El escritorio no tapa la vergüenza

La revancha por la Copa Argentina entre Huracán y Newbery, el clásico más popular de Comodoro y también el más violento, no terminó y ya tiene la polémica instalada sin que se conozcan siquiera los fundamentos de ambos clubes. Por Ismael Tebes.

Pagani en el medio del tumulto. El árbitro fue inhabilitado para dirigir y deberá hacer un descargo por lo sucedido en el clásico comodorense.
13 FEB 2017 - 21:15 | Actualizado

Por Ismael Tebes

Pareciera que cada cosa negativa que le ocurre al fútbol tiene que ver con la sociedad. Y de rebote, con la crisis global que empieza en la AFA y explota tristemente en el interior siempre postergado. La revancha por la Copa Argentina entre Huracán y Newbery, el clásico más popular de Comodoro y también el más violento, no terminó y ya tiene la polémica instalada sin que se conozcan siquiera los fundamentos de ambos clubes.

Nadie parece tener en cuenta lo peor. Que un pseudo plateísta arrojó a la cancha un elemento con el fin de lastimar. La botella de gaseosa con la mitad de su contenido, terminó impactando en la humanidad de Rodrigo Cárcamo y el hecho fue ignorado hasta por el propio árbitro del partido. De tal manera parece institucionalizada la irracionalidad que se buscan ahora hasta las migajas para tratar de “hacer justicia” en el escritorio. Sin pensar en los violentos enquistados en una tribuna, habilitados por el solo pago de una entrada.

Nunca será tarde para lamentos. Y el fútbol parece darle pista libre a los que no entienden nada. Un club –Huracán- cuya cancha está suspendida por incidentes y mala conducta de su público termina por la letra chica del reglamento usufructuando su localía. Y que pese a la gravedad de los hechos, prioriza “jugar” sin mirar los riesgos; avalando la violencia y minimizando la salud de un futbolista por la sola portación de otra camiseta.

El otro (Jorge Newbery) al menos utilizando un criterio más lógico, solidarizándose con un compañero atacado cobardemente a pesar de las “garantías” que pretendía asegurar la fuerza policial. Nada se hizo bien. La sola agresión ya es suficiente motivo para al menos, observar en detalle lo que pasó.

El accionar del árbitro Raúl Pagani se presta para una reflexión al margen. Podrán discutirse su decisiones en el terreno (un penal cuestionado, un criterio “elastizado” y errores técnicos varios) pero lo más grave resulta su manejo ante el conflicto planteado. Nunca se acercó a comprobar el estado del jugador; minimizó el informe de una profesional médica que atendió a Cárcamo en el vestuario y salomónicamente dio por finalizado el partido después de esperar infructuosamente, la salida de Newbery para disputar el segundo tiempo. Su mayor interés estuvo enfocado en identificar a los periodistas que lo consultaban con la expectativa del momento, intentando conocer qué iba a ocurrir con el partido. Todo mal.

Ni Jorge Newbery, ni Huracán han sabido neutralizar lo externo. Y en todos los casos expusieron brechas en sus operativos de seguridad. Cargarle las culpas a la violencia social es demasiado fácil. Ahora se pelearán con papeles, acusaciones cruzadas y hasta con las pruebas más insólitas para clasificar a cualquier precio y seguir girando la rueda de un fútbol degradado y contaminado hasta sus raíces.

Otra vez la violencia llevó al clásico a los medios nacionales, los que casi nunca reflejan lo que pasa en éstas tierras. De nuevo una foto amarilla. La crónica policial ganándole la pulseada a la futbolística. Es evidente que los espectadores de buen comportamiento, los que alientan; sufren y disfrutan por un resultado están en un período de casi extinción. Y perdieron sin querer, una batalla desigual.

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Pagani en el medio del tumulto. El árbitro fue inhabilitado para dirigir y deberá hacer un descargo por lo sucedido en el clásico comodorense.
13 FEB 2017 - 21:15

Por Ismael Tebes

Pareciera que cada cosa negativa que le ocurre al fútbol tiene que ver con la sociedad. Y de rebote, con la crisis global que empieza en la AFA y explota tristemente en el interior siempre postergado. La revancha por la Copa Argentina entre Huracán y Newbery, el clásico más popular de Comodoro y también el más violento, no terminó y ya tiene la polémica instalada sin que se conozcan siquiera los fundamentos de ambos clubes.

Nadie parece tener en cuenta lo peor. Que un pseudo plateísta arrojó a la cancha un elemento con el fin de lastimar. La botella de gaseosa con la mitad de su contenido, terminó impactando en la humanidad de Rodrigo Cárcamo y el hecho fue ignorado hasta por el propio árbitro del partido. De tal manera parece institucionalizada la irracionalidad que se buscan ahora hasta las migajas para tratar de “hacer justicia” en el escritorio. Sin pensar en los violentos enquistados en una tribuna, habilitados por el solo pago de una entrada.

Nunca será tarde para lamentos. Y el fútbol parece darle pista libre a los que no entienden nada. Un club –Huracán- cuya cancha está suspendida por incidentes y mala conducta de su público termina por la letra chica del reglamento usufructuando su localía. Y que pese a la gravedad de los hechos, prioriza “jugar” sin mirar los riesgos; avalando la violencia y minimizando la salud de un futbolista por la sola portación de otra camiseta.

El otro (Jorge Newbery) al menos utilizando un criterio más lógico, solidarizándose con un compañero atacado cobardemente a pesar de las “garantías” que pretendía asegurar la fuerza policial. Nada se hizo bien. La sola agresión ya es suficiente motivo para al menos, observar en detalle lo que pasó.

El accionar del árbitro Raúl Pagani se presta para una reflexión al margen. Podrán discutirse su decisiones en el terreno (un penal cuestionado, un criterio “elastizado” y errores técnicos varios) pero lo más grave resulta su manejo ante el conflicto planteado. Nunca se acercó a comprobar el estado del jugador; minimizó el informe de una profesional médica que atendió a Cárcamo en el vestuario y salomónicamente dio por finalizado el partido después de esperar infructuosamente, la salida de Newbery para disputar el segundo tiempo. Su mayor interés estuvo enfocado en identificar a los periodistas que lo consultaban con la expectativa del momento, intentando conocer qué iba a ocurrir con el partido. Todo mal.

Ni Jorge Newbery, ni Huracán han sabido neutralizar lo externo. Y en todos los casos expusieron brechas en sus operativos de seguridad. Cargarle las culpas a la violencia social es demasiado fácil. Ahora se pelearán con papeles, acusaciones cruzadas y hasta con las pruebas más insólitas para clasificar a cualquier precio y seguir girando la rueda de un fútbol degradado y contaminado hasta sus raíces.

Otra vez la violencia llevó al clásico a los medios nacionales, los que casi nunca reflejan lo que pasa en éstas tierras. De nuevo una foto amarilla. La crónica policial ganándole la pulseada a la futbolística. Es evidente que los espectadores de buen comportamiento, los que alientan; sufren y disfrutan por un resultado están en un período de casi extinción. Y perdieron sin querer, una batalla desigual.


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