Opinión / Nuestros mundos paralelos de cada día

Los supuestos básicos.

03 JUN 2017 - 21:35 | Actualizado

Por Patricia Almirón  /  especial para  Jornada

Lo bueno de tener amigos, entre tantas cosas, es que te hacen pensar. Cuando hay mate, un café o un vinito. Te hacen pensar porque te ofrecen lo que ellos piensan, la última peli que vieron o la última pelea que sufrieron. Te hacen pensar con sus propias alegrías. Y así pensar sobre uno mismo se vuelve más sencillo, hasta más saludable.
Y porque si no fuera que un amigo me hizo pensar, no habría explorado la serie Terra Nova. Cuando yo era chiquita lo que sabía por la cinéfila de mi mamá, es que había un actor que se llamaba Osvaldo Terranova.
Me gustaba ese nombre. Me sonaba tan italiano. Y él era tan italiano actuando. No se trata de la Isla de Terranova en Canadá, ni de América que también fue una terra nova. Literalmente en latín “tierra nueva”.
La vida de la comunidad o colonia, como le llaman, que protagoniza esta serie, transcurre en el futuro, o no, más exactamente en el pasado.
Es difícil de explicar porque viven en el futuro y también en el pasado. Trataré de explicarme. En el año 2149 en que el mundo, este planeta tierra que habitamos usted y yo, y el vecino y el que vemos por skype, está oscuro, sobre poblado y  con poco oxígeno. Como siempre hay un policía bueno, que tiene una gran familia.
Hay también un científico que ha encontrado un portal, no es el Dr. Brown de nuestro “volver al futuro”, y ese portal permite volver al período cretácico, ochenta y cinco millones de años atrás. Sí, todos esos añitos atrás mientras el resto está en 2149.
Eso sí, van para atrás con la tecnología de 2149, entre esos bichitos voladores gigantes con grandes dientes, o unos insectos tamaño ballena, o cuadrúpedos estilo Obelisco.
Ese portal implica un camino directo entre el futuro y el pasado, contemporáneamente.
La sorpresa de la luz del sol, el agua en los ríos, el verde de los árboles y un oxígeno puro y fresquito, resulta un shock a los que van llegando en lo que llaman “peregrinaje”. A este se accede luego de una estricta selección.
Todo está organizado en la colonia. La escuela, el hospital, los biólogos, las tareas en las que van involucrándose cada uno cuando llegan, el comercio y el bar. Todo lo cuida el comandante Taylor.
Él tiene una archienemiga llamada Mira, la líder de un grupo de disidentes y opositores a la organización que impone el comandante Taylor.
Uno de los temas que ronda la historia es esto de que cruzado el portal al tiempo y lugar de los súper bichos inmensos y gritones, no se puede volver a 2149. Esto siempre y cuando algún otro científico de inteligencia superior no descubra lo contrario.
Sea el tiempo que sea, contando con recursos y con la experiencia de lo aprehendido, los vicios siguen siendo los mismos.
Los dolores y las alegrías eran, son, serán, las mismas humanas y viscerales.
De qué sirve la tecnología mejorando en muchos aspectos la vida,  las miserias de las actitudes humanas más bajas, brotan diáfanas buscando víctimas.
La mentira, el ocultamiento, la corrupción, el abuso de poder, la coacción, la desconfianza frente a aquellas mismas actitudes cuya búsqueda no cesa.
El amor verdadero, la solidaridad, la honestidad, la palabra amable y el buen trato. Convivir con otros en el 2149 u 85.000.000 atrás, es un destino a respetar.
¿El otro nos hace mejor persona? “¿o acaso no ordenás la casa cuando alguien va a venir?” diría otro amigo. ¿Cuál casa? Si la casa es la casa misma, o si la casa es este planeta, o si la casa es este cuerpo que contiene pensamiento y emociones, o si la casa es eso, el espacio que habito y habitamos.
Convivimos con mundos paralelos y conocidos, con portales de ida y vuelta. Mientras nuestro quehacer cotidiano se desarrolla en convivencia,  a la vez y contemporáneamente se desarrolla el de otros, los cercanos, los que están un poquito más allá, y a miles de kilómetros. Mientras vemos el sol y del otro lado la luna, y así día tras día.
Podrá ser, anhelo, que aprendamos un poco a respetarnos, con portal del tiempo o sin él. En este tiempo de mundos paralelos que nos toca vivir, el de este momento, este tiempo y lugar.
Porque el ser humano lo es todo en sí mismo, mejor lo dijo Erich Fromm “En el arte de vivir, el hombre es al mismo tiempo el artista y el objeto de su arte, es el escultor y el mármol, el médico y el paciente”.#
(*) Daniela Patricia Almirón es abogada-mediadora

