Feria Regional Artesanal de El Bolsón, garantía de originalidad para los turistas

27 FEB 2021 - 20:08 | Actualizado

Aún cuando los propios artesanos reconocen que “este verano las ventas no estuvieron a la altura de otros años. Hubo mucha gente, pero limitada en los gastos”, la feria regional de El Bolsón volvió a ser el centro neurálgico para el turismo que llegó a la Comarca Andina.

Al frente de la organización interna, Mario Lombi valoró que “somos una de las principales ferias de Sudamérica y además un espacio de encuentro para los lugareños”. Acerca de la temporada estival, evaluó que “el turismo que está en la región no tiene el poder adquisitivo de otras épocas. Llegan con ganas de hacer un montón de cosas, pero luego se tienen que limitar a lo que realmente le alcanza. Igual celebramos que la gente haya podido salir”.

Con más de 41 años de existencia, la mística continúa: “Los viajeros vienen a buscar aquellas imágenes de los hippies y el rock and roll que fundaron la feria en la década del ’70. Acá lo raro difiere mucho del resto del país, pero la mezcla de coloridos y la diversidad hace que en El Bolsón todo esto sea natural, aún con los cambios políticos y económicos que nos han atravesado en todos estos años”, agregó Lombi.

Al respecto, graficó que “la gente viene a encontrarse con estas expresiones y a llevarse una porción de nuestra cultura. Arrancamos con dos puestitos a un costado del banco Nación, donde la gente de Mallín Ahogado venía al pueblo a vender el excedente de sus huertas y después se comenzaron a sumar los artistas, porque por aquellos tiempos la zona estaba llena de pintores, escultores, que se encontraban con la dificultad de poder vender sus obras, por los tamaños y valores. Terminaron reduciendo el tamaño y les dimos el nombre de artesanías”, recordó.

Acerca de la conformación étnica de la feria, catalogó que “somos una amalgama social impresionante, que no se encuentra en otra parte del país, aunque no vivimos en una anarquía. Es muy diversa y totalmente heterogénea, un pilar fundamental para el desarrollo de esta comunidad”.

“Hoy somos todos trabajadores de las artesanías, productores de distintos estratos sociales. Gente nacida acá, otros venidos, una diversidad enorme. El hippie de El Bolsón pasó a ser un concepto antiguo, aunque siempre el turista puede descubrir alguno”, se ríe “Pancho” Grunow, quien elabora pipas de madera de radal.

En el año 1979 se institucionalizó la Feria Regional de El Bolsón mediante la ordenanza 214, que prácticamente fue creada por los propios feriantes. Inicialmente, un grupo de artesanos y productores del área rural se reunieron como “un hecho espontáneo y efímero”, según palabras de Agustín Porro, uno de sus fundadores. El objetivo era “exponer y vender el fruto del quehacer de los trabajadores y garantizar su autenticidad”, premisas que se mantienen hasta estos días.

Mercado mundial

Es uno de los mercados turísticos más famosos del mundo y cuenta con unos 500 puestos permanentes, donde exponen artesanos y productores de El Bolsón, Lago Puelo, El Hoyo, Cholila, Epuyén, El Maitén y Ñorquinco. Funciona en torno a la plaza Pagano (con los protocolos biosanitarios correspondientes), los martes, jueves, sábados y domingos, de 10 a 18, y también los feriados. Durante el verano, suele recibir más de 5 mil visitantes por día.

Allí se ofrecen trabajos en madera, cuero, metal, lana, cerámica, vitreaux, flores secas; más los dulces, chocolates, verduras, chutney, alfajores, frutas finas, quesos, sahumerios, cervezas, vinos y licores. Al amplio abanico de puestos se suman los libros de autores locales, instrumentos musicales, cuchillos forjados a mano y las velas artesanales de distintos tamaños, cosmética y perfumes exquisitos. De la mano de la naturaleza obtienen las materias primas que, combinadas, “nos ayudan a cuidar y tratar nuestro cuerpo de forma saludable”.

La oferta también incluye cremas, jabones, tinturas, aceites y desodorantes. Entre los preparados, las flores y esencias del bosque cercano tienen un lugar preponderante. En coincidencia, se suman los números artísticos y una variada propuesta gastronómica. Por supuesto, tampoco falta “la bruja” que tira las cartas del tarot y malabaristas de todo tipo.

Ahora, la esperanza está puesta en la próxima Semana Santa, esperando “la llegada de muchos turistas, que nos permita hacer un colchoncito para pasar el invierno”.

“La plata de la feria queda en El Bolsón, son cientos de familias que viven acá y lo que ganan lo gastan en los comercios locales. Sería muy difícil cuantificar los ingresos, más allá de que durante enero y febrero son volúmenes interesantes, pero durante el resto del año se convierte en una economía de subsistencia, apenas el manguito para pagar la luz y lo mínimo para mantener a la familia”, reseña Grunow.

