Cine / Cuando filman los de afuera

03 NOV 2018 - 19:45 | Actualizado

Por Dino Berrettini *

Hay algo paradójico a la hora de mirar una película (la misma suerte corre para una fotografía o una pintura), es lo que podemos llamar “el recorte”. Es decir, que la obra está atravesada por la mirada del autor o la autora. El punto de vista no solamente en el tema que se expone sino en cómo se presenta la historia frente a nuestros ojos. Podemos centrarnos solamente en porqué el director de la película decide mostrarnos determinadas cosas y no otras. La palabra “cosas” se puede aplicar a paisajes, gestos, acciones, personajes, escenas, hechos, etc. Como seres humanos podemos circunscribir la validez de nuestros conocimientos a cada una de nuestras experiencias porque todos estamos atravesados por una manera personalísima e irrepetible de ver y relacionarnos con el mundo.

Somos poseedores de una ideología y una forma de abordar todo lo que nos rodea. Hay ocasiones que son particularmente atractivas para nutrirnos de la concepción del mundo que tiene otra persona, más aún si esa persona viene a retratar algo con lo cual nos sentimos identificados y ese individuo no pertenece a este territorio. En el cine hay sobrados casos, a nivel regional podemos hablar de Carlos Sorín, director de “Historias mínimas” (2002) y “Bombón, el perro” (2004). Supo entrenar bien el ojo desarrollando una mirada justa y apropiada para contar en la Patagonia. “Historias mínimas” transcurre en Santa Cruz donde tres personajes se entrecruzan en un punto en común, la ruta. “Bombón, el perro” retruca la apuesta de la ruta filmando principalmente en localidades como Trelew y Bahía Blanca, donde Coco Villegas (el personaje principal) un hombre mayor desempleado se encuentra buscando trabajo y sin quererlo, después de una changa, es pagado con un dogo argentino. Sorín juega con algo maravilloso: lo fortuito, lo casual. Los personajes van encontrándose involuntariamente con situaciones que deben resolver a como dé lugar. Por ejemplo, el magnífico encuentro entre Coco y Galván, el antiguo encargado de un galpón de lanas, también recientemente despedido en el film “El perro”. Las escenas se presentan al igual que gran parte de lo que ocurre en la Patagonia, donde muchas cosas acontecen súbita y accidentalmente.

El director de Capital Federal supo cómo retratar la Patagonia, al igual que Wong Kar-Wai, director hongkonés, quién filmó en Argentina “Happy Together” (1997), para poner otro ejemplo, pero en este caso, a nivel nacional. En esta película se narra la ciclotimia amorosa de una pareja homosexual de Hong Kong que viaja a la Argentina para radicarse, casi sin quererlo. Las escenas de tango, fútbol y las pensiones porteñas proponen una interpretación cautivante e innovadora de parte del director oriental acerca de lo que representa Capital Federal.

Ambos directores son el vivo ejemplo de que, en ocasiones, se trata de rescatar la mirada ajena y extraña para reconocernos dentro de nuestro propio paisaje. Porque la cultura es aquello que, de tan grande que es, se nos escapa cuando intentamos definirla. Los que vienen de una cultura foránea les sucede que por el sólo hecho de no estar identificados, o cuanto menos familiarizados con ese entramado de códigos, convenciones y paisajes tan complejo, pueden darnos una mano al momento de reconocernos, a darnos cuenta de quiénes somos y, de paso, casi de casualidad, a valorar un poco más lo nuestro.#

*Dino Berrettini es Lic. en Comunicación Audiovisual por la Universidad Nacional de La Plata. Trabaja como documentalista y sonidista de cine. Nació en Rawson y actualmente reside en Rosario.

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03 NOV 2018 - 19:45

Por Dino Berrettini *

Hay algo paradójico a la hora de mirar una película (la misma suerte corre para una fotografía o una pintura), es lo que podemos llamar “el recorte”. Es decir, que la obra está atravesada por la mirada del autor o la autora. El punto de vista no solamente en el tema que se expone sino en cómo se presenta la historia frente a nuestros ojos. Podemos centrarnos solamente en porqué el director de la película decide mostrarnos determinadas cosas y no otras. La palabra “cosas” se puede aplicar a paisajes, gestos, acciones, personajes, escenas, hechos, etc. Como seres humanos podemos circunscribir la validez de nuestros conocimientos a cada una de nuestras experiencias porque todos estamos atravesados por una manera personalísima e irrepetible de ver y relacionarnos con el mundo.

Somos poseedores de una ideología y una forma de abordar todo lo que nos rodea. Hay ocasiones que son particularmente atractivas para nutrirnos de la concepción del mundo que tiene otra persona, más aún si esa persona viene a retratar algo con lo cual nos sentimos identificados y ese individuo no pertenece a este territorio. En el cine hay sobrados casos, a nivel regional podemos hablar de Carlos Sorín, director de “Historias mínimas” (2002) y “Bombón, el perro” (2004). Supo entrenar bien el ojo desarrollando una mirada justa y apropiada para contar en la Patagonia. “Historias mínimas” transcurre en Santa Cruz donde tres personajes se entrecruzan en un punto en común, la ruta. “Bombón, el perro” retruca la apuesta de la ruta filmando principalmente en localidades como Trelew y Bahía Blanca, donde Coco Villegas (el personaje principal) un hombre mayor desempleado se encuentra buscando trabajo y sin quererlo, después de una changa, es pagado con un dogo argentino. Sorín juega con algo maravilloso: lo fortuito, lo casual. Los personajes van encontrándose involuntariamente con situaciones que deben resolver a como dé lugar. Por ejemplo, el magnífico encuentro entre Coco y Galván, el antiguo encargado de un galpón de lanas, también recientemente despedido en el film “El perro”. Las escenas se presentan al igual que gran parte de lo que ocurre en la Patagonia, donde muchas cosas acontecen súbita y accidentalmente.

El director de Capital Federal supo cómo retratar la Patagonia, al igual que Wong Kar-Wai, director hongkonés, quién filmó en Argentina “Happy Together” (1997), para poner otro ejemplo, pero en este caso, a nivel nacional. En esta película se narra la ciclotimia amorosa de una pareja homosexual de Hong Kong que viaja a la Argentina para radicarse, casi sin quererlo. Las escenas de tango, fútbol y las pensiones porteñas proponen una interpretación cautivante e innovadora de parte del director oriental acerca de lo que representa Capital Federal.

Ambos directores son el vivo ejemplo de que, en ocasiones, se trata de rescatar la mirada ajena y extraña para reconocernos dentro de nuestro propio paisaje. Porque la cultura es aquello que, de tan grande que es, se nos escapa cuando intentamos definirla. Los que vienen de una cultura foránea les sucede que por el sólo hecho de no estar identificados, o cuanto menos familiarizados con ese entramado de códigos, convenciones y paisajes tan complejo, pueden darnos una mano al momento de reconocernos, a darnos cuenta de quiénes somos y, de paso, casi de casualidad, a valorar un poco más lo nuestro.#

*Dino Berrettini es Lic. en Comunicación Audiovisual por la Universidad Nacional de La Plata. Trabaja como documentalista y sonidista de cine. Nació en Rawson y actualmente reside en Rosario.


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