Editorial / Hay que tirar del carro, no de la soga

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16 MAY 2020 - 19:46 | Actualizado

Hace semanas que se viene advirtiendo desde esta Columna que a medida que vaya bajando el nivel de controles y preocupación popular por la cuarentena y el Covid-19, comenzarán a emerger los problemas irresueltos del pasado reciente de Chubut.

Con un bajo nivel de ruido la semana que pasó pero con mayor poder de fuego en los próximos días, los principales gremios de trabajadores estatales (ATE, ATECh, Salud y viales, entre otros) volverán a la carga con su reclamo central: cobrar los sueldos en tiempo y forma. En el Gobierno, como hasta ahora, no darán respuestas concretas.

Seguir trabados en el mismo punto desde hace casi un año no parece ser un escenario que ayude demasiado a resolver los problemas de fondo. Por supuesto que los trabajadores tienen el derecho cobrar sus salarios en término, y el Estado la obligación de abonarlos. Pero el volumen de plata que se necesita para hacer frente a la enorme masa salarial sigue sin estar disponible toda junta, constante y sonante.

Podría ser un error garrafal si tras la larga cuarentena, con tiempo para pensar estrategias y anoticiados de la realidad económica del mundo, el país y la provincia, algunos siguen apuntando todos los cañones únicamente al tema salarial.

No van a alcanzar los paros, marchas, bocinazos, cortes de ruta, memes y discursos encendidos en los medios de comunicación y la redes sociales para lograr que los 4.600 millones de pesos que hacen falta todos los meses para pagarle a los 61 mil empleados públicos estén todos juntos. Se pueden buscar culpables, de ahora y de antes, pero la plata no va a estar toda junta por un tiempo largo.

Si no se bajan todos del caballo, Gobierno y gremios, las cosas no van a mejorar. Peor aún, van a empeorar.

Empantanados

La relación entre los gremios y el Ejecutivo está empantanada hace un año. Antes de eso, varios de los sindicalistas que ahora se desgarran las vestiduras cerraron acuerdos salariales con el gobernador Mariano Arcioni que sabían que eran poco menos que impagables.

Era una obviedad que el entonces candidato a la reelección estaba embarcado en una campaña electoral sin medir consecuencias institucionales. Igual los firmaron, con cláusulas gatillo que todavía se están pagando.

¿Son estos sindicalistas los únicos responsables de la crisis que aquellos acuerdos salariales ficticios causaron? No, pero son co-responsables junto a Arcioni de haber empujado el carro hacia la cornisa. Si nadie se hace cargo de esto, va a ser más difícil salir del pantano.

“Me llama la atención porque venimos conversando en forma permanentemente con los gremios, dando un informe detallado de lo que viene ingresando y cómo pagamos los sueldos”, manifestó el gobernador el viernes.

La verdad es que si hay algo que le sigue faltando a este Gobierno es volumen político. Hay excepciones, como el ministro de Gobierno, José Grazzini; el de Economía, Oscar Antonena; y hasta el de Salud, Fabián Puratich, que gestionan y tratan de tejer lazos para acercar posiciones y solucionar problemas. También hay segundas líneas que generan más que algunos ministros y asesores estrellas que nadie sabe bien a qué se dedican.

Pero los que intentan conciliar muchas veces se quedan en el camino porque en los alrededores del gobernador hay mucho lastre suelto. El problema no es la falta de talento para hacer política que tienen algunos sino su gran capacidad para obstruir.

Además, éramos pocos y volvió la Legislatura. La sesión de los diputados provinciales de la semana pasada –la primera en dos meses- dejó más de lo mismo. Un bloque “oficialista” en donde algunos son oficialistas de verdad y otros no tanto. Y una oposición que no parece querer dejarle pasar una al que los derrotó en las elecciones y desnudó sus divergencias.

La Legislatura se va a volver a convertir en una caja de resonancia de las disidencias entre oficialistas y de las chicanas entre la oposición y el Gobierno. El esfuerzo del vicegobernador Ricardo Sastre por mantener ordenada la casa se choca a veces con algunos legisladores a los que ni los tapabocas lograron cambiarles la cabeza y siguen viviendo realidades distintas a las del resto de los mortales chubutenses.

Regalías a la baja

Arcioni también deslizó el viernes que las regalías de mayo vendrán a valores del precio internacional, ya que el decreto del “barril criollo” que pensó el Gobierno nacional naufragó (por ahora) porque dejaba más perdedores de ganadores. A la mayoría de las operadoras integradas -las que sacan el petróleo y, además, lo refinan- y a provincias como la propia Chubut, que exporta el 60% de su producción, no les conviene un barril con precio de referencia.

En el caso de Chubut, porque el petróleo local que se exporta a 32 dólares (como mucho) debería liquidar regalías por 45 dólares. Si bien es cierto que se eliminarían las retenciones a las exportaciones, así y todo no alcanzaría para que sea un negocio sustentable. Entonces, por más que se obligue a pagar regalías de 45 dólares, si el petróleo no se saca, ni se exporta, ni se recupera la demanda, los ingresos serán cada vez menores.

Según estiman los más optimistas en Fontana 50, la caída de ingresos por regalías rondaría este mes entre los 12 y 15 millones de dólares en relación a lo percibido a comienzos de año (algo más de 30 millones de dólares), cuando había más producción y un precio internacional razonable.

Así de delicado es el perfil de ingresos de Chubut. Si se elige tirar de las múltiples sogas que hay sobre el escenario político actual y nadie empuja del mismo carro, Arcioni y todo el arco político se arriesgan a quedar en el medio de una tormenta que se va a llevar puesto a casi todos.

