Un violador y asesino deberá pagar $ 7 millones a padres de una víctima

Lo decidió un Juzgado de Rawson. Ocurrió en Olavarría pero el hombre fue beneficiado con decretos de los exgobernadores Maestro y Cosentino.

Foto: Diario El Popular de Olavarría.
24 MAR 2019 - 21:26 | Actualizado

Por Rolando Tobarez  /  @rtobarez
 

Olavarría, provincia de Buenos Aires. 18.30 del martes 20 de febrero de 2001. Viviana Carmen Caroni mandó a su hija Jennifer Soledad, de 7 años, al almacén por un kilo de azúcar. Iba en una bicicleta verde, que le encantaba usar. La raptó Mario Oscar Sallago. En un baldío la violó y para que no gritara le apretó la boca y la nariz. La nena se desmayó. La desfiguró a golpes. 
 
Tapó el cuerpo con tierra y maleza, a 50 metros de la casa de un policía. La buscaron, militares, buzos, bomberos y vecinos. Al día siguiente la hallaron. Era la hija menor de Viviana, ama de casa, y de Miguel Ángel Falcón, suboficial sargento de la División de Investigaciones Complejas y Narcocriminalísticas de la Policía Bonaerense. 
 
Sallago era vendedor ambulante. Ese día, dos horas y medio después de que Jenifer desapareció, fue a casa de su madre. Eran las 20.30. Nervioso, pidió que le cuidaran un par de portafolios con remeras y bijouterie de las que vendía. “Vieja, te dejo esto. Voy a hacer un mandado y vuelvo”, dijo. A los 15 minutos regresó y se llevó todo. En junio de 2002 fue condenado a reclusión perpetua.

Conexión Chubut 
 
En los 80 Sallago vivía en Trelew, en pareja con Natividad Echagallo. Tenían tres hijos: Israel, Bernabé y Paola. La relación no era la mejor. Dejó el hogar para formar pareja con otra mujer en Puerto Madryn. Pero regresó al hogar junto con una nena de 7 años de la mano. “Ella se va a quedar con nosotros -le dijo a Natividad apenas entró- A la madre la maté, y a vos te voy a hacer lo mismo si no te callás la boca”.
 
Cada noche se acostaba con la nena. Natividad la escuchaba llorar. Un día no soportó más y lo denunció en una Comisaría de Trelew. En una casa hallaron a Catalina Bernal con su cabeza destrozada a martillazos. La había asesinado porque lo sorprendió violando a su hija. 
 
El cadáver estuvo tres días sobre la cama; todo ese tiempo la nena permaneció atada a la pata de la cama junto al cuerpo. Metió el cadáver en una bolsa y caminó once cuadras para arrojarlo en un basural. Era marzo de 1983. Esperó la sentencia en prisión durante 5 años. Declaró que tuvo ganas de matar a la nena pero después “se le había pasado”.
 
En 1988 el juez Nelson Sánchez lo condenó a 21 años y seis meses de prisión por homicidio y violación agravada, amenazas y destrucción de documentos de identidad. El fiscal había pedido perpetua. No hubo confesión. Sallago pasó por la Unidad 6 de Rawson, la U-9 de Neuquén y la U-5 de General Roca. Se destacó por su buena conducta. 
 
Sólo cumpliría 16 años entre rejas. En 1984 lo benefició la Ley Nacional Nº 23.070 que redujo un tercio de la pena para los condenados entre 1976 y 1983. Le descontaron 1 año y 1 mes. 
 
En 1991, Sallago pidió una reducción de seis meses que el Superior Tribunal de Justicia aconsejó, por razones que se desconocen. Al decreto 1923 lo firmó Fernando Cosentino. 
 
Un año después obtuvo tres meses más de reducción y al decreto 2031 lo firmó el gobernador Carlos Maestro.  
 
Avalado por el STJ, Maestro rubricó el decreto 1719 que en 1993 achicó en seis meses la pena. En 1995 el decreto 473 le acortó otro semestre, de nuevo con firma de Maestro. Eran 34 meses menos en total. Hubo informes de buena conducta en la Unidad 9 de la Dirección de Asistencia a Liberados y Excarcelados de Neuquén. Sallago intentó con otros dos pedidos en 1996. Se los negaron. 
 
La fecha de cumplimiento de la pena quedó para el 19 de noviembre de 2001 cuando originalmente debía salir el 19 de setiembre de 2004. Pero también lo benefició la Ley 24.390 (“Dos por uno”) que computa doble cada día pasado en prisión por un preso a partir del segundo año sin condena firme. Sallago estuvo cinco años en esa condición. Quedó libre el 11 de septiembre de 1998. 
 
