El Cobra, el auto de los sueños que tardó en llegar

Un apasionado de la mecánica y los autos americanos terminó de armar en su taller de Rada Tilly un Shelby Cobra, emblemático auto americano de los 60’. Pieza por pieza, Fernando Cárdenas lo asume como “un sueño sobre ruedas” que le demandó tres años, múltiples adaptaciones y una experiencia “sin precio”.

Tras 40 años de paciente tarea, Fernando Cárdenas ya disfruta del Ford Cobra y el valor del sueño cumplido.
24 ABR 2021 - 20:23 | Actualizado

Por Ismael Tebes

Desde el sonido único del motor ocho cilindros (nunca menos), su brillo deslumbrante de corte “videoclip”y sus piezas únicas, el BiscayneRoadster o Ford Cobra Argentino cobró vida. Hecho y ensamblado pieza por pieza, Fernando Cárdenas dice haber elaborado para sí el auto que podría comprar cualquier persona con recursos y algo de fanatismo. Y aunque lo sabe, el valor del sueño cumplido y la pasión por los autos es un “plus” inevitable que el simplifica, con un paseo biplaza por las calles de Rada Tilly, inspirando a otros sueños “dormidos” en el tiempo. “Me pone contento es que esto sea una muestra positiva para la gente que persigue un proyecto durante mucho tiempo ya sean artísticos, deportivos o personales”.

Fernando asume cumplir muchas “horas-taller” porque desde su niñez, los “fierros” le dieron la pasión y el conocimiento que mantiene y alimenta a los 42. “No había internet, ni redes sociales apenas llegaban algunas revistas importadas sobre autos. La primera vez que lo ví, dije “lo quiero” y fue un capricho de toda la vida. Siempre la fui dejando para después pero nunca dejé de preguntar, de indagar y de recopilar datos”, contó Fernando en el programa “Fase Cero” (Cadena Tiempo Comodoro).

El Cobra tiene estructura y estética de Europa hasta que Carroll Shelby, un ex piloto de Fórmula Uno Fórmula 1 en los 50’ y ganador de las 24 Horas de Le Mans (1959) propuso motorizarlo en Estados Unidos. “Ese auto ganaba muchas carreras y llamaba la atención no solamente en las pistas sino en las calles. Ahí se fue forjando la leyenda del Cobra con la evolución de la mecánica y la tecnología. Tenía mucha potencia pero se tornó inmanejable, dejó de construirse pero al convertirse casi en un objeto de culto, muchas personas comenzaron en el mundo a fabricarlo”.

Cárdenas comenzó a adquirir partes y accesorios en Estados Unidos con el propósito de comprar posteriormente el chasis y la carrocería. El proyecto continuó en Don Torcuato, en el taller de Osvaldo Bessia con Ricardo “Richard” Meza, quien falleciera después de terminado el trabajo, como guía y referente. “Tuvieron la deferencia de invitarme a su taller, me explicaron cómo es el proceso; estación por estación y recién ahí lo ví más posible y más tangible”.

Esto demandó realizar tareas puntuales en la ciudad y viajar al menos, una vez por mes para trabajar en el auto durante tres o cuatro días sin dejar de cumplir con las obligaciones laborales. “Cuando el Cobra estuvo terminado en un setenta por ciento, decidí traerlo y terminarlo en el garaje de mi casa”. El chasis está hecho en estructura de caño estructural reticulado; tiene tracción trasera y un motor Ford americano de ocho cilindros y de cinco litros prácticamente stándart. El Cobra radatilense tiene además dos plazas; caja de quinta y suspensión independiente en las cuatro ruedas; llantas de aluminio; interiores en cuero e inclusive un cinturón de seguridad de cuatro puntos tipo competición. El volante y el tablero son réplicas del Cobra Americano; pesa 900 kilos y supera largamente los 200 kilómetros por hora. Apto para la calle o la ruta y ágil para cualquier pista que se presente. “Dobla como un Scalectric, va derechito. Es un Sport muy atractivo para manejar y muy llamativo”, describe Fernando.

La pieza terminada le representa más orgullo que valor material. Dice que el auto tiene “más trabajo que plata” y que nunca llevó un control preciso del dinero invertido. “Armé otros autos antiguos pero éste era especial. Soy un aficionado de la mecánica y me apasionan los autos americanos de los ’50, leer y conocer sobre los motores ocho cilindros y las carrocerías enormes”.

Valor agregado Patagonia. Fernando Cárdenas reconoce que a pesar de la tecnología aplicada a la producción industrial en la región, muchas instancias de su proyecto pudieron desarrollarse en la ciudad. “Me dí cuenta que a muchas cosas las podríamos haber hecho nosotros y que por estar lejos de todo y no tener acceso, había que fabricarlas ya que muchas cosas del auto fueron hechas a mano”.

Y resalta el sentido de que el trabajo y la dedicación puede matar cualquier billetera. “Si se va con todo el dinero quizás el auto salga mucha plata pero cuando lo arma uno, es por gusto y por carecer justamente de ese dinero”. Poner el auto en la calle le llevó alrededor de tres años aunque con otros recursos se debió terminar quizás en seis meses. “Nunca cuantifiqué en plata el armado de los vehículos porque es un pozo sin fondo. Y hay cosas que no se pueden contabilizar como repuestos que no se consiguen; piezas que se adaptan y es ahí donde aparecen de la nada personas “gauchas” que te lo regalan. Yo digo que el auto tiene dos butacas pero llevo como a sesenta personas, por la cantidad de manos que me he encontrado en el camino tanto acá como en Buenos Aires”.

Y sin vueltas, describe que “la experiencia y los buenos momentos que he pasado armando éste auto, superan lo que es el valor económico del Cobra”.

