Por Ismael Tebes / @IsmaTebes
El barco artesanal “La Purincha” representa una historia familia, lanzada al mar. Desde un taller de Kilómetro 8, Antonio Purins y su familia hicieron realidad un proyecto que primero pareció titánico pero terminó siendo el símbolo de constructores y aventureros.
El barco diseñado y ensamblado en zona norte, tuvo una acompañamiento popular el día de su bautismo, cuando su gigantesca estructura recorrió el barrio hasta llegar a las costas de Playa Marina en cercanías del Faro San Jorge. Allí, debió habilitarse un camino con máquinas viales para que éste puede ser trasladado, marea mediante, hacia su destino final.
Hoy ocho años después la “Purincha” no tiene actividad, permisos específicos y corre serio riesgo de ser vendida por “falta de trabajo” como definen con tristeza, sus hacedores. “No pudimos generar trabajo, nunca tuvimos oportunidades de hacer lo que pretendíamos con el barco”, explica Antonio Purins.
“La idea era mía pero el proyecto lo hicimos con toda mi familia. Aposté todo ahí. Logré armarlo, busqué el técnico y el ingeniero que trabajaba en el Astillero. En ese momento estaba el “uno a uno” y era todo más accesible en lo que respecto al acero”.
Purins reconoció que el proyecto avanzó con esfuerzo y limitaciones pero con aspectos avanzados. “La mecánica me la habían donado de un barco que se llamaba “Quequén Salado” y todos esos fierros que para ellos eran viejos, a mí me sirvieron”.
Y explicó que el objetivo de “La Purincha” una vez finalizada, era realizar diversas actividades afines al mar, incluyendo al turismo y la pesca. “Y muchas cosas más porque en el mar hay infinidad de cosas por hacer”. Y explicó que se requiere de continuidad de trabajo para que la sustentabilidad sea posible.
“Prefectura nos pide que hagamos una sola cosa y que nos quedemos ahí. Es cierto que un petrolero no puede convertirse en un crucero. Nosotros trabajamos en la zona costera rada-ría y la embarcación puede ser multipropósito teniendo siempre en cuenta el tema de seguridad”.
“Se puede llevar gente –dijo Purins- a hacer pesca deportiva; volver y a la vez, realizar maricultura o turismo. Por qué no realizar una u otra si se toman los recaudos. No quieren que hagamos varias actividades con una sola embarcación, no me dan ningún permiso. El barco es de servicio, de suministros pero no puedo encasillarme en una actividad”.
La familia propietaria lamenta que el barco permanezca anclado y sin actividad, imposibilitado de conseguir papeles y envuelto en un enredo administrativo que condiciona su futuro. “Las exigencias son cada vez más. Cuando se aprobaron todos los trámites, tenía una balsa con su rampa correspondiente y ahora nos piden dos que inclusive tiene un vencimiento anual. Nos piden cosas que no se pueden cumplir”. “Como están las cosas –reconoció Purins- tengo que vender. Porque estoy sólo, solamente con mi hija y mi señora. Los problemas empezaron en la orilla del mar”. El ideólogo de “La Purincha” pidió que la situación del barco se visualice pero especialmente que se apoye las iniciativas locales ligadas con el mar.
“No solamente es por mí. Está todo parado y así nadie puede hacer nada. Lo que necesitaría es que si hay alguien con algún proyecto y el entiende que el barco le sirve, yo estoy y colaboro”, cerró Purins, de profesión soldador y vecino de Km. 8.
“Más voluntad que plata”
El barco se construyó “con más voluntad que plata” en el patio de la casa familiar durante diez años con aporte de materiales, dedicación y horas de dedicación impagables. No hubo ayuda oficial y eso le permitió valorizar aún más su obra, comparable con velero Gandul, construido por un grupo de jóvenes y que tripulado por ellos mismos, con Gustavo Díaz Melogno como capitán, recorrió el mundo y llegó al Puerto de Palos al cumplirse 500 años del Descubrimiento de América.
Purins –quien trabajaba en reparaciones navales- lo asumió como “un gusto”, una obra propia que tenía que ver con su padre, un inmigrante llegado de Letonia que fue pescador y adoró a la Patagonia por su mar.
Se utilizó como “base” de la construcción a un barco noruego y se forjó con hierro marino F24. “La Purincha” está apto para prestar todo tipo de servicios, inclusive turísticos y sólo requiere de la matrícula o licencia habilitante que otorga Prefectura Naval Argentina. Tiene 16,7 metros de eslora; 5,5 de manga; 12 metros de altura con un puntal de 2,70. Cuenta con todas la comodidades de este tipo de embarcaciones, casi una “casa” en el mar. Puede adaptarse como unidad de apoyo costero, remolque, paseos y transporte en general pero hoy, sin cumplir ninguna de éstas prestaciones corre riesgo de ser vendido.