En 1999 se instaló en “Cordón Colón”, un asentamiento de casas precarias en Neuquén. Sallago debió mudarse rápido: un vecino sospechó que intentó violar a su hija. Se ofrecía como maestro particular. O los tentaba con dinero, golosinas o útiles escolares para que fueran a su casa. Varios padres indignados quemaron su casilla. No apareció más. Alquiló una pieza en Corrientes al 800, en el centro. Lo hospedó un matrimonio evangélico. Llegó a presentarse como pastor. 
 
El 8 de febrero de 2000 le siguió una denuncia de dos hermanos de 11 y 7 años que pedían plata en Casa Tía. Dijeron que una persona con el perfil de Sallago les había ofrecido dinero, caramelos y dos panchos por sexo. Se negaron. Los llevó a un baldío cercano, les pegó e intentó abusarlos. Lograron escapar. La estrategia de ofrecer cosas a los chicos le garantizaba no despertar sospechas: a nadie le llama la atención ver a un hombre caminando tranquilamente con un chico.
 
Por descripciones y relatos de vecinos, la Policía allanó su pieza en Neuquén y no lo encontró. Sí en Olavarría. 
 
El 7 de febrero, un día antes de este episodio, desapareció Graciela Mendoza, de 6 años, en la terminal neuquina. Era hija de los lavacoches. Mendigaba. Fue con su hermano de 8 años al baño y no la volvieron a ver. Liliana y Lorenzo, los papás, la buscaron desesperadamente con otros lavacoches, vendedores ambulantes, colectiveros y limpiadores de baños. 
 
En marzo, un llamado al teléfono 103 de la Dirección de Defensa Civil del Municipio alertó sobre un cuerpito en un baldío. Graciela fue violada, asesinada y enterrada muy cerca del incidente de los dos hermanitos y a 50 metros de una comisaria. Muy parecido a lo que ocurriría con Jennifer. La terminal de ómnibus era zona que frecuentaba Sallago. Fue imputado pero desvinculado. El cuerpo estaba en tan mal estado que no se pudieron recoger pruebas suficientes. 
 
Siguió preso por la tentativa de abuso a los menores. Los chicos señalaron una foto pero no lo reconocieron en una rueda. Lo absolvieron. En diciembre regresó a su Olavarría natal, donde de chico había sido acomodador en el Cine París. Se cruzó con Jennifer. 
 
En noviembre de 2004, los padres de Jennifer demandaron por daños y perjuicios a Neuquén, Buenos Aires, Chubut y al propio Sallago. Los consideró responsables de su liberación por las decisiones de gobernadores y jueces.
 
La Cámara de Apelaciones Civil de Azul confirmó una condena al Estado bonaerense para pagar 9 millones de pesos. Días antes de la muerte de Jennifer la Comisaría 1ª de Olavarría ni siquiera asentó una denuncia telefónica contra Sallago por intento de violación a un menor. 
 
El juicio a Neuquén es por la “supuesta falta de servicio” de los jueces al investigar cada caso en que fue detenido, procesado y liberado.
En el caso de Chubut, se quejaron por las rebajas de pena. “El suceso destruyó sus vidas”, dice la demanda. “Con reducciones de penas irrazonables, mediante decretos con la firma de sus gobernadores y ministros de justicia de turno, a los que poco les importaba los antecedentes criminales de Sallago, y el daño causado a las víctimas de su irracional acto y a la comunidad toda, le fueron reduciendo la condena hasta la libertad”. Aseguraron que sin esos beneficios hubiese estado preso y no cruzándose con Jennifer. 
 
Los decretos chubutenses, de media carilla, “no fueron motivados” y ninguno “tiene fundamento en política penal, sociológica o psicológica social en relación al sujeto. Los invalidan la falta de estudios acordes a la medida a tomar”.
 
Pero el último 14 de marzo, el conjuez del Juzgado Civil de Rawson, Marcelo Antonio López, decidió que no hay responsabilidad chubutense ya que los decretos no aumentaron la probabilidad del crimen. “Cada vez que de los organismos técnicos emanó un informe desfavorable a los requerimientos de Sallago, el gobernador respectivo denegó el beneficio”, dijo. “El nexo causal que se pretende es incierto e irrazonable, tan descabellado culpar a la madre por haber mandado a la infortunada criatura a un almacén”, comparó. 
 
En cambio, sí hay responsabilidad de Sallago, que deberá pagar 7 millones de pesos al matrimonio por gastos de sepelio, pérdida de chance futura y daño moral. “Difícilmente pueda concebirse de mayor gravedad que la muerte de un hijo, por su intensidad y perdurabilidad y en pocos supuestos como en éste deben descartarse indemnizaciones mezquinas o puramente simbólicas”. 
 
