Esquel: ofreció $ 40 mil para no ir a juicio por el maltrato a tres soldados

Era jefe en un Regimiento. Tres voluntarias lo denunciaron por sus insinuaciones sexuales. Ahora busca la probation.

Acusado. Castro Ramos ya no pertenece al Ejército y por eso busca suspender el juicio a prueba. En la imagen, en una de sus visitas al Juzgado.
23 AGO 2020 - 21:00 | Actualizado

Por Rolando Tobarez / @rtobarez

Un exmilitar procesado por coacción y maltrato arbitrario contra tres soldados voluntarias de Esquel ofreció pagarles 30 mil pesos y donar otros 10 mil a la Cooperadora del Hospital Zonal de esa localidad para no ser sometido a juicio oral y público. Pero el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia rechazó la oferta y el imputado apeló a la Cámara Federal de Casación Penal. Según el TOF, el acusado, Matías Castro Ramos, era funcionario público al momento de los hechos y no puede beneficiarse con la suspensión del juicio a prueba; para la defensa, en cambio, el imputado ya no pertenece al Ejército Argentino y por lo tanto está en condiciones de lograr la probation.

Los episodios ocurrieron en 2017 y 2018. Matías Castro Ramos era mayor y vivía en el barrio de Oficiales del Regimiento de Caballería de Exploración 3 “Coraceros General Pacheco” del Ejército Argentino, en la ciudad cordillerana. Era el segundo jefe.

Primera denuncia

La primera denuncia fue de Andrea. Primero recurrió a la Comisaría de la Mujer el 4 de abril de 2018. El 11, el Consejo Municipal de la Mujer de Esquel reenvió la presentación al Juzgado Federal de Guido Otranto.

Según su relato, desde su ingreso al Casino de Oficiales del Regimiento, en diciembre de 2017, el mayor la acosaba y le miraba el cuerpo insinuándole que le gustaba.

El episodio central ocurrió la tarde del 24 de febrero de 2018. Había un asado de oficiales y sus familias en el quincho del Casino. Andrea estaba de turno, sola en su cocina. Castro Ramos lo sabía: era segundo jefe. Al verlo se fue a la cocina y él la siguió. Ingresó, le preguntó cómo estaba y la miró. Ella se incomodó e intentó distraerse con su celular.

“Vení”, le dijo para que fueran al baño. Andrea pensaba que iba a pasar revista, La llevó a un lugar donde nadie podía verlos. Le preguntó por qué se ponía nerviosa cada vez que lo veía, le contestó que era jefe y ella voluntaria. Él preguntó si estaba segura si “había posibilidad”. Ella respondió que no. Castro Ramos le advirtió que no ceder le iba a causar consecuencias negativas.

A los diez minutos el mayor insistió en si estaba segura. Quería saber si lo había buscado en Facebook. Andrea de nuevo dijo no. Según la causa, el imputado terminó la conversación diciéndole: “¿Segura que no hay posibilidad?, muchas quieren pero nadie puede, si estás conmigo podés tener ventajas y sino atenete a las consecuencias, porque sabés bien como yo trato a los que se llevan mal conmigo”. Volvió a negarse.

Cuando todos se fueron del almuerzo, le envió un mensaje privado por Facebook extra laboral. Sólo decía “.” desde el perfil “Matías Castro Ramos”. La captura consta en el expediente.

Testigos

La soldado se lo contó a varias personas. Por ejemplo, dos compañeras comenzaron a recibir sus mensajes, asustada. Les contaba que su jefe le había dado a entender que debía pensarlo porque daba segundas oportunidades pero que sabía cómo era y qué le iba a pasar.

“La notaron muy asustada, lloraba desconsoladamente cada vez que relataba lo sucedido y muy nerviosa o incluso bloqueada o paralizada en presencia del imputado”.

Hubo varios testimonios similares. A Andrea la describieron “con ojos llorosos y en estado de shock porque le había dicho que era la última oportunidad que le daba para pensar si quería estar con él”.