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16 MAY 2020 - 19:46

Hace semanas que se viene advirtiendo desde esta Columna que a medida que vaya bajando el nivel de controles y preocupación popular por la cuarentena y el Covid-19, comenzarán a emerger los problemas irresueltos del pasado reciente de Chubut.

Con un bajo nivel de ruido la semana que pasó pero con mayor poder de fuego en los próximos días, los principales gremios de trabajadores estatales (ATE, ATECh, Salud y viales, entre otros) volverán a la carga con su reclamo central: cobrar los sueldos en tiempo y forma. En el Gobierno, como hasta ahora, no darán respuestas concretas.

Seguir trabados en el mismo punto desde hace casi un año no parece ser un escenario que ayude demasiado a resolver los problemas de fondo. Por supuesto que los trabajadores tienen el derecho cobrar sus salarios en término, y el Estado la obligación de abonarlos. Pero el volumen de plata que se necesita para hacer frente a la enorme masa salarial sigue sin estar disponible toda junta, constante y sonante.

Podría ser un error garrafal si tras la larga cuarentena, con tiempo para pensar estrategias y anoticiados de la realidad económica del mundo, el país y la provincia, algunos siguen apuntando todos los cañones únicamente al tema salarial.

No van a alcanzar los paros, marchas, bocinazos, cortes de ruta, memes y discursos encendidos en los medios de comunicación y la redes sociales para lograr que los 4.600 millones de pesos que hacen falta todos los meses para pagarle a los 61 mil empleados públicos estén todos juntos. Se pueden buscar culpables, de ahora y de antes, pero la plata no va a estar toda junta por un tiempo largo.

Si no se bajan todos del caballo, Gobierno y gremios, las cosas no van a mejorar. Peor aún, van a empeorar.

Empantanados

La relación entre los gremios y el Ejecutivo está empantanada hace un año. Antes de eso, varios de los sindicalistas que ahora se desgarran las vestiduras cerraron acuerdos salariales con el gobernador Mariano Arcioni que sabían que eran poco menos que impagables.

Era una obviedad que el entonces candidato a la reelección estaba embarcado en una campaña electoral sin medir consecuencias institucionales. Igual los firmaron, con cláusulas gatillo que todavía se están pagando.

¿Son estos sindicalistas los únicos responsables de la crisis que aquellos acuerdos salariales ficticios causaron? No, pero son co-responsables junto a Arcioni de haber empujado el carro hacia la cornisa. Si nadie se hace cargo de esto, va a ser más difícil salir del pantano.

“Me llama la atención porque venimos conversando en forma permanentemente con los gremios, dando un informe detallado de lo que viene ingresando y cómo pagamos los sueldos”, manifestó el gobernador el viernes.

La verdad es que si hay algo que le sigue faltando a este Gobierno es volumen político. Hay excepciones, como el ministro de Gobierno, José Grazzini; el de Economía, Oscar Antonena; y hasta el de Salud, Fabián Puratich, que gestionan y tratan de tejer lazos para acercar posiciones y solucionar problemas. También hay segundas líneas que generan más que algunos ministros y asesores estrellas que nadie sabe bien a qué se dedican.

Pero los que intentan conciliar muchas veces se quedan en el camino porque en los alrededores del gobernador hay mucho lastre suelto. El problema no es la falta de talento para hacer política que tienen algunos sino su gran capacidad para obstruir.

Además, éramos pocos y volvió la Legislatura. La sesión de los diputados provinciales de la semana pasada –la primera en dos meses- dejó más de lo mismo. Un bloque “oficialista” en donde algunos son oficialistas de verdad y otros no tanto. Y una oposición que no parece querer dejarle pasar una al que los derrotó en las elecciones y desnudó sus divergencias.

La Legislatura se va a volver a convertir en una caja de resonancia de las disidencias entre oficialistas y de las chicanas entre la oposición y el Gobierno. El esfuerzo del vicegobernador Ricardo Sastre por mantener ordenada la casa se choca a veces con algunos legisladores a los que ni los tapabocas lograron cambiarles la cabeza y siguen viviendo realidades distintas a las del resto de los mortales chubutenses.

Regalías a la baja

Arcioni también deslizó el viernes que las regalías de mayo vendrán a valores del precio internacional, ya que el decreto del “barril criollo” que pensó el Gobierno nacional naufragó (por ahora) porque dejaba más perdedores de ganadores. A la mayoría de las operadoras integradas -las que sacan el petróleo y, además, lo refinan- y a provincias como la propia Chubut, que exporta el 60% de su producción, no les conviene un barril con precio de referencia.

En el caso de Chubut, porque el petróleo local que se exporta a 32 dólares (como mucho) debería liquidar regalías por 45 dólares. Si bien es cierto que se eliminarían las retenciones a las exportaciones, así y todo no alcanzaría para que sea un negocio sustentable. Entonces, por más que se obligue a pagar regalías de 45 dólares, si el petróleo no se saca, ni se exporta, ni se recupera la demanda, los ingresos serán cada vez menores.

Según estiman los más optimistas en Fontana 50, la caída de ingresos por regalías rondaría este mes entre los 12 y 15 millones de dólares en relación a lo percibido a comienzos de año (algo más de 30 millones de dólares), cuando había más producción y un precio internacional razonable.

Así de delicado es el perfil de ingresos de Chubut. Si se elige tirar de las múltiples sogas que hay sobre el escenario político actual y nadie empuja del mismo carro, Arcioni y todo el arco político se arriesgan a quedar en el medio de una tormenta que se va a llevar puesto a casi todos.


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