Al final, la realidad le termina de nuevo ganando a la ilusión. “La mejor manera de que los proyectos se cumplan, simplemente es concretándolos”. Fuente: RTN/M. Levicoy.

Tras 40 años de paciente tarea, Fernando Cárdenas ya disfruta del Ford Cobra y el valor del sueño cumplido.
24 ABR 2021 - 20:23

Por Ismael Tebes

Desde el sonido único del motor ocho cilindros (nunca menos), su brillo deslumbrante de corte “videoclip”y sus piezas únicas, el BiscayneRoadster o Ford Cobra Argentino cobró vida. Hecho y ensamblado pieza por pieza, Fernando Cárdenas dice haber elaborado para sí el auto que podría comprar cualquier persona con recursos y algo de fanatismo. Y aunque lo sabe, el valor del sueño cumplido y la pasión por los autos es un “plus” inevitable que el simplifica, con un paseo biplaza por las calles de Rada Tilly, inspirando a otros sueños “dormidos” en el tiempo. “Me pone contento es que esto sea una muestra positiva para la gente que persigue un proyecto durante mucho tiempo ya sean artísticos, deportivos o personales”.

Fernando asume cumplir muchas “horas-taller” porque desde su niñez, los “fierros” le dieron la pasión y el conocimiento que mantiene y alimenta a los 42. “No había internet, ni redes sociales apenas llegaban algunas revistas importadas sobre autos. La primera vez que lo ví, dije “lo quiero” y fue un capricho de toda la vida. Siempre la fui dejando para después pero nunca dejé de preguntar, de indagar y de recopilar datos”, contó Fernando en el programa “Fase Cero” (Cadena Tiempo Comodoro).

El Cobra tiene estructura y estética de Europa hasta que Carroll Shelby, un ex piloto de Fórmula Uno Fórmula 1 en los 50’ y ganador de las 24 Horas de Le Mans (1959) propuso motorizarlo en Estados Unidos. “Ese auto ganaba muchas carreras y llamaba la atención no solamente en las pistas sino en las calles. Ahí se fue forjando la leyenda del Cobra con la evolución de la mecánica y la tecnología. Tenía mucha potencia pero se tornó inmanejable, dejó de construirse pero al convertirse casi en un objeto de culto, muchas personas comenzaron en el mundo a fabricarlo”.

Cárdenas comenzó a adquirir partes y accesorios en Estados Unidos con el propósito de comprar posteriormente el chasis y la carrocería. El proyecto continuó en Don Torcuato, en el taller de Osvaldo Bessia con Ricardo “Richard” Meza, quien falleciera después de terminado el trabajo, como guía y referente. “Tuvieron la deferencia de invitarme a su taller, me explicaron cómo es el proceso; estación por estación y recién ahí lo ví más posible y más tangible”.

Esto demandó realizar tareas puntuales en la ciudad y viajar al menos, una vez por mes para trabajar en el auto durante tres o cuatro días sin dejar de cumplir con las obligaciones laborales. “Cuando el Cobra estuvo terminado en un setenta por ciento, decidí traerlo y terminarlo en el garaje de mi casa”. El chasis está hecho en estructura de caño estructural reticulado; tiene tracción trasera y un motor Ford americano de ocho cilindros y de cinco litros prácticamente stándart. El Cobra radatilense tiene además dos plazas; caja de quinta y suspensión independiente en las cuatro ruedas; llantas de aluminio; interiores en cuero e inclusive un cinturón de seguridad de cuatro puntos tipo competición. El volante y el tablero son réplicas del Cobra Americano; pesa 900 kilos y supera largamente los 200 kilómetros por hora. Apto para la calle o la ruta y ágil para cualquier pista que se presente. “Dobla como un Scalectric, va derechito. Es un Sport muy atractivo para manejar y muy llamativo”, describe Fernando.

La pieza terminada le representa más orgullo que valor material. Dice que el auto tiene “más trabajo que plata” y que nunca llevó un control preciso del dinero invertido. “Armé otros autos antiguos pero éste era especial. Soy un aficionado de la mecánica y me apasionan los autos americanos de los ’50, leer y conocer sobre los motores ocho cilindros y las carrocerías enormes”.

Valor agregado Patagonia. Fernando Cárdenas reconoce que a pesar de la tecnología aplicada a la producción industrial en la región, muchas instancias de su proyecto pudieron desarrollarse en la ciudad. “Me dí cuenta que a muchas cosas las podríamos haber hecho nosotros y que por estar lejos de todo y no tener acceso, había que fabricarlas ya que muchas cosas del auto fueron hechas a mano”.

Y resalta el sentido de que el trabajo y la dedicación puede matar cualquier billetera. “Si se va con todo el dinero quizás el auto salga mucha plata pero cuando lo arma uno, es por gusto y por carecer justamente de ese dinero”. Poner el auto en la calle le llevó alrededor de tres años aunque con otros recursos se debió terminar quizás en seis meses. “Nunca cuantifiqué en plata el armado de los vehículos porque es un pozo sin fondo. Y hay cosas que no se pueden contabilizar como repuestos que no se consiguen; piezas que se adaptan y es ahí donde aparecen de la nada personas “gauchas” que te lo regalan. Yo digo que el auto tiene dos butacas pero llevo como a sesenta personas, por la cantidad de manos que me he encontrado en el camino tanto acá como en Buenos Aires”.

Y sin vueltas, describe que “la experiencia y los buenos momentos que he pasado armando éste auto, superan lo que es el valor económico del Cobra”.

Al final, la realidad le termina de nuevo ganando a la ilusión. “La mejor manera de que los proyectos se cumplan, simplemente es concretándolos”. Fuente: RTN/M. Levicoy.