La lucha de Daniel Civitarreale

Es mecánico, vive en el barrio Inta de Trelew y padece mielitis, una enfermedad de la médula espinal que provoca síntomas motores, sensitivos y autonómicos. A pesar del dolor que sufre día a día, sigue trabajando y se empeña en salir adelante. “Soy una persona que siempre luchó por superarse”, dice.

27 NOV 2020 - 12:03 | Actualizado

Hay enfermedades que son irremediables y hay que aprender a convivir con ellas. Jornada Play se acercó al Barrio Inta de Trelew para escuchar la historia de Daniel Civitarreale, un mecánico laborioso que inesperadamente sufrió una patología severa que le cambió la vida para siempre.

“Soy una persona que siempre luchó por superarse”, dice Daniel. Desde su taller mecánico, lugar donde vive y trabaja, contó en detalle el episodio que dos años atrás acabó por darle un giro drástico a su vida. “Trabajaba de domingo a domingo, andaba a mil todos los días. De un día para otro, me encontré con esta enfermedad. Según los médicos, después de estar ocho meses buscando sin saber qué tenía, descubrieron que tenía mielitis aguda”.

La mielitis es una enfermedad caracterizada por la inflamación de la médula espinal. Se presenta con diversos síntomas: fiebre, malestares, dolor de cabeza, parestesia, pérdida parcial de movimientos voluntarios, entre otros. Esta patología le provocó una parálisis general en el cuerpo. Salió del hospital empujado en silla de ruedas, incapaz de moverse por su cuenta. Con el tiempo fue recuperando la movilidad de los brazos y la cabeza, e incluso tuvo que aprender a sentarse.

“Hay tres tipos de mielitis”, explica Daniel. “Dos tienen cura, y justo la que me agarró a mí no tiene cura. Estuve un año internado. De a poco fui agarrando equilibrio y fuerza”.

Su hija y su yerno se encargan de atenderlo diariamente. “Yo necesito dos personas para que me acuesten y me levanten. La parálisis es muy arriba, y si tuerzo la columna siento unos dolores insoportables”.

Los dolores no dan tregua y están presentes todos los días. Para mitigar el sufrimiento toma calmantes, que son apenas una solución temporal para esta enfermedad incurable. “Tomo tres pastillas. Si no las tengo, me muero del dolor”.

Un hombre optimista

Desde que le diagnosticaron esta enfermedad, su vida fue un verdadero suplicio. Tanto él como sus familiares tuvieron que adaptarse a una nueva forma de vivir. “La estábamos pasando muy mal. Mi yerno tuvo que abandonar el trabajo para atenderme. Mi hija sola no puede porque tiene dos nenas”. Solo su familia lo acompaña en las tareas cotidianas. “En estos casos no hay mucha ayuda social. No sabes qué hacer”.

Todos necesitan trabajar para vivir, por eso Daniel, a pesar del sufrimiento que padece, no abandona el trabajo en su taller. “Tengo que arriesgarme a todo o nada, porque no hay otra ayuda. O se te acaba la vida o salís adelante”.

Daniel es un hombre en el que reina el optimismo. “Siempre tuve sueños”, dice. “Cuando erraba en una cosa, al otro día me levantaba con otro objetivo”.

Se dedica a la mecánica desde siempre. “Soy mecánico de toda la vida”, asegura. Readaptó los espacios de su casa para instalar el taller, cuidando mantener una buena temperatura en los ambientes porque el frío es enemigo de su salud.

Actualmente trabaja con cajas de cambios, burros, alternadores y dirección hidráulica, que es lo que puede hacer arriba de los bancos. Para acompañarlo y tenerlo cerca, su yerno, dedicado a la albañilería, tuvo que reconvertirse y aprender el oficio de la mecánica. “Esas personas están perdiendo el tiempo con vos y uno se siente mal. Tuve que superar esas cosas”.

Los amigos también fueron partícipes de su reconstrucción anímica. “Tengo amigos que me han dado una mano, siempre tratan de traerme algún trabajito. Esos amigos son lo único que me queda. Bien o mal, nos estamos manteniendo”.

La ayuda necesaria

Daniel Civitarreale tramitó una pensión por discapacidad. Aunque agradece el aporte monetario, asegura que no es suficiente para paliar sus urgencias. “Estoy cobrando $17.000 por mes. No me cubre las necesidades, pero algo ayuda”.

¿Cómo ayudar en una situación así? Daniel, desde lo profundo de su corazón humilde, dice: “Si tienen algún trabajito, bienvenido sea. No me gusta pedir cosas, soy así de toda la vida. Hoy tenemos necesidades básicas y cualquier cosa viene bien. Lo que más quiero es continuar con trabajo”.

Esta terrible enfermedad no derrumbó su ánimo inquebrantable. Trabaja con metas fijas, no obstante advierte la precariedad de los instrumentos de contención social y la ausencia del Estado. “Tengo ideas de hacer un elevador para autos para poder hacer otras cosas. Pero para mí no hay créditos bancarios en ningún lado. No hay programas para gente así. Quiero hacer un taller montado para mis condiciones físicas, pero no hay nada, no existe, nadie se fijó en eso. Si yo quiero hacer un emprendimiento, no lo puedo hacer. Pienso en los pibes, los chicos que salen del colegio y quieren hacer un emprendimiento, pero no hay nada. La gente que tiene que hacer esos programas, no lo hace. Tiene que haber una fuente de inspiración para los trabajadores. Las líneas de crédito están para los que tienen plata y ya tienen todo hecho, no para el emprendedor”.

