Presidenciables en el top ten

Opinión por Daniela Patricia Almirón.

31 OCT 2015 - 21:08 | Actualizado

Entre todo lo que podría decirse que se recuerda de la escuela secundaria, a cada uno le tocará en el pecho lo que le toque. Lo que sé, es que Aurora es como emblemática. En el patio de la Escuela Normal Sarmiento, en San Juan, frente a la Plaza Francisco Narciso de Laprida, cada mañana, durante cinco años, en época escolar, se cantaba Aurora. Se cantaba según el horario de entrada de invierno o de verano, alrededor de las 7.15 de la mañana. ¡Sí! 7.15 AM. Todos formaditos, con guardapolvos blancos, cantando Aurora. Es Inhumano, insalubre, y poco estimulante a esa hora estar cantando, con frío, en el patio, y arrancar a poner la mente en movimiento.

¿Podrá ser que se cambien los horarios?, ¡la cantamos, aunque no tan temprano!

Será que, como siempre ha sido así, ¿tiene que ser así? Las formas.

A los seres humanos se nos graban imágenes, sensaciones. Esa imagen se asocia a muchas más, sin duda, y que tienen que ver con el camino transitado de la escuela. ¿De la educación?

Soy egresada de una “Escuela Normal”, “Normal Sarmiento”. Fuerte ¿no? Así se llaman, así las llamó Domingo Faustino Sarmiento. Las escuelas “normales”, de las que egresaban con 17 años de maestras y maestros. Y salían al mundo a enseñar en las escuelas primarias.

Cada uno también tiene sus registros de la escuela secundaria.

Hay uno que es muy fuerte. Soy hija de la democracia. Esta que vivimos desde el año 1983. Secundario, Universidad, trabajo en democracia. Con una deconstrucción y construcción de nuestra historia nacional. Luego, esto es lo que conozco y quiero. Luchas intestinas, ensangrentadas y nefastas, ha costado a más de una generación esta democracia.

El día 12 de septiembre del año 1984, el presidente Raúl Ricardo Alfonsín visitaba mi Escuela Normal. Apenas estaba cursando el primer año. Se nos anunció que nos visitaría, y mi madre fue a la escuela a verlo. Él, que era hijo también de una Escuela Normal.

Apenas si recién llevaba un año de mandato. Simbólicamente, mi fiesta de egreso, cuatro años más tarde, sería un 10 de diciembre. Fecha cara para los argentinos. El 10 de diciembre de 1983 Raúl Ricardo Alfonsín, abogado, nacido en Chascomús, Provincia de Buenos Aires, juraba como Presidente de la Nación Argentina, en el retorno a la democracia. Luego de años de oscurantismo, represión y violación a los derechos humanos.

Tenía una imagen de Alfonsín, en la TV, de discursos que con mi edad me resultaban carismáticos. Es inolvidable su forma tradicional de culminarlos, siempre con el Preámbulo de la Constitución Nacional.

Sé que fue una visita feliz, y a su vez sin mayores melodramas de seguridad. Qué tiempos. Todos los alumnos estábamos en el gran patio, y todos los padres que quisieron ir, pudieron hacerlo.

¿Quién podía abstraerse del discurso de Alfonsín? De RA, coincidente con República Argentina. Creo que ni el mismo Luder, quien fuera su rival principal en aquellas elecciones de vuelta a la democracia.

Fue muy emotivo y conmovedor cómo la Presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, le rindió homenaje vivo, en la Casa Rosada. Esa imagen de él sentadito y ella muy cercana, tomándole la mano.

En idioma sanjuanino jugar a la rayuela se dice jugar al tejo. Eso que se jugaba en los recreos, cuando todavía se demoraba en pasar de jugar a la mamá y al papá de mentirita, a que fuese casi en serio.

Rayuela, esa magnífica novela de Cortázar. Una novela que son dos en una. Usted elige cuál lee primero. Ambas con La Maga, perdiéndose y encontrándose en las callecitas de París con Horacio.

Rayuela, ese juego que va del 1 al 10. Donde el 10 es el cielo. La rayuela se dibuja con tiza en el suelo del patio.

Se tira una piedrita y primero hay que embocar el cuadrito del número, y luego ir saltando en un solo pie, de uno en uno, tomar la piedrita, llegar al cielo y regresar.

Hasta que finalmente llegamos a tirar la piedrita al 10, al cielo, y el que llega primero gana. Se gana, y puede ser un lunes con café en el desayuno, que vuelve la guerra fría, y el que era el cielo de su boca, ahora es el purgatorio.

No vale caerse. No vale saltearse números. Hay que pasar de uno en uno, ¡ojo!

