Muchos conocen la historia de vida de Sasha, una niña que nació con síndrome de Down, y desde el día que nació ha luchado para superarse a sí misma y especialmente para ilustrar a otros.
Cada vez que Sasha Nazarena Pavón Laborda obtiene un logro, no es sólo suyo, sino de todos aquellos que trabajan incansablemente para que la inclusión de las personas con discapacidad no quede en el discurso. Esta vez el logro viene por partida doble: Sasha es la primera alumna integrada a una escuela de nivel secundario, culminó su primer año y además fue distinguida como mejor compañera.
El secundario era todo un reto para esta adolescente que en muchos aspectos debe esforzarse más que sus compañeros para lograr los objetivos, pero sin dudas el desafío mayor era la inclusión efectiva, es decir no sólo asistir a la escuela sino ser parte integrante de la comunidad educativa, ser tratada como igual por sus pares y docentes, y descubrir que todos tenían algo que aprender con esta experiencia.
Un largo camino
Sasha nació en septiembre de 2000 y desde entonces ha luchado por su salud, no debido a su síndrome, sino a otras patologías que vienen asociadas a su desarrollo. Todo su cuerpo es frágil, en especial su corazón, pero a no confundir con débil, porque de eso esta jovencita no tiene nada. Fue sometida a largos tratamientos e intervenciones quirúrgicas para lograr su estado de salud actual, que no es óptimo pero que es excelente para ella, que en septiembre pasado celebró sus tan ansiados 15 años.
“Para Sasha siempre fue una ilusión su fiesta de 15 años, y en aquellos momentos en que estuvo más delicada de su salud, me pregunté si llegaríamos, pero ella es fuerte, es una verdadera leona. Siempre sale adelante, y tuvo su fiesta tal y como se la imaginó en cada detalle”, cuenta la mamá, Sandra.
La madre de Sasha es sin dudas el puntal de su vida, porque no se limitó a amarla y cuidarla, sino que además la estimula día tras día para que encare nuevos desafíos y logre mayores objetivos. Es así que sus vidas están cargadas de primeras experiencias que serán ejemplo para otros.
Cuando la familia de Sasha decidió que necesitaba incorporarse a una escuela regular “fue rechazada en todos lados, nadie la quería, daban vueltas y finalmente empezó a ir a la escuela del Riacho. Allí estaba Andrea Bordenave como directora, y esa fue una experiencia maravillosa para Sasha”, recuerda Sandra al remarcar que pasó mucho tiempo y muchos reclamos para que aceptaran a su hija en una escuela primaria en Madryn, y cuando finalmente lo hicieron fue en la Escuela Rosa de Corea. “Al principio no sabíamos cómo iba a resultar pero teníamos que darle la oportunidad de aprender, y abrir caminos juntos”, resaltó su madre.
El tiempo pasó y finalmente Sasha terminó la primaria y en 2015 ingresó al secundario en la Escuela 790. Una vez más la tarea no fue sencilla pero la tenacidad de su familia, amparada en la ley, logró que esta jovencita que sorprende todo el tiempo a propios y ajenos, culminará su primer año de nivel medio con éxito en todos los aspectos, porque como corolario del año escolar fue distinguida como mejor compañera.
La primera
Sasha fue la primera niña de Puerto Madryn con Síndrome de Down que ingresó a una escuela primaria y luego a una escuela secundaria, pero en cada paso ha sido acompañada por su familia y por profesionales y docentes que luchan con ella por la inclusión.
“Ella tiene muchas actividades en el día, todas vinculadas a mejorar sus posibilidades. Sabemos que necesita adquirir herramientas para la vida, como todos, pero ella se tiene que esforzar un poco más. A veces cuando se siente frustrada porque alguien no le entiende, o no logra algo que intentaba hacer, se molesta y entonces yo le digo, ´quizá no te esforzaste lo suficiente´, porque hay que brindarle confianza como haré con mi otro hijo. Nunca permití que la trataran diferente”, relató la mujer.
