Editorial / Con las urnas vacías de propuestas

Enojo con la clase política, desinterés por cambiar las cosas y clima de pandemia. Los tres principales ingredientes que tendrá el menú electoral de hoy en Chubut no son una buena noticia para nadie.

11 SEP 2021 - 20:52 | Actualizado

Hay un cuarto elemento, no menos importante: la campaña anodina, silenciosa, sin debates ni propuestas que la mayoría de los aspirantes a senadores y diputados nacionales llevó a cabo.

El combo que la democracia tiene hoy para ofrecer no parece ser muy atractivo. Mucho menos para una elección de “medio término”, que siempre despierta menos atención que una en la que se cambia el destino de un municipio, una provincia o el país.

Las elecciones de cargos legislativos nacionales únicamente, que se realizan cada cuatro años, han venido perdiendo interés hace tiempo. Al menos en Chubut. Por ejemplo, en las PASO de las legislativas de 2013 (con un candidato fuerte como Mario Das Neves que pugnaba por volver a ser gobernador dos años después) fue a votar el 76% del electorado.

Cuatro años después, en 2017 (con Mariano Arcioni ungido por el propio Das Neves, Gustavo Menna como esperanza de Cambiemos y Ricardo Fueyo impuesto con fórceps por Carlos Linares), sólo fue a votar el 72%, uno de los porcentajes más bajos desde el regreso de la democracia en 1983. ¿Seguirá la tendencia a la baja?

Ideas, abstenerse

En Chubut, además de todas las falencias descriptas, la oferta electoral es de las menos atractivas en mucho tiempo. No por la cantidad -habrá nueve listas en disputa- sino por la calidad de las propuestas.

El peronismo, que siempre fue un espacio en donde los liderazgos fuertes y las propuestas esperanzadoras llenaban las urnas de votos, es hoy una pyme electoral en donde un puñado de dirigentes se disputa el poder. No el de 2021 sino el de 2023.

La falsa “unidad”, que igual no pudo evitar que hoy haya una primaria con una lista impulsada por mujeres, se juega una parada difícil porque no se trata de sacar más votos que el resto este domingo –algo que probablemente ocurra-, sino de llegar al 14 de noviembre con alguna expectativa. Desde el vamos, aquel resultado implicará una derrota porque desde 2019 el peronismo en varias de sus formas controla las tres bancas de senadores por Chubut y desde el 10 de diciembre, y no es pronóstico sino matemática pura, tendrá por lo menos una menos. Y puede ser peor.

La alianza de Juntos por el Cambio tampoco llega de la mejor manera. Al menos, tendrá una PASO con tres sectores bien definidos y competencia, que casi siempre es una buena señal. Pero la dura disputa que esta última semana mantuvieron los líderes del PRO con los del radicalismo, dejará heridos. Muchos. Dónde llevarán las ambulancias los votos que se dispersen tras las primarias es la clave que, en gran parte, explicará el resultado de la general dentro de ocho semanas.

La tercera pata de esta mesa enclenque es la lista que impulsa el Gobierno provincial. Sin mucho más para ofrecer que el resto en cuanto a propuestas, llega a las PASO con expectativas y cabezas de listas en gestión y alto nivel de conocimiento en el electorado. No parece ser suficiente para dar el batacazo pero terciar en la discusión es algo que hace seis meses no se lo imaginaba ni el más optimista.

¿Y los trabajadores?

Estas elecciones legislativas tienen otro aspecto subyacente para el común de la gente pero que viene generando debate interno en los partidos –y coaliciones- más extendidas territorialmente, sobre todo en el peronismo. Es la falta de representatividad de un sostén histórico de estos movimientos como lo son las organizaciones gremiales, que por designio de Perón llegaron a tener el 33% de representatividad en las listas del PJ.

No es un tema de Chubut, únicamente. También el cierre de listas en los grandes distritos electorales generó disgusto en los sectores gremiales. Esta semana en el portal Nación Trabajadora, la investigadora del CONICET (CITRA/UMET) y profesora de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), Ana Natalucci, escribió un ensayo sobre el punto. “Hay algunos aspectos de la construcción de la ‘unidad’ del Frente de Todes que dejan entrever una ‘elitización partidaria’”, afirmó.

Según Natalucci, la transición del peronismo de una lógica movimientista a la de una coalición viene causando tensión entre las ramas internas para las que el propio Perón pensó un reparto equitativo del poder partidario. “Una coalición no es un movimiento –agrega la investigadora del CONICET-, tiene socios mayoritarios y minoritarios en función de su caudal electoral, extensión de su militancia o de su capacidad de daño. Estos socios a su vez están conformados sobre armados inestables, que también tienen tensiones y no siempre mecanismos definidos para dirimirlas. Y además cada uno de estos sectores no responde por antonomasia al jefe del Ejecutivo, sino que sigue haciéndolo a su jefe político”. Evidentemente, esa transición del movimiento a una coalición no está resuelta.

Tampoco se puede soslayar la complejidad y fragmentación que reviste hoy el campo sindical. Pero no es menos cierto que el actual Gobierno nacional ha elegido eludir a los gremios, no sólo en términos electorales sino en cuestiones de fondo que beneficien a los trabajadores. “Está claro que una política laboral eficiente no es sólo un conjunto de postulados generales en torno a ‘cuidar el empleo’, sino el desarrollo de las capacidades estatales para su cumplimiento”, dice Natalucci. Y es imposible no coincidir.

