Editorial / El peronismo, del “es con todos” de Alberto y Cristina al sectarismo de Mutio, Linares & Cía

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Cristina Kirchner y Alberto Fernández, en La Pampa. El peronismo se prepara para volver al poder.
19 OCT 2019 - 20:01 | Actualizado

Dentro de una semana, muy probablemente, el peronismo volverá al poder en la Argentina y comenzará un nuevo ciclo del más influyente movimiento político y social de la historia argentina.

Después de muchos años, varios procesos electorales en el medio y una dura derrota a manos del neoliberalismo del cambio como consecuencia, entre otras cosas, de la exacerbación de la “grieta” realizada por muchos grandes medios y de las divisiones internas, el peronismo está a punto de regresar al poder de la mano de una unidad pergeñada por Cristina Kirchner y liderada por Alberto Fernández.

De ninguna manera es una unidad sin fisuras, ni detrás de una figura concluyente como las tuvo en otras épocas, pero sí alineada sobre un consenso básico: derrotar al macrismo que empobreció a buena parte de la sociedad y llevó al país al borde del colapso.

Esa unidad se construyó sobre la base de una idea que ayudó a aglutinar a muchos y que el casi seguro próximo Presidente de la Nación machacó con ahínco: “Con Cristina sola no alcanza, pero sin ella no se puede”.

Esa frase medular, más el gesto de Cristina de relegarse a la vicepresidencia, la actitud de Sergio Massa de jugar a ganador y no a dividir, y hasta la propia estructura del Partido Justicialista reabriéndole las puertas a una expresidenta que nunca fue santa de su devoción, conformaron una oferta electoral que se sostuvo en otra frase que dice mucho y a algunos les cuesta asimilar: “Es con todos”.

El peronismo que atrasa

En Chubut, sin embargo, la dirigencia peronista no parece estar viendo la misma película que el resto de los peronistas a nivel nacional. Al menos, buena parte de esa dirigencia sigue aferrada a sus pequeños espacios de poder sin darse cuenta que las ola los pasó por encima hace rato.

El jueves pasado, casi a la misma hora que en La Pampa se daba una gran muestra de unidad del peronismo, en El Hoyo, en la Comarca Andina de Chubut, se reunían muchos de los dirigentes peronistas para celebrar el Día de la Lealtad. Lejos de contagiarse de aquella mística y de los nuevos aires, los discursos estuvieron plagados de mensajes divisionistas.

Con Ricardo Mutio a la cabeza, un presidente del PJ que nadie sabe bien por qué llegó ahí y, peor aún, por qué sigue en ese lugar, los discursos estuvieron a la altura de la confusión general que vive el justicialismo vernáculo.

“El partido es de los peronistas, no de los que lo usan cuando lo necesitan y después se van a otro lado y atacan a los compañeros”, disparó la senadora Nancy González.

“El PJ dejó de ser una puerta giratoria, ya no hay más lugar para los que nunca quisieron estar, se terminó la amnistía”, dijo el intendente de Comodoro Rivadavia, Carlos Linares.

Los mensajes tenía dos claros destinatarios: Adrián Maderna y Ricardo Sastre, los intendentes de Trelew y Puerto Madryn, a los que esta dirigencia peronista intenta ponerle trabas para que se sumen a la vida interna del partido.

Unos días antes habían mandado a limarlos al intendente de Dolavon, el siempre dispuesto Dante Bowen: “No tengo ninguna duda, Sastre y Maderna no pertenecen al justicialismo. Han demostrado en todas las elecciones que han tenido en este último tiempo que juegan en otro partido”, dijo.

Lo de la vieja dirigencia del peronismo cuestionando el ADN peronista de Maderna y Sastre no sorprende. Pero lo de Bowen, que supuestamente representa a la nueva política, fue demasiado. Subirse rápido al pony tiene sus riesgos para algunos dirigentes jóvenes que muestran la hilacha con mucha facilidad.

