Con lenguaje inclusivo me refiero a la utilización de la “x” o bien la terminación “e” o las palabras que indican todos los géneros (los sustantivos epicenos, por ejemplo persona).
La lengua, al igual que el derecho o el género, es un producto cultural. Y todo aquello donde la Humanidad deja su impronta, evoluciona (o involuciona). Una prueba irrefutable es que hoy no utilizamos las mismas palabras de cien o doscientos años atrás, ni las construcciones gramaticales son idénticas. Palabras que antes se usaban caen en desuso. Y han nacido nuevas provenientes de otros idiomas, -anglicismos, francofonismos-, de la mixtura con otras lenguas, o porque necesitamos nombrar nuevas cosas. Nadie puede negar que la letra “ñ” fue incorporada luego de una intensa puja con otros fonemas que representaban ese sonido (gn, nn y ni). Es el devenir de la historia.
Pero, la palabra como producto de la cultura humana, también tiene un contenido político, porque si necesitamos nuevas para mencionar cosas que antes no existían, como las de la era digital, también necesitamos construir todo un lenguaje para que cada persona sea nombrada, o, repensar la gramática con perspectiva de género y disidencias.
Entonces en este punto, la palabra es poderosa, porque al nombrar, da existencia a las personas. No utilizar la palabra que define a una persona la invisibiliza al resto del mundo.
Durante siglos las mujeres no fuimos nombradas, hemos crecido y creído que la palabra Hombre para referirse a la humanidad éramos también nosotras…y no lo éramos: no teníamos los mismos derechos, ni capacidad de decisión, ni participación.
Hoy las personas se definen a sí mismas libremente, y esto es un derecho humano: ser reconocidas por quienes somos, y eso implica dejar de lado el binarismo que inculca una sociedad patriarcal.
Por eso abogo por utilizar las palabras que existen para que realmente seamos y a aceptar la diversidad de géneros. Porque la verdad, es que cuándo se refieren a los jueces, no me siento incluida de ningún modo.
Resulta contradictorio que existan personas, pero que, para existir en la realidad del mundo, necesiten ser nombradas.
El reclamo es políticamente correcto. Porque la igualdad formal, no resiste análisis si las mujeres y disidencias siguen siendo objeto de discriminación. En los Principios de Yogyakarta, respecto a la orientación sexual e identidad de género, los Estados expresan preocupación porque en todas las regiones del mundo las personas sufren violencia, discriminación, exclusión, estigmatización y prejuicios debido a su orientación sexual o identidad de género;[…] que menoscaban la integridad y dignidad de las personas que son objeto de estos abusos, podrían debilitar su sentido de estima personal y de pertenencia a su comunidad y conducen a muchas a ocultar o suprimir su identidad y a vivir en el temor y la invisibilidad.
Entonces si utilizar el lenguaje inclusivo, evitaría que cualquier persona se libre del temor y se muestre al mundo tal cual es, ¿porqué nosotres deberíamos nombrarles de acuerdo a nuestra concepción binaria del mundo?
Al inicio señalé a qué me refiero con lenguaje inclusivo: la utilización de “x”, la terminación “e” o los sustantivos epicenos. Cada quien puede utilizar los dos primeros sin que exista algún tipo de sanción respecto de su uso, algunas universidades ya lo han aprobado para los trabajos finales. Y en relación a los sustantivos, la lengua española es tan rica, que es posible evitar el binarismo e incorporar a todas las personas.
El secreto radica en que aprehendamos que nadie debe sentirse que habita fuera de la sociedad.
(*) Marcela Pérez Bogado es jueza penal de Puerto Madryn.
Con lenguaje inclusivo me refiero a la utilización de la “x” o bien la terminación “e” o las palabras que indican todos los géneros (los sustantivos epicenos, por ejemplo persona).
La lengua, al igual que el derecho o el género, es un producto cultural. Y todo aquello donde la Humanidad deja su impronta, evoluciona (o involuciona). Una prueba irrefutable es que hoy no utilizamos las mismas palabras de cien o doscientos años atrás, ni las construcciones gramaticales son idénticas. Palabras que antes se usaban caen en desuso. Y han nacido nuevas provenientes de otros idiomas, -anglicismos, francofonismos-, de la mixtura con otras lenguas, o porque necesitamos nombrar nuevas cosas. Nadie puede negar que la letra “ñ” fue incorporada luego de una intensa puja con otros fonemas que representaban ese sonido (gn, nn y ni). Es el devenir de la historia.
Pero, la palabra como producto de la cultura humana, también tiene un contenido político, porque si necesitamos nuevas para mencionar cosas que antes no existían, como las de la era digital, también necesitamos construir todo un lenguaje para que cada persona sea nombrada, o, repensar la gramática con perspectiva de género y disidencias.
Entonces en este punto, la palabra es poderosa, porque al nombrar, da existencia a las personas. No utilizar la palabra que define a una persona la invisibiliza al resto del mundo.
Durante siglos las mujeres no fuimos nombradas, hemos crecido y creído que la palabra Hombre para referirse a la humanidad éramos también nosotras…y no lo éramos: no teníamos los mismos derechos, ni capacidad de decisión, ni participación.
Hoy las personas se definen a sí mismas libremente, y esto es un derecho humano: ser reconocidas por quienes somos, y eso implica dejar de lado el binarismo que inculca una sociedad patriarcal.
Por eso abogo por utilizar las palabras que existen para que realmente seamos y a aceptar la diversidad de géneros. Porque la verdad, es que cuándo se refieren a los jueces, no me siento incluida de ningún modo.
Resulta contradictorio que existan personas, pero que, para existir en la realidad del mundo, necesiten ser nombradas.
El reclamo es políticamente correcto. Porque la igualdad formal, no resiste análisis si las mujeres y disidencias siguen siendo objeto de discriminación. En los Principios de Yogyakarta, respecto a la orientación sexual e identidad de género, los Estados expresan preocupación porque en todas las regiones del mundo las personas sufren violencia, discriminación, exclusión, estigmatización y prejuicios debido a su orientación sexual o identidad de género;[…] que menoscaban la integridad y dignidad de las personas que son objeto de estos abusos, podrían debilitar su sentido de estima personal y de pertenencia a su comunidad y conducen a muchas a ocultar o suprimir su identidad y a vivir en el temor y la invisibilidad.
Entonces si utilizar el lenguaje inclusivo, evitaría que cualquier persona se libre del temor y se muestre al mundo tal cual es, ¿porqué nosotres deberíamos nombrarles de acuerdo a nuestra concepción binaria del mundo?
Al inicio señalé a qué me refiero con lenguaje inclusivo: la utilización de “x”, la terminación “e” o los sustantivos epicenos. Cada quien puede utilizar los dos primeros sin que exista algún tipo de sanción respecto de su uso, algunas universidades ya lo han aprobado para los trabajos finales. Y en relación a los sustantivos, la lengua española es tan rica, que es posible evitar el binarismo e incorporar a todas las personas.
El secreto radica en que aprehendamos que nadie debe sentirse que habita fuera de la sociedad.
(*) Marcela Pérez Bogado es jueza penal de Puerto Madryn.