Alfredo Aranda Barberá: “Soy el único que sigue preso y me discriminan por ser extranjero”

El español pidió declarar. Está por cumplir tres años detenido en la U-6 y reclamó por su excarcelación. “No les voy a fallar y no me voy a escapar”, les dijo a los jueces. Explicó que no era socio sino “colaborador” de Parra Gómez. Y que no tiene nada que ver con la droga. Hoy, inspección ocular en la planta.

Explícito. Aranda acaparó la agenda del juicio y por primera vez habló públicamente del resonante caso.
15 AGO 2017 - 19:33 | Actualizado

Por Rolando Tobarez
Dentro de un mes cumplirá 3 años de detención en la Unidad 6 de Rawson. Es el único preso por los 110 kilos de cocaína hallados en Poseidón. Por eso el español Alfredo Aranda Barberá le reclamó al Tribunal Oral Federal que lo excarcele.
“No les voy a fallar a los jueces y jamás me voy a escapar porque hace tres años que espero este juicio y voy a estar con ustedes”, prometió ante Enrique Guanziroli, Nora Cabrera y Luis Giménez. Hoy decidirán. A las 11 habrá una inspección ocular en la planta pesquera de Puerto Madryn.   
El acusado pidió declarar en el juicio en Rawson pero no respondió preguntas de la Fiscalía. Sólo de su defensora pública, María Van Raap. Se quejó de sus condiciones de detención en ese penal federal. “Se violó mi derecho a la igualdad porque soy el único que sigue preso”.
Reclamó porque cada día lo conducen esposado al recinto del Casino de Oficiales. “Ni siquiera tengo un lápiz para tomar apuntes, me los quitan en la requisa; sólo me permiten una carpeta”. Debe esperar de media hora a 40 minutos “en calabozos que a veces son impresentables” en la U-6.
Al comparar su situación con la de Alejandro Pennisi, Nicolás Seoane, Juan Burgos y Omar “Cura” Segundo –el resto de los acusados- , el español advirtió que “me discriminan por ser extranjero, ni más ni menos”.
Sobre la causa, se definió como apenas un “colaborador” de su connacional, Salvador Parra Gómez. “En ningún momento fui su socio. Quiero que quede bien claro y en especial para la Fiscalía, que basa su acusación en ese dato”. El imputado sugirió: “Todos dicen que yo era el socio de Parra, ¿entonces por qué nadie me llamó el día del hallazgo?, ¿por qué no me entero? Yo no tendría que estar acá, quiero que esto se resuelva y se aclare”.
Ante la pregunta del TOF, Aranda subrayó que “no tengo ninguna relación con la cocaína que se encontró y pueden hacerme cualquier test porque tampoco nunca consumí ni comercié ni distribuí”. Pero tambaleó cuando admitió que pesa sobre él una condena a dos años de prisión por tráfico en España. El español justificó que fue un acuerdo con Fiscalía por una carga ajena de estupefaciente, también cocaína.
Aranda aclaró que en Marruecos no fue detenido mientras escapaba. “Fui a presentarme a la Delegación de Migraciones, no como siempre se dijo, que no es cierto y es todo mentira”.
Su trabajo era revisar para la venta la calidad del pescado que Parra Gómez obtenía de las plantas. Se habían conocido en 2012 y su colega le había ofrecido participar. Juan Burgos, el taxista, acompañaba al testigo en las recorridas.
Aranda se mudó a Mar del Plata para este proyecto: cobraba 2.500 euros mensuales y una comisión de entre 5 y 6 mil euros por contenedor despachado. Una buena cifra para su situación económica.
Cuando aterrizó en Argentina, Parra y Burgos ya se habían asociado para formar “Mar Pesca Azul Argentina”. Aranda le dijo al Tribunal que “de Poseidón nunca supe nada”. En esa trama también conoció a Seoane, a quien describió con vínculo activo y permanente con Parra.
“Cada mañana, con Burgos revisábamos la calidad de las partidas en las plantas mientras Parra hablaba con España, y revisaba planillas y mails en su i-Pad”, graficó.
Junto con Seoane y el otro español, en una visita a un frigorífico del Mercado Central de Buenos Aires, Aranda vio por primera vez dos cajas de muestra del langostino que terminaría en Madryn. “`Madre mía, esto es una porquería´, les dije. Le advertí que la mercadería mala siempre trae problemas, ¿para qué complicarse la vida?”. Pero Parra le insistió: “Me dijo que había una posibilidad de venderlo a unos clientes `barateros´ suyos en España”.
Aranda explicó que “yo nunca entendí mi posición de trabajo en esa empresa”. Y  aseguró que por su mala calidad, el langostino que disimulaba la droga, si no se hubiese descubierto, “igual nunca hubiera entrado a España, ninguna de las autoridades sanitarias oficiales hubiese permitido que eso entre a la Comunidad Europea”.
La carga llegó al frigorífico de Gabino Pérez. Eran 8.300 kilos. Cuando tiraron lo que no servía, quedaron 4 mil kilos. Acompañó a Parra en la compra de cajas, cúters y stickers. “Pero siempre con la boca cerrada y en una segunda posición”. A esas compras las retiraba Burgos.
Ese producto se empacó para que viajara a Chubut y nunca supo más nada.
El dúo comenzó a distanciarse cuando Aranda reclamó por su comisión. Parra le ofreció gestionar un cargamento en Marruecos y cobrarse la deuda. Aranda viajó. En ese país terminó detenido y extraditado.#