Pienso en estas elecciones que, considero, han logrado distinguirse. Elecciones, proporcionalmente equivalentes a una “tijera”. Diría que nos animamos como ciudadanos a armar un collage, tijera en mano, o doblando y cortando con cuidado.

Pienso en cuánto hay que hacer para llegar a ese cielo. ¿Habrá sido el cielo de Alfonsín llegar a la presidencia? Ahí tan alto tan alto. Alta en el cielo, como Aurora. Tanto, que hay riesgo de caerse. Prohibido sufrir de vértigo en ese lugar.

¿Estaremos educándonos como ciudadanos votantes?

Soy pura hija de la educación pública y gratuita. Del acto con glosas y poesías, y entrada y salida de la bandera. Como la obra que, nueve años atrás, se representaba en Metateatro, “Cuerpo Docente”. Un texto del grupo cordobés “Acto”. Once actores en escena, representando diferentes cuadros de la escuela: El Acto de efemérides, las maestras jardineras, las porteras y el recreo.

Como docente me gusta transitar el espacio enseñanza aprendizaje, con un gran respeto y seguimiento a Paulo Freire, quien revolucionó la educación en su país. Propuso un cambio radical en la significación de la enseñanza. La educación no tiene como objetivo un producto. Economicista. La educación es un enseñar y aprender, un ida y vuelta recíproco, entre maestro y alumno. Ambos dan, ambos entregan, y así construyen algo nuevo. Él la llamó la Pedagogía de la esperanza, la educación como práctica de la libertad. Paulo Freire entendía la pedagogía como crítica, como reflexión.

El presidente Lula, al llegar al gobierno de Brasil en su momento, prohibió a sus ministros que llamaran gasto a la inversión en educación.

Taylor Caldwel dice que “El mundo está gobernado por personajes muy distintos de lo que se imaginan aquellos que no están tras el decorado”.

Imperdibles y para cuadrito, Paulo Freire dixit: Todos nosotros sabemos algo. Todos nosotros ignoramos algo. Por eso, aprendemos siempre. La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo.

Y cambia, todo cambia, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo. Entonces, que yo cambie no es extraño y al mundo podemos cambiarlo.

“El tumulto y el vocerío se extinguen, los capitanes y los reyes mueren.

Permanece tu antiguo sacrificio: un humilde y contrito corazón.

¡Señor Dios de huestes, sigue con nosotros todavía, no sea que olvidemos, no sea que olvidemos! Rudyard Kipling.#

Daniela Patricia Almirón es abogada-Mediadora. (*)

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31 OCT 2015 - 21:08

Entre todo lo que podría decirse que se recuerda de la escuela secundaria, a cada uno le tocará en el pecho lo que le toque. Lo que sé, es que Aurora es como emblemática. En el patio de la Escuela Normal Sarmiento, en San Juan, frente a la Plaza Francisco Narciso de Laprida, cada mañana, durante cinco años, en época escolar, se cantaba Aurora. Se cantaba según el horario de entrada de invierno o de verano, alrededor de las 7.15 de la mañana. ¡Sí! 7.15 AM. Todos formaditos, con guardapolvos blancos, cantando Aurora. Es Inhumano, insalubre, y poco estimulante a esa hora estar cantando, con frío, en el patio, y arrancar a poner la mente en movimiento.

¿Podrá ser que se cambien los horarios?, ¡la cantamos, aunque no tan temprano!

Será que, como siempre ha sido así, ¿tiene que ser así? Las formas.

A los seres humanos se nos graban imágenes, sensaciones. Esa imagen se asocia a muchas más, sin duda, y que tienen que ver con el camino transitado de la escuela. ¿De la educación?

Soy egresada de una “Escuela Normal”, “Normal Sarmiento”. Fuerte ¿no? Así se llaman, así las llamó Domingo Faustino Sarmiento. Las escuelas “normales”, de las que egresaban con 17 años de maestras y maestros. Y salían al mundo a enseñar en las escuelas primarias.

Cada uno también tiene sus registros de la escuela secundaria.

Hay uno que es muy fuerte. Soy hija de la democracia. Esta que vivimos desde el año 1983. Secundario, Universidad, trabajo en democracia. Con una deconstrucción y construcción de nuestra historia nacional. Luego, esto es lo que conozco y quiero. Luchas intestinas, ensangrentadas y nefastas, ha costado a más de una generación esta democracia.

El día 12 de septiembre del año 1984, el presidente Raúl Ricardo Alfonsín visitaba mi Escuela Normal. Apenas estaba cursando el primer año. Se nos anunció que nos visitaría, y mi madre fue a la escuela a verlo. Él, que era hijo también de una Escuela Normal.