“El detestable suceso relatado magnifica aún más toda circunstancia de dolor imaginable. Ya he fallado mucha veces, aunque no en casos tan repugnantes, que la reparación del daño moral debe determinarse ponderando esencialmente la índole del sufrimiento”.  
Sallago sigue preso en la Unidad Penal 25 de Olmos, para hombres mayores de 60 años, casi todos evangélicos. 
Jennifer tendría 24 años.

“A mi nena no la mató Sallago”

Miguel Falcón le dijo a la prensa de la época que el responsable del crimen de su hija Jennifer “es el que dejó libre” al imputado. “A mi nena no la mató Sallago, él fue un instrumento. Me la mató Carlos Maestro. Me gustaría que este señor estuviera aunque sea una noche sin dormir como las noches que pasé yo”. 

“A veces me culpo yo”, dijo el padre. “Soy policía, paso horas cuidando gente y no puedo cuidar a mi familia. Bien o mal uno trabaja. Y que te pase una cosa así, te levantan a una criatura que es la hija de un policía y la tiran al lado de la casa de otro policía”.

 “No pude cuidar a mi propia hijita que murió en manos de un violador y asesino. Vivo con esa culpa desde hace años”. 

El padre inició la demanda a Chubut“por la bronca” y porque quiere “que las autoridades se fijen a quién conceden la libertad”.

“Extraño todo de mi hija, su sonrisa, prepararla para ir a la escuela, tantas cosas. Pero ya no la tengo. No quiero el dinero. Nada me la va a devolver. Yo trabajo para cuidar a gente que no conozco y no pude cuidar a mi propia hija. No tengo consuelo”, describió Falcón. 
Sallago nació en Olavarría el 24 de octubre de 1948. Tenía cinco hermanos, cuatro varones y una mujer. 

De pequeño su padre murió y su madre se prostituyó. Algunos de los clientes abusaron del niño. A sus 13 años, su madre lo obligó a meterse en su cama y a tener relaciones con ella. 

Cuando estuvo en Neuquén Sallago le comentó a la familia que le dio alojamiento que “una maldición pesa sobre mi familia”. Solía comentar sus delitos ante familiares o allegados.#
 
(Fuentes: Data Judicial, Clarín, diario Río Negro, Jornada, Página/12, El Popular de Olavarría)

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Foto: Diario El Popular de Olavarría.
24 MAR 2019 - 21:26

Por Rolando Tobarez  /  @rtobarez
 

Olavarría, provincia de Buenos Aires. 18.30 del martes 20 de febrero de 2001. Viviana Carmen Caroni mandó a su hija Jennifer Soledad, de 7 años, al almacén por un kilo de azúcar. Iba en una bicicleta verde, que le encantaba usar. La raptó Mario Oscar Sallago. En un baldío la violó y para que no gritara le apretó la boca y la nariz. La nena se desmayó. La desfiguró a golpes. 
 
Tapó el cuerpo con tierra y maleza, a 50 metros de la casa de un policía. La buscaron, militares, buzos, bomberos y vecinos. Al día siguiente la hallaron. Era la hija menor de Viviana, ama de casa, y de Miguel Ángel Falcón, suboficial sargento de la División de Investigaciones Complejas y Narcocriminalísticas de la Policía Bonaerense. 
 
Sallago era vendedor ambulante. Ese día, dos horas y medio después de que Jenifer desapareció, fue a casa de su madre. Eran las 20.30. Nervioso, pidió que le cuidaran un par de portafolios con remeras y bijouterie de las que vendía. “Vieja, te dejo esto. Voy a hacer un mandado y vuelvo”, dijo. A los 15 minutos regresó y se llevó todo. En junio de 2002 fue condenado a reclusión perpetua.

Conexión Chubut 
 
En los 80 Sallago vivía en Trelew, en pareja con Natividad Echagallo. Tenían tres hijos: Israel, Bernabé y Paola. La relación no era la mejor. Dejó el hogar para formar pareja con otra mujer en Puerto Madryn. Pero regresó al hogar junto con una nena de 7 años de la mano. “Ella se va a quedar con nosotros -le dijo a Natividad apenas entró- A la madre la maté, y a vos te voy a hacer lo mismo si no te callás la boca”.
 
Cada noche se acostaba con la nena. Natividad la escuchaba llorar. Un día no soportó más y lo denunció en una Comisaría de Trelew. En una casa hallaron a Catalina Bernal con su cabeza destrozada a martillazos. La había asesinado porque lo sorprendió violando a su hija. 
 
