Como tiene que ser. Una fiesta larga para celebrar el acontecimiento, sin fijarse en gastos. El “compartir” en el que los gitanos conmemoran los hechos relevantes, familiares o de buenaventura en los negocios.
Julio Miguel (43) eligió invertir en un rubro en el que ni siquiera los “criollos” suelen apostar: la Salud. Adquirió una reconocida clínica inaugurada en 1992 y la amplió en dos plantas con salas de internación; terapia intensiva, farmacia, laboratorio y hasta un café destinado a prestar un servicio de salud diferenciado por la calidez y el “trato” personalizado.
Visión del proyecto
“La demanda es cada vez mayor. Hay que ponerle más ganas a la Salud, hay una cantidad de habitantes que obliga a que las clínicas y sanatorios se refuercen para brindar una mejor atención.
En general, todos hacen lo que pueden y con la cantidad de camas que pueden”, cuenta Miguel quien impulsa éste proyecto desde hace poco más de un año y medio.
Aunque asume que el negocio no tiene la premisa de “ganar plata” piensa que se debe apostar a cumplir con los sueldos de los profesionales como de los empleados y a reinvertir, pensando en ampliar la rama de servicios.
“No quiero mentir. Nunca entré al Hospital Regional pero sé que hay necesidades, hay que meterle cosas ya sea por parte del Estado como del sector privado. También sé que hay un proyecto para hacer un hospital Escuela.
Todo sirve para mejorar lo que tenemos en la ciudad”, argumenta con la convicción de que la obra aún en ejecución no contó con ningún tipo de apoyo económico externo y que la visión “del negocio” nunca le generó objeciones entre los integrantes de la comunidad gitana, caracterizada por su precocidad y su “olfato” comercial aunque en otros rubros.
El gran sueño
Julio cuenta que se siente “en deuda” con la ciudad que le permitió prosperar junto a su familia y que ésta inversión persigue un propósito superior, más comprometido.Con un megahospital de cinco niveles como sueño “alcanzable”.
La clínica Pueyrredón
La clínica Pueyrredón es reconocida por su trayectoria y por la jerarquía de los profesionales médicos que desde su apertura, aportaron al sistema de salud local.
Y en su momento fue propiedad del ex intendente Raúl Simoncini y llegó a ser administrada sin mucho éxito por el propio Colegio Médico.
“Desde afuera se ve distinto, pero mantener un sanatorio no es una cosa fácil. Uno puede fundirse si hace las cosas mal.
Acá se requiere de medicación, de aparatos que son importados y de un mantenimiento constante. Médicos hay pero quizás no en la cantidad suficiente”.
El empresario asume que el ambiente de la Salud tiene sus particularidades e involucra en algunos casos, situaciones que pueden resultar conflictivas, difíciles de resolver. “Todo se charla.
Hay que dialogar porque esa es la mejor manera de ponerse de acuerdo”, dice Julio Miguel, gitano de ley y padre de cuatro hijos menores.
Un gran desafío
“Cómo surgió esto?. Me gustó, lo tomé desde el primer momento como un desafío. Quiero hacerlo con responsabilidad, atendiendo bien a los pacientes, dando un buen servicio y mejorando lo que tenía ésta Clínica que es muy querida y reconocida por la gente”.
Respeto es la palabra. El propietario plantea una mirada realista: nadie asiste por voluntad propia a un sanatorio y siempre existe alguna dolencia o enfermedad que debe tratarse. “El paciente se merece que se atienda de la mejor manera, sin largas esperas y con un servicio que funcione las veinticuatro horas todos los días del año”.
Miguel promete no establecer diferencias entre los miembros de su comunidad a excepción “de los amigos” y los adultos mayores. Y agrega que los gitanos cuentan en la mayoría de los casos con obra social y que en su defecto, abonarían el servicio como el resto de los pacientes. “Somos todos iguales. Igual cuando alguien que no sea gitano necesite de una atención, se la haremos”.
Al empresario zíngaro lo une una particular relación con los empleados (más de treinta) que cumplen tareas técnicas, administrativas o profesionales y tiene en su director médico, César Mías a su “mano derecha” especializada y principal asesor. El edificio de 1.250 metros cuadrados incluye en total 20 habitaciones a estrenar –dobles y simples- de moderno diseño más 6 destinadas a la terapia intensiva.
En dos pisos contará con servicios como Hemodinamia, Laboratorio y Rayos sumado a la adquisición de un moderno resonador destinado a estudios cardiológicos avanzados.
El plantel de médicos incluye entre 30 y 40 de variadas especialidades más 30 enfermeros.
Gitano por siempre
Miguel reivindica las costumbres gitanas. Los hábitos que se mantienen inalterables en el seno del hogar y que son aplicables a los nuevos tiempos.
Nada se pierde ni se transforma. “Lo de las fiestas que duran tres días es cierto. Somos muy alegres y muy unidos. Nos gusta compartir y estar con la familia.
Igual hay cosas que cambiaron para bien: mis hijos por ejemplo, van a la escuela y se preparan. Ya tenemos también una abogada gitana en Neuquén”.
Y la política es un ámbito que no le desagrada. “Me gusta y he participado de algunas reuniones. Ojalá que el que gane haga las cosas bien.
Por supuesto que me gustaría participar pero con un proyecto serio y que le llegue a la gente. Imaginese que somos más de cien mil los gitanos en el país y que esa cantidad de votos es importante para cualquiera.
La gente acompaña solamente si ve que se hacen las cosas bien y con seriedad. Los gitanos somos fieles cuando escuchamos a alguien decir las cosas como son. Sin vueltas”.
