La columna de Elio Rossi / Hay que dejar la vida

Guillermo Barros Schelotto recuperó el habla luego de ganar el partido a Colón el domingo por la noche y planteó las cosas tal cual las está viviendo: en Brasil hay que dejar la vida.

01 OCT 2018 - 20:49 | Actualizado

Recién creí en el “zócalo” de los noticieros cuando lo oí a Guillermo.

Solo quien tiene clarísimo que una eliminación frente a Cruzeiro lo pone de patitas en la calle es capaz de poner en palabras semejante idea.

Tiene un millón de alternativas futuras uno de los ídolos del Club que pone en juego su condición al someterse a los resultados como entrenador.

Pero hoy el dilema es ganar la Copa o partir al destierro.

Esta noche pasará River o el Rojo de Avellaneda en otro de los partidos de cuartos que tiene una mirada bien argenta en la Libertadores de este año.

En torno al “Profesor” Holan también hay expresiones parecidas; no tanto él sino alguno de sus dirigidos con aquello de “partido de vida o muerte”.

Es curioso cómo llegado al punto límite que uno supone casi cotidiano en jugadores de elite como los que conforman estos planteles emerge la “cuestión vital” como argumento de fondo.

Ni juego, ni tácticas ni estrategias. Corazón no necesariamente con pases cortos.

A Boca le ha ido bien cuando, sorpresivamente, salió a llevarse por delante a su adversario brasileño allá.

Me acuerdo de Bianchi contra el Palmeiras. Y disculpen que personalice de semejante modo.

Ocurre que el entrenador puso el mundo patas para arriba cuando, no preocupándose por la “tenencia” en su modelo de juego (no recuerdo haberle escuchado en charlas futboleras o en conferencias de prensa a Bianchi la palabra “tenencia”), salió a la cancha a quedarse directamente con el balón para pegar primero y asegurar.

¿Tiene esta versión del Boca del Mellizo Guillermo algún parentesco con aquel equipo de Bianchi?

Daría la impresión de que no.

Aquel Córdoba fue clave en momentos claves del equipo. Hoy Boca prepara la llegada de Gallese siempre y cuando supere el encuentro con Cruzeiro. Es cierto que las lesiones como la sufrida por Andrada no estaba en los cálculos de nadie. Pero el arquero (el puesto que puede marcar la diferencia en el Monumental esta noche), ya permite deducir que no son ni siquiera parecidos.

No porque Rossi no tenga condiciones. En absoluto. Hablo de las diferencias con aquel Oscar Córdoba, devenido ícono junto a otros colombianos que convirtieron a aquel país en uno de los cuales más hinchas de Boca hay fuera de la Argentina. También la defensa pierde en la comparación.

Puede sonar injusto cabe reconocerlo.

Aquel Boca hizo historia. Este todavía genera un debate en torno a si está a la altura de la primera de Boca.

La vara alta la puso su presidente.

No debe pasar un día en el que Angelici no se reproche aquella promesa de campaña o mejor, aquella sugerencia: “ustedes solo preocúpense por tener el pasaporte al día; de Japón nos ocupamos nosotros”.

Está a tiempo, también merece la pena recordarlo.

De otro lado del camino están River, versión Gallardo e Independiente de Holan. River viene haciendo “la media inglesa”. ¿Recuerdan la expresión? Antiquísima, por cierto. Es de los tiempos en que ganar significaba sumar dos puntos y el empate 1. Ganar en casa, empatar afuera significaba negocio redondo.

El tipo que menos preocupación (que debe tenerla sin duda), le transmite a su rostro, hablo del “Muñeco” sabe que en los tiempos que corren el empate afuera ofrece alguna particularidad que la aleja de aquella media: el gol puede valer “doble” en un empate de visitante.

El asunto es que River (salvo lo ocurrido con Boca en la Bombonera que merece otras consideraciones más allá de la condición de local o visitante), parece un equipo que se potencia en casa en los mano a mano por Copa.

Acaba de pasarle a Racing. El empate, trabajado y sufrido en Avellaneda, mutó en un cuasi bailongo en Nuñez.

Acaso con la apreciación de esas diferencias haya llevado a Holan a pensar en la necesidad de poner 5 defensores. ¿Lo hará o prevalecerá la tradición roja con 4 en el fondo?. Viene de vivir la paradoja del partido de ida: con más defensores fue más ofensivo. Es así. Sucede. Es fobal. Y poco tiene que ver con lo que da lugar al eje de esta columnata: la cuestión temperamental. Dejar la vida. Es vida o muerte. Uno, insisto, presupone que la extrema concentración forma parte de la cotidianeidad en este tipo de partidos. Quizá deberán recordar una máxima riquelmeana: no olviden dársela a un compañero.