Según otro relato de la causa, en una ocasión el mayor -de civil- hacía un control de rutina en el Casino. Solos en el baño, le pidió que le sostuviera sus anteojos y luego los tomó acariciándole la mano mientras le preguntaba por qué no lo miraba a los ojos. “El imputado habría propiciado un roce de manos que la incomodó. A partir de ese momento la notaron nerviosa, con miedo y que no quería quedarse sola en el Casino”.

También constan charlas en un grupo de WhatsApp donde se cuenta que su jefe la acosaba. Según la captura de pantalla, “todas sabían que el imputado ´la buscaba´”.

La mujer se lo transmitió a su superior jerárquico inmediato. No quería ni ver a Castro Ramos porque la alteraba. “El testigo a partir de ese momento procuró que Andrea no estuviera sola en el Casino”. Contó que fue maltratada y humillada públicamente con comentarios como: “¿En qué está pensando? ¿En las pelotas de San Pedro?”.

“No sólo se evidencia la amenaza sino también la notoria afectación emocional que provocó en la víctima”, escribió el juez Otranto.

Según el informe del Servicio de Asistencia a la Víctima del Delito, la víctima “tenía un evidente estado de angustia”. Tuvo ataques de pánico y empezó a bajarle la presión cuando estaba en formación. Hasta se desmayó. La eximieron por prescripción médica de tareas de pie un tiempo prolongado.

El 4 de abril, Andrea pasó la novedad que había hecho la denuncia ante la Comisaría de la Mujer. Un superior contó que “ese día, llorando y alterada, le dijo que se sentía muy mal cada vez que lo veía”.

En una reunión con sus jefes, incluido el jefe del Escuadrón, les contó que “no se sentía bien y que no podía estar tranquila porque era acosada”. La notaron compungida y muy nerviosa. Debieron tranquilizarla y ordenarle que fuera a la Sección Sanidad. Al otro día comenzó la investigación administrativa interna. “Se la notó más nerviosa y en estado de shock”. La médica le dijo al juez que los síntomas estaban vinculados con el acoso.

Diagnósticos

Según registros médicos militares fue atendida por crisis de angustia y estrés post trauma. Se le diagnosticó un trastorno adaptativo con depresión y ansiedad, vinculados a un “problema laboral”. Todas las profesionales arribaron a similares diagnósticos. El cuadro incluyó trastornos alimentarios y de sueño, y taquicardias. Era posible un Trastorno de Estrés Agudo. “Era probable que lo traumático no radicara en la severidad de los hechos sino en su sistematicidad bajo una estructura jerárquica asimétrica”. Su psicóloga asentó que no estaba en condiciones de trabajar.

Según la Dirección de Orientación, Acompañamiento y Protección de las Víctimas del Ministerio Público Fiscal de la Nación, fue víctima de violencia de género al padecer acoso sexual por parte de su superior jerárquico en el ámbito laboral, quien uso técnicas de persuasión coercitivas con la finalidad de ejercer su control y sometimiento. “Hubo un deterioro en su autoestima, temor y ataques de pánico”.

“Uno trata de darle una mano pero usted se niega a hacer lo que tiene que hacer”

Rita era soldado voluntaria. A las 2 de una noche de 2016 estaba en una instrucción en la carpa Puesto de Comando junto con otra compañera. Matías Castro Ramos era oficial. Les habló de forma incorrecta para su jerarquía: se reía, cambiaba el tono y les dijo que si hacían lo que “ellas ya sabían” iban a poder acceder a la Escuela de Suboficiales. Incómodas, se negaron.

Según consta en la causa, se acercaron al jefe de la Sección Comunicaciones, que pasó con su jeep. Le comentaron que salieron incómodas de la carpa con la excusa de ir al baño porque el acusado les decía cosas que no correspondían y se tocaba los genitales. “Se habían sentido incómodas, hubo una especie de roce o manoseo”. El jefe a su vez le avisó a la responsable de la Sección Arsenales del Escuadrón, quien fue a la carpa y se las llevó diciendo que debían descansar. Estaban ambas solas con el acusado. “Percibió que estaban muy nerviosas y luego le comentaron que hubo roces impropios con las piernas de una”.