El cadáver estuvo tres días sobre la cama; todo ese tiempo la nena permaneció atada a la pata de la cama junto al cuerpo. Metió el cadáver en una bolsa y caminó once cuadras para arrojarlo en un basural. Era marzo de 1983. Esperó la sentencia en prisión durante 5 años. Declaró que tuvo ganas de matar a la nena pero después “se le había pasado”.
 
En 1988 el juez Nelson Sánchez lo condenó a 21 años y seis meses de prisión por homicidio y violación agravada, amenazas y destrucción de documentos de identidad. El fiscal había pedido perpetua. No hubo confesión. Sallago pasó por la Unidad 6 de Rawson, la U-9 de Neuquén y la U-5 de General Roca. Se destacó por su buena conducta. 
 
Sólo cumpliría 16 años entre rejas. En 1984 lo benefició la Ley Nacional Nº 23.070 que redujo un tercio de la pena para los condenados entre 1976 y 1983. Le descontaron 1 año y 1 mes. 
 
En 1991, Sallago pidió una reducción de seis meses que el Superior Tribunal de Justicia aconsejó, por razones que se desconocen. Al decreto 1923 lo firmó Fernando Cosentino. 
 
Un año después obtuvo tres meses más de reducción y al decreto 2031 lo firmó el gobernador Carlos Maestro.  
 
Avalado por el STJ, Maestro rubricó el decreto 1719 que en 1993 achicó en seis meses la pena. En 1995 el decreto 473 le acortó otro semestre, de nuevo con firma de Maestro. Eran 34 meses menos en total. Hubo informes de buena conducta en la Unidad 9 de la Dirección de Asistencia a Liberados y Excarcelados de Neuquén. Sallago intentó con otros dos pedidos en 1996. Se los negaron. 
 
La fecha de cumplimiento de la pena quedó para el 19 de noviembre de 2001 cuando originalmente debía salir el 19 de setiembre de 2004. Pero también lo benefició la Ley 24.390 (“Dos por uno”) que computa doble cada día pasado en prisión por un preso a partir del segundo año sin condena firme. Sallago estuvo cinco años en esa condición. Quedó libre el 11 de septiembre de 1998. 
 
En 1999 se instaló en “Cordón Colón”, un asentamiento de casas precarias en Neuquén. Sallago debió mudarse rápido: un vecino sospechó que intentó violar a su hija. Se ofrecía como maestro particular. O los tentaba con dinero, golosinas o útiles escolares para que fueran a su casa. Varios padres indignados quemaron su casilla. No apareció más. Alquiló una pieza en Corrientes al 800, en el centro. Lo hospedó un matrimonio evangélico. Llegó a presentarse como pastor. 
 
El 8 de febrero de 2000 le siguió una denuncia de dos hermanos de 11 y 7 años que pedían plata en Casa Tía. Dijeron que una persona con el perfil de Sallago les había ofrecido dinero, caramelos y dos panchos por sexo. Se negaron. Los llevó a un baldío cercano, les pegó e intentó abusarlos. Lograron escapar. La estrategia de ofrecer cosas a los chicos le garantizaba no despertar sospechas: a nadie le llama la atención ver a un hombre caminando tranquilamente con un chico.
 
Por descripciones y relatos de vecinos, la Policía allanó su pieza en Neuquén y no lo encontró. Sí en Olavarría. 
 
El 7 de febrero, un día antes de este episodio, desapareció Graciela Mendoza, de 6 años, en la terminal neuquina. Era hija de los lavacoches. Mendigaba. Fue con su hermano de 8 años al baño y no la volvieron a ver. Liliana y Lorenzo, los papás, la buscaron desesperadamente con otros lavacoches, vendedores ambulantes, colectiveros y limpiadores de baños. 
 
En marzo, un llamado al teléfono 103 de la Dirección de Defensa Civil del Municipio alertó sobre un cuerpito en un baldío. Graciela fue violada, asesinada y enterrada muy cerca del incidente de los dos hermanitos y a 50 metros de una comisaria. Muy parecido a lo que ocurriría con Jennifer. La terminal de ómnibus era zona que frecuentaba Sallago. Fue imputado pero desvinculado. El cuerpo estaba en tan mal estado que no se pudieron recoger pruebas suficientes. 
 
Siguió preso por la tentativa de abuso a los menores. Los chicos señalaron una foto pero no lo reconocieron en una rueda. Lo absolvieron. En diciembre regresó a su Olavarría natal, donde de chico había sido acomodador en el Cine París. Se cruzó con Jennifer. 
 
