Editorial / La mujeres hacen historia

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13 OCT 2018 - 20:53 | Actualizado

El 33° Encuentro Nacional de Mujeres quedará en la historia de Chubut, y de Trelew en particular. Con la impronta de otros hechos históricos que conmovieron a la ciudad, como la Masacre de Trelew y su posterior “Trelewazo”, el #ENMChubut es un evento único en el mundo en el que las mujeres demuestran su capacidad y fuerza de su organización, eso que les impone la necesidad de transformar las desigualdades y la opresión que vienen sufriendo desde tiempos inmemoriales.

La llegada masiva de mujeres para participar de un evento trascendental también incluye otro fenómeno: la mezcla con toda la fuerza de las generaciones pioneras, que arrancaron con la defensa de los derechos de las mujeres cuando casi que era una mala palabra o una expresión minoritaria, y las contemporáneas, esas que le han dado a la lucha un nivel de masividad y visibilidad que es irreversible.

Las miles de mujeres que llegaron a Trelew desde todas partes de la Argentina y el mundo, y las miles de chubutenses que participan de manera orgullosa de este evento político y social único, le han agregado a los viejos movimientos feministas del país una cuota de madurez envidiable.

Desde que arrancó allá por 1986, el Encuentro Nacional de Mujeres ha crecido de tal manera hasta convertirse en un fenómeno social sin precedentes y con una sed de transformación que arrolla todo a su paso.

Claro que a pesar de los cambios que ha venido teniendo la sociedad a partir de la lucha que dan cada día millones de mujeres, que una mujer exprese su posición, alce la voz y pegue un golpe sobre la mesa, sigue generando resistencias. Inclusive, en sectores de mujeres menos abiertas al cambio y que han elegido al sometimiento –generalmente bajo consignas religiosas- como su manual de estilo para la vida.

También el crecimiento indetenible de los movimientos feministas ha exacerbado el perfil machista de muchos hombres que, tal vez asustados por el cambio de época, terminan siendo funcionales a expresiones retrógradas, misóginas y absolutamente elementales de grupos de poder como la Iglesia Católica.

A pesar del alto grado de evolución que se ha dado en la sociedad argentina de la mano de las nuevas generaciones, todavía no están todos los grupos etarios y sociales preparados para ver a las mujeres alzar su voz, exigir por sus derechos y demostrar su capacidad de organización. El temor al cambio es una de las principales causas del machismo. El enquistado y el que aparece cuando se dan este tipo de manifestaciones populares.

El Encuentro Nacional de Mujeres de Trelew cobra relevancia, además, porque es el primero que se realiza luego del histórico debate que se dio este año por la legalización del aborto. Aunque finalmente no fue ley, el triunfo del feminismo en este sentido ha sido irrefrenable. Los pañuelos verdes y las marchas por “Ni una menos” han atravesado a todas las generaciones y han comenzado a ocupar un lugar en la agenda pública que nunca antes había tenido.

Ignorar lo que está pasando le ha hecho cometer errores a buena parte de la sociedad que balconea al movimiento de las mujeres y lo descalifica como un capricho de mujeres que tienen ganas de hacer lío. No entender el movimiento social que se ha erigido y se sigue erigiendo detrás de las mujeres que ganaron la calle para exigir de una buena vez por sus derechos, es darle la espalda a la realidad.

Es verdad que la heterogeneidad de estos movimientos pone del mismo lado a muchos grupos sociales y políticos que suelen estar en posiciones distintas, pero es apenas una minoría la que suele radicalizar sus propuestas, esas que suelen asustar a la parte más conservadora de la sociedad. Ni las actitudes intolerantes, ni las consignas exageradas, ni los ataques a los edificios públicos y medios de comunicación, a los que suelen acusar de ejercer una “violencia mediática” contra la mujer, pueden tapar el sol que se levanta detrás de la causa feminista.

La lucha de las mujeres tardó tantos años en hacerse visible que cualquier tipo de excesos de alguna minoría puede y debe ser disimulado. Lo que importa es que ese grito que resuena todo el tiempo, todos los días, se mantenga el tiempo que sea necesario para alcanzar el objetivo. Y continúa porque en la Argentina todavía no hay denuncia, ni botón antipánico ni perimetral suficiente para salvar la vida de las mujeres que todos los días sufren la opresión de la violencia.

La visibilidad que hoy tiene la violencia de género y los femicidios con miles de mujeres que se animan a denunciar mientras otras tantas mueren a manos de quienes decían amarlas, genera una inevitable empatía en el resto de la sociedad que también lucha por la igualdad de derechos, una deuda que siempre está lejos de ser saldada.