Castro Ramos comenzó a enviarle a Rita mensajes privados por Facebook halagando su foto de perfil. Ante la falta de respuesta le escribió: “Por qué no me contesta soldado”, reasumiendo su rol jerárquico.

Según la causa empezó a ser más riguroso en público -la maltrataba, constantemente le llamaba la atención y la castigaba- pero en privado usaba un tono conciliador para convencerla.

Noche de invierno

Una noche en el Puesto de Guardia 3 en el invierno de 2017, el mayor se presentó para alistarla –término militar para una evaluación oral o física-. La hizo tomar posición dos veces: arrastrarse cuerpo a tierra de un punto a otro. Era a la intemperie y en un sector con un charco. Rita debió quedarse con ropa mojada y con frío hasta el final de la guardia. El imputado le dijo: “Usted sabe por qué la hago alistarse dos veces, porque usted se me niega mucho, uno trata de darle una mano para que pueda hacer lo que usted quiere, pero se niega a hacer lo que se tiene que hacer”. Sabía que estaba interesada en ingresar a la Escuela de Suboficiales.

Un suboficial mayor, a cargo de la guardia, acreditó que esa noche Castro Ramos y la soldado estuvieron solos “generando un escenario propicio para expresarle la frase”.

Este testigo acompañaba al militar a la revisación puesto por puesto. Pero al llegar al de Rita le pidió que se adelantara al siguiente puesto, a 50 metros. Luego de un rato, el imputado le gritó para que volviera, reunió a toda la guardia, les explicó cómo era el alistamiento y le ordenó a ella que ejecute el ejercicio de toma y cambio de posición haciéndole recorrer 30 metros de distancia. No era una práctica habitual. El mayor envió al resto a descansar. “Estaba ofuscada y con bronca y le dijo que estaba cansada de que le dijera cosas”. Sólo en ese momento el testigo advirtió lo extraño del pedido de adelantarse para quedarse con Rita.

El juez Guido Otranto consideró acreditado que Castro Ramos se le insinuó sexualmente más de una vez, aprovechando su cargo. “Se evidencia el efecto emocional de impotencia que estas situaciones provocaron, trasluciéndose en los estados de bronca, angustia y miedo que los testigos le percibieron”.

Rita les contó estas insinuaciones a varios en el Regimiento. En 2017 en una reunión de superiores, contó que como ella se negaba, “se había presentado a comprobarla en la guardia y le había hecho hacer ejercicios para vengarse”. Se había puesto nerviosa y había pasado un mal momento.

Otro jerárquico se cruzó con Rita que salía llorando, nerviosa y corriendo de la Sección Comunicaciones. Le confesó que estaba cansada del acoso: Castro Ramos le hacía propuestas sexuales y se tocaba las partes íntimas al hablarle.

En esa ocasión estaba sola en la Sección y de nuevo la visitó para amenazarla si no accedía. Le había dicho que que podía ayudarla a ingresar a la Escuela de Suboficiales.

Hasta le mandó un mensaje a las 7: “Hola, buen día, ¿cómo está?”. Al testigo le llamó la atención porque un superior no se dirige así a una soldado. “Se notaba el miedo que le tiene y que cada vez que lo ve, se pone muy nerviosa”, dice en la causa.#

“Ejecutó violencia psicológica y sexual”

Tras dos meses de investigación, en agosto de 2018 el juez Guido Otranto procesó a Matías Castro Ramos por coacción contra Andrea y Denise, y maltrato arbitrario valiéndose de su autoridad militar en perjuicio de Rita. Le prohibió salir del país. Y decidió que no pudiera acercarse a menos a 100 metros de las soldados fuera del Regimiento. Tampoco podía darles órdenes ni ir al Casino. El acusado debía abstenerse de inspeccionar o visitar cualquier dependencia del Regimiento donde hubiera una soldado voluntaria.

