Cuando para el talento no hay edad

Omar Narváez se tomó su tiempo para testear al ruso Nikolay Potapov hasta golpearlo a voluntad. Fue nocaut técnico y eliminatoria ganada para ir por el título gallo OMB. El “Huracán” puede ser el primer argentino en ganar títulos de tres categorías diferentes. Y todo eso a los 42…

Zurdazo al rostro. El “Huracán” Narváez fue de menor a mayor y terminó floreándose ante el ruso Potapov, que no salió a pelear el octavo round.
15 OCT 2017 - 21:21 | Actualizado

Parece que le van quedando pocos casilleros por llenar. El de los títulos del mundo es uno. El de la idolatría absoluta también. Porque no hay muchos casos de vigencia boxística y en éstos tiempos de laboratorio y peleadores que parecen máquinas “tiragolpes”, que Omar Narváez aplique con simpleza lo que nadie le enseñó: boxear con las piernas, anticiparse a todo, leer la mente de los rivales y desgastarlos con el método que elija. Puede ser un zurdo picante, tan vivo como tiempista. Y de pronto, ponerse el disfraz de fino estilista, de artista de la definición que toca; marca pero siempre termina rompiendo.

El ruso Nikolay Potapov no era poca cosa. Y terminó rendido a los pies del “Huracán”, que no le dio tregua; que lo soportó un rato en los primeros rounds y lo llevó al extremo de la frustración. De no ser por su profesionalismo y su condición de número uno del ránking, fácilmente el europeo se hubiera tomado un taxi para alejarse del estadio de Obras, la escena del crimen y no volver a la Argentina ni siquiera de vacaciones.

A Narváez le salió todo bien. Y se inspiró ante cada acierto, casi tomándole a su rival las medidas para el cajón. Puso en el ring la inteligencia y utilizó los puños casi como una referencia innecesaria. Le “midió” la nafta a Potapov, le robó la distancia y se lo terminó deglutiendo en una clase gratuita de estrategia televisada. Cuando el ruso decidió “tirar”, el de Trelew respondió con una cintura elástica que siempre volvía convertida en golpe propio. La defensa volvió a responder y ni hablar del contragolpe. El “Huracán” puso en evidencia a su rival hasta el cuarto capítulo para después trabajar a voluntad: siempre madrugó cuando optó por anticipar, pegó siempre primero y hasta con combinaciones; tocó abajo hasta desinflar y se hizo un picnic real cada vez que logró filtrarse por dentro, como un flash y una lluvia de golpes ascendentes de trayectoria ideal, de efecto “saludador”. Potapov (ahora 17-1-1, perdió su invicto rentado) no se bancó tanta presión. Tiró todo lo que tenía, quizo imponer respeto pero terminó sin reserva anímica para seguir ya que cada minuto entre las cuerdas, fue un martirio. Del cuarto hasta la intervención del árbitro estadounidense Celestino Ruiz fue paliza.

Todo eso a los 42 años, como un pibe viejo lleno de experiencia; tras dieciséis meses sin pelear y con un par de marchas y contramarchas que en el medio, quisieron sacarlo de foco. Cuando Omar Narváez está en su salsa, nadie debe discutirlo. Se minimizan los rivales y cualquiera puede parecer un “paquete”, según la torpeza de quien juzgue y de acuerdo al índice de frustración propia. El “Huracán” sigue llenando estadios. Y es ídolo en Buenos Aires, donde quizás tiene más fama y reconocimiento que en su propia tierra.

Por la tercera corona

Queda decir que el mito boxístico existe. Y cualquier cosa puede pasar de acá hacia adelante, ya que el “Huracán” podría convertirse en el primer púgil argentino en lograr tres coronas mundiales en diferentes categorías ya que con su triunfo logró el derecho de enfrentar al sudafricano Zolani Tete, el campeón gallo regular de la Organización Mundial de Boxeo.

