumplen 33 años del arribo de las fuerzas armadas argentinas a las Islas Malvinas. Para quienes estuvieron en el teatro de operaciones, en el cuerpo a cuerpo con los ingleses, es un día muy especial, una fecha que escribió una página en la historia.

Hay hombres que estuvieron en las Islas que permanecen en actividad, como el suboficial Mayor Julio Gibbons Capandegui, que pertenece al Escuadrón 36 Esquel de Gendarmería Nacional, el mismo en el que estaba en 1982 cuando debió partir a la guerra con el Grupo “Alacrán”.

“El 2 de abril es muy especial para mí, y todos los que fuimos a esa gesta la tenemos muy presente y no nos olvidamos de nada”, abrió el diálogo el gendarme con Jornada, y pasó a contar su historia personal de la guerra librada contra Gran Bretaña buscando recuperar nuestras Islas Malvinas.

Rememoró que en ese entonces prestaba servicios en el Escuadrón 36, y partió a Comodoro Rivadavia para encontrarse con un grupo de 40 hombres de la Gendarmería de otras partes del país, que conformaron el “Escuadrón Alacrán”, que luego se trasladó a Puerto Argentino. “Llegamos el viernes 27 de mayo; al día siguiente nos juntamos con las tropas especiales del Ejército (Batallón 601), y el domingo 29 de mayo tuvimos el bautismo de fuego”, narró.

Entrar a campo enemigo

Gibbons Capandegui aseguró que con la juventud iban con muchas expectativas a defender las Islas, y que estaban preparados física y psíquicamente pues se prepararon con un año de anticipación.

En cuanto a la experiencia en el campo de batalla, explicó que con otros compañeros tenían la misión de cruzar al sector enemigo todos los días, y combatir en horas de la noche haciendo emboscadas y golpes comando a los ingleses. Para llegar al objetivo salían a las 4 de la tarde para atravesar los campos minados con luz natural, e instalarse en los montes.

Los combates, recordó, eran cerca de la medianoche o la madrugada y “los ingleses nos estaban esperando, y a 130 o 140 metros de distancia ponían cuatro o cinco hombres de señuelo; se largaban luces de bengala y empezaba el enfrentamiento”.

En su relato Julio Gibbons Capandegui mencionó dos factores importantes que les ayudaban a sobrevivir en esa guerra por Malvinas: las expectativas y la buena preparación que llevaron, sabiendo que debían combatir con el enemigo.

Como el cuerpo a cuerpo era en horarios nocturnos, disparaban con su armamento pero no sabían si producían bajas en las filas inglesas. “No sé si maté ni cuántos, pero en esas circunstancias es defenderse y atacar”, explicó, recordando que resultó ileso en ese conflicto bélico.

Luego se refirió al bautismo de fuego que tuvo el grupo “Alacrán”, y recordó que en esa incursión murió el cabo Carlos Misael Pereyra, perteneciente al Escuadrón 36 Esquel. Fue en circunstancias en que se transportaban en helicóptero hasta un área llamada Ganso Verde, y los alcanzó un misil aire-tierra lanzado por los ingleses, que derribó la máquina. En ese episodio resultó herido el sargento Justo Guerrero, también del Escuadrón de Esquel. Además, en combate cayeron otros gendarmes del mismo grupo.

La rendición

Otro capítulo de esa guerra fue cuando nuestros soldados se rindieron. Gibbons Capandegui precisó que ese día –el 13 de junio de 1982- a las 9.05 horas se escuchó el último disparo, y los ingleses se hicieron cargo de todas las operaciones en Puerto Argentino. “Bajaron nuestra bandera argentina, subieron la de ellos, y quedamos detenidos”, acotó.

Los alojaron en un galpón de lanas durante tres días, y sólo tenían permiso para salir hasta las 6 de la tarde, para que pudieran ir al baño. Allí entregaron las armas y los equipos de comunicaciones, para después embarcar en una barcaza para ser llevados al Buque Canberra al que subieron luego de esperar largas horas, ya que debían pasar por estrictos controles.

Pasada la guerra era otro el trato, y en el barco les servían el desayuno, el almuerzo y la cena. “Nos daban un vaso con sopa, una comida, el postre y un cigarrillo”, rememoró, y agregó que mientras se dirigían a Puerto Madryn los sacaban a caminar por el buque. Así fue ese viaje hasta llegar a destino, donde los recibió la Cruz Roja para revisarlos.

El suboficial dijo que si tuviera que regresar a las Islas Malvinas lo haría, y así lo expresan cuando se juntan con sus compañeros de batalla. “Hablamos y siempre decimos que sería lindo volver, pero está en manos de los políticos negociar por nuestras islas”, subrayó.

Reflexionó que una guerra no es fácil, y está el antes, el durante y el después que es el más complicado. “Yo tuve mucha contención en mi familia y mis compañeros de trabajo, y en realidad –aseveró- no me afectó”.