Otranto concluyó que Castro Ramos cometió actos de violencia contra la mujer en los términos de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer. “Ejecutó actos de violencia psicológica y sexual, incluyendo el acoso. Hubo otras situaciones que si bien por sí mismas no son delito, configuran actos de violencia y su apreciación como tal es fundamental para situar el contexto de los hechos, potenciando sus efectos”. Sin testigos directos, “el testimonio de la víctima se jerarquiza otorgándosele un valor probatorio de fundamental relevancia”.

En el caso de Andrea y Denise, “no superan los 25 años, siendo en un caso el único sostén económico de familia”. De acuerdo a la causa, “las amenazas fueron proferidas sin motivos legítimos, en forma deliberada, en un contexto de especial vulnerabilidad de las víctimas por la asimetría jerárquica y por los antecedentes de violencia de género materializado en insinuaciones sexuales del mismo agresor, alcanzando la entidad suficiente para obligarlas a tolerar un alto nivel de malestar, miedo e incertidumbre en su ámbito laboral, en algunos casos incluso consecuencias perjudiciales en su estado de salud”.

Con Rita, “hubo uso abusivo de autoridad al hacer ejecutar en dos oportunidades un mismo ejercicio que la obligaba a un despliegue físico simulando una situación de combate, haciéndole ver claramente que no buscaba perfeccionar la ejecución del movimiento sino para que supiera lo que implicaba que se negara a mantener relaciones sexuales con él”.#

El descargo de Castro Ramos

En su indagatoria del 6 de junio, Matías Castro Ramos declaró que las denuncias “no eran casuales sino que tenían como objetivo perjudicarlo porque bajo su mando se aplicaba el reglamento y mucha gente había dejado de obtener beneficios que no le correspondían dentro del Regimiento”.

“Conmigo podés tocar el cielo o el infierno”

Denise declaró que una noche de 2017 era soldado voluntaria de refuerzo de turno del Casino. Volvía tras limpiar una cabaña y se cruzó a Castro Ramos. Se saludaron y él le dijo: “Sabés que conmigo podés tocar el cielo o el infierno”. Luego le solicitó amistad por Facebook. Comenzó a mandarle mensajes preguntándole cómo estaba y las novedades del Casino. Respondió sin darles mayor importancia.

Empezó a recibir llamadas en su celular. No prestó atención. Por WhatsApp, el imputado le preguntó por qué no lo atendía y le avisó que iba a pasar revista al Casino.

Arrinconada

Esa misma noche, el exmilitar le pidió que lo acompañara a realizar el control y, en el recorrido por las habitaciones del exterior, la arrinconó en un baño. Le dijo que no se hiciera problema porque nadie se iba a enterar. Ella gritó, él retrocedió y la dejó salir.

Cuando el imputado se fue, se lo comentó a otra soldado y le mostró los mensajes. De acuerdo al expediente, Denise creía que se había enojado por no contestar los mensajes de Facebook. Pero su compañera le dijo que era incorrecto y que debía pasar la novedad.

La denunciante se fue a terminar su trabajo a una cabaña. Volvió el mayor, que había escuchado la charla con la otra soldado. Le repitió que le podía hacer vivir el cielo o el infierno y borró los mensajes de WhatsApp y Facebook.

“Miedo”

Según relató el encargado del Casino, la víctima le contó que Castro Ramos le enviaba mensajes con cosas extra laborales. “No correspondían y tenía miedo de tener algún problema”, testimonió. En la causa constan las capturas de pantalla de Facebook, desde el mismo perfil que le escribía a Andrea, la primera denunciante. “La conocía, buscó generar un vínculo informal e incluso que le facilitó su celular personal”. El imputado estaba especialmente interesado en saber si Denise estaba en el Casino.

Mi cuerpo no

Incluso en una ocasión el teniente 1º jefe del Escuadrón le dijo que la iba sancionar. Pero a media hora se presentó Castro Ramos: podía sacarle la sanción si entregaba “algo” a cambio. En noviembre de 2017 Denise pidió irse al Liceo Militar General Roca de Comodoro Rivadavia. Se sentía perseguida. Prefería mudarse y “no negociar su cuerpo”.#

* Los nombres de las denunciantes se modificaron para proteger su privacidad.

