Madryn: vendía cocaína desde una rotisería a metros de una escuela y de la Policía Comunitaria

Diego Méndez fue sentenciado a 6 años de prisión. Es un cocinero que trabajaba en “El Pollo Loco”, una rotisería que usaba como centro de operaciones para distribuir estupefacientes. También repartía droga al estilo delivery, usando un remis.

Desde el “Pollo Loco”, Méndez distribuía estupefacientes en Madryn.
04 MAR 2016 - 22:51 | Actualizado

Por Rolando Tobarez / @rtobarez

El Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia condenó a Diego Alejandro Méndez a 6 años de prisión por vender droga cerca de centros de enseñanza y culturales. Además pagará una multa de 5 mil pesos. El sujeto es un cocinero jujeño y su centro de operaciones era la rotisería “El Pollo Loco”, en Puerto Madryn.

La justicia consideró probada su faena delictiva desde febrero hasta abril de 2014, comprando y vendiendo estupefacientes en distintos horarios desde su comercio, en avenida Gales 1346. Como en un delivery, también usaba un remis para llevarlo a los consumidores en otros barrios. Ni se bajaba: atendía sentado y con la ventanilla baja.

“El Pollo Loco” se ubicaba a 185 metros del Gimnasio Municipal N° 1; a 304 metros de la Escuela N° 110 “José Manuel Estrada”; a 126 metros de la base operativa de la Policía comunitaria; a 146 metros de la plaza de juegos infantiles, y a 70 metros de la Escuelita de Fútbol “Fútbol 5”.

La causa se inicia el 27 de enero de 2014 cuando en pleno patrullaje, el cabo Cristian Ariel Carrasco, de la División Drogas, pasó frente a la rotisería. Vio a Méndez junto con un viejo conocido de la Policía, con prontuario por drogas. Realizaban movimientos sospechosos.

Méndez tenía un paquete blanco del tamaño de su mano, que muy nervioso guardó en el bolsillo mientras hablaban fuera del local. Al cabo lo alertó el tamaño del paquete: no se correspondía con nada que pudiera comprarse en la rotisería. Y “relucía”, por lo que podría tratarse de cinta adhesiva transparente. Así empezó la investigación.

Tras seguimientos, filmaciones y fotos, se consolidó la sospecha del verdadero trabajo de Méndez. Había breves encuentros con personas, movimientos manipulando pequeños objetos, los conocidos “pasamanos”, metiéndolos entre sus ropas y la entrega e intercambio de droga con el remis, en otros puntos de Madryn.

Entraba y salía gente que no permanecía en la rotisería más de cinco minutos. Charlaban con Méndez, había un intercambio y se iban sin comprar, al menos comida. Todos con algo en los bolsillos. Otros lo esperaban.

Cuando se allanó su departamento de O´Higgins al 100 se halló una mochila de tizas de cocaína, una mesa con muchos rastros de la droga, elementos de corte, un molinillo de café, un cúter azul, una navaja, una cucharita de té y envoltorios de nylon con restos de polvo blanco, billetes, una tarjeta de seguros y un carnet de conducir también “usados”, celulares, municiones, filmadora, chips y remedios como Alplax, Novalgina, Ibupirac, Solocalm, Piroxicam y cajas vacías de medicamentos.

En “El Pollo Loco” también se secuestraron celulares, documentación por el envío de encomiendas a Viedma y Sierra Grande, recortes de nylon, pastillas, recibos de pago, una notebook, envoltorios pequeños con cocaína, pesos, dólares y monedas.

En su defensa Méndez dijo que no vendía drogas pero que sí consumía desde hace muchos años. Explicó que el remisero no sabía nada del tema y que sus viajes eran para buscar empleados y comprar cocaína para él. Aseguró que los recortes de nylon eran separadores de empanadas. Según su testimonio, “en el local hacía papas fritas, ñoquis, empanadas, pastas, sándwiches, pollo, ensaladas. Las personas que trabajaban en el lugar no sabían que él consumía estupefacientes”. De acuerdo al recuento de los operativos, se secuestraron 153,46 gramos de cocaína, suficientes para preparar 612 dosis. “Exceden en mucho la cantidad necesaria para consumo personal, siendo que las circunstancias apuntadas prueban que el destino era muy otro”, advierte el fallo de los jueces Pedro de Diego, Enrique Guanziroli y Nora Cabrera de Monella. Además la Policía chequeó encuentros de Méndez con sujetos conocidos de otras investigaciones por narcotráfico.

