La columna de Elio "Pipo" Rossi / El quinto beatle se llama Lautaro Martínez

Quiero que quede por escrito. Tengo claro –y perdonen la redundancia– que en ocasión de la primera columnata cuando comenzamos este ida y vuelta con los lectores de Jornada, pedí públicamente que Lautaro Martínez, el genial (sí, genial) futbolista de Lacadé, fuera el primer cambio al que eche mano el entrenador cuando comience a desandar el camino al título en Rusia 2018.

05 MAR 2018 - 20:51 | Actualizado

Por Elio "Pipo" Rossi.

Déjenme decirles que veo fútbol en la cancha desde el año 1980 para los distintos laburos que tuve. Ese año el 10 de Talleres era “el rana” José Luis Valencia; Raúl de la Cruz Chaparro la rompía en la Gloria (Instituto) y el “Pato” Gasparini sería subcampeón con el Racing de Nueva Italia frente a Central. Palma, el Negro Palma, ojalá la memoria no me traicione, llevaba el famoso número en el equipo Canalla. Si no fue ese año, fueron los siguientes. Lo que quiero decir que he visto (en la cancha) futbolistas fantásticos: hasta citaría equipos derecho viejo, no ya individualidades. Talleres de Labruna, el campeón de Bilardo Pincha Corazón temporadas 82-84 que jugaba con tres 10 y Miguelito Russo multiplicándose para marcar a troche y moche. Ponce, Sabella y Trobbiani… qué lo tiró de las patas!

El rojo del Pato Pastoriza; el que ganó el título en el 94 en Japón; otro Independiente más: el de Miguelito Brindisi con Garnero y Gustavo López como “doble 10”.

En fin… no voy a hartarlos porque no alcanzan los caracteres para mencionar los muy buenos futbolistas que aparecieron y triunfaron o no a lo largo de sus carreras. Pero que nos llenaron los ojos y el cuore.

De cada club, hay en estos años, una extensa lista de “cracks”.

Diego en el 86

Marito Kempes en el River del 82. El Marito de Instituto, antes y de Central, también antes que River.

El Ferro de Carlos Timoteo Griguol con el Beto Márcico con cara de pibe, más el yorugua Giménez y el Negro Juárez de 11…

Párenme

Carece de sentido porque además empezarán a cruzarse los afectos (a los datos duros), y no pararemos más.

La aparición de Lautaro Martínez me reconcilia con los buenos viejos tiempos en donde no interesaba (tanto) el negocio del fútbol. Al menos para quienes lo miramos solo con ojos de pibe.

Si empezamos a “cranear” la cuestión de la tarasca perdemos la inocencia y si nos detenemos en los traficantes de afecto que se llenan los bolsillos, mucho más aún.

Soslayemos entonces el detalle de los 25 millones de dólares que River deberá pagarle a Gallardo si es que decide echarlo por malos resultados.

No pensemos en los dos millones de dólares limpios que cobra Carlos Tévez para ver si consigue –de una buena vez- que Angelici (el hombre que la tiene más grande en el fútbol argentino), gane una Copa Libertadores.

Parece no acompañarlo la suerte al poderoso binguero Angelici. Pero esos son dos mangos aparte.

Volvamos al pibe de Racing

Sabemos que los seleccionadores han dejado de ser entrenadores por una sencilla razón: no pueden trabajar. Entrenadores en función son todos los que hacen el día a día en sus clubes. En las selecciones, eligen entre 11 y 30 sujetos y van a una Copa del Mundo. Si dicen que laburan, nos mienten un poquito. Ven partidos, ven videos y charlan con los que –como Messi– tienen la sartén por el mango.

Laburar es otra cosa

Por eso Sampaoli debe tener una charla con Lautaro y consultarlo sobre si se anima a jugar de “doble cinco” adelante del grupo de “asesinos sin piedad” que deben ser el otro volante central (lo más probable es que Messi imponga a Mascherano) más una línea de cuatro que, al momento de cruzar la mitad de la cancha, reciba un disparo en la espalda.

De adelante hacia atrás: Messi, Di María, Higuáin y el Kun Agüero; Lautaro Martínez; Mascherano; Mercado, Otamendi, Fazio, Rojo y el Chiquito Romero al arco.