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Acusado. Castro Ramos ya no pertenece al Ejército y por eso busca suspender el juicio a prueba. En la imagen, en una de sus visitas al Juzgado.
23 AGO 2020 - 21:00

Por Rolando Tobarez / @rtobarez

Un exmilitar procesado por coacción y maltrato arbitrario contra tres soldados voluntarias de Esquel ofreció pagarles 30 mil pesos y donar otros 10 mil a la Cooperadora del Hospital Zonal de esa localidad para no ser sometido a juicio oral y público. Pero el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia rechazó la oferta y el imputado apeló a la Cámara Federal de Casación Penal. Según el TOF, el acusado, Matías Castro Ramos, era funcionario público al momento de los hechos y no puede beneficiarse con la suspensión del juicio a prueba; para la defensa, en cambio, el imputado ya no pertenece al Ejército Argentino y por lo tanto está en condiciones de lograr la probation.

Los episodios ocurrieron en 2017 y 2018. Matías Castro Ramos era mayor y vivía en el barrio de Oficiales del Regimiento de Caballería de Exploración 3 “Coraceros General Pacheco” del Ejército Argentino, en la ciudad cordillerana. Era el segundo jefe.

Primera denuncia

La primera denuncia fue de Andrea. Primero recurrió a la Comisaría de la Mujer el 4 de abril de 2018. El 11, el Consejo Municipal de la Mujer de Esquel reenvió la presentación al Juzgado Federal de Guido Otranto.

Según su relato, desde su ingreso al Casino de Oficiales del Regimiento, en diciembre de 2017, el mayor la acosaba y le miraba el cuerpo insinuándole que le gustaba.

El episodio central ocurrió la tarde del 24 de febrero de 2018. Había un asado de oficiales y sus familias en el quincho del Casino. Andrea estaba de turno, sola en su cocina. Castro Ramos lo sabía: era segundo jefe. Al verlo se fue a la cocina y él la siguió. Ingresó, le preguntó cómo estaba y la miró. Ella se incomodó e intentó distraerse con su celular.

“Vení”, le dijo para que fueran al baño. Andrea pensaba que iba a pasar revista, La llevó a un lugar donde nadie podía verlos. Le preguntó por qué se ponía nerviosa cada vez que lo veía, le contestó que era jefe y ella voluntaria. Él preguntó si estaba segura si “había posibilidad”. Ella respondió que no. Castro Ramos le advirtió que no ceder le iba a causar consecuencias negativas.

A los diez minutos el mayor insistió en si estaba segura. Quería saber si lo había buscado en Facebook. Andrea de nuevo dijo no. Según la causa, el imputado terminó la conversación diciéndole: “¿Segura que no hay posibilidad?, muchas quieren pero nadie puede, si estás conmigo podés tener ventajas y sino atenete a las consecuencias, porque sabés bien como yo trato a los que se llevan mal conmigo”. Volvió a negarse.

Cuando todos se fueron del almuerzo, le envió un mensaje privado por Facebook extra laboral. Sólo decía “.” desde el perfil “Matías Castro Ramos”. La captura consta en el expediente.

Testigos

La soldado se lo contó a varias personas. Por ejemplo, dos compañeras comenzaron a recibir sus mensajes, asustada. Les contaba que su jefe le había dado a entender que debía pensarlo porque daba segundas oportunidades pero que sabía cómo era y qué le iba a pasar.

“La notaron muy asustada, lloraba desconsoladamente cada vez que relataba lo sucedido y muy nerviosa o incluso bloqueada o paralizada en presencia del imputado”.

Hubo varios testimonios similares. A Andrea la describieron “con ojos llorosos y en estado de shock porque le había dicho que era la última oportunidad que le daba para pensar si quería estar con él”.

