Democracia digital vs. discriminación tecnológica

Columna de opinión AMJA Chubut/Igualdad en la diversidad.

19 ABR 2020 - 19:31 | Actualizado 23 SEP 2022 - 12:47

Por Marcela Pérez Bogado (*) /Edición: Daniela Patricia Almirón

La pandemia del Covid 19 ha dejado en evidencia diversas situaciones que, al menos a mí, me dan vergüenza.

El día viernes 6 cuando miles de jubilados y beneficiarios de las AUH abarrotaron bancos que requirió una nueva estrategia para su atención, más organizada.

Las personas, vulnerables por la edad a esta enfermedad, querían retirar su dinero por ventanilla. En algunos medios de comunicación se peguntaban por qué no lo hacían por cajero electrónico o si algún familiar no se los podía hacer. Voceros bancarios señalaban que muchos tienen la tarjeta de débito pero no la retiran. Y un gran etcétera.

Nadie empatizó con estas personas que nacieron mucho antes de que las nuevas tecnologías se masivizaran. Porque la utilización de canales electrónicos se convirtió en algo que debíamos saber, sin preparación previa.

Las entidades financieras, hoy se dan cuenta que existe un universo de personas a quienes la era digital no llegó y se agolpan a sus puertas. El sistema tradicional cambió y nadie les enseñó cómo utilizarlo, desde cero. Nadie les explicó que el mundo había cambiado para siempre.

Pero también existe una nueva generación con conocimientos básicos insuficientes lo que permite que haya personas que cobran para realizar trámites gratuitos, como por ejemplo la ANSES.

Veamos otras situaciones. Los profesionales y el teletrabajo que ahora les es impuesto, cuesta aceptar el trabajo colaborativo a través de plataformas nuevas, ajenas a la formación a la que accedieron, y que además no tiene horarios.

Finalmente respecto al modo en que se debe desarrollar la educación en un contexto de aislamiento obligatorio: el caso de los docentes es similar al de los profesionales. Cuando deben elaborar contenidos on line, se ven desbordados y recurren a sus familiares más jóvenes, a los nativos digitales.

Nadie les enseñó cómo utilizar esas herramientas. Nunca les brindaron formación de calidad sobre google drive, moodle, zoom, Facebook, etc.

Ahora cuando lograron subir los contenidos adaptados o recibieron los cuadernillos del Ministerio de Educación, aparece otra realidad invisibilizada: los alumnos y las alumnas rurales de las provincias.

Aquellos lugares donde la radio es su medio de comunicación hacia el exterior, a donde no llega la internet ni las TICs, o peor aún, lugares que no tienen luz eléctrica.

¿Qué pasa con ese alumnado?

Una docente me comentaba que si tienen crédito (para la utilización del teléfono de la empresa proveedora del servicio de telefonía), ven la tarea en el whatsapp. ¿Y si no?

Una imagen tristísima que circula es la de una familia en una casilla de madera con el mensaje “esperando la clase on line”. La clase nunca llegará porque no tienen ni siquiera servicios básicos.

Otra docente deja en las tranqueras la tarea para sus alumnos, porque no llega la internet.

Y otra la dicta por la radio.

No queda ninguna duda de que est@s niñ@s y adolescentes están inmersos en una “brecha digital”, que es la distancia en el acceso, uso y apropiación de las tecnologías tanto a nivel geográfico, a nivel socioeconómico y también en las dimensiones de género, en articulación con otras desigualdades culturales.

Entonces esta pandemia ha dejado a la vista que existen sectores con realidades diferenciadas por ser urbana o rural, por la edad y por la cultura, que sufren de discriminación a la que llamo tecnológica. Resulta que se transforman las TICs en un elemento más de exclusión. Este fenómeno social se manifiesta en la separación entre quienes tienen acceso a los medios como algo incluido en su vida diaria y quienes carecen de ellas o no saben cómo utilizarlas.

Cuando una persona no puede acceder a las mismas oportunidades, la “brecha digital” entre aquellas que sí pueden y ella se acrecienta, de una manera abismal. El conocimiento genera nuevas oportunidades y si no las tenemos es más fácil permanecer en dónde estemos, sin esperanza.

Por eso entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el Objetivo 9: Industria, innovación e infraestructura trabaja para reducir la brecha digital y garantizar el acceso igualitario a la información y el conocimiento que se transmite por las redes.

Esto es la democracia digital: igualdad de oportunidades tecnológicas para todos. Este concepto lo sostuvo en un reciente conversatorio Viviana Krsticevic, Directora Ejecutiva de CEJIL.

Un artículo que reflexionaba, antes de la pandemia, indicaba como las principales razones que explican la desigualdad en la conexión a Internet, como también de tecnología, están relacionadas con la falta de recursos económicos: Muchos países y regiones no disponen de una infraestructura de telecomunicaciones adecuada (especialmente en las zonas rurales). Y una cuestión no menos importante: esta brecha afecta especialmente a las mujeres.

Y alentaba lo que propongo: que es importante invertir en la formación de personal cualificado que sepa gestionar esta infraestructura, hacer funcionar los equipos de nuevas tecnologías y, sobre todo, transmitir este conocimiento y habilidades tecnológicas a otras personas.

Este es el momento de que el sistema financiero lo reconozca, debe educar a la franja etaria más vulnerable o buscar alternativas para minimizar los riesgos.

Y también los estados provinciales lo deben reconocer: si las y los docentes no están capacitadas/os será difícil que transmitan contenidos de calidad. Pero si las alumnas y alumnos no pueden acceder a la educación estamos perpetuando un modelo de exclusión donde todo está en la red y si no accedes es tu problema. Y así las oportunidades de progresar se alejan cada vez más. Porque la brecha digital les va dejando atrás…en el olvido.