Apenas si recién llevaba un año de mandato. Simbólicamente, mi fiesta de egreso, cuatro años más tarde, sería un 10 de diciembre. Fecha cara para los argentinos. El 10 de diciembre de 1983 Raúl Ricardo Alfonsín, abogado, nacido en Chascomús, Provincia de Buenos Aires, juraba como Presidente de la Nación Argentina, en el retorno a la democracia. Luego de años de oscurantismo, represión y violación a los derechos humanos.

Tenía una imagen de Alfonsín, en la TV, de discursos que con mi edad me resultaban carismáticos. Es inolvidable su forma tradicional de culminarlos, siempre con el Preámbulo de la Constitución Nacional.

Sé que fue una visita feliz, y a su vez sin mayores melodramas de seguridad. Qué tiempos. Todos los alumnos estábamos en el gran patio, y todos los padres que quisieron ir, pudieron hacerlo.

¿Quién podía abstraerse del discurso de Alfonsín? De RA, coincidente con República Argentina. Creo que ni el mismo Luder, quien fuera su rival principal en aquellas elecciones de vuelta a la democracia.

Fue muy emotivo y conmovedor cómo la Presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, le rindió homenaje vivo, en la Casa Rosada. Esa imagen de él sentadito y ella muy cercana, tomándole la mano.

En idioma sanjuanino jugar a la rayuela se dice jugar al tejo. Eso que se jugaba en los recreos, cuando todavía se demoraba en pasar de jugar a la mamá y al papá de mentirita, a que fuese casi en serio.

Rayuela, esa magnífica novela de Cortázar. Una novela que son dos en una. Usted elige cuál lee primero. Ambas con La Maga, perdiéndose y encontrándose en las callecitas de París con Horacio.

Rayuela, ese juego que va del 1 al 10. Donde el 10 es el cielo. La rayuela se dibuja con tiza en el suelo del patio.

Se tira una piedrita y primero hay que embocar el cuadrito del número, y luego ir saltando en un solo pie, de uno en uno, tomar la piedrita, llegar al cielo y regresar.

Hasta que finalmente llegamos a tirar la piedrita al 10, al cielo, y el que llega primero gana. Se gana, y puede ser un lunes con café en el desayuno, que vuelve la guerra fría, y el que era el cielo de su boca, ahora es el purgatorio.

No vale caerse. No vale saltearse números. Hay que pasar de uno en uno, ¡ojo!

Pienso en estas elecciones que, considero, han logrado distinguirse. Elecciones, proporcionalmente equivalentes a una “tijera”. Diría que nos animamos como ciudadanos a armar un collage, tijera en mano, o doblando y cortando con cuidado.

Pienso en cuánto hay que hacer para llegar a ese cielo. ¿Habrá sido el cielo de Alfonsín llegar a la presidencia? Ahí tan alto tan alto. Alta en el cielo, como Aurora. Tanto, que hay riesgo de caerse. Prohibido sufrir de vértigo en ese lugar.

¿Estaremos educándonos como ciudadanos votantes?

Soy pura hija de la educación pública y gratuita. Del acto con glosas y poesías, y entrada y salida de la bandera. Como la obra que, nueve años atrás, se representaba en Metateatro, “Cuerpo Docente”. Un texto del grupo cordobés “Acto”. Once actores en escena, representando diferentes cuadros de la escuela: El Acto de efemérides, las maestras jardineras, las porteras y el recreo.

Como docente me gusta transitar el espacio enseñanza aprendizaje, con un gran respeto y seguimiento a Paulo Freire, quien revolucionó la educación en su país. Propuso un cambio radical en la significación de la enseñanza. La educación no tiene como objetivo un producto. Economicista. La educación es un enseñar y aprender, un ida y vuelta recíproco, entre maestro y alumno. Ambos dan, ambos entregan, y así construyen algo nuevo. Él la llamó la Pedagogía de la esperanza, la educación como práctica de la libertad. Paulo Freire entendía la pedagogía como crítica, como reflexión.

El presidente Lula, al llegar al gobierno de Brasil en su momento, prohibió a sus ministros que llamaran gasto a la inversión en educación.

Taylor Caldwel dice que “El mundo está gobernado por personajes muy distintos de lo que se imaginan aquellos que no están tras el decorado”.

Imperdibles y para cuadrito, Paulo Freire dixit: Todos nosotros sabemos algo. Todos nosotros ignoramos algo. Por eso, aprendemos siempre. La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo.

Y cambia, todo cambia, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo. Entonces, que yo cambie no es extraño y al mundo podemos cambiarlo.

“El tumulto y el vocerío se extinguen, los capitanes y los reyes mueren.

Permanece tu antiguo sacrificio: un humilde y contrito corazón.

¡Señor Dios de huestes, sigue con nosotros todavía, no sea que olvidemos, no sea que olvidemos! Rudyard Kipling.#

Daniela Patricia Almirón es abogada-Mediadora. (*)