A ésta altura, y por lo expuesto, un rival ganable para la actual versión recargada de Omar Andrés Narváez, un coleccionista de cinturones (mosca y supermosca de la OMB); recordman de defensas mundialistas y de todos los aplausos: 47 peleas ganadas (25 antes del límite), 2 derrotas y 2 empates. Qué más se le puede pedir.#

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Zurdazo al rostro. El “Huracán” Narváez fue de menor a mayor y terminó floreándose ante el ruso Potapov, que no salió a pelear el octavo round.
15 OCT 2017 - 21:21

Parece que le van quedando pocos casilleros por llenar. El de los títulos del mundo es uno. El de la idolatría absoluta también. Porque no hay muchos casos de vigencia boxística y en éstos tiempos de laboratorio y peleadores que parecen máquinas “tiragolpes”, que Omar Narváez aplique con simpleza lo que nadie le enseñó: boxear con las piernas, anticiparse a todo, leer la mente de los rivales y desgastarlos con el método que elija. Puede ser un zurdo picante, tan vivo como tiempista. Y de pronto, ponerse el disfraz de fino estilista, de artista de la definición que toca; marca pero siempre termina rompiendo.

El ruso Nikolay Potapov no era poca cosa. Y terminó rendido a los pies del “Huracán”, que no le dio tregua; que lo soportó un rato en los primeros rounds y lo llevó al extremo de la frustración. De no ser por su profesionalismo y su condición de número uno del ránking, fácilmente el europeo se hubiera tomado un taxi para alejarse del estadio de Obras, la escena del crimen y no volver a la Argentina ni siquiera de vacaciones.

A Narváez le salió todo bien. Y se inspiró ante cada acierto, casi tomándole a su rival las medidas para el cajón. Puso en el ring la inteligencia y utilizó los puños casi como una referencia innecesaria. Le “midió” la nafta a Potapov, le robó la distancia y se lo terminó deglutiendo en una clase gratuita de estrategia televisada. Cuando el ruso decidió “tirar”, el de Trelew respondió con una cintura elástica que siempre volvía convertida en golpe propio. La defensa volvió a responder y ni hablar del contragolpe. El “Huracán” puso en evidencia a su rival hasta el cuarto capítulo para después trabajar a voluntad: siempre madrugó cuando optó por anticipar, pegó siempre primero y hasta con combinaciones; tocó abajo hasta desinflar y se hizo un picnic real cada vez que logró filtrarse por dentro, como un flash y una lluvia de golpes ascendentes de trayectoria ideal, de efecto “saludador”. Potapov (ahora 17-1-1, perdió su invicto rentado) no se bancó tanta presión. Tiró todo lo que tenía, quizo imponer respeto pero terminó sin reserva anímica para seguir ya que cada minuto entre las cuerdas, fue un martirio. Del cuarto hasta la intervención del árbitro estadounidense Celestino Ruiz fue paliza.

Todo eso a los 42 años, como un pibe viejo lleno de experiencia; tras dieciséis meses sin pelear y con un par de marchas y contramarchas que en el medio, quisieron sacarlo de foco. Cuando Omar Narváez está en su salsa, nadie debe discutirlo. Se minimizan los rivales y cualquiera puede parecer un “paquete”, según la torpeza de quien juzgue y de acuerdo al índice de frustración propia. El “Huracán” sigue llenando estadios. Y es ídolo en Buenos Aires, donde quizás tiene más fama y reconocimiento que en su propia tierra.

Por la tercera corona

Queda decir que el mito boxístico existe. Y cualquier cosa puede pasar de acá hacia adelante, ya que el “Huracán” podría convertirse en el primer púgil argentino en lograr tres coronas mundiales en diferentes categorías ya que con su triunfo logró el derecho de enfrentar al sudafricano Zolani Tete, el campeón gallo regular de la Organización Mundial de Boxeo.

A ésta altura, y por lo expuesto, un rival ganable para la actual versión recargada de Omar Andrés Narváez, un coleccionista de cinturones (mosca y supermosca de la OMB); recordman de defensas mundialistas y de todos los aplausos: 47 peleas ganadas (25 antes del límite), 2 derrotas y 2 empates. Qué más se le puede pedir.#


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