Evidencias, patrones y procesos: enseñanzas de la última semana de la ciencia argentina

Columna de opinión, por Rolando González-José (*)

Protesta. El ajuste en el CONICET disparó un debate sobre la ciencia.
26 DIC 2016 - 20:08 | Actualizado

Para comprender los fenómenos evolutivos, el razonamiento de un científico comienza por observar la naturaleza y colectar datos, buscar patrones en esos datos, pautas que se repiten una y otra vez a lo largo del tiempo y finalmente hipotetizar acerca de qué procesos históricos (evolutivos) dieron lugar a esos patrones.

La misma lógica de pensamiento puede aplicarse al reclamo del sector científico de la última semana, que incluyó la toma del Ministerio de Ciencia y Tecnología.

Partamos de los datos duros: en el marco de un recorte de presupuesto que alcanzó a vastos sectores del sistema científico, el Gobierno decidió achicar en un 60% el ingreso de investigadores en el CONICET. El dato es pulcro e indiscutible, cualquier científico lo aceptaría en su pesquisa.

Ese dato duro, se humanizó hace unos días, cuando se conoció el nombre de los 500 investigadores no incorporados al CONICET, a pesar de haber superado una rigurosa evaluación.

La otra evidencia “dura” es la oferta que el macrismo le dio a los científicos el pasado viernes, en medio de la toma del Ministerio: “…se inicia un proceso de articulación con los organismos nacionales de Ciencia y Técnica, las Universidades Nacionales y empresas, de manera que los postulantes recomendados no seleccionados se incorporen a las instituciones mencionadas durante el año 2017”.

Esta segunda evidencia nos ilustra acerca de un patrón histórico: la propuesta del Ejecutivo no es otra cosa que el Plan Caputo del gobierno de De La Rúa, recargado. Este plan buscaba cerrar el CONICET y distribuir sus recursos humanos en las Universidades, que claramente tienen una misión social complementaria, pero diferente. El patrón es recurrente: ocurrió durante las dictaduras cívico-militares, el menemato, la Alianza, y ahora con el macrismo. Cualquier científico evolutivo derivaría, de esos patrones recurrentes, el mismo proceso histórico: los gobiernos de matriz neo-liberal no consideran que la ciencia y la tecnología deban estar en la maquinaria socio-productiva de nuestro país. De ahí a la fuga de cerebros hay un paso y, en el siguiente paso, nuestros sectores productivos pierden por completo su capacidad de innovación tecnológica, necesaria para desarrollar la matriz económica nacional.

La lectura evolutiva (evidencia-patrón-proceso) y lo acontecido en los últimos días dejan varias conclusiones interesantes:

•El Plan Caputo-Barañao es lo suficientemente trascendental como para que no lo hayan informado en campaña. Por el contrario, le propusieron al votante la continuidad, lo que razonablemente hubiera implicado continuar aplicando el Plan Argentina Innovadora 2020, que estableció políticas claras en materia científica, acordadas por amplios sectores de la sociedad e impulsado por el ministro y el actual presidente del CONICET en el 2013. En palabras simples: el macrismo no tiene un plan científico tecnológico. Está improvisando.

-Hay una transferencia de recursos concreta, en que el Ministerio de Ciencia pierde oxígeno en comparación a otras partidas. Es una decisión política, no técnica. Lejos estamos de la promesa de campaña de duplicar la inversión en ciencia. En el fragor del debate lo llamamos “ajuste” o “recorte”. Visto fríamente, los recursos no han desaparecido, simplemente han ido a otro lado.

-El sistema científico argentino ya no es el mismo que en los 90. Gracias a 12 años de fortalecimiento, hoy es una amalgama que reúne la memoria de quienes sufrieron La Noche de los Bastones Largos, la energía de los becarios veinteañeros, el aguante de los que sufrimos el vaciamiento de los 90, y un número nada despreciable de científicos de reconocimiento internacional. Si bien falta mucho por recorrer, esta comunidad trabaja para vincular el avance científico con los sectores sociales y productivos que deben beneficiarse de la innovación tecnológica, pues ese es un derecho inalienable en cualquier país que pretenda desarrollarse.