Según otro relato de la causa, en una ocasión el mayor -de civil- hacía un control de rutina en el Casino. Solos en el baño, le pidió que le sostuviera sus anteojos y luego los tomó acariciándole la mano mientras le preguntaba por qué no lo miraba a los ojos. “El imputado habría propiciado un roce de manos que la incomodó. A partir de ese momento la notaron nerviosa, con miedo y que no quería quedarse sola en el Casino”.

También constan charlas en un grupo de WhatsApp donde se cuenta que su jefe la acosaba. Según la captura de pantalla, “todas sabían que el imputado ´la buscaba´”.

La mujer se lo transmitió a su superior jerárquico inmediato. No quería ni ver a Castro Ramos porque la alteraba. “El testigo a partir de ese momento procuró que Andrea no estuviera sola en el Casino”. Contó que fue maltratada y humillada públicamente con comentarios como: “¿En qué está pensando? ¿En las pelotas de San Pedro?”.

“No sólo se evidencia la amenaza sino también la notoria afectación emocional que provocó en la víctima”, escribió el juez Otranto.

Según el informe del Servicio de Asistencia a la Víctima del Delito, la víctima “tenía un evidente estado de angustia”. Tuvo ataques de pánico y empezó a bajarle la presión cuando estaba en formación. Hasta se desmayó. La eximieron por prescripción médica de tareas de pie un tiempo prolongado.

El 4 de abril, Andrea pasó la novedad que había hecho la denuncia ante la Comisaría de la Mujer. Un superior contó que “ese día, llorando y alterada, le dijo que se sentía muy mal cada vez que lo veía”.

En una reunión con sus jefes, incluido el jefe del Escuadrón, les contó que “no se sentía bien y que no podía estar tranquila porque era acosada”. La notaron compungida y muy nerviosa. Debieron tranquilizarla y ordenarle que fuera a la Sección Sanidad. Al otro día comenzó la investigación administrativa interna. “Se la notó más nerviosa y en estado de shock”. La médica le dijo al juez que los síntomas estaban vinculados con el acoso.

Diagnósticos

Según registros médicos militares fue atendida por crisis de angustia y estrés post trauma. Se le diagnosticó un trastorno adaptativo con depresión y ansiedad, vinculados a un “problema laboral”. Todas las profesionales arribaron a similares diagnósticos. El cuadro incluyó trastornos alimentarios y de sueño, y taquicardias. Era posible un Trastorno de Estrés Agudo. “Era probable que lo traumático no radicara en la severidad de los hechos sino en su sistematicidad bajo una estructura jerárquica asimétrica”. Su psicóloga asentó que no estaba en condiciones de trabajar.

Según la Dirección de Orientación, Acompañamiento y Protección de las Víctimas del Ministerio Público Fiscal de la Nación, fue víctima de violencia de género al padecer acoso sexual por parte de su superior jerárquico en el ámbito laboral, quien uso técnicas de persuasión coercitivas con la finalidad de ejercer su control y sometimiento. “Hubo un deterioro en su autoestima, temor y ataques de pánico”.

“Uno trata de darle una mano pero usted se niega a hacer lo que tiene que hacer”

Rita era soldado voluntaria. A las 2 de una noche de 2016 estaba en una instrucción en la carpa Puesto de Comando junto con otra compañera. Matías Castro Ramos era oficial. Les habló de forma incorrecta para su jerarquía: se reía, cambiaba el tono y les dijo que si hacían lo que “ellas ya sabían” iban a poder acceder a la Escuela de Suboficiales. Incómodas, se negaron.

Según consta en la causa, se acercaron al jefe de la Sección Comunicaciones, que pasó con su jeep. Le comentaron que salieron incómodas de la carpa con la excusa de ir al baño porque el acusado les decía cosas que no correspondían y se tocaba los genitales. “Se habían sentido incómodas, hubo una especie de roce o manoseo”. El jefe a su vez le avisó a la responsable de la Sección Arsenales del Escuadrón, quien fue a la carpa y se las llevó diciendo que debían descansar. Estaban ambas solas con el acusado. “Percibió que estaban muy nerviosas y luego le comentaron que hubo roces impropios con las piernas de una”.