Sasha es una jovencita socialmente activa, y además de asistir a la escuela por la mañana, por la tarde lo hace al Centro de Servicios Alternativos y Complementarios 556. Con el acompañamiento de su maestra integradora Paola Galisteo, Sasha ha ido sorteando las barreras del primer año de secundaria, y al igual que Laura Giutti y Siria De Antonio, que son las personas a las que Sandra agradece por su compromiso profesional.
“Nunca pensé en nuestra familia o en Sasha como un ejemplo, pero si nuestra experiencia permite que otros padres comprendan que es posible abrir caminos, y que somos nosotros los que tenemos que poner la mayor voluntad para entender, entonces es muy bueno. Nosotros no tenemos derecho a encasillar a estos niños. Necesitan tener la oportunidad de aprender, y cuando lo hacen son tenaces”, asegura Sandra mientras reflexiona acerca de lo mucho que queda por hacer.
Sasha es un caso testigo de lo que ocurrirá de aquí en más en las escuelas primarias y en los secundarios, porque la ley ampara a las personas con discapacidad para que sean incluidas en forma efectiva en el sistema educativo. Se trata de brindarles a todos los niños y niñas las mismas oportunidades, porque si existe un límite será el de cada individuo, pero no se puede pronosticar sobre la voluntad del otro.
“Yo aprendo de ella todo el tiempo -dice Sandra- estamos haciendo este camino juntas, y ahora vienen otros desafíos, y además seguimos controlando su salud física. Cuando un médico me dice que son pocos los casos que las madres estimulan así a sus hijos Down, son caricias en mi corazón, porque yo me esfuerzo cada día para que exista una oportunidad para Sasha y para eso tiene que tener todas las herramientas que le podamos brindar, no obligarlos o colocarlos en una situación que los incomode de alguna manera. Estimularlos para que mejorar sea su deseo y el esfuerzo su decisión”.
Muchos conocen la historia de vida de Sasha, una niña que nació con síndrome de Down, y desde el día que nació ha luchado para superarse a sí misma y especialmente para ilustrar a otros.
Cada vez que Sasha Nazarena Pavón Laborda obtiene un logro, no es sólo suyo, sino de todos aquellos que trabajan incansablemente para que la inclusión de las personas con discapacidad no quede en el discurso. Esta vez el logro viene por partida doble: Sasha es la primera alumna integrada a una escuela de nivel secundario, culminó su primer año y además fue distinguida como mejor compañera.
El secundario era todo un reto para esta adolescente que en muchos aspectos debe esforzarse más que sus compañeros para lograr los objetivos, pero sin dudas el desafío mayor era la inclusión efectiva, es decir no sólo asistir a la escuela sino ser parte integrante de la comunidad educativa, ser tratada como igual por sus pares y docentes, y descubrir que todos tenían algo que aprender con esta experiencia.
Un largo camino
Sasha nació en septiembre de 2000 y desde entonces ha luchado por su salud, no debido a su síndrome, sino a otras patologías que vienen asociadas a su desarrollo. Todo su cuerpo es frágil, en especial su corazón, pero a no confundir con débil, porque de eso esta jovencita no tiene nada. Fue sometida a largos tratamientos e intervenciones quirúrgicas para lograr su estado de salud actual, que no es óptimo pero que es excelente para ella, que en septiembre pasado celebró sus tan ansiados 15 años.
“Para Sasha siempre fue una ilusión su fiesta de 15 años, y en aquellos momentos en que estuvo más delicada de su salud, me pregunté si llegaríamos, pero ella es fuerte, es una verdadera leona. Siempre sale adelante, y tuvo su fiesta tal y como se la imaginó en cada detalle”, cuenta la mamá, Sandra.