Como tiene que ser. Una fiesta larga para celebrar el acontecimiento, sin fijarse en gastos. El “compartir” en el que los gitanos conmemoran los hechos relevantes, familiares o de buenaventura en los negocios.
Julio Miguel (43) eligió invertir en un rubro en el que ni siquiera los “criollos” suelen apostar: la Salud. Adquirió una reconocida clínica inaugurada en 1992 y la amplió en dos plantas con salas de internación; terapia intensiva, farmacia, laboratorio y hasta un café destinado a prestar un servicio de salud diferenciado por la calidez y el “trato” personalizado.
Visión del proyecto
“La demanda es cada vez mayor. Hay que ponerle más ganas a la Salud, hay una cantidad de habitantes que obliga a que las clínicas y sanatorios se refuercen para brindar una mejor atención.
En general, todos hacen lo que pueden y con la cantidad de camas que pueden”, cuenta Miguel quien impulsa éste proyecto desde hace poco más de un año y medio.
Aunque asume que el negocio no tiene la premisa de “ganar plata” piensa que se debe apostar a cumplir con los sueldos de los profesionales como de los empleados y a reinvertir, pensando en ampliar la rama de servicios.
“No quiero mentir. Nunca entré al Hospital Regional pero sé que hay necesidades, hay que meterle cosas ya sea por parte del Estado como del sector privado. También sé que hay un proyecto para hacer un hospital Escuela.
Todo sirve para mejorar lo que tenemos en la ciudad”, argumenta con la convicción de que la obra aún en ejecución no contó con ningún tipo de apoyo económico externo y que la visión “del negocio” nunca le generó objeciones entre los integrantes de la comunidad gitana, caracterizada por su precocidad y su “olfato” comercial aunque en otros rubros.
El gran sueño
Julio cuenta que se siente “en deuda” con la ciudad que le permitió prosperar junto a su familia y que ésta inversión persigue un propósito superior, más comprometido.Con un megahospital de cinco niveles como sueño “alcanzable”.
La clínica Pueyrredón
La clínica Pueyrredón es reconocida por su trayectoria y por la jerarquía de los profesionales médicos que desde su apertura, aportaron al sistema de salud local.
Y en su momento fue propiedad del ex intendente Raúl Simoncini y llegó a ser administrada sin mucho éxito por el propio Colegio Médico.
“Desde afuera se ve distinto, pero mantener un sanatorio no es una cosa fácil. Uno puede fundirse si hace las cosas mal.
Acá se requiere de medicación, de aparatos que son importados y de un mantenimiento constante. Médicos hay pero quizás no en la cantidad suficiente”.
El empresario asume que el ambiente de la Salud tiene sus particularidades e involucra en algunos casos, situaciones que pueden resultar conflictivas, difíciles de resolver. “Todo se charla.
Hay que dialogar porque esa es la mejor manera de ponerse de acuerdo”, dice Julio Miguel, gitano de ley y padre de cuatro hijos menores.
Un gran desafío
“Cómo surgió esto?. Me gustó, lo tomé desde el primer momento como un desafío. Quiero hacerlo con responsabilidad, atendiendo bien a los pacientes, dando un buen servicio y mejorando lo que tenía ésta Clínica que es muy querida y reconocida por la gente”.
Respeto es la palabra. El propietario plantea una mirada realista: nadie asiste por voluntad propia a un sanatorio y siempre existe alguna dolencia o enfermedad que debe tratarse. “El paciente se merece que se atienda de la mejor manera, sin largas esperas y con un servicio que funcione las veinticuatro horas todos los días del año”.
Miguel promete no establecer diferencias entre los miembros de su comunidad a excepción “de los amigos” y los adultos mayores. Y agrega que los gitanos cuentan en la mayoría de los casos con obra social y que en su defecto, abonarían el servicio como el resto de los pacientes. “Somos todos iguales. Igual cuando alguien que no sea gitano necesite de una atención, se la haremos”.
Al empresario zíngaro lo une una particular relación con los empleados (más de treinta) que cumplen tareas técnicas, administrativas o profesionales y tiene en su director médico, César Mías a su “mano derecha” especializada y principal asesor. El edificio de 1.250 metros cuadrados incluye en total 20 habitaciones a estrenar –dobles y simples- de moderno diseño más 6 destinadas a la terapia intensiva.
En dos pisos contará con servicios como Hemodinamia, Laboratorio y Rayos sumado a la adquisición de un moderno resonador destinado a estudios cardiológicos avanzados.
El plantel de médicos incluye entre 30 y 40 de variadas especialidades más 30 enfermeros.
Gitano por siempre
Miguel reivindica las costumbres gitanas. Los hábitos que se mantienen inalterables en el seno del hogar y que son aplicables a los nuevos tiempos.
Nada se pierde ni se transforma. “Lo de las fiestas que duran tres días es cierto. Somos muy alegres y muy unidos. Nos gusta compartir y estar con la familia.
Igual hay cosas que cambiaron para bien: mis hijos por ejemplo, van a la escuela y se preparan. Ya tenemos también una abogada gitana en Neuquén”.
Y la política es un ámbito que no le desagrada. “Me gusta y he participado de algunas reuniones. Ojalá que el que gane haga las cosas bien.
Por supuesto que me gustaría participar pero con un proyecto serio y que le llegue a la gente. Imaginese que somos más de cien mil los gitanos en el país y que esa cantidad de votos es importante para cualquiera.
La gente acompaña solamente si ve que se hacen las cosas bien y con seriedad. Los gitanos somos fieles cuando escuchamos a alguien decir las cosas como son. Sin vueltas”.