Algunas reflexiones sobre abuso sexual infantil

Psiquismo comprometido/Columna de AMJA (Asociación de mujeres jueces de Argentina) Chubut.

01 SEP 2018 - 19:06 | Actualizado

Por Vanina Botta.

Un tema que suele resultar preocupante y mediático es el del abuso sexual de niñas y niños, que se refiere a la participación de menores en una actividad sexual que no comprenden y para la cual no pueden dar consentimiento. Constituye el contacto genital entre un adulto que manipula, engaña o fuerza a un niño o niña a tener comportamientos sexuales.

Un acto sexual con un menor es siempre un abuso, aunque no es sinónimo de violación. Este es un acto de acceso carnal dado a través de la fuerza e intimidación de la víctima. En el Abuso Sexual Infantil raramente se utiliza la fuerza física para lograr el contacto con el niño, que a su vez no ocurre en forma aislada o accidental.

La agresión sexual es el peor de los maltratos infantiles y las consecuencias son horrorosas, entre otras cuestiones por los efectos psicológicos potencialmente devastadores que origina. El abuso sexual deja una huella psíquica en cada víctima.

El abusador en la gran mayoría de casos estudiados no presenta ninguna enfermedad mental, no es un enfermo, es un ser con características psicopáticas y perversas que comprende perfectamente, y goza cosificando y utilizando, para satisfacerse, a los demás.

Lo más lamentable de todas las historias de abuso sexual infantil es que los abusadores son generalmente personas de la familia o conocidas por las víctimas, por lo que se aprecia que hay un notorio predominio del abuso crónico en relación con el episodio único.

En muchos casos la denuncia no se realiza hasta que el abuso haya sido larga y dolorosamente repetido o cuando ya existen consecuencias graves, como infecciones de transmisión sexual, embarazos en niñas o severas alteraciones conductuales y anímicas.

El “tocamiento” es el tipo de agresión más frecuente, en un 90% de los casos, únicamente 4 a 10% de las experiencias entre adultos y niños implican coito. La importancia de este hecho permite explicar una de las razones por las que frecuentemente no existen lesiones en el área genital, anal o en las dos cuando se explora a un niño o niña con historia de abuso sexual, hecho que no descarta el incidente.

El Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil fue descrito por Ronald Summitt en 1983. El objetivo de esa descripción fue aportar a la comprensión respecto a las reacciones típicas de los niños/as víctimas de un abuso sexual continuado y en credibilidad respecto a sus versiones. También romper con los mitos y prejuicios existentes en torno a este fenómeno delictivo. Describió una secuencia característica que consta de cinco fases:

Secreto: ningún niño/a esta preparado/a para ser abusada por un adulto en el cual confía y espera protección y cariño. El abusador presiona a la víctima para que guarde este secreto mediante la manipulación, las amenazas y mediante la generación de sentimientos de culpabilidad. El abusador le hace creer a la víctima que si guarda silencio evitará la desintegración de la familia. El sentimiento de culpa, de vergüenza, los sentimientos encontrados y el desconcierto frente a un adulto que lo/a abusa en quien confía contribuye a que las niñas y niños soporten el abuso, lo mantengan en secreto y se acomoden a aquel.

Desamparo: desde las casas inculcamos a los niños/as a ser cariñosos y amables con los adultos de la familia con lo que incrementa el riesgo de desprotección. El abuso provoca en él, el desarrollo de sentimientos de impotencia y desprotección que pueden perdurar a lo largo de su vida. Muchas veces se espera que la niña reaccione como una adulta frente a un abuso pues si no se la considera cómplice. Resulta muy difícil que reaccione frente a un abusador jerárquicamente superior y a quien debe respetar.

Entrampamiento y acomodación: las victimas sienten la responsabilidad de mantener a su familia unida. Como el abuso suele repetirse la única opción que le queda es aprender a aceptar la situación y sobrevivir, adaptarse a la situación abusiva como método de supervivencia y así sobrellevar la situación en soledad y con mucha vergüenza.

Revelación tardía y poco convincente: un número importante de casos nunca es revelado, otros al llegar a la adolescencia pueden contarlo. Cuando lo hacen se enfrentan a la incredulidad, se lo cuestiona, se presume que la historia es inventada.

Retractación: por encima del enojo subyace la culpa y la responsabilidad de preservar a su familia. Descubre además que los miedos y las amenazas de mantener todo en secreto son ciertas. Las victimas cargan con la responsabilidad de preservar o destruir la familia y opta por retractarse.

Para concluir cabe agregar que el abuso sexual infantil en la infancia y en la adolescencia genera un desmantelamiento y una detonación psíquica, una catástrofe en la vida de la víctima que la padece. Es fundamental no concebir el abuso sexual como una cuestión únicamente concerniente a la sexualidad del individuo, sino como un abuso de poder. El abuso sexual infantil es claramente una relación de poder, por lo que se sostiene que el abusador no tiene un goce genital sino un goce de abuso de poder.#

Vanina Botta es médica especialista en Psiquiatría, Medicina legal y forense.

