El lazo del cazador

Autoconocimiento y superación por Bernardo Stamateas.

18 MAR 2017 - 20:41 | Actualizado

Toda pareja desarrolla una forma de relacionarse, es decir, un vínculo. Dos personas que han decidido compartir su vida juegan al ping-pong y, cuando uno dice: “Blanco”, el otro responde: “Negro”. Por ejemplo, él expresa: “Quiero ir al cine” y ella contesta: “No quiero ir al cine; quiero ir al teatro”. Es en este ida y vuelta que se establece el lazo que los mantiene unidos.

Cuando una persona insulta a otra, muy probablemente quien es agredido reaccione de manera negativa y devuelva la agresión, o que ponga un límite verbal, o que huya. Pero si es insultado de nuevo de forma reiterada y no reacciona, allí se armó lo que conocemos como “el lazo del cazador”.

Una trampa del cazador

¿En qué consiste dicho lazo? El lazo del cazador es una trampa. Muchos, consciente o inconscientemente, se convierten en cazadores y establecen vínculos para lastimar y hacer sufrir a otros. En estos casos, el vínculo es un circuito que mantiene a la víctima atrapada. Hoy en día somos testigo tanto de varones como de mujeres que son muy independientes en la mayoría de las áreas de su vida, pero, sin saberlo, tienen un lazo afectivo.

El sometimiento de la persona atrapada en ese lazo puede ser físico, verbal, sexual o económico.

Pero en la mayoría de los casos, quien lo sufre no es capaz de verlo. Tal vez la gente a su alrededor quiera abrirle los ojos y le diga: “¿No te das cuenta de que te está maltratando?”. Pero aun así, no habrá reacción. Incluso puede negarlo y defender a su victimario. La razón de esto, que nos parece increíble, es que el lazo de sometimiento siempre se instala sutilmente. La base de todo maltrato es el temor. El cazador actúa a través del miedo que le infunde a su víctima, sin que ella ni siquiera lo note. El siguiente paso es la violencia, ante la cual no reaccionará por el miedo que ya existe en su vida y fue activado.

La transformación

¿Por qué alguien se transforma en cazador? Porque en el fondo se trata de una persona insegura (aunque se muestre como muy seguro de sí mismo) que necesita sentir que tiene el poder de someter, dominar, controlar y, en última instancia, poseer a alguien más. Cuando su presa logre escaparse, irá detrás de ella. Pero no por amor, sino por la herida narcisista que hace que no tolere que nadie se haya ido de su vida, sin su permiso.

El cazador y los miedos

Todo cazador caza a través del miedo. En el caso de un hombre maltratador, la primer arma de la que hará uso para “cazar” a una mujer es la seducción. Por eso, al principio la abrumará con besos, caricias, abrazos y frases bellas que la hagan sentir especial.

Ella suele interpretar el comportamiento de él como amor. “Él me ama”, pensará pero nada más lejos de la realidad. Después de la seducción, siempre aparece el control, por lo que le pedirá, por ejemplo, que se vista de determinada manera, o que llegue temprano, o que deje de trabajar.

El control matizado con seducción, por lo general, se ve como una actitud razonable. “Él me cuida… porque me ama”, piensa ella. El punto de vulnerabilidad de la persona cazada (todos tenemos uno) es precisamente su inseguridad interior. Como no logra hallar seguridad adentro, busca idealizar a alguien afuera, que cree seguro, para compensar lo que le falta.

Vínculo tóxico

De esta manera, se arma un vínculo tóxico del que tristemente algunas mujeres nunca pueden salir. Algo tan común por estos días. Si bien el tema es complejo y responde a múltiples variables, trabajar en nuestra seguridad y nuestras fortalezas interiores siempre es un antídoto contra el maltrato y cualquier otra actitud externa que nos rebaje como seres humanos.

18 MAR 2017 - 20:41

Toda pareja desarrolla una forma de relacionarse, es decir, un vínculo. Dos personas que han decidido compartir su vida juegan al ping-pong y, cuando uno dice: “Blanco”, el otro responde: “Negro”. Por ejemplo, él expresa: “Quiero ir al cine” y ella contesta: “No quiero ir al cine; quiero ir al teatro”. Es en este ida y vuelta que se establece el lazo que los mantiene unidos.

Cuando una persona insulta a otra, muy probablemente quien es agredido reaccione de manera negativa y devuelva la agresión, o que ponga un límite verbal, o que huya. Pero si es insultado de nuevo de forma reiterada y no reacciona, allí se armó lo que conocemos como “el lazo del cazador”.

Una trampa del cazador

¿En qué consiste dicho lazo? El lazo del cazador es una trampa. Muchos, consciente o inconscientemente, se convierten en cazadores y establecen vínculos para lastimar y hacer sufrir a otros. En estos casos, el vínculo es un circuito que mantiene a la víctima atrapada. Hoy en día somos testigo tanto de varones como de mujeres que son muy independientes en la mayoría de las áreas de su vida, pero, sin saberlo, tienen un lazo afectivo.

El sometimiento de la persona atrapada en ese lazo puede ser físico, verbal, sexual o económico.

Pero en la mayoría de los casos, quien lo sufre no es capaz de verlo. Tal vez la gente a su alrededor quiera abrirle los ojos y le diga: “¿No te das cuenta de que te está maltratando?”. Pero aun así, no habrá reacción. Incluso puede negarlo y defender a su victimario. La razón de esto, que nos parece increíble, es que el lazo de sometimiento siempre se instala sutilmente. La base de todo maltrato es el temor. El cazador actúa a través del miedo que le infunde a su víctima, sin que ella ni siquiera lo note. El siguiente paso es la violencia, ante la cual no reaccionará por el miedo que ya existe en su vida y fue activado.

La transformación

¿Por qué alguien se transforma en cazador? Porque en el fondo se trata de una persona insegura (aunque se muestre como muy seguro de sí mismo) que necesita sentir que tiene el poder de someter, dominar, controlar y, en última instancia, poseer a alguien más. Cuando su presa logre escaparse, irá detrás de ella. Pero no por amor, sino por la herida narcisista que hace que no tolere que nadie se haya ido de su vida, sin su permiso.

El cazador y los miedos

Todo cazador caza a través del miedo. En el caso de un hombre maltratador, la primer arma de la que hará uso para “cazar” a una mujer es la seducción. Por eso, al principio la abrumará con besos, caricias, abrazos y frases bellas que la hagan sentir especial.

Ella suele interpretar el comportamiento de él como amor. “Él me ama”, pensará pero nada más lejos de la realidad. Después de la seducción, siempre aparece el control, por lo que le pedirá, por ejemplo, que se vista de determinada manera, o que llegue temprano, o que deje de trabajar.

El control matizado con seducción, por lo general, se ve como una actitud razonable. “Él me cuida… porque me ama”, piensa ella. El punto de vulnerabilidad de la persona cazada (todos tenemos uno) es precisamente su inseguridad interior. Como no logra hallar seguridad adentro, busca idealizar a alguien afuera, que cree seguro, para compensar lo que le falta.

Vínculo tóxico

De esta manera, se arma un vínculo tóxico del que tristemente algunas mujeres nunca pueden salir. Algo tan común por estos días. Si bien el tema es complejo y responde a múltiples variables, trabajar en nuestra seguridad y nuestras fortalezas interiores siempre es un antídoto contra el maltrato y cualquier otra actitud externa que nos rebaje como seres humanos.