Los encierros "para nada" de San Fermín

El objetivo de esta tradicional festividad española es poder correr durante unos segundos lo más cerca posible de los toros, sin ser pisoteado o empitonado por estos animales de 600 kilos.

07 JUL 2018 - 11:34 | Actualizado

Pamplona: Íñigo Plaza contiene la respiración. En pocos segundos revivirá la experiencia que espera durante todo el año: correr junto a los toros durante los encierros de San Fermín.Dentro del pelotón de valientes, se lanza a correr sobre los adoquines todavía mojados por la lluvia que cayó una hora antes.

El objetivo es poder correr durante unos segundos lo más cerca posible de los toros, sin ser pisoteado o empitonado por estos animales de 600 kilos.

Íñigo consigue correr una veintena de metros delante de un toro y una vaca antes de apartarse. El resto de la manada, compuesta por seis toros de lidia y seis vacas, todavía está lejos con lo que no podrá colocarse de nuevo delante suyo al haber perdido velocidad.

"Lo importante es haber terminado entero y mañana poder estar aquí", dice este peón en una fábrica de automóviles de 29 años, pocos minutos después de su carrera.

Experto de los encierros de San Fermín, con más de 80 carreras a sus espaldas, conoce perfectamente los trucos para vivir el momento con intensidad y limitando los riesgos. Para evitar ser sorprendido al pararse por algún toro que emerge de la multitud se fija, por ejemplo, en los fotógrafos colgados de los balcones que rodean el recorrido.

Si los fotógrafos activan sus flashes significa que la manada está cerca.

Pasión fraternal

El ritual es inmutable. Todas las mañanas del 7 al 14 de julio, a las 08h00 en punto, los toros de las ganaderías más prestigiosas de España son soltados en las estrechas calles de Pamplona para el encierro, una carrera loca de dos a tres minutos con cientos de temerarios participantes.

Íñigo las corre casi todas. "Me lo ha contagiado mi hermano, que lleva corriendo muchísimos años", explica este joven de 1,80 metros. "Siempre tenía este gusanillo de algún día estaré yo ahí. Y afortunadamente me metí y no lo dejé más. Te metes un día, dos, tres...".

Su hermano Raúl, de 37 años, ya suma más de 130 encierros corridos por San Fermín. Siempre se colocan en el mismo lugar, en el último tramo del recorrido de unos 850 metros que termina en la plaza de toros de Pamplona, donde los animales encontrarán la muerte cada tarde en corridas con los grandes nombres de la tauromaquia.

La bajada que hace ese tramo les permite correr unos segundos de más por delante de los toros pero también conlleva cierto peligro ya que en la estrecha puerta de la plaza pueden acumularse los participantes y dejar a los corredores a merced de las astas de los animales.

Arriesgar la vida

Y es que a pesar de las estrictas reglas --prohibido a los menores de edad, prohibido correr mal equipado o ebrio, prohibido tocar a los toros...-- cada encierro termina con varios de los 2.000 corredores en el hospital.

En 2017, sobre más de 17.000 participantes, 64 participantes fueron heridos, siete de ellos encornados. Y el sábado por la mañana, en el primer encierro de 2018, cinco fueron trasladados al hospital, uno de ellos heridos por asta de toro.

Desde 1910, 16 corredores perdieron la vida, el último en 2009. "Es correr mucho riesgo para no sacar nada", reconoce Raúl Plaza. En 19 años él se ha hecho dos fracturas: una de muñeca y otra, más grave, del codo que le impidió trabajar en la fábrica durante ocho meses.

Pese a todo, después de cada lesión volvía a estar corriendo junto a los toros en las calles de Pamplona. "San Fermín siempre es lo máximo, por el tipo de toro que es, el ambiente que hay, la televisión...", asegura. "Tener un animal de 600 kilos detrás y toda la gente en las calles, es algo que... No sé, es una sensación indescriptible, de adrenalina, de emoción", añade su hermano Íñigo.

07 JUL 2018 - 11:34

Pamplona: Íñigo Plaza contiene la respiración. En pocos segundos revivirá la experiencia que espera durante todo el año: correr junto a los toros durante los encierros de San Fermín.Dentro del pelotón de valientes, se lanza a correr sobre los adoquines todavía mojados por la lluvia que cayó una hora antes.

El objetivo es poder correr durante unos segundos lo más cerca posible de los toros, sin ser pisoteado o empitonado por estos animales de 600 kilos.

Íñigo consigue correr una veintena de metros delante de un toro y una vaca antes de apartarse. El resto de la manada, compuesta por seis toros de lidia y seis vacas, todavía está lejos con lo que no podrá colocarse de nuevo delante suyo al haber perdido velocidad.

"Lo importante es haber terminado entero y mañana poder estar aquí", dice este peón en una fábrica de automóviles de 29 años, pocos minutos después de su carrera.

Experto de los encierros de San Fermín, con más de 80 carreras a sus espaldas, conoce perfectamente los trucos para vivir el momento con intensidad y limitando los riesgos. Para evitar ser sorprendido al pararse por algún toro que emerge de la multitud se fija, por ejemplo, en los fotógrafos colgados de los balcones que rodean el recorrido.

Si los fotógrafos activan sus flashes significa que la manada está cerca.

Pasión fraternal

El ritual es inmutable. Todas las mañanas del 7 al 14 de julio, a las 08h00 en punto, los toros de las ganaderías más prestigiosas de España son soltados en las estrechas calles de Pamplona para el encierro, una carrera loca de dos a tres minutos con cientos de temerarios participantes.

Íñigo las corre casi todas. "Me lo ha contagiado mi hermano, que lleva corriendo muchísimos años", explica este joven de 1,80 metros. "Siempre tenía este gusanillo de algún día estaré yo ahí. Y afortunadamente me metí y no lo dejé más. Te metes un día, dos, tres...".

Su hermano Raúl, de 37 años, ya suma más de 130 encierros corridos por San Fermín. Siempre se colocan en el mismo lugar, en el último tramo del recorrido de unos 850 metros que termina en la plaza de toros de Pamplona, donde los animales encontrarán la muerte cada tarde en corridas con los grandes nombres de la tauromaquia.

La bajada que hace ese tramo les permite correr unos segundos de más por delante de los toros pero también conlleva cierto peligro ya que en la estrecha puerta de la plaza pueden acumularse los participantes y dejar a los corredores a merced de las astas de los animales.

Arriesgar la vida

Y es que a pesar de las estrictas reglas --prohibido a los menores de edad, prohibido correr mal equipado o ebrio, prohibido tocar a los toros...-- cada encierro termina con varios de los 2.000 corredores en el hospital.

En 2017, sobre más de 17.000 participantes, 64 participantes fueron heridos, siete de ellos encornados. Y el sábado por la mañana, en el primer encierro de 2018, cinco fueron trasladados al hospital, uno de ellos heridos por asta de toro.

Desde 1910, 16 corredores perdieron la vida, el último en 2009. "Es correr mucho riesgo para no sacar nada", reconoce Raúl Plaza. En 19 años él se ha hecho dos fracturas: una de muñeca y otra, más grave, del codo que le impidió trabajar en la fábrica durante ocho meses.

Pese a todo, después de cada lesión volvía a estar corriendo junto a los toros en las calles de Pamplona. "San Fermín siempre es lo máximo, por el tipo de toro que es, el ambiente que hay, la televisión...", asegura. "Tener un animal de 600 kilos detrás y toda la gente en las calles, es algo que... No sé, es una sensación indescriptible, de adrenalina, de emoción", añade su hermano Íñigo.