-La magnitud del reclamo ha causado la reacción virulenta de los sectores conservadores de toda la vida. Que los medios concentrados y un ejército de trolls hayan intentado embarrar conceptos tan primarios como la importancia de las Ciencias Sociales significa que los científicos estamos del lado correcto de la disputa. Se nos está midiendo, entre otras cosas, por el tipo y tamaño de quienes han salido a confrontarnos estos días.

-Esos mismos sectores vuelven a plantear debates caducos, como el de ciencia básica versus aplicada. La creación del MINCyT y las transformaciones en el CONICET y las Universidades Nacionales de todo el país han ido siempre en la misma dirección: articular al sistema todo para que su impacto en el sistema productivo se maximice, por ejemplo a través de la creación de grandes empresas mixtas de base tecnológica como Y-TEC, INVAP, Fabricaciones Militares, etcétera. Hay una larga serie de ejemplos que demuestran que ese es el camino correcto: desde dos satélites argentinos orbitando en el espacio, hasta becarios trabajando para mejorar procesos de planta en una PyME de la ciudad. Seamos claros: es el sistema todo el que genera conocimiento y lo articula con la producción y la vida en sociedad en general, no los científicos en tanto individuos. Las potencias tecnológicas razonan de ese modo desde hace décadas.

-La última enseñanza es que las autoridades ministeriales han perdido la última dosis de respeto que una parte de la comunidad les preservaba. Para un científico no hay nada más revulsivo que descubrir a un par tergiversando la evidencia empírica, como hemos podido escuchar desde hace unas semanas. Las profundas contradicciones ministeriales han transformado a alguien que era visto por muchos como un garante de continuidad, en un operador al servicio del enflaquecimiento del sistema. Los que vivimos la fuga de cerebros en carne propia sabemos que la mejor resistencia ante este desguace es la organización y movilización de todo el sector.

Siempre viene a colación recordar a Bernardo Houssay, primer presidente de CONICET y premio Nobel argentino: “Los países ricos lo son porque dedican dinero al desarrollo científico-tecnológico, y los países pobres lo siguen siendo porque no lo hacen. La ciencia no es cara, cara es la ignorancia”.#

(*) El autor es investigador principal del CONICET, director del Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas; exdirector del CENPAT y miembro del Grupo Ciencia y Técnica Argentina.

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Protesta. El ajuste en el CONICET disparó un debate sobre la ciencia.
26 DIC 2016 - 20:08

Para comprender los fenómenos evolutivos, el razonamiento de un científico comienza por observar la naturaleza y colectar datos, buscar patrones en esos datos, pautas que se repiten una y otra vez a lo largo del tiempo y finalmente hipotetizar acerca de qué procesos históricos (evolutivos) dieron lugar a esos patrones.

La misma lógica de pensamiento puede aplicarse al reclamo del sector científico de la última semana, que incluyó la toma del Ministerio de Ciencia y Tecnología.

Partamos de los datos duros: en el marco de un recorte de presupuesto que alcanzó a vastos sectores del sistema científico, el Gobierno decidió achicar en un 60% el ingreso de investigadores en el CONICET. El dato es pulcro e indiscutible, cualquier científico lo aceptaría en su pesquisa.

Ese dato duro, se humanizó hace unos días, cuando se conoció el nombre de los 500 investigadores no incorporados al CONICET, a pesar de haber superado una rigurosa evaluación.

La otra evidencia “dura” es la oferta que el macrismo le dio a los científicos el pasado viernes, en medio de la toma del Ministerio: “…se inicia un proceso de articulación con los organismos nacionales de Ciencia y Técnica, las Universidades Nacionales y empresas, de manera que los postulantes recomendados no seleccionados se incorporen a las instituciones mencionadas durante el año 2017”.

Esta segunda evidencia nos ilustra acerca de un patrón histórico: la propuesta del Ejecutivo no es otra cosa que el Plan Caputo del gobierno de De La Rúa, recargado. Este plan buscaba cerrar el CONICET y distribuir sus recursos humanos en las Universidades, que claramente tienen una misión social complementaria, pero diferente. El patrón es recurrente: ocurrió durante las dictaduras cívico-militares, el menemato, la Alianza, y ahora con el macrismo. Cualquier científico evolutivo derivaría, de esos patrones recurrentes, el mismo proceso histórico: los gobiernos de matriz neo-liberal no consideran que la ciencia y la tecnología deban estar en la maquinaria socio-productiva de nuestro país. De ahí a la fuga de cerebros hay un paso y, en el siguiente paso, nuestros sectores productivos pierden por completo su capacidad de innovación tecnológica, necesaria para desarrollar la matriz económica nacional.

La lectura evolutiva (evidencia-patrón-proceso) y lo acontecido en los últimos días dejan varias conclusiones interesantes:

•El Plan Caputo-Barañao es lo suficientemente trascendental como para que no lo hayan informado en campaña. Por el contrario, le propusieron al votante la continuidad, lo que razonablemente hubiera implicado continuar aplicando el Plan Argentina Innovadora 2020, que estableció políticas claras en materia científica, acordadas por amplios sectores de la sociedad e impulsado por el ministro y el actual presidente del CONICET en el 2013. En palabras simples: el macrismo no tiene un plan científico tecnológico. Está improvisando.

-Hay una transferencia de recursos concreta, en que el Ministerio de Ciencia pierde oxígeno en comparación a otras partidas. Es una decisión política, no técnica. Lejos estamos de la promesa de campaña de duplicar la inversión en ciencia. En el fragor del debate lo llamamos “ajuste” o “recorte”. Visto fríamente, los recursos no han desaparecido, simplemente han ido a otro lado.

-El sistema científico argentino ya no es el mismo que en los 90. Gracias a 12 años de fortalecimiento, hoy es una amalgama que reúne la memoria de quienes sufrieron La Noche de los Bastones Largos, la energía de los becarios veinteañeros, el aguante de los que sufrimos el vaciamiento de los 90, y un número nada despreciable de científicos de reconocimiento internacional. Si bien falta mucho por recorrer, esta comunidad trabaja para vincular el avance científico con los sectores sociales y productivos que deben beneficiarse de la innovación tecnológica, pues ese es un derecho inalienable en cualquier país que pretenda desarrollarse.

-La magnitud del reclamo ha causado la reacción virulenta de los sectores conservadores de toda la vida. Que los medios concentrados y un ejército de trolls hayan intentado embarrar conceptos tan primarios como la importancia de las Ciencias Sociales significa que los científicos estamos del lado correcto de la disputa. Se nos está midiendo, entre otras cosas, por el tipo y tamaño de quienes han salido a confrontarnos estos días.

-Esos mismos sectores vuelven a plantear debates caducos, como el de ciencia básica versus aplicada. La creación del MINCyT y las transformaciones en el CONICET y las Universidades Nacionales de todo el país han ido siempre en la misma dirección: articular al sistema todo para que su impacto en el sistema productivo se maximice, por ejemplo a través de la creación de grandes empresas mixtas de base tecnológica como Y-TEC, INVAP, Fabricaciones Militares, etcétera. Hay una larga serie de ejemplos que demuestran que ese es el camino correcto: desde dos satélites argentinos orbitando en el espacio, hasta becarios trabajando para mejorar procesos de planta en una PyME de la ciudad. Seamos claros: es el sistema todo el que genera conocimiento y lo articula con la producción y la vida en sociedad en general, no los científicos en tanto individuos. Las potencias tecnológicas razonan de ese modo desde hace décadas.

-La última enseñanza es que las autoridades ministeriales han perdido la última dosis de respeto que una parte de la comunidad les preservaba. Para un científico no hay nada más revulsivo que descubrir a un par tergiversando la evidencia empírica, como hemos podido escuchar desde hace unas semanas. Las profundas contradicciones ministeriales han transformado a alguien que era visto por muchos como un garante de continuidad, en un operador al servicio del enflaquecimiento del sistema. Los que vivimos la fuga de cerebros en carne propia sabemos que la mejor resistencia ante este desguace es la organización y movilización de todo el sector.

Siempre viene a colación recordar a Bernardo Houssay, primer presidente de CONICET y premio Nobel argentino: “Los países ricos lo son porque dedican dinero al desarrollo científico-tecnológico, y los países pobres lo siguen siendo porque no lo hacen. La ciencia no es cara, cara es la ignorancia”.#

(*) El autor es investigador principal del CONICET, director del Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas; exdirector del CENPAT y miembro del Grupo Ciencia y Técnica Argentina.


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