(*) Jueza Penal de Puerto Madryn.

19 ABR 2020 - 19:31

Por Marcela Pérez Bogado (*) /Edición: Daniela Patricia Almirón

La pandemia del Covid 19 ha dejado en evidencia diversas situaciones que, al menos a mí, me dan vergüenza.

El día viernes 6 cuando miles de jubilados y beneficiarios de las AUH abarrotaron bancos que requirió una nueva estrategia para su atención, más organizada.

Las personas, vulnerables por la edad a esta enfermedad, querían retirar su dinero por ventanilla. En algunos medios de comunicación se peguntaban por qué no lo hacían por cajero electrónico o si algún familiar no se los podía hacer. Voceros bancarios señalaban que muchos tienen la tarjeta de débito pero no la retiran. Y un gran etcétera.

Nadie empatizó con estas personas que nacieron mucho antes de que las nuevas tecnologías se masivizaran. Porque la utilización de canales electrónicos se convirtió en algo que debíamos saber, sin preparación previa.

Las entidades financieras, hoy se dan cuenta que existe un universo de personas a quienes la era digital no llegó y se agolpan a sus puertas. El sistema tradicional cambió y nadie les enseñó cómo utilizarlo, desde cero. Nadie les explicó que el mundo había cambiado para siempre.

Pero también existe una nueva generación con conocimientos básicos insuficientes lo que permite que haya personas que cobran para realizar trámites gratuitos, como por ejemplo la ANSES.

Veamos otras situaciones. Los profesionales y el teletrabajo que ahora les es impuesto, cuesta aceptar el trabajo colaborativo a través de plataformas nuevas, ajenas a la formación a la que accedieron, y que además no tiene horarios.

Finalmente respecto al modo en que se debe desarrollar la educación en un contexto de aislamiento obligatorio: el caso de los docentes es similar al de los profesionales. Cuando deben elaborar contenidos on line, se ven desbordados y recurren a sus familiares más jóvenes, a los nativos digitales.

Nadie les enseñó cómo utilizar esas herramientas. Nunca les brindaron formación de calidad sobre google drive, moodle, zoom, Facebook, etc.

Ahora cuando lograron subir los contenidos adaptados o recibieron los cuadernillos del Ministerio de Educación, aparece otra realidad invisibilizada: los alumnos y las alumnas rurales de las provincias.

Aquellos lugares donde la radio es su medio de comunicación hacia el exterior, a donde no llega la internet ni las TICs, o peor aún, lugares que no tienen luz eléctrica.

¿Qué pasa con ese alumnado?

Una docente me comentaba que si tienen crédito (para la utilización del teléfono de la empresa proveedora del servicio de telefonía), ven la tarea en el whatsapp. ¿Y si no?

Una imagen tristísima que circula es la de una familia en una casilla de madera con el mensaje “esperando la clase on line”. La clase nunca llegará porque no tienen ni siquiera servicios básicos.

Otra docente deja en las tranqueras la tarea para sus alumnos, porque no llega la internet.

Y otra la dicta por la radio.

No queda ninguna duda de que est@s niñ@s y adolescentes están inmersos en una “brecha digital”, que es la distancia en el acceso, uso y apropiación de las tecnologías tanto a nivel geográfico, a nivel socioeconómico y también en las dimensiones de género, en articulación con otras desigualdades culturales.

Entonces esta pandemia ha dejado a la vista que existen sectores con realidades diferenciadas por ser urbana o rural, por la edad y por la cultura, que sufren de discriminación a la que llamo tecnológica. Resulta que se transforman las TICs en un elemento más de exclusión. Este fenómeno social se manifiesta en la separación entre quienes tienen acceso a los medios como algo incluido en su vida diaria y quienes carecen de ellas o no saben cómo utilizarlas.

Cuando una persona no puede acceder a las mismas oportunidades, la “brecha digital” entre aquellas que sí pueden y ella se acrecienta, de una manera abismal. El conocimiento genera nuevas oportunidades y si no las tenemos es más fácil permanecer en dónde estemos, sin esperanza.

Por eso entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el Objetivo 9: Industria, innovación e infraestructura trabaja para reducir la brecha digital y garantizar el acceso igualitario a la información y el conocimiento que se transmite por las redes.

Esto es la democracia digital: igualdad de oportunidades tecnológicas para todos. Este concepto lo sostuvo en un reciente conversatorio Viviana Krsticevic, Directora Ejecutiva de CEJIL.

Un artículo que reflexionaba, antes de la pandemia, indicaba como las principales razones que explican la desigualdad en la conexión a Internet, como también de tecnología, están relacionadas con la falta de recursos económicos: Muchos países y regiones no disponen de una infraestructura de telecomunicaciones adecuada (especialmente en las zonas rurales). Y una cuestión no menos importante: esta brecha afecta especialmente a las mujeres.

Y alentaba lo que propongo: que es importante invertir en la formación de personal cualificado que sepa gestionar esta infraestructura, hacer funcionar los equipos de nuevas tecnologías y, sobre todo, transmitir este conocimiento y habilidades tecnológicas a otras personas.

Este es el momento de que el sistema financiero lo reconozca, debe educar a la franja etaria más vulnerable o buscar alternativas para minimizar los riesgos.

Y también los estados provinciales lo deben reconocer: si las y los docentes no están capacitadas/os será difícil que transmitan contenidos de calidad. Pero si las alumnas y alumnos no pueden acceder a la educación estamos perpetuando un modelo de exclusión donde todo está en la red y si no accedes es tu problema. Y así las oportunidades de progresar se alejan cada vez más. Porque la brecha digital les va dejando atrás…en el olvido.

(*) Jueza Penal de Puerto Madryn.