Castro Ramos comenzó a enviarle a Rita mensajes privados por Facebook halagando su foto de perfil. Ante la falta de respuesta le escribió: “Por qué no me contesta soldado”, reasumiendo su rol jerárquico.

Según la causa empezó a ser más riguroso en público -la maltrataba, constantemente le llamaba la atención y la castigaba- pero en privado usaba un tono conciliador para convencerla.

Noche de invierno

Una noche en el Puesto de Guardia 3 en el invierno de 2017, el mayor se presentó para alistarla –término militar para una evaluación oral o física-. La hizo tomar posición dos veces: arrastrarse cuerpo a tierra de un punto a otro. Era a la intemperie y en un sector con un charco. Rita debió quedarse con ropa mojada y con frío hasta el final de la guardia. El imputado le dijo: “Usted sabe por qué la hago alistarse dos veces, porque usted se me niega mucho, uno trata de darle una mano para que pueda hacer lo que usted quiere, pero se niega a hacer lo que se tiene que hacer”. Sabía que estaba interesada en ingresar a la Escuela de Suboficiales.

Un suboficial mayor, a cargo de la guardia, acreditó que esa noche Castro Ramos y la soldado estuvieron solos “generando un escenario propicio para expresarle la frase”.

Este testigo acompañaba al militar a la revisación puesto por puesto. Pero al llegar al de Rita le pidió que se adelantara al siguiente puesto, a 50 metros. Luego de un rato, el imputado le gritó para que volviera, reunió a toda la guardia, les explicó cómo era el alistamiento y le ordenó a ella que ejecute el ejercicio de toma y cambio de posición haciéndole recorrer 30 metros de distancia. No era una práctica habitual. El mayor envió al resto a descansar. “Estaba ofuscada y con bronca y le dijo que estaba cansada de que le dijera cosas”. Sólo en ese momento el testigo advirtió lo extraño del pedido de adelantarse para quedarse con Rita.

El juez Guido Otranto consideró acreditado que Castro Ramos se le insinuó sexualmente más de una vez, aprovechando su cargo. “Se evidencia el efecto emocional de impotencia que estas situaciones provocaron, trasluciéndose en los estados de bronca, angustia y miedo que los testigos le percibieron”.

Rita les contó estas insinuaciones a varios en el Regimiento. En 2017 en una reunión de superiores, contó que como ella se negaba, “se había presentado a comprobarla en la guardia y le había hecho hacer ejercicios para vengarse”. Se había puesto nerviosa y había pasado un mal momento.

Otro jerárquico se cruzó con Rita que salía llorando, nerviosa y corriendo de la Sección Comunicaciones. Le confesó que estaba cansada del acoso: Castro Ramos le hacía propuestas sexuales y se tocaba las partes íntimas al hablarle.

En esa ocasión estaba sola en la Sección y de nuevo la visitó para amenazarla si no accedía. Le había dicho que que podía ayudarla a ingresar a la Escuela de Suboficiales.

Hasta le mandó un mensaje a las 7: “Hola, buen día, ¿cómo está?”. Al testigo le llamó la atención porque un superior no se dirige así a una soldado. “Se notaba el miedo que le tiene y que cada vez que lo ve, se pone muy nerviosa”, dice en la causa.#

“Ejecutó violencia psicológica y sexual”

Tras dos meses de investigación, en agosto de 2018 el juez Guido Otranto procesó a Matías Castro Ramos por coacción contra Andrea y Denise, y maltrato arbitrario valiéndose de su autoridad militar en perjuicio de Rita. Le prohibió salir del país. Y decidió que no pudiera acercarse a menos a 100 metros de las soldados fuera del Regimiento. Tampoco podía darles órdenes ni ir al Casino. El acusado debía abstenerse de inspeccionar o visitar cualquier dependencia del Regimiento donde hubiera una soldado voluntaria.