Es nuestra módica propuesta. Si el pibe se anima, Argentina juega y gana del primero al séptimo en Rusia.

Vaya el mensaje en una botella desde Jornada para Sampaoli. Cero pesos, licenciado.

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05 MAR 2018 - 20:51

Por Elio "Pipo" Rossi.

Déjenme decirles que veo fútbol en la cancha desde el año 1980 para los distintos laburos que tuve. Ese año el 10 de Talleres era “el rana” José Luis Valencia; Raúl de la Cruz Chaparro la rompía en la Gloria (Instituto) y el “Pato” Gasparini sería subcampeón con el Racing de Nueva Italia frente a Central. Palma, el Negro Palma, ojalá la memoria no me traicione, llevaba el famoso número en el equipo Canalla. Si no fue ese año, fueron los siguientes. Lo que quiero decir que he visto (en la cancha) futbolistas fantásticos: hasta citaría equipos derecho viejo, no ya individualidades. Talleres de Labruna, el campeón de Bilardo Pincha Corazón temporadas 82-84 que jugaba con tres 10 y Miguelito Russo multiplicándose para marcar a troche y moche. Ponce, Sabella y Trobbiani… qué lo tiró de las patas!

El rojo del Pato Pastoriza; el que ganó el título en el 94 en Japón; otro Independiente más: el de Miguelito Brindisi con Garnero y Gustavo López como “doble 10”.

En fin… no voy a hartarlos porque no alcanzan los caracteres para mencionar los muy buenos futbolistas que aparecieron y triunfaron o no a lo largo de sus carreras. Pero que nos llenaron los ojos y el cuore.

De cada club, hay en estos años, una extensa lista de “cracks”.

Diego en el 86

Marito Kempes en el River del 82. El Marito de Instituto, antes y de Central, también antes que River.

El Ferro de Carlos Timoteo Griguol con el Beto Márcico con cara de pibe, más el yorugua Giménez y el Negro Juárez de 11…

Párenme

Carece de sentido porque además empezarán a cruzarse los afectos (a los datos duros), y no pararemos más.

La aparición de Lautaro Martínez me reconcilia con los buenos viejos tiempos en donde no interesaba (tanto) el negocio del fútbol. Al menos para quienes lo miramos solo con ojos de pibe.

Si empezamos a “cranear” la cuestión de la tarasca perdemos la inocencia y si nos detenemos en los traficantes de afecto que se llenan los bolsillos, mucho más aún.

Soslayemos entonces el detalle de los 25 millones de dólares que River deberá pagarle a Gallardo si es que decide echarlo por malos resultados.

No pensemos en los dos millones de dólares limpios que cobra Carlos Tévez para ver si consigue –de una buena vez- que Angelici (el hombre que la tiene más grande en el fútbol argentino), gane una Copa Libertadores.

Parece no acompañarlo la suerte al poderoso binguero Angelici. Pero esos son dos mangos aparte.

Volvamos al pibe de Racing

Sabemos que los seleccionadores han dejado de ser entrenadores por una sencilla razón: no pueden trabajar. Entrenadores en función son todos los que hacen el día a día en sus clubes. En las selecciones, eligen entre 11 y 30 sujetos y van a una Copa del Mundo. Si dicen que laburan, nos mienten un poquito. Ven partidos, ven videos y charlan con los que –como Messi– tienen la sartén por el mango.

Laburar es otra cosa

Por eso Sampaoli debe tener una charla con Lautaro y consultarlo sobre si se anima a jugar de “doble cinco” adelante del grupo de “asesinos sin piedad” que deben ser el otro volante central (lo más probable es que Messi imponga a Mascherano) más una línea de cuatro que, al momento de cruzar la mitad de la cancha, reciba un disparo en la espalda.

De adelante hacia atrás: Messi, Di María, Higuáin y el Kun Agüero; Lautaro Martínez; Mascherano; Mercado, Otamendi, Fazio, Rojo y el Chiquito Romero al arco.

Es nuestra módica propuesta. Si el pibe se anima, Argentina juega y gana del primero al séptimo en Rusia.

Vaya el mensaje en una botella desde Jornada para Sampaoli. Cero pesos, licenciado.


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