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27 FEB 2021 - 20:08

Aún cuando los propios artesanos reconocen que “este verano las ventas no estuvieron a la altura de otros años. Hubo mucha gente, pero limitada en los gastos”, la feria regional de El Bolsón volvió a ser el centro neurálgico para el turismo que llegó a la Comarca Andina.

Al frente de la organización interna, Mario Lombi valoró que “somos una de las principales ferias de Sudamérica y además un espacio de encuentro para los lugareños”. Acerca de la temporada estival, evaluó que “el turismo que está en la región no tiene el poder adquisitivo de otras épocas. Llegan con ganas de hacer un montón de cosas, pero luego se tienen que limitar a lo que realmente le alcanza. Igual celebramos que la gente haya podido salir”.

Con más de 41 años de existencia, la mística continúa: “Los viajeros vienen a buscar aquellas imágenes de los hippies y el rock and roll que fundaron la feria en la década del ’70. Acá lo raro difiere mucho del resto del país, pero la mezcla de coloridos y la diversidad hace que en El Bolsón todo esto sea natural, aún con los cambios políticos y económicos que nos han atravesado en todos estos años”, agregó Lombi.

Al respecto, graficó que “la gente viene a encontrarse con estas expresiones y a llevarse una porción de nuestra cultura. Arrancamos con dos puestitos a un costado del banco Nación, donde la gente de Mallín Ahogado venía al pueblo a vender el excedente de sus huertas y después se comenzaron a sumar los artistas, porque por aquellos tiempos la zona estaba llena de pintores, escultores, que se encontraban con la dificultad de poder vender sus obras, por los tamaños y valores. Terminaron reduciendo el tamaño y les dimos el nombre de artesanías”, recordó.

Acerca de la conformación étnica de la feria, catalogó que “somos una amalgama social impresionante, que no se encuentra en otra parte del país, aunque no vivimos en una anarquía. Es muy diversa y totalmente heterogénea, un pilar fundamental para el desarrollo de esta comunidad”.

“Hoy somos todos trabajadores de las artesanías, productores de distintos estratos sociales. Gente nacida acá, otros venidos, una diversidad enorme. El hippie de El Bolsón pasó a ser un concepto antiguo, aunque siempre el turista puede descubrir alguno”, se ríe “Pancho” Grunow, quien elabora pipas de madera de radal.

En el año 1979 se institucionalizó la Feria Regional de El Bolsón mediante la ordenanza 214, que prácticamente fue creada por los propios feriantes. Inicialmente, un grupo de artesanos y productores del área rural se reunieron como “un hecho espontáneo y efímero”, según palabras de Agustín Porro, uno de sus fundadores. El objetivo era “exponer y vender el fruto del quehacer de los trabajadores y garantizar su autenticidad”, premisas que se mantienen hasta estos días.

Mercado mundial

Es uno de los mercados turísticos más famosos del mundo y cuenta con unos 500 puestos permanentes, donde exponen artesanos y productores de El Bolsón, Lago Puelo, El Hoyo, Cholila, Epuyén, El Maitén y Ñorquinco. Funciona en torno a la plaza Pagano (con los protocolos biosanitarios correspondientes), los martes, jueves, sábados y domingos, de 10 a 18, y también los feriados. Durante el verano, suele recibir más de 5 mil visitantes por día.

Allí se ofrecen trabajos en madera, cuero, metal, lana, cerámica, vitreaux, flores secas; más los dulces, chocolates, verduras, chutney, alfajores, frutas finas, quesos, sahumerios, cervezas, vinos y licores. Al amplio abanico de puestos se suman los libros de autores locales, instrumentos musicales, cuchillos forjados a mano y las velas artesanales de distintos tamaños, cosmética y perfumes exquisitos. De la mano de la naturaleza obtienen las materias primas que, combinadas, “nos ayudan a cuidar y tratar nuestro cuerpo de forma saludable”.

La oferta también incluye cremas, jabones, tinturas, aceites y desodorantes. Entre los preparados, las flores y esencias del bosque cercano tienen un lugar preponderante. En coincidencia, se suman los números artísticos y una variada propuesta gastronómica. Por supuesto, tampoco falta “la bruja” que tira las cartas del tarot y malabaristas de todo tipo.

Ahora, la esperanza está puesta en la próxima Semana Santa, esperando “la llegada de muchos turistas, que nos permita hacer un colchoncito para pasar el invierno”.

“La plata de la feria queda en El Bolsón, son cientos de familias que viven acá y lo que ganan lo gastan en los comercios locales. Sería muy difícil cuantificar los ingresos, más allá de que durante enero y febrero son volúmenes interesantes, pero durante el resto del año se convierte en una economía de subsistencia, apenas el manguito para pagar la luz y lo mínimo para mantener a la familia”, reseña Grunow.


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