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03 JUN 2017 - 21:35

Por Patricia Almirón  /  especial para  Jornada

Lo bueno de tener amigos, entre tantas cosas, es que te hacen pensar. Cuando hay mate, un café o un vinito. Te hacen pensar porque te ofrecen lo que ellos piensan, la última peli que vieron o la última pelea que sufrieron. Te hacen pensar con sus propias alegrías. Y así pensar sobre uno mismo se vuelve más sencillo, hasta más saludable.
Y porque si no fuera que un amigo me hizo pensar, no habría explorado la serie Terra Nova. Cuando yo era chiquita lo que sabía por la cinéfila de mi mamá, es que había un actor que se llamaba Osvaldo Terranova.
Me gustaba ese nombre. Me sonaba tan italiano. Y él era tan italiano actuando. No se trata de la Isla de Terranova en Canadá, ni de América que también fue una terra nova. Literalmente en latín “tierra nueva”.
La vida de la comunidad o colonia, como le llaman, que protagoniza esta serie, transcurre en el futuro, o no, más exactamente en el pasado.
Es difícil de explicar porque viven en el futuro y también en el pasado. Trataré de explicarme. En el año 2149 en que el mundo, este planeta tierra que habitamos usted y yo, y el vecino y el que vemos por skype, está oscuro, sobre poblado y  con poco oxígeno. Como siempre hay un policía bueno, que tiene una gran familia.
Hay también un científico que ha encontrado un portal, no es el Dr. Brown de nuestro “volver al futuro”, y ese portal permite volver al período cretácico, ochenta y cinco millones de años atrás. Sí, todos esos añitos atrás mientras el resto está en 2149.
Eso sí, van para atrás con la tecnología de 2149, entre esos bichitos voladores gigantes con grandes dientes, o unos insectos tamaño ballena, o cuadrúpedos estilo Obelisco.
Ese portal implica un camino directo entre el futuro y el pasado, contemporáneamente.
La sorpresa de la luz del sol, el agua en los ríos, el verde de los árboles y un oxígeno puro y fresquito, resulta un shock a los que van llegando en lo que llaman “peregrinaje”. A este se accede luego de una estricta selección.
Todo está organizado en la colonia. La escuela, el hospital, los biólogos, las tareas en las que van involucrándose cada uno cuando llegan, el comercio y el bar. Todo lo cuida el comandante Taylor.
Él tiene una archienemiga llamada Mira, la líder de un grupo de disidentes y opositores a la organización que impone el comandante Taylor.
Uno de los temas que ronda la historia es esto de que cruzado el portal al tiempo y lugar de los súper bichos inmensos y gritones, no se puede volver a 2149. Esto siempre y cuando algún otro científico de inteligencia superior no descubra lo contrario.
Sea el tiempo que sea, contando con recursos y con la experiencia de lo aprehendido, los vicios siguen siendo los mismos.
Los dolores y las alegrías eran, son, serán, las mismas humanas y viscerales.
De qué sirve la tecnología mejorando en muchos aspectos la vida,  las miserias de las actitudes humanas más bajas, brotan diáfanas buscando víctimas.
La mentira, el ocultamiento, la corrupción, el abuso de poder, la coacción, la desconfianza frente a aquellas mismas actitudes cuya búsqueda no cesa.
El amor verdadero, la solidaridad, la honestidad, la palabra amable y el buen trato. Convivir con otros en el 2149 u 85.000.000 atrás, es un destino a respetar.
¿El otro nos hace mejor persona? “¿o acaso no ordenás la casa cuando alguien va a venir?” diría otro amigo. ¿Cuál casa? Si la casa es la casa misma, o si la casa es este planeta, o si la casa es este cuerpo que contiene pensamiento y emociones, o si la casa es eso, el espacio que habito y habitamos.
Convivimos con mundos paralelos y conocidos, con portales de ida y vuelta. Mientras nuestro quehacer cotidiano se desarrolla en convivencia,  a la vez y contemporáneamente se desarrolla el de otros, los cercanos, los que están un poquito más allá, y a miles de kilómetros. Mientras vemos el sol y del otro lado la luna, y así día tras día.
Podrá ser, anhelo, que aprendamos un poco a respetarnos, con portal del tiempo o sin él. En este tiempo de mundos paralelos que nos toca vivir, el de este momento, este tiempo y lugar.
Porque el ser humano lo es todo en sí mismo, mejor lo dijo Erich Fromm “En el arte de vivir, el hombre es al mismo tiempo el artista y el objeto de su arte, es el escultor y el mármol, el médico y el paciente”.#
(*) Daniela Patricia Almirón es abogada-mediadora


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