Por Ismael Tebes / @IsmaTebes
El barco artesanal “La Purincha” representa una historia familia, lanzada al mar. Desde un taller de Kilómetro 8, Antonio Purins y su familia hicieron realidad un proyecto que primero pareció titánico pero terminó siendo el símbolo de constructores y aventureros.
El barco diseñado y ensamblado en zona norte, tuvo una acompañamiento popular el día de su bautismo, cuando su gigantesca estructura recorrió el barrio hasta llegar a las costas de Playa Marina en cercanías del Faro San Jorge. Allí, debió habilitarse un camino con máquinas viales para que éste puede ser trasladado, marea mediante, hacia su destino final.
Hoy ocho años después la “Purincha” no tiene actividad, permisos específicos y corre serio riesgo de ser vendida por “falta de trabajo” como definen con tristeza, sus hacedores. “No pudimos generar trabajo, nunca tuvimos oportunidades de hacer lo que pretendíamos con el barco”, explica Antonio Purins.
“La idea era mía pero el proyecto lo hicimos con toda mi familia. Aposté todo ahí. Logré armarlo, busqué el técnico y el ingeniero que trabajaba en el Astillero. En ese momento estaba el “uno a uno” y era todo más accesible en lo que respecto al acero”.
Purins reconoció que el proyecto avanzó con esfuerzo y limitaciones pero con aspectos avanzados. “La mecánica me la habían donado de un barco que se llamaba “Quequén Salado” y todos esos fierros que para ellos eran viejos, a mí me sirvieron”.
Y explicó que el objetivo de “La Purincha” una vez finalizada, era realizar diversas actividades afines al mar, incluyendo al turismo y la pesca. “Y muchas cosas más porque en el mar hay infinidad de cosas por hacer”. Y explicó que se requiere de continuidad de trabajo para que la sustentabilidad sea posible.
“Prefectura nos pide que hagamos una sola cosa y que nos quedemos ahí. Es cierto que un petrolero no puede convertirse en un crucero. Nosotros trabajamos en la zona costera rada-ría y la embarcación puede ser multipropósito teniendo siempre en cuenta el tema de seguridad”.
“Se puede llevar gente –dijo Purins- a hacer pesca deportiva; volver y a la vez, realizar maricultura o turismo. Por qué no realizar una u otra si se toman los recaudos. No quieren que hagamos varias actividades con una sola embarcación, no me dan ningún permiso. El barco es de servicio, de suministros pero no puedo encasillarme en una actividad”.
La familia propietaria lamenta que el barco permanezca anclado y sin actividad, imposibilitado de conseguir papeles y envuelto en un enredo administrativo que condiciona su futuro. “Las exigencias son cada vez más. Cuando se aprobaron todos los trámites, tenía una balsa con su rampa correspondiente y ahora nos piden dos que inclusive tiene un vencimiento anual. Nos piden cosas que no se pueden cumplir”. “Como están las cosas –reconoció Purins- tengo que vender. Porque estoy sólo, solamente con mi hija y mi señora. Los problemas empezaron en la orilla del mar”. El ideólogo de “La Purincha” pidió que la situación del barco se visualice pero especialmente que se apoye las iniciativas locales ligadas con el mar.
“No solamente es por mí. Está todo parado y así nadie puede hacer nada. Lo que necesitaría es que si hay alguien con algún proyecto y el entiende que el barco le sirve, yo estoy y colaboro”, cerró Purins, de profesión soldador y vecino de Km. 8.
“Más voluntad que plata”
El barco se construyó “con más voluntad que plata” en el patio de la casa familiar durante diez años con aporte de materiales, dedicación y horas de dedicación impagables. No hubo ayuda oficial y eso le permitió valorizar aún más su obra, comparable con velero Gandul, construido por un grupo de jóvenes y que tripulado por ellos mismos, con Gustavo Díaz Melogno como capitán, recorrió el mundo y llegó al Puerto de Palos al cumplirse 500 años del Descubrimiento de América.
Purins –quien trabajaba en reparaciones navales- lo asumió como “un gusto”, una obra propia que tenía que ver con su padre, un inmigrante llegado de Letonia que fue pescador y adoró a la Patagonia por su mar.
Se utilizó como “base” de la construcción a un barco noruego y se forjó con hierro marino F24. “La Purincha” está apto para prestar todo tipo de servicios, inclusive turísticos y sólo requiere de la matrícula o licencia habilitante que otorga Prefectura Naval Argentina. Tiene 16,7 metros de eslora; 5,5 de manga; 12 metros de altura con un puntal de 2,70. Cuenta con todas la comodidades de este tipo de embarcaciones, casi una “casa” en el mar. Puede adaptarse como unidad de apoyo costero, remolque, paseos y transporte en general pero hoy, sin cumplir ninguna de éstas prestaciones corre riesgo de ser vendido.