Derecho de admisión

Usar el “peronómetro” en medio de un proceso de unidad nacional que devolverá al peronismo al gobierno nacional, no parece ser una buena idea. ¿Quién puede arrogarse el derecho de admisión en un movimiento manejado por perdedores seriales de elecciones?

La actual dirigencia peronista hizo todo mal y parece no haberle alcanzado con llevar al PJ a dos derrotas electorales consecutivas en Chubut.

El camionero Jorge Taboada, otro peronista enfrentado al PJ y enojado porque lo dejaron afuera de la lista de diputados nacionales que finalmente terminó encabezando Santiago Igon por decisión de La Cámpora, aportó en los últimos días una frase que también explica mucho: “Yo le dije a Alberto Fernández que se pasaba por las pelotas a la militancia de Chubut cuando sucedió lo de las elecciones. Me respondió que la culpa había sido de Linares”, dijo en una declaración radial.

Linares, que no sólo perdió las elecciones para gobernador con Mariano Arcioni sino que dejó de ser un referente local, viajó la semana pasada a El Calafate para arrebatarle una foto a Cristina Kirchner, la única que todavía no lo esquiva, al menos en público.

Para Alberto, el todavía intendente Comodoro Rivadavia no tiene lugar en sus actos. Y tampoco lo piensa tener como un referente local cuando sea Presidente. Por ahora, ese lugar lo ocupará Arcioni, no porque alguien lo considere peronista sino porque será gobernador cuatro años más y Alberto piensa consolidar su poder territorial con los gobernadores.

Seguramente en ese esquema también la Casa Rosada termine teniendo buena sintonía con Sastre en su papel de vicegobernador y con intendentes como Maderna y Juan Pablo Luque, casi seguro vencedor en Comodoro.

Con el resto de la dirigencia que pulula hoy por los pasillos del PJ chubutense nadie quiere saber nada. Los tiempos que se vienen exigen que el justicialismo se renueve desde las cenizas y los que están desde hace muchos años les dejen el lugar a los que quieren respirar nuevos aires.

Deberían escuchar a Cristina, que el otro día en la Pampa dejó un frase contundente: “La unidad no es una declaración, es la generosidad que debemos tener los dirigentes políticos.”#

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Cristina Kirchner y Alberto Fernández, en La Pampa. El peronismo se prepara para volver al poder.
19 OCT 2019 - 20:01

Dentro de una semana, muy probablemente, el peronismo volverá al poder en la Argentina y comenzará un nuevo ciclo del más influyente movimiento político y social de la historia argentina.

Después de muchos años, varios procesos electorales en el medio y una dura derrota a manos del neoliberalismo del cambio como consecuencia, entre otras cosas, de la exacerbación de la “grieta” realizada por muchos grandes medios y de las divisiones internas, el peronismo está a punto de regresar al poder de la mano de una unidad pergeñada por Cristina Kirchner y liderada por Alberto Fernández.

De ninguna manera es una unidad sin fisuras, ni detrás de una figura concluyente como las tuvo en otras épocas, pero sí alineada sobre un consenso básico: derrotar al macrismo que empobreció a buena parte de la sociedad y llevó al país al borde del colapso.

Esa unidad se construyó sobre la base de una idea que ayudó a aglutinar a muchos y que el casi seguro próximo Presidente de la Nación machacó con ahínco: “Con Cristina sola no alcanza, pero sin ella no se puede”.

Esa frase medular, más el gesto de Cristina de relegarse a la vicepresidencia, la actitud de Sergio Massa de jugar a ganador y no a dividir, y hasta la propia estructura del Partido Justicialista reabriéndole las puertas a una expresidenta que nunca fue santa de su devoción, conformaron una oferta electoral que se sostuvo en otra frase que dice mucho y a algunos les cuesta asimilar: “Es con todos”.

El peronismo que atrasa

En Chubut, sin embargo, la dirigencia peronista no parece estar viendo la misma película que el resto de los peronistas a nivel nacional. Al menos, buena parte de esa dirigencia sigue aferrada a sus pequeños espacios de poder sin darse cuenta que las ola los pasó por encima hace rato.