Las más leídas

01 SEP 2018 - 19:06

Por Vanina Botta.

Un tema que suele resultar preocupante y mediático es el del abuso sexual de niñas y niños, que se refiere a la participación de menores en una actividad sexual que no comprenden y para la cual no pueden dar consentimiento. Constituye el contacto genital entre un adulto que manipula, engaña o fuerza a un niño o niña a tener comportamientos sexuales.

Un acto sexual con un menor es siempre un abuso, aunque no es sinónimo de violación. Este es un acto de acceso carnal dado a través de la fuerza e intimidación de la víctima. En el Abuso Sexual Infantil raramente se utiliza la fuerza física para lograr el contacto con el niño, que a su vez no ocurre en forma aislada o accidental.

La agresión sexual es el peor de los maltratos infantiles y las consecuencias son horrorosas, entre otras cuestiones por los efectos psicológicos potencialmente devastadores que origina. El abuso sexual deja una huella psíquica en cada víctima.

El abusador en la gran mayoría de casos estudiados no presenta ninguna enfermedad mental, no es un enfermo, es un ser con características psicopáticas y perversas que comprende perfectamente, y goza cosificando y utilizando, para satisfacerse, a los demás.

Lo más lamentable de todas las historias de abuso sexual infantil es que los abusadores son generalmente personas de la familia o conocidas por las víctimas, por lo que se aprecia que hay un notorio predominio del abuso crónico en relación con el episodio único.

En muchos casos la denuncia no se realiza hasta que el abuso haya sido larga y dolorosamente repetido o cuando ya existen consecuencias graves, como infecciones de transmisión sexual, embarazos en niñas o severas alteraciones conductuales y anímicas.

El “tocamiento” es el tipo de agresión más frecuente, en un 90% de los casos, únicamente 4 a 10% de las experiencias entre adultos y niños implican coito. La importancia de este hecho permite explicar una de las razones por las que frecuentemente no existen lesiones en el área genital, anal o en las dos cuando se explora a un niño o niña con historia de abuso sexual, hecho que no descarta el incidente.

El Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil fue descrito por Ronald Summitt en 1983. El objetivo de esa descripción fue aportar a la comprensión respecto a las reacciones típicas de los niños/as víctimas de un abuso sexual continuado y en credibilidad respecto a sus versiones. También romper con los mitos y prejuicios existentes en torno a este fenómeno delictivo. Describió una secuencia característica que consta de cinco fases:

Secreto: ningún niño/a esta preparado/a para ser abusada por un adulto en el cual confía y espera protección y cariño. El abusador presiona a la víctima para que guarde este secreto mediante la manipulación, las amenazas y mediante la generación de sentimientos de culpabilidad. El abusador le hace creer a la víctima que si guarda silencio evitará la desintegración de la familia. El sentimiento de culpa, de vergüenza, los sentimientos encontrados y el desconcierto frente a un adulto que lo/a abusa en quien confía contribuye a que las niñas y niños soporten el abuso, lo mantengan en secreto y se acomoden a aquel.

Desamparo: desde las casas inculcamos a los niños/as a ser cariñosos y amables con los adultos de la familia con lo que incrementa el riesgo de desprotección. El abuso provoca en él, el desarrollo de sentimientos de impotencia y desprotección que pueden perdurar a lo largo de su vida. Muchas veces se espera que la niña reaccione como una adulta frente a un abuso pues si no se la considera cómplice. Resulta muy difícil que reaccione frente a un abusador jerárquicamente superior y a quien debe respetar.

Entrampamiento y acomodación: las victimas sienten la responsabilidad de mantener a su familia unida. Como el abuso suele repetirse la única opción que le queda es aprender a aceptar la situación y sobrevivir, adaptarse a la situación abusiva como método de supervivencia y así sobrellevar la situación en soledad y con mucha vergüenza.

Revelación tardía y poco convincente: un número importante de casos nunca es revelado, otros al llegar a la adolescencia pueden contarlo. Cuando lo hacen se enfrentan a la incredulidad, se lo cuestiona, se presume que la historia es inventada.

Retractación: por encima del enojo subyace la culpa y la responsabilidad de preservar a su familia. Descubre además que los miedos y las amenazas de mantener todo en secreto son ciertas. Las victimas cargan con la responsabilidad de preservar o destruir la familia y opta por retractarse.

Para concluir cabe agregar que el abuso sexual infantil en la infancia y en la adolescencia genera un desmantelamiento y una detonación psíquica, una catástrofe en la vida de la víctima que la padece. Es fundamental no concebir el abuso sexual como una cuestión únicamente concerniente a la sexualidad del individuo, sino como un abuso de poder. El abuso sexual infantil es claramente una relación de poder, por lo que se sostiene que el abusador no tiene un goce genital sino un goce de abuso de poder.#

Vanina Botta es médica especialista en Psiquiatría, Medicina legal y forense.


NOTICIAS RELACIONADAS