La madre de Sasha es sin dudas el puntal de su vida, porque no se limitó a amarla y cuidarla, sino que además la estimula día tras día para que encare nuevos desafíos y logre mayores objetivos. Es así que sus vidas están cargadas de primeras experiencias que serán ejemplo para otros.
Cuando la familia de Sasha decidió que necesitaba incorporarse a una escuela regular “fue rechazada en todos lados, nadie la quería, daban vueltas y finalmente empezó a ir a la escuela del Riacho. Allí estaba Andrea Bordenave como directora, y esa fue una experiencia maravillosa para Sasha”, recuerda Sandra al remarcar que pasó mucho tiempo y muchos reclamos para que aceptaran a su hija en una escuela primaria en Madryn, y cuando finalmente lo hicieron fue en la Escuela Rosa de Corea. “Al principio no sabíamos cómo iba a resultar pero teníamos que darle la oportunidad de aprender, y abrir caminos juntos”, resaltó su madre.
El tiempo pasó y finalmente Sasha terminó la primaria y en 2015 ingresó al secundario en la Escuela 790. Una vez más la tarea no fue sencilla pero la tenacidad de su familia, amparada en la ley, logró que esta jovencita que sorprende todo el tiempo a propios y ajenos, culminará su primer año de nivel medio con éxito en todos los aspectos, porque como corolario del año escolar fue distinguida como mejor compañera.
La primera
Sasha fue la primera niña de Puerto Madryn con Síndrome de Down que ingresó a una escuela primaria y luego a una escuela secundaria, pero en cada paso ha sido acompañada por su familia y por profesionales y docentes que luchan con ella por la inclusión.
“Ella tiene muchas actividades en el día, todas vinculadas a mejorar sus posibilidades. Sabemos que necesita adquirir herramientas para la vida, como todos, pero ella se tiene que esforzar un poco más. A veces cuando se siente frustrada porque alguien no le entiende, o no logra algo que intentaba hacer, se molesta y entonces yo le digo, ´quizá no te esforzaste lo suficiente´, porque hay que brindarle confianza como haré con mi otro hijo. Nunca permití que la trataran diferente”, relató la mujer.
Sasha es una jovencita socialmente activa, y además de asistir a la escuela por la mañana, por la tarde lo hace al Centro de Servicios Alternativos y Complementarios 556. Con el acompañamiento de su maestra integradora Paola Galisteo, Sasha ha ido sorteando las barreras del primer año de secundaria, y al igual que Laura Giutti y Siria De Antonio, que son las personas a las que Sandra agradece por su compromiso profesional.
“Nunca pensé en nuestra familia o en Sasha como un ejemplo, pero si nuestra experiencia permite que otros padres comprendan que es posible abrir caminos, y que somos nosotros los que tenemos que poner la mayor voluntad para entender, entonces es muy bueno. Nosotros no tenemos derecho a encasillar a estos niños. Necesitan tener la oportunidad de aprender, y cuando lo hacen son tenaces”, asegura Sandra mientras reflexiona acerca de lo mucho que queda por hacer.
Sasha es un caso testigo de lo que ocurrirá de aquí en más en las escuelas primarias y en los secundarios, porque la ley ampara a las personas con discapacidad para que sean incluidas en forma efectiva en el sistema educativo. Se trata de brindarles a todos los niños y niñas las mismas oportunidades, porque si existe un límite será el de cada individuo, pero no se puede pronosticar sobre la voluntad del otro.
“Yo aprendo de ella todo el tiempo -dice Sandra- estamos haciendo este camino juntas, y ahora vienen otros desafíos, y además seguimos controlando su salud física. Cuando un médico me dice que son pocos los casos que las madres estimulan así a sus hijos Down, son caricias en mi corazón, porque yo me esfuerzo cada día para que exista una oportunidad para Sasha y para eso tiene que tener todas las herramientas que le podamos brindar, no obligarlos o colocarlos en una situación que los incomode de alguna manera. Estimularlos para que mejorar sea su deseo y el esfuerzo su decisión”.