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Desde el “Pollo Loco”, Méndez distribuía estupefacientes en Madryn.
04 MAR 2016 - 22:51

Por Rolando Tobarez / @rtobarez

El Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia condenó a Diego Alejandro Méndez a 6 años de prisión por vender droga cerca de centros de enseñanza y culturales. Además pagará una multa de 5 mil pesos. El sujeto es un cocinero jujeño y su centro de operaciones era la rotisería “El Pollo Loco”, en Puerto Madryn.

La justicia consideró probada su faena delictiva desde febrero hasta abril de 2014, comprando y vendiendo estupefacientes en distintos horarios desde su comercio, en avenida Gales 1346. Como en un delivery, también usaba un remis para llevarlo a los consumidores en otros barrios. Ni se bajaba: atendía sentado y con la ventanilla baja.

“El Pollo Loco” se ubicaba a 185 metros del Gimnasio Municipal N° 1; a 304 metros de la Escuela N° 110 “José Manuel Estrada”; a 126 metros de la base operativa de la Policía comunitaria; a 146 metros de la plaza de juegos infantiles, y a 70 metros de la Escuelita de Fútbol “Fútbol 5”.

La causa se inicia el 27 de enero de 2014 cuando en pleno patrullaje, el cabo Cristian Ariel Carrasco, de la División Drogas, pasó frente a la rotisería. Vio a Méndez junto con un viejo conocido de la Policía, con prontuario por drogas. Realizaban movimientos sospechosos.

Méndez tenía un paquete blanco del tamaño de su mano, que muy nervioso guardó en el bolsillo mientras hablaban fuera del local. Al cabo lo alertó el tamaño del paquete: no se correspondía con nada que pudiera comprarse en la rotisería. Y “relucía”, por lo que podría tratarse de cinta adhesiva transparente. Así empezó la investigación.

Tras seguimientos, filmaciones y fotos, se consolidó la sospecha del verdadero trabajo de Méndez. Había breves encuentros con personas, movimientos manipulando pequeños objetos, los conocidos “pasamanos”, metiéndolos entre sus ropas y la entrega e intercambio de droga con el remis, en otros puntos de Madryn.

Entraba y salía gente que no permanecía en la rotisería más de cinco minutos. Charlaban con Méndez, había un intercambio y se iban sin comprar, al menos comida. Todos con algo en los bolsillos. Otros lo esperaban.

Cuando se allanó su departamento de O´Higgins al 100 se halló una mochila de tizas de cocaína, una mesa con muchos rastros de la droga, elementos de corte, un molinillo de café, un cúter azul, una navaja, una cucharita de té y envoltorios de nylon con restos de polvo blanco, billetes, una tarjeta de seguros y un carnet de conducir también “usados”, celulares, municiones, filmadora, chips y remedios como Alplax, Novalgina, Ibupirac, Solocalm, Piroxicam y cajas vacías de medicamentos.

En “El Pollo Loco” también se secuestraron celulares, documentación por el envío de encomiendas a Viedma y Sierra Grande, recortes de nylon, pastillas, recibos de pago, una notebook, envoltorios pequeños con cocaína, pesos, dólares y monedas.

En su defensa Méndez dijo que no vendía drogas pero que sí consumía desde hace muchos años. Explicó que el remisero no sabía nada del tema y que sus viajes eran para buscar empleados y comprar cocaína para él. Aseguró que los recortes de nylon eran separadores de empanadas. Según su testimonio, “en el local hacía papas fritas, ñoquis, empanadas, pastas, sándwiches, pollo, ensaladas. Las personas que trabajaban en el lugar no sabían que él consumía estupefacientes”. De acuerdo al recuento de los operativos, se secuestraron 153,46 gramos de cocaína, suficientes para preparar 612 dosis. “Exceden en mucho la cantidad necesaria para consumo personal, siendo que las circunstancias apuntadas prueban que el destino era muy otro”, advierte el fallo de los jueces Pedro de Diego, Enrique Guanziroli y Nora Cabrera de Monella. Además la Policía chequeó encuentros de Méndez con sujetos conocidos de otras investigaciones por narcotráfico.


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