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Explícito. Aranda acaparó la agenda del juicio y por primera vez habló públicamente del resonante caso.
15 AGO 2017 - 19:33

Por Rolando Tobarez
Dentro de un mes cumplirá 3 años de detención en la Unidad 6 de Rawson. Es el único preso por los 110 kilos de cocaína hallados en Poseidón. Por eso el español Alfredo Aranda Barberá le reclamó al Tribunal Oral Federal que lo excarcele.
“No les voy a fallar a los jueces y jamás me voy a escapar porque hace tres años que espero este juicio y voy a estar con ustedes”, prometió ante Enrique Guanziroli, Nora Cabrera y Luis Giménez. Hoy decidirán. A las 11 habrá una inspección ocular en la planta pesquera de Puerto Madryn.   
El acusado pidió declarar en el juicio en Rawson pero no respondió preguntas de la Fiscalía. Sólo de su defensora pública, María Van Raap. Se quejó de sus condiciones de detención en ese penal federal. “Se violó mi derecho a la igualdad porque soy el único que sigue preso”.
Reclamó porque cada día lo conducen esposado al recinto del Casino de Oficiales. “Ni siquiera tengo un lápiz para tomar apuntes, me los quitan en la requisa; sólo me permiten una carpeta”. Debe esperar de media hora a 40 minutos “en calabozos que a veces son impresentables” en la U-6.
Al comparar su situación con la de Alejandro Pennisi, Nicolás Seoane, Juan Burgos y Omar “Cura” Segundo –el resto de los acusados- , el español advirtió que “me discriminan por ser extranjero, ni más ni menos”.
Sobre la causa, se definió como apenas un “colaborador” de su connacional, Salvador Parra Gómez. “En ningún momento fui su socio. Quiero que quede bien claro y en especial para la Fiscalía, que basa su acusación en ese dato”. El imputado sugirió: “Todos dicen que yo era el socio de Parra, ¿entonces por qué nadie me llamó el día del hallazgo?, ¿por qué no me entero? Yo no tendría que estar acá, quiero que esto se resuelva y se aclare”.
Ante la pregunta del TOF, Aranda subrayó que “no tengo ninguna relación con la cocaína que se encontró y pueden hacerme cualquier test porque tampoco nunca consumí ni comercié ni distribuí”. Pero tambaleó cuando admitió que pesa sobre él una condena a dos años de prisión por tráfico en España. El español justificó que fue un acuerdo con Fiscalía por una carga ajena de estupefaciente, también cocaína.
Aranda aclaró que en Marruecos no fue detenido mientras escapaba. “Fui a presentarme a la Delegación de Migraciones, no como siempre se dijo, que no es cierto y es todo mentira”.
Su trabajo era revisar para la venta la calidad del pescado que Parra Gómez obtenía de las plantas. Se habían conocido en 2012 y su colega le había ofrecido participar. Juan Burgos, el taxista, acompañaba al testigo en las recorridas.
Aranda se mudó a Mar del Plata para este proyecto: cobraba 2.500 euros mensuales y una comisión de entre 5 y 6 mil euros por contenedor despachado. Una buena cifra para su situación económica.
Cuando aterrizó en Argentina, Parra y Burgos ya se habían asociado para formar “Mar Pesca Azul Argentina”. Aranda le dijo al Tribunal que “de Poseidón nunca supe nada”. En esa trama también conoció a Seoane, a quien describió con vínculo activo y permanente con Parra.
“Cada mañana, con Burgos revisábamos la calidad de las partidas en las plantas mientras Parra hablaba con España, y revisaba planillas y mails en su i-Pad”, graficó.
Junto con Seoane y el otro español, en una visita a un frigorífico del Mercado Central de Buenos Aires, Aranda vio por primera vez dos cajas de muestra del langostino que terminaría en Madryn. “`Madre mía, esto es una porquería´, les dije. Le advertí que la mercadería mala siempre trae problemas, ¿para qué complicarse la vida?”. Pero Parra le insistió: “Me dijo que había una posibilidad de venderlo a unos clientes `barateros´ suyos en España”.
Aranda explicó que “yo nunca entendí mi posición de trabajo en esa empresa”. Y  aseguró que por su mala calidad, el langostino que disimulaba la droga, si no se hubiese descubierto, “igual nunca hubiera entrado a España, ninguna de las autoridades sanitarias oficiales hubiese permitido que eso entre a la Comunidad Europea”.
La carga llegó al frigorífico de Gabino Pérez. Eran 8.300 kilos. Cuando tiraron lo que no servía, quedaron 4 mil kilos. Acompañó a Parra en la compra de cajas, cúters y stickers. “Pero siempre con la boca cerrada y en una segunda posición”. A esas compras las retiraba Burgos.
Ese producto se empacó para que viajara a Chubut y nunca supo más nada.
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