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11 SEP 2021 - 20:52

Hay un cuarto elemento, no menos importante: la campaña anodina, silenciosa, sin debates ni propuestas que la mayoría de los aspirantes a senadores y diputados nacionales llevó a cabo.

El combo que la democracia tiene hoy para ofrecer no parece ser muy atractivo. Mucho menos para una elección de “medio término”, que siempre despierta menos atención que una en la que se cambia el destino de un municipio, una provincia o el país.

Las elecciones de cargos legislativos nacionales únicamente, que se realizan cada cuatro años, han venido perdiendo interés hace tiempo. Al menos en Chubut. Por ejemplo, en las PASO de las legislativas de 2013 (con un candidato fuerte como Mario Das Neves que pugnaba por volver a ser gobernador dos años después) fue a votar el 76% del electorado.

Cuatro años después, en 2017 (con Mariano Arcioni ungido por el propio Das Neves, Gustavo Menna como esperanza de Cambiemos y Ricardo Fueyo impuesto con fórceps por Carlos Linares), sólo fue a votar el 72%, uno de los porcentajes más bajos desde el regreso de la democracia en 1983. ¿Seguirá la tendencia a la baja?

Ideas, abstenerse

En Chubut, además de todas las falencias descriptas, la oferta electoral es de las menos atractivas en mucho tiempo. No por la cantidad -habrá nueve listas en disputa- sino por la calidad de las propuestas.

El peronismo, que siempre fue un espacio en donde los liderazgos fuertes y las propuestas esperanzadoras llenaban las urnas de votos, es hoy una pyme electoral en donde un puñado de dirigentes se disputa el poder. No el de 2021 sino el de 2023.

La falsa “unidad”, que igual no pudo evitar que hoy haya una primaria con una lista impulsada por mujeres, se juega una parada difícil porque no se trata de sacar más votos que el resto este domingo –algo que probablemente ocurra-, sino de llegar al 14 de noviembre con alguna expectativa. Desde el vamos, aquel resultado implicará una derrota porque desde 2019 el peronismo en varias de sus formas controla las tres bancas de senadores por Chubut y desde el 10 de diciembre, y no es pronóstico sino matemática pura, tendrá por lo menos una menos. Y puede ser peor.

La alianza de Juntos por el Cambio tampoco llega de la mejor manera. Al menos, tendrá una PASO con tres sectores bien definidos y competencia, que casi siempre es una buena señal. Pero la dura disputa que esta última semana mantuvieron los líderes del PRO con los del radicalismo, dejará heridos. Muchos. Dónde llevarán las ambulancias los votos que se dispersen tras las primarias es la clave que, en gran parte, explicará el resultado de la general dentro de ocho semanas.

La tercera pata de esta mesa enclenque es la lista que impulsa el Gobierno provincial. Sin mucho más para ofrecer que el resto en cuanto a propuestas, llega a las PASO con expectativas y cabezas de listas en gestión y alto nivel de conocimiento en el electorado. No parece ser suficiente para dar el batacazo pero terciar en la discusión es algo que hace seis meses no se lo imaginaba ni el más optimista.

¿Y los trabajadores?

Estas elecciones legislativas tienen otro aspecto subyacente para el común de la gente pero que viene generando debate interno en los partidos –y coaliciones- más extendidas territorialmente, sobre todo en el peronismo. Es la falta de representatividad de un sostén histórico de estos movimientos como lo son las organizaciones gremiales, que por designio de Perón llegaron a tener el 33% de representatividad en las listas del PJ.

No es un tema de Chubut, únicamente. También el cierre de listas en los grandes distritos electorales generó disgusto en los sectores gremiales. Esta semana en el portal Nación Trabajadora, la investigadora del CONICET (CITRA/UMET) y profesora de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), Ana Natalucci, escribió un ensayo sobre el punto. “Hay algunos aspectos de la construcción de la ‘unidad’ del Frente de Todes que dejan entrever una ‘elitización partidaria’”, afirmó.

Según Natalucci, la transición del peronismo de una lógica movimientista a la de una coalición viene causando tensión entre las ramas internas para las que el propio Perón pensó un reparto equitativo del poder partidario. “Una coalición no es un movimiento –agrega la investigadora del CONICET-, tiene socios mayoritarios y minoritarios en función de su caudal electoral, extensión de su militancia o de su capacidad de daño. Estos socios a su vez están conformados sobre armados inestables, que también tienen tensiones y no siempre mecanismos definidos para dirimirlas. Y además cada uno de estos sectores no responde por antonomasia al jefe del Ejecutivo, sino que sigue haciéndolo a su jefe político”. Evidentemente, esa transición del movimiento a una coalición no está resuelta.

Tampoco se puede soslayar la complejidad y fragmentación que reviste hoy el campo sindical. Pero no es menos cierto que el actual Gobierno nacional ha elegido eludir a los gremios, no sólo en términos electorales sino en cuestiones de fondo que beneficien a los trabajadores. “Está claro que una política laboral eficiente no es sólo un conjunto de postulados generales en torno a ‘cuidar el empleo’, sino el desarrollo de las capacidades estatales para su cumplimiento”, dice Natalucci. Y es imposible no coincidir.


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