El jueves pasado, casi a la misma hora que en La Pampa se daba una gran muestra de unidad del peronismo, en El Hoyo, en la Comarca Andina de Chubut, se reunían muchos de los dirigentes peronistas para celebrar el Día de la Lealtad. Lejos de contagiarse de aquella mística y de los nuevos aires, los discursos estuvieron plagados de mensajes divisionistas.

Con Ricardo Mutio a la cabeza, un presidente del PJ que nadie sabe bien por qué llegó ahí y, peor aún, por qué sigue en ese lugar, los discursos estuvieron a la altura de la confusión general que vive el justicialismo vernáculo.

“El partido es de los peronistas, no de los que lo usan cuando lo necesitan y después se van a otro lado y atacan a los compañeros”, disparó la senadora Nancy González.

“El PJ dejó de ser una puerta giratoria, ya no hay más lugar para los que nunca quisieron estar, se terminó la amnistía”, dijo el intendente de Comodoro Rivadavia, Carlos Linares.

Los mensajes tenía dos claros destinatarios: Adrián Maderna y Ricardo Sastre, los intendentes de Trelew y Puerto Madryn, a los que esta dirigencia peronista intenta ponerle trabas para que se sumen a la vida interna del partido.

Unos días antes habían mandado a limarlos al intendente de Dolavon, el siempre dispuesto Dante Bowen: “No tengo ninguna duda, Sastre y Maderna no pertenecen al justicialismo. Han demostrado en todas las elecciones que han tenido en este último tiempo que juegan en otro partido”, dijo.

Lo de la vieja dirigencia del peronismo cuestionando el ADN peronista de Maderna y Sastre no sorprende. Pero lo de Bowen, que supuestamente representa a la nueva política, fue demasiado. Subirse rápido al pony tiene sus riesgos para algunos dirigentes jóvenes que muestran la hilacha con mucha facilidad.

Derecho de admisión

Usar el “peronómetro” en medio de un proceso de unidad nacional que devolverá al peronismo al gobierno nacional, no parece ser una buena idea. ¿Quién puede arrogarse el derecho de admisión en un movimiento manejado por perdedores seriales de elecciones?

La actual dirigencia peronista hizo todo mal y parece no haberle alcanzado con llevar al PJ a dos derrotas electorales consecutivas en Chubut.

El camionero Jorge Taboada, otro peronista enfrentado al PJ y enojado porque lo dejaron afuera de la lista de diputados nacionales que finalmente terminó encabezando Santiago Igon por decisión de La Cámpora, aportó en los últimos días una frase que también explica mucho: “Yo le dije a Alberto Fernández que se pasaba por las pelotas a la militancia de Chubut cuando sucedió lo de las elecciones. Me respondió que la culpa había sido de Linares”, dijo en una declaración radial.

Linares, que no sólo perdió las elecciones para gobernador con Mariano Arcioni sino que dejó de ser un referente local, viajó la semana pasada a El Calafate para arrebatarle una foto a Cristina Kirchner, la única que todavía no lo esquiva, al menos en público.

Para Alberto, el todavía intendente Comodoro Rivadavia no tiene lugar en sus actos. Y tampoco lo piensa tener como un referente local cuando sea Presidente. Por ahora, ese lugar lo ocupará Arcioni, no porque alguien lo considere peronista sino porque será gobernador cuatro años más y Alberto piensa consolidar su poder territorial con los gobernadores.

Seguramente en ese esquema también la Casa Rosada termine teniendo buena sintonía con Sastre en su papel de vicegobernador y con intendentes como Maderna y Juan Pablo Luque, casi seguro vencedor en Comodoro.

Con el resto de la dirigencia que pulula hoy por los pasillos del PJ chubutense nadie quiere saber nada. Los tiempos que se vienen exigen que el justicialismo se renueve desde las cenizas y los que están desde hace muchos años les dejen el lugar a los que quieren respirar nuevos aires.

Deberían escuchar a Cristina, que el otro día en la Pampa dejó un frase contundente: “La unidad no es una declaración, es la generosidad que debemos tener los dirigentes políticos.”#


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