Su brillante ingenio fue la mejor solución ante la adversidad. “Tuve que fabricar herramientas caseras para trabajar”, dice. Cada día busca la forma de construir un mañana que valga la pena. “Es poca la ayuda que me ha llegado de toda clase. A veces uno necesita una palabra, y cuando la necesita pocas veces llega. Vamos a seguir luchando como podamos”.

27 NOV 2020 - 12:03

Hay enfermedades que son irremediables y hay que aprender a convivir con ellas. Jornada Play se acercó al Barrio Inta de Trelew para escuchar la historia de Daniel Civitarreale, un mecánico laborioso que inesperadamente sufrió una patología severa que le cambió la vida para siempre.

“Soy una persona que siempre luchó por superarse”, dice Daniel. Desde su taller mecánico, lugar donde vive y trabaja, contó en detalle el episodio que dos años atrás acabó por darle un giro drástico a su vida. “Trabajaba de domingo a domingo, andaba a mil todos los días. De un día para otro, me encontré con esta enfermedad. Según los médicos, después de estar ocho meses buscando sin saber qué tenía, descubrieron que tenía mielitis aguda”.

La mielitis es una enfermedad caracterizada por la inflamación de la médula espinal. Se presenta con diversos síntomas: fiebre, malestares, dolor de cabeza, parestesia, pérdida parcial de movimientos voluntarios, entre otros. Esta patología le provocó una parálisis general en el cuerpo. Salió del hospital empujado en silla de ruedas, incapaz de moverse por su cuenta. Con el tiempo fue recuperando la movilidad de los brazos y la cabeza, e incluso tuvo que aprender a sentarse.

“Hay tres tipos de mielitis”, explica Daniel. “Dos tienen cura, y justo la que me agarró a mí no tiene cura. Estuve un año internado. De a poco fui agarrando equilibrio y fuerza”.

Su hija y su yerno se encargan de atenderlo diariamente. “Yo necesito dos personas para que me acuesten y me levanten. La parálisis es muy arriba, y si tuerzo la columna siento unos dolores insoportables”.

Los dolores no dan tregua y están presentes todos los días. Para mitigar el sufrimiento toma calmantes, que son apenas una solución temporal para esta enfermedad incurable. “Tomo tres pastillas. Si no las tengo, me muero del dolor”.

Un hombre optimista

Desde que le diagnosticaron esta enfermedad, su vida fue un verdadero suplicio. Tanto él como sus familiares tuvieron que adaptarse a una nueva forma de vivir. “La estábamos pasando muy mal. Mi yerno tuvo que abandonar el trabajo para atenderme. Mi hija sola no puede porque tiene dos nenas”. Solo su familia lo acompaña en las tareas cotidianas. “En estos casos no hay mucha ayuda social. No sabes qué hacer”.

Todos necesitan trabajar para vivir, por eso Daniel, a pesar del sufrimiento que padece, no abandona el trabajo en su taller. “Tengo que arriesgarme a todo o nada, porque no hay otra ayuda. O se te acaba la vida o salís adelante”.

Daniel es un hombre en el que reina el optimismo. “Siempre tuve sueños”, dice. “Cuando erraba en una cosa, al otro día me levantaba con otro objetivo”.

Se dedica a la mecánica desde siempre. “Soy mecánico de toda la vida”, asegura. Readaptó los espacios de su casa para instalar el taller, cuidando mantener una buena temperatura en los ambientes porque el frío es enemigo de su salud.

Actualmente trabaja con cajas de cambios, burros, alternadores y dirección hidráulica, que es lo que puede hacer arriba de los bancos. Para acompañarlo y tenerlo cerca, su yerno, dedicado a la albañilería, tuvo que reconvertirse y aprender el oficio de la mecánica. “Esas personas están perdiendo el tiempo con vos y uno se siente mal. Tuve que superar esas cosas”.

Los amigos también fueron partícipes de su reconstrucción anímica. “Tengo amigos que me han dado una mano, siempre tratan de traerme algún trabajito. Esos amigos son lo único que me queda. Bien o mal, nos estamos manteniendo”.

La ayuda necesaria

Daniel Civitarreale tramitó una pensión por discapacidad. Aunque agradece el aporte monetario, asegura que no es suficiente para paliar sus urgencias. “Estoy cobrando $17.000 por mes. No me cubre las necesidades, pero algo ayuda”.

¿Cómo ayudar en una situación así? Daniel, desde lo profundo de su corazón humilde, dice: “Si tienen algún trabajito, bienvenido sea. No me gusta pedir cosas, soy así de toda la vida. Hoy tenemos necesidades básicas y cualquier cosa viene bien. Lo que más quiero es continuar con trabajo”.

Esta terrible enfermedad no derrumbó su ánimo inquebrantable. Trabaja con metas fijas, no obstante advierte la precariedad de los instrumentos de contención social y la ausencia del Estado. “Tengo ideas de hacer un elevador para autos para poder hacer otras cosas. Pero para mí no hay créditos bancarios en ningún lado. No hay programas para gente así. Quiero hacer un taller montado para mis condiciones físicas, pero no hay nada, no existe, nadie se fijó en eso. Si yo quiero hacer un emprendimiento, no lo puedo hacer. Pienso en los pibes, los chicos que salen del colegio y quieren hacer un emprendimiento, pero no hay nada. La gente que tiene que hacer esos programas, no lo hace. Tiene que haber una fuente de inspiración para los trabajadores. Las líneas de crédito están para los que tienen plata y ya tienen todo hecho, no para el emprendedor”.

Su brillante ingenio fue la mejor solución ante la adversidad. “Tuve que fabricar herramientas caseras para trabajar”, dice. Cada día busca la forma de construir un mañana que valga la pena. “Es poca la ayuda que me ha llegado de toda clase. A veces uno necesita una palabra, y cuando la necesita pocas veces llega. Vamos a seguir luchando como podamos”.


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