En noviembre de 2004, los padres de Jennifer demandaron por daños y perjuicios a Neuquén, Buenos Aires, Chubut y al propio Sallago. Los consideró responsables de su liberación por las decisiones de gobernadores y jueces.
 
La Cámara de Apelaciones Civil de Azul confirmó una condena al Estado bonaerense para pagar 9 millones de pesos. Días antes de la muerte de Jennifer la Comisaría 1ª de Olavarría ni siquiera asentó una denuncia telefónica contra Sallago por intento de violación a un menor. 
 
El juicio a Neuquén es por la “supuesta falta de servicio” de los jueces al investigar cada caso en que fue detenido, procesado y liberado.
En el caso de Chubut, se quejaron por las rebajas de pena. “El suceso destruyó sus vidas”, dice la demanda. “Con reducciones de penas irrazonables, mediante decretos con la firma de sus gobernadores y ministros de justicia de turno, a los que poco les importaba los antecedentes criminales de Sallago, y el daño causado a las víctimas de su irracional acto y a la comunidad toda, le fueron reduciendo la condena hasta la libertad”. Aseguraron que sin esos beneficios hubiese estado preso y no cruzándose con Jennifer. 
 
Los decretos chubutenses, de media carilla, “no fueron motivados” y ninguno “tiene fundamento en política penal, sociológica o psicológica social en relación al sujeto. Los invalidan la falta de estudios acordes a la medida a tomar”.
 
Pero el último 14 de marzo, el conjuez del Juzgado Civil de Rawson, Marcelo Antonio López, decidió que no hay responsabilidad chubutense ya que los decretos no aumentaron la probabilidad del crimen. “Cada vez que de los organismos técnicos emanó un informe desfavorable a los requerimientos de Sallago, el gobernador respectivo denegó el beneficio”, dijo. “El nexo causal que se pretende es incierto e irrazonable, tan descabellado culpar a la madre por haber mandado a la infortunada criatura a un almacén”, comparó. 
 
En cambio, sí hay responsabilidad de Sallago, que deberá pagar 7 millones de pesos al matrimonio por gastos de sepelio, pérdida de chance futura y daño moral. “Difícilmente pueda concebirse de mayor gravedad que la muerte de un hijo, por su intensidad y perdurabilidad y en pocos supuestos como en éste deben descartarse indemnizaciones mezquinas o puramente simbólicas”. 
 
“El detestable suceso relatado magnifica aún más toda circunstancia de dolor imaginable. Ya he fallado mucha veces, aunque no en casos tan repugnantes, que la reparación del daño moral debe determinarse ponderando esencialmente la índole del sufrimiento”.  
Sallago sigue preso en la Unidad Penal 25 de Olmos, para hombres mayores de 60 años, casi todos evangélicos. 
Jennifer tendría 24 años.

“A mi nena no la mató Sallago”

Miguel Falcón le dijo a la prensa de la época que el responsable del crimen de su hija Jennifer “es el que dejó libre” al imputado. “A mi nena no la mató Sallago, él fue un instrumento. Me la mató Carlos Maestro. Me gustaría que este señor estuviera aunque sea una noche sin dormir como las noches que pasé yo”. 

“A veces me culpo yo”, dijo el padre. “Soy policía, paso horas cuidando gente y no puedo cuidar a mi familia. Bien o mal uno trabaja. Y que te pase una cosa así, te levantan a una criatura que es la hija de un policía y la tiran al lado de la casa de otro policía”.

 “No pude cuidar a mi propia hijita que murió en manos de un violador y asesino. Vivo con esa culpa desde hace años”. 

El padre inició la demanda a Chubut“por la bronca” y porque quiere “que las autoridades se fijen a quién conceden la libertad”.

“Extraño todo de mi hija, su sonrisa, prepararla para ir a la escuela, tantas cosas. Pero ya no la tengo. No quiero el dinero. Nada me la va a devolver. Yo trabajo para cuidar a gente que no conozco y no pude cuidar a mi propia hija. No tengo consuelo”, describió Falcón. 
Sallago nació en Olavarría el 24 de octubre de 1948. Tenía cinco hermanos, cuatro varones y una mujer. 

De pequeño su padre murió y su madre se prostituyó. Algunos de los clientes abusaron del niño. A sus 13 años, su madre lo obligó a meterse en su cama y a tener relaciones con ella. 

Cuando estuvo en Neuquén Sallago le comentó a la familia que le dio alojamiento que “una maldición pesa sobre mi familia”. Solía comentar sus delitos ante familiares o allegados.#
 
(Fuentes: Data Judicial, Clarín, diario Río Negro, Jornada, Página/12, El Popular de Olavarría)


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