El piloto que iba y venía de Malvinas “a ciegas”

Alejandro Cagliolo era piloto de la Aviación naval. Fue uno de los que mantuvo el contacto entre el continente y las islas en plena guerra. “En los aviones no teníamos nada, solo llevábamos una pistola de señales por si nos caíamos al agua, nada más”, recuerda.

01 ABR 2022 - 21:11 | Actualizado

Por Mario Gaggero, Redacción Jornada

“A 40 años debo decir que durante un tiempo muy largo la sociedad argentina le dio la espalda al tema Malvinas y a los excombatientes. La historia y el tiempo están decantando las cosas, sacando los condicionamientos políticos, y dejando lo que hizo cada uno. Lentamente está reconociendo las cosas como fueron y lo que hizo cada uno. Estamos mejor que antes”. Lo afirmó Alejandro Cagliolo, piloto de la cuadrilla de sostén móvil de la Aviación Naval.

Es uno de los hombres que voló a ciegas para mantener el contacto entre continente y las islas. “Es un recuerdo duro. Son fechas que me duelen mucho; somos excombatientes y los únicos héroes son quienes quedaron allá porque todos ofrecimos la vida y sólo algunos la dejaron. Son los verdaderos héroes y nosotros somos excombatientes que hicimos lo que debíamos y yo cumplí con mi deber”.

Como piloto de la aviación naval tuvo misiones antes, durante y después del conflicto para ser sostén logístico móvil que implicaba mover gente y cosas. Desarrolló misiones comprometidos en la búsqueda de los náufragos del crucero ARA General Belgrano y en operaciones de exploración con precarios medios electrónicos.

Cagliolo comenzó su relación con las Islas Malvinas el mismo 2 de abril cuando piloteando su avión se trasladó a la base Comandante Espora. “A la tripulación del avión se nos dio la información que se había efectuado la Operación Rosario; salimos a Río Grande y desde allí a Malvinas donde aterrizamos en el aeropuerto de Puerto Argentino que recién estaba tomado”.

“Nuestro avión estaba configurado todo con camillas por la idea era que podía llegar a haber muchos heridos” recordó.

Tras la recuperación de las islas la Aviación Naval se centró en evacuar gente al continente. Esta tarea se mantuvo hasta que “Inglaterra determinó que todo buque o avión que se acercase iba a ser considerado hostil. Allí se cierra el acceso normal a Malvinas aunque se sigue operando pero con otro tipo de riesgo. En los aviones no teníamos nada, solo llevábamos una pistola de señales por si nos caíamos al agua, nada más”.

Se estableció una nueva estrategia para intentar mantener la conectividad con las islas que se iban a interrumpir dependiendo de las posibilidades de volar. “No todos los días podíamos cumplir con el vuelo. Teníamos poca o nula información de la actividad enemiga en la zona. Podíamos encontrarnos volando a Malvinas y cruzarnos con algún buque inglés que no sabíamos dónde estaba porque la Argentina no tenía capacidad de detectar a los buques y decirnos dónde estaba. Todos los días teníamos que tratar de ir pero frente a la falta de información lo único que nos guiaban eran los hechos concretos”.

Cagliolo graficó que “muchas veces estábamos iniciando el vuelo e informaban desde Malvinas que lo estaban bombardeando; en otras en medio del trayecto de ida nos decían que había actividad en la zona y nos teníamos que volver. No todas las veces que salíamos llegábamos a Malvinas y en otras tuvimos que anular el vuelo”.

Las condiciones en el aeropuerto no eran las ideales pero se sorteaban para poder cumplir con las misiones. “La pista era muy limitada para nuestro avión porque tenía el largo justo. Con los días hubo un ataque aéreo y una bomba dejó la mitad del ancho inutilizada” señaló Cagliolo.

Las operaciones eran nocturnas. “Apenas se prendían las luces el fuego inglés comenzaba porque sabían que estaba por llegar algún avión. Hacíamos operaciones muy riesgosas porque era con la mitad del ancho de las pistas, de noche y donde ya no importaban las condiciones meteorológicas porque el volar el avión era parte de nuestro cuerpo”.

Por decisión propia “volábamos con el overol común y las botas comunes. Por comodidad decidimos prescindir del equipo que, teóricamente, nos iba a salvar la vida si nos caíamos al agua. Hacíamos el análisis: si nos bajaban no había nada que buscar y si nos caíamos en medio de la noche íbamos a durar 20 minutos pero todo estaba perdido. Era preferible vivir con tranquilidad que morir incómodo”.

Cagliolo recordó su última presencia en Malvinas: “Fue en los días previos a la rendición. La sensación fue totalmente diferente a la vivida el 2 de abril donde era de triunfalismo. Era el día y la noche”.

01 ABR 2022 - 21:11

Por Mario Gaggero, Redacción Jornada

“A 40 años debo decir que durante un tiempo muy largo la sociedad argentina le dio la espalda al tema Malvinas y a los excombatientes. La historia y el tiempo están decantando las cosas, sacando los condicionamientos políticos, y dejando lo que hizo cada uno. Lentamente está reconociendo las cosas como fueron y lo que hizo cada uno. Estamos mejor que antes”. Lo afirmó Alejandro Cagliolo, piloto de la cuadrilla de sostén móvil de la Aviación Naval.

Es uno de los hombres que voló a ciegas para mantener el contacto entre continente y las islas. “Es un recuerdo duro. Son fechas que me duelen mucho; somos excombatientes y los únicos héroes son quienes quedaron allá porque todos ofrecimos la vida y sólo algunos la dejaron. Son los verdaderos héroes y nosotros somos excombatientes que hicimos lo que debíamos y yo cumplí con mi deber”.

Como piloto de la aviación naval tuvo misiones antes, durante y después del conflicto para ser sostén logístico móvil que implicaba mover gente y cosas. Desarrolló misiones comprometidos en la búsqueda de los náufragos del crucero ARA General Belgrano y en operaciones de exploración con precarios medios electrónicos.

Cagliolo comenzó su relación con las Islas Malvinas el mismo 2 de abril cuando piloteando su avión se trasladó a la base Comandante Espora. “A la tripulación del avión se nos dio la información que se había efectuado la Operación Rosario; salimos a Río Grande y desde allí a Malvinas donde aterrizamos en el aeropuerto de Puerto Argentino que recién estaba tomado”.

“Nuestro avión estaba configurado todo con camillas por la idea era que podía llegar a haber muchos heridos” recordó.

Tras la recuperación de las islas la Aviación Naval se centró en evacuar gente al continente. Esta tarea se mantuvo hasta que “Inglaterra determinó que todo buque o avión que se acercase iba a ser considerado hostil. Allí se cierra el acceso normal a Malvinas aunque se sigue operando pero con otro tipo de riesgo. En los aviones no teníamos nada, solo llevábamos una pistola de señales por si nos caíamos al agua, nada más”.

Se estableció una nueva estrategia para intentar mantener la conectividad con las islas que se iban a interrumpir dependiendo de las posibilidades de volar. “No todos los días podíamos cumplir con el vuelo. Teníamos poca o nula información de la actividad enemiga en la zona. Podíamos encontrarnos volando a Malvinas y cruzarnos con algún buque inglés que no sabíamos dónde estaba porque la Argentina no tenía capacidad de detectar a los buques y decirnos dónde estaba. Todos los días teníamos que tratar de ir pero frente a la falta de información lo único que nos guiaban eran los hechos concretos”.

Cagliolo graficó que “muