Los restos de Margarita Foyel, hija del lonko (jefe) mapuche Foyel, fue enterrada ayer en el territorio ancestral de su comunidad de Las Huaytecas, en el oeste rionegrino, 90 kilómetros al sur de Bariloche, 130 años después de morir y ser exhibida en vitrinas del Museo de La Plata.
La ceremonia de inhumación comenzó el jueves al atardecer y se extendió ayer durante todo el día desde antes del amanecer, con distintos ritos religiosos originarios y una profunda emoción de todos los presentes, grandes y chicos de comunidades indígenas de Río Negro, Chubut, Neuquén y Mendoza.
El cortejo con los venerados restos provenía de la localidad chubutense de Tecka, a 300 kilómetros de Las Huaytecas, donde habían sido llevados tras su restitución a su comunidad en 2014, en el santuario del lonko mapuche tehuelche Inakayal, cuyos restos fueron restituidos en conjunto con otros. La mujer mapuche fue enterrada al pie del cerro Serrucho, en el margen oeste del cipresal de Las Huaytecas, bajo una suave llovizna, que algunos de los asistentes interpretaron como “lágrimas emocionadas” de Margarita Foyel en su regreso al territorio. La ceremonia comenzó con el guillipun (ritual o rogativa), con sonidos de instrumentos de viento y kultrunes (de percusión), ramos de maitén agitados al viento, y dos banderas azules flameando, que “simbolizan la pureza del aire y la atmósfera, y es uno de los colores del arco iris”, según explicó a Télam Domingo Collueque, lonko de las Huaytecas desde el año 1962. Los restos fueron acompañados hasta el sitio de la inhumación por konas (escoltas), los primeros en dirigirse hacia el lugar sagrado, quienes además llevaban las herramientas necesarias para el enterratorio. Todos los participantes de la ceremonia pudieron acercarse de a dos a despedir a Margarita Foyel antes del traslado a la tumba. Luego sólo los integrantes de las comunidades originarias se dirigieron al lugar del entierro, que se completó con ofrendas de las comunidades y familias, consistentes en tejidos, alimentos, semillas, artesanías hechas en plata y otras, necesarias para “el viaje que emprenderá su espíritu”.
Los restos de Margarita Foyel, hija del lonko (jefe) mapuche Foyel, fue enterrada ayer en el territorio ancestral de su comunidad de Las Huaytecas, en el oeste rionegrino, 90 kilómetros al sur de Bariloche, 130 años después de morir y ser exhibida en vitrinas del Museo de La Plata.
La ceremonia de inhumación comenzó el jueves al atardecer y se extendió ayer durante todo el día desde antes del amanecer, con distintos ritos religiosos originarios y una profunda emoción de todos los presentes, grandes y chicos de comunidades indígenas de Río Negro, Chubut, Neuquén y Mendoza.
El cortejo con los venerados restos provenía de la localidad chubutense de Tecka, a 300 kilómetros de Las Huaytecas, donde habían sido llevados tras su restitución a su comunidad en 2014, en el santuario del lonko mapuche tehuelche Inakayal, cuyos restos fueron restituidos en conjunto con otros. La mujer mapuche fue enterrada al pie del cerro Serrucho, en el margen oeste del cipresal de Las Huaytecas, bajo una suave llovizna, que algunos de los asistentes interpretaron como “lágrimas emocionadas” de Margarita Foyel en su regreso al territorio. La ceremonia comenzó con el guillipun (ritual o rogativa), con sonidos de instrumentos de viento y kultrunes (de percusión), ramos de maitén agitados al viento, y dos banderas azules flameando, que “simbolizan la pureza del aire y la atmósfera, y es uno de los colores del arco iris”, según explicó a Télam Domingo Collueque, lonko de las Huaytecas desde el año 1962. Los restos fueron acompañados hasta el sitio de la inhumación por konas (escoltas), los primeros en dirigirse hacia el lugar sagrado, quienes además llevaban las herramientas necesarias para el enterratorio. Todos los participantes de la ceremonia pudieron acercarse de a dos a despedir a Margarita Foyel antes del traslado a la tumba. Luego sólo los integrantes de las comunidades originarias se dirigieron al lugar del entierro, que se completó con ofrendas de las comunidades y familias, consistentes en tejidos, alimentos, semillas, artesanías hechas en plata y otras, necesarias para “el viaje que emprenderá su espíritu”.