Cuarentena postmoderna

Opinión/Los supuestos básicos

23 MAR 2020 - 20:12 | Actualizado

Por Daniela Patricia Almirón

Me quedé así, impactada, como me dejan algunas películas. Será por mi fe, la que siempre he tenido, la que se respiraba en mi casa de niña, sin imposición. La que viví en la adolescencia y exploré en mi vida adulta. El impacto sería por esto de la fe, o quizás por las imágenes que reviven una parte de la historia argentina que me remueve emocionalmente y que nunca más ha de repetirse.

Lo cierto es que la conversación durante dos días del Papa Emérito Benedicto XVI y el hoy Papa Francisco I, es una joya.

Más allá de si la conversación y el encuentro se concretó y si además fue de esa manera, y sin que quizás esté alejado en lo sustancial de cómo podría haberse desarrollado, resulta imperdible.

El Papa emérito, quien habla diez idiomas, toca el piano, cuenta en su haber con varios doctorados honoris causa, por citar algunos destacables de su Curriculum, profesor y el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe del Papa Juan Pablo II. Nacido en la Baviera, vivió en su carne la imposición del nacionalsocialismo.

El Papa Francisco, jesuita, teólogo, profesor, hincha de San Lorenzo. Sensible y profundo, y tan directo para responder como asertivo en su interrogatorio el Papa emérito.

Un diálogo de conocimiento recíproco, intimista e íntimo, descarnado por momentos.

Un diálogo que pone en crisis aquellos inamovibles católicos, el celibato, el aborto, la eutanasia, el matrimonio igualitario, la comunión a quien quiera recibirla. Pone en jaque lo oculto, las finanzas, la pedofilia.

En esta larga conversación hay frases sustanciales, así como cuando Benedicto XVI lo insta a Francisco a tomar el liderazgo de la Iglesia Católica, porque él lideraría no por el poder o el intelecto, si no por cómo vive y por cómo se cambia.

O como cuando el Papa Francisco, al hablar sobre el ser veraces, le recuerda lo propio escrito por Benedicto XVI en su encíclica “La caridad en la verdad”, que dice “La verdad puede ser fundamental, pero sin amor es insoportable.”

Cuarentena, cuaresma, cuarenta. Cuarenta días se retiró Jesús en el desierto. Cuarenta días se retiró Moisés también en el desierto. Cuarenta días de diluvio universal. Cuarenta años marchó el pueblo judío a través del desierto.

Estamos en cuarentena postmoderna, de esta pandemia de principio del siglo XXI, en plena Cuaresma. Período en el que nos preparamos para vivir luego la Semana Santa, y celebrar la Pascua cristiana de Resurrección, y liberación del pecado. Para distinguirla de la Pascua judía que conmemora la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud de Egipto.

Cada año el fin de semana santo, de recogimiento para quien así quiera vivirlo y descanso también, para quienes desean moverse de sus lugares y vivirlo de manera diferente a los fines de semana rutinarios.

En España el domingo 15 de marzo de este 2020 comenzó a regir el Estado de Alarma, y ya había comenzado a circular la frase “quedate en casa”. En Italia esta medida ya lleva más de veinte días, así país por país de la Vieja Europa y extendiéndose del otro lado del Atlántico, se va reproduciendo esta medida.

Un “quedate en casa” esperanzador de detenimiento de contagios y por ende quizás de disminución de muertes. Este virus está sacrificando vidas físicas. Y la vida toda del planeta se ha trastocado en su funcionamiento con los humanos que la habitamos y en consecuencia del planeta en su aspecto de salubridad. Parece que el aire está más limpio ante este detenerse de emisiones de gases y combustibles.

Las calles y las plazas, las ciudades están silenciosas, están desiertas. Cual película de ciencia ficción, la policía con megáfonos ordena quedarse en casa. Los profesionales de la salud, los super héroes de hoy, parecen “RoboCops”, al mejor estilo de lo que fue alguna película futurista, que ya no lo es.

Nos ha tomado por sorpresa, al menos a algunos, para otros no, como Bill Gates en su premonitoria charla TED lo anunciaba en 2015.

En este contexto, un Papa emérito está retirado al silencio y la oración, a quien se lo vio en algunas salidas públicas muy puntuales y de carácter estrictamente religioso desde 2013 en que anunció en latín que no continuaría, y que podría ver como solo otros dos Papas en la historia, a su sucesor. El Papa Francisco, argentino, el primero latinoamericano en la historia, está en San Marta donde decidió residir de manera más modesta que en el Vaticano, guiará esta Cuaresma en Cuarentena. La humanidad sin distinción, está a merced de lo que se cuela en células, se reproduce silencioso y subterráneo, destruyendo.

Sólo Dios, el Universo, el devenir insospechado, nos mostrará cómo viviremos el domingo de Pascua, de Gloria y Resurrección en el corazón. Mi deseo es que se cuele entre nuestras células, silenciosa y subterráneamente, el poder de la humildad y la gratitud, y resucite un ser humano nuevo, libre y con amor a la verdad.