Otranto concluyó que Castro Ramos cometió actos de violencia contra la mujer en los términos de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer. “Ejecutó actos de violencia psicológica y sexual, incluyendo el acoso. Hubo otras situaciones que si bien por sí mismas no son delito, configuran actos de violencia y su apreciación como tal es fundamental para situar el contexto de los hechos, potenciando sus efectos”. Sin testigos directos, “el testimonio de la víctima se jerarquiza otorgándosele un valor probatorio de fundamental relevancia”.

En el caso de Andrea y Denise, “no superan los 25 años, siendo en un caso el único sostén económico de familia”. De acuerdo a la causa, “las amenazas fueron proferidas sin motivos legítimos, en forma deliberada, en un contexto de especial vulnerabilidad de las víctimas por la asimetría jerárquica y por los antecedentes de violencia de género materializado en insinuaciones sexuales del mismo agresor, alcanzando la entidad suficiente para obligarlas a tolerar un alto nivel de malestar, miedo e incertidumbre en su ámbito laboral, en algunos casos incluso consecuencias perjudiciales en su estado de salud”.

Con Rita, “hubo uso abusivo de autoridad al hacer ejecutar en dos oportunidades un mismo ejercicio que la obligaba a un despliegue físico simulando una situación de combate, haciéndole ver claramente que no buscaba perfeccionar la ejecución del movimiento sino para que supiera lo que implicaba que se negara a mantener relaciones sexuales con él”.#

El descargo de Castro Ramos

En su indagatoria del 6 de junio, Matías Castro Ramos declaró que las denuncias “no eran casuales sino que tenían como objetivo perjudicarlo porque bajo su mando se aplicaba el reglamento y mucha gente había dejado de obtener beneficios que no le correspondían dentro del Regimiento”.

“Conmigo podés tocar el cielo o el infierno”

Denise declaró que una noche de 2017 era soldado voluntaria de refuerzo de turno del Casino. Volvía tras limpiar una cabaña y se cruzó a Castro Ramos. Se saludaron y él le dijo: “Sabés que conmigo podés tocar el cielo o el infierno”. Luego le solicitó amistad por Facebook. Comenzó a mandarle mensajes preguntándole cómo estaba y las novedades del Casino. Respondió sin darles mayor importancia.

Empezó a recibir llamadas en su celular. No prestó atención. Por WhatsApp, el imputado le preguntó por qué no lo atendía y le avisó que iba a pasar revista al Casino.

Arrinconada

Esa misma noche, el exmilitar le pidió que lo acompañara a realizar el control y, en el recorrido por las habitaciones del exterior, la arrinconó en un baño. Le dijo que no se hiciera problema porque nadie se iba a enterar. Ella gritó, él retrocedió y la dejó salir.

Cuando el imputado se fue, se lo comentó a otra soldado y le mostró los mensajes. De acuerdo al expediente, Denise creía que se había enojado por no contestar los mensajes de Facebook. Pero su compañera le dijo que era incorrecto y que debía pasar la novedad.

La denunciante se fue a terminar su trabajo a una cabaña. Volvió el mayor, que había escuchado la charla con la otra soldado. Le repitió que le podía hacer vivir el cielo o el infierno y borró los mensajes de WhatsApp y Facebook.

“Miedo”

Según relató el encargado del Casino, la víctima le contó que Castro Ramos le enviaba mensajes con cosas extra laborales. “No correspondían y tenía miedo de tener algún problema”, testimonió. En la causa constan las capturas de pantalla de Facebook, desde el mismo perfil que le escribía a Andrea, la primera denunciante. “La conocía, buscó generar un vínculo informal e incluso que le facilitó su celular personal”. El imputado estaba especialmente interesado en saber si Denise estaba en el Casino.

Mi cuerpo no

Incluso en una ocasión el teniente 1º jefe del Escuadrón le dijo que la iba sancionar. Pero a media hora se presentó Castro Ramos: podía sacarle la sanción si entregaba “algo” a cambio. En noviembre de 2017 Denise pidió irse al Liceo Militar General Roca de Comodoro Rivadavia. Se sentía perseguida. Prefería mudarse y “no negociar su cuerpo”.#

* Los nombres de las denunciantes se modificaron para proteger su privacidad.


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