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01 OCT 2018 - 20:49

Recién creí en el “zócalo” de los noticieros cuando lo oí a Guillermo.

Solo quien tiene clarísimo que una eliminación frente a Cruzeiro lo pone de patitas en la calle es capaz de poner en palabras semejante idea.

Tiene un millón de alternativas futuras uno de los ídolos del Club que pone en juego su condición al someterse a los resultados como entrenador.

Pero hoy el dilema es ganar la Copa o partir al destierro.

Esta noche pasará River o el Rojo de Avellaneda en otro de los partidos de cuartos que tiene una mirada bien argenta en la Libertadores de este año.

En torno al “Profesor” Holan también hay expresiones parecidas; no tanto él sino alguno de sus dirigidos con aquello de “partido de vida o muerte”.

Es curioso cómo llegado al punto límite que uno supone casi cotidiano en jugadores de elite como los que conforman estos planteles emerge la “cuestión vital” como argumento de fondo.

Ni juego, ni tácticas ni estrategias. Corazón no necesariamente con pases cortos.

A Boca le ha ido bien cuando, sorpresivamente, salió a llevarse por delante a su adversario brasileño allá.

Me acuerdo de Bianchi contra el Palmeiras. Y disculpen que personalice de semejante modo.

Ocurre que el entrenador puso el mundo patas para arriba cuando, no preocupándose por la “tenencia” en su modelo de juego (no recuerdo haberle escuchado en charlas futboleras o en conferencias de prensa a Bianchi la palabra “tenencia”), salió a la cancha a quedarse directamente con el balón para pegar primero y asegurar.

¿Tiene esta versión del Boca del Mellizo Guillermo algún parentesco con aquel equipo de Bianchi?

Daría la impresión de que no.

Aquel Córdoba fue clave en momentos claves del equipo. Hoy Boca prepara la llegada de Gallese siempre y cuando supere el encuentro con Cruzeiro. Es cierto que las lesiones como la sufrida por Andrada no estaba en los cálculos de nadie. Pero el arquero (el puesto que puede marcar la diferencia en el Monumental esta noche), ya permite deducir que no son ni siquiera parecidos.

No porque Rossi no tenga condiciones. En absoluto. Hablo de las diferencias con aquel Oscar Córdoba, devenido ícono junto a otros colombianos que convirtieron a aquel país en uno de los cuales más hinchas de Boca hay fuera de la Argentina. También la defensa pierde en la comparación.

Puede sonar injusto cabe reconocerlo.

Aquel Boca hizo historia. Este todavía genera un debate en torno a si está a la altura de la primera de Boca.

La vara alta la puso su presidente.

No debe pasar un día en el que Angelici no se reproche aquella promesa de campaña o mejor, aquella sugerencia: “ustedes solo preocúpense por tener el pasaporte al día; de Japón nos ocupamos nosotros”.

Está a tiempo, también merece la pena recordarlo.

De otro lado del camino están River, versión Gallardo e Independiente de Holan. River viene haciendo “la media inglesa”. ¿Recuerdan la expresión? Antiquísima, por cierto. Es de los tiempos en que ganar significaba sumar dos puntos y el empate 1. Ganar en casa, empatar afuera significaba negocio redondo.

El tipo que menos preocupación (que debe tenerla sin duda), le transmite a su rostro, hablo del “Muñeco” sabe que en los tiempos que corren el empate afuera ofrece alguna particularidad que la aleja de aquella media: el gol puede valer “doble” en un empate de visitante.

El asunto es que River (salvo lo ocurrido con Boca en la Bombonera que merece otras consideraciones más allá de la condición de local o visitante), parece un equipo que se potencia en casa en los mano a mano por Copa.

Acaba de pasarle a Racing. El empate, trabajado y sufrido en Avellaneda, mutó en un cuasi bailongo en Nuñez.

Acaso con la apreciación de esas diferencias haya llevado a Holan a pensar en la necesidad de poner 5 defensores. ¿Lo hará o prevalecerá la tradición roja con 4 en el fondo?. Viene de vivir la paradoja del partido de ida: con más defensores fue más ofensivo. Es así. Sucede. Es fobal. Y poco tiene que ver con lo que da lugar al eje de esta columnata: la cuestión temperamental. Dejar la vida. Es vida o muerte. Uno, insisto, presupone que la extrema concentración forma parte de la cotidianeidad en este tipo de partidos. Quizá deberán recordar una máxima riquelmeana: no olviden dársela a un compañero.


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