(*) Daniela Almirón

es abogada, mediadora.

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23 MAR 2020 - 20:12

Por Daniela Patricia Almirón

Me quedé así, impactada, como me dejan algunas películas. Será por mi fe, la que siempre he tenido, la que se respiraba en mi casa de niña, sin imposición. La que viví en la adolescencia y exploré en mi vida adulta. El impacto sería por esto de la fe, o quizás por las imágenes que reviven una parte de la historia argentina que me remueve emocionalmente y que nunca más ha de repetirse.

Lo cierto es que la conversación durante dos días del Papa Emérito Benedicto XVI y el hoy Papa Francisco I, es una joya.

Más allá de si la conversación y el encuentro se concretó y si además fue de esa manera, y sin que quizás esté alejado en lo sustancial de cómo podría haberse desarrollado, resulta imperdible.

El Papa emérito, quien habla diez idiomas, toca el piano, cuenta en su haber con varios doctorados honoris causa, por citar algunos destacables de su Curriculum, profesor y el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe del Papa Juan Pablo II. Nacido en la Baviera, vivió en su carne la imposición del nacionalsocialismo.

El Papa Francisco, jesuita, teólogo, profesor, hincha de San Lorenzo. Sensible y profundo, y tan directo para responder como asertivo en su interrogatorio el Papa emérito.

Un diálogo de conocimiento recíproco, intimista e íntimo, descarnado por momentos.

Un diálogo que pone en crisis aquellos inamovibles católicos, el celibato, el aborto, la eutanasia, el matrimonio igualitario, la comunión a quien quiera recibirla. Pone en jaque lo oculto, las finanzas, la pedofilia.

En esta larga conversación hay frases sustanciales, así como cuando Benedicto XVI lo insta a Francisco a tomar el liderazgo de la Iglesia Católica, porque él lideraría no por el poder o el intelecto, si no por cómo vive y por cómo se cambia.

O como cuando el Papa Francisco, al hablar sobre el ser veraces, le recuerda lo propio escrito por Benedicto XVI en su encíclica “La caridad en la verdad”, que dice “La verdad puede ser fundamental, pero sin amor es insoportable.”

Cuarentena, cuaresma, cuarenta. Cuarenta días se retiró Jesús en el desierto. Cuarenta días se retiró Moisés también en el desierto. Cuarenta días de diluvio universal. Cuarenta años marchó el pueblo judío a través del desierto.

Estamos en cuarentena postmoderna, de esta pandemia de principio del siglo XXI, en plena Cuaresma. Período en el que nos preparamos para vivir luego la Semana Santa, y celebrar la Pascua cristiana de Resurrección, y liberación del pecado. Para distinguirla de la Pascua judía que conmemora la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud de Egipto.

Cada año el fin de semana santo, de recogimiento para quien así quiera vivirlo y descanso también, para quienes desean moverse de sus lugares y vivirlo de manera diferente a los fines de semana rutinarios.

En España el domingo 15 de marzo de este 2020 comenzó a regir el Estado de Alarma, y ya había comenzado a circular la frase “quedate en casa”. En Italia esta medida ya lleva más de veinte días, así país por país de la Vieja Europa y extendiéndose del otro lado del Atlántico, se va reproduciendo esta medida.

Un “quedate en casa” esperanzador de detenimiento de contagios y por ende quizás de disminución de muertes. Este virus está sacrificando vidas físicas. Y la vida toda del planeta se ha trastocado en su funcionamiento con los humanos que la habitamos y en consecuencia del planeta en su aspecto de salubridad. Parece que el aire está más limpio ante este detenerse de emisiones de gases y combustibles.

Las calles y las plazas, las ciudades están silenciosas, están desiertas. Cual película de ciencia ficción, la policía con megáfonos ordena quedarse en casa. Los profesionales de la salud, los super héroes de hoy, parecen “RoboCops”, al mejor estilo de lo que fue alguna película futurista, que ya no lo es.

Nos ha tomado por sorpresa, al menos a algunos, para otros no, como Bill Gates en su premonitoria charla TED lo anunciaba en 2015.

En este contexto, un Papa emérito está retirado al silencio y la oración, a quien se lo vio en algunas salidas públicas muy puntuales y de carácter estrictamente religioso desde 2013 en que anunció en latín que no continuaría, y que podría ver como solo otros dos Papas en la historia, a su sucesor. El Papa Francisco, argentino, el primero latinoamericano en la historia, está en San Marta donde decidió residir de manera más modesta que en el Vaticano, guiará esta Cuaresma en Cuarentena. La humanidad sin distinción, está a merced de lo que se cuela en células, se reproduce silencioso y subterráneo, destruyendo.

Sólo Dios, el Universo, el devenir insospechado, nos mostrará cómo viviremos el domingo de Pascua, de Gloria y Resurrección en el corazón. Mi deseo es que se cuele entre nuestras células, silenciosa y subterráneamente, el poder de la humildad y la gratitud, y resucite un ser humano nuevo, libre y con amor a la verdad.

(*) Daniela Almirón

es abogada, mediadora.


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