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13 OCT 2018 - 20:53

El 33° Encuentro Nacional de Mujeres quedará en la historia de Chubut, y de Trelew en particular. Con la impronta de otros hechos históricos que conmovieron a la ciudad, como la Masacre de Trelew y su posterior “Trelewazo”, el #ENMChubut es un evento único en el mundo en el que las mujeres demuestran su capacidad y fuerza de su organización, eso que les impone la necesidad de transformar las desigualdades y la opresión que vienen sufriendo desde tiempos inmemoriales.

La llegada masiva de mujeres para participar de un evento trascendental también incluye otro fenómeno: la mezcla con toda la fuerza de las generaciones pioneras, que arrancaron con la defensa de los derechos de las mujeres cuando casi que era una mala palabra o una expresión minoritaria, y las contemporáneas, esas que le han dado a la lucha un nivel de masividad y visibilidad que es irreversible.

Las miles de mujeres que llegaron a Trelew desde todas partes de la Argentina y el mundo, y las miles de chubutenses que participan de manera orgullosa de este evento político y social único, le han agregado a los viejos movimientos feministas del país una cuota de madurez envidiable.

Desde que arrancó allá por 1986, el Encuentro Nacional de Mujeres ha crecido de tal manera hasta convertirse en un fenómeno social sin precedentes y con una sed de transformación que arrolla todo a su paso.

Claro que a pesar de los cambios que ha venido teniendo la sociedad a partir de la lucha que dan cada día millones de mujeres, que una mujer exprese su posición, alce la voz y pegue un golpe sobre la mesa, sigue generando resistencias. Inclusive, en sectores de mujeres menos abiertas al cambio y que han elegido al sometimiento –generalmente bajo consignas religiosas- como su manual de estilo para la vida.

También el crecimiento indetenible de los movimientos feministas ha exacerbado el perfil machista de muchos hombres que, tal vez asustados por el cambio de época, terminan siendo funcionales a expresiones retrógradas, misóginas y absolutamente elementales de grupos de poder como la Iglesia Católica.

A pesar del alto grado de evolución que se ha dado en la sociedad argentina de la mano de las nuevas generaciones, todavía no están todos los grupos etarios y sociales preparados para ver a las mujeres alzar su voz, exigir por sus derechos y demostrar su capacidad de organización. El temor al cambio es una de las principales causas del machismo. El enquistado y el que aparece cuando se dan este tipo de manifestaciones populares.

El Encuentro Nacional de Mujeres de Trelew cobra relevancia, además, porque es el primero que se realiza luego del histórico debate que se dio este año por la legalización del aborto. Aunque finalmente no fue ley, el triunfo del feminismo en este sentido ha sido irrefrenable. Los pañuelos verdes y las marchas por “Ni una menos” han atravesado a todas las generaciones y han comenzado a ocupar un lugar en la agenda pública que nunca antes había tenido.

Ignorar lo que está pasando le ha hecho cometer errores a buena parte de la sociedad que balconea al movimiento de las mujeres y lo descalifica como un capricho de mujeres que tienen ganas de hacer lío. No entender el movimiento social que se ha erigido y se sigue erigiendo detrás de las mujeres que ganaron la calle para exigir de una buena vez por sus derechos, es darle la espalda a la realidad.

Es verdad que la heterogeneidad de estos movimientos pone del mismo lado a muchos grupos sociales y políticos que suelen estar en posiciones distintas, pero es apenas una minoría la que suele radicalizar sus propuestas, esas que suelen asustar a la parte más conservadora de la sociedad. Ni las actitudes intolerantes, ni las consignas exageradas, ni los ataques a los edificios públicos y medios de comunicación, a los que suelen acusar de ejercer una “violencia mediática” contra la mujer, pueden tapar el sol que se levanta detrás de la causa feminista.

La lucha de las mujeres tardó tantos años en hacerse visible que cualquier tipo de excesos de alguna minoría puede y debe ser disimulado. Lo que importa es que ese grito que resuena todo el tiempo, todos los días, se mantenga el tiempo que sea necesario para alcanzar el objetivo. Y continúa porque en la Argentina todavía no hay denuncia, ni botón antipánico ni perimetral suficiente para salvar la vida de las mujeres que todos los días sufren la opresión de la violencia.

La visibilidad que hoy tiene la violencia de género y los femicidios con miles de mujeres que se animan a denunciar mientras otras tantas mueren a manos de quienes decían amarlas, genera una inevitable empatía en el resto de la sociedad que también lucha por la igualdad de derechos, una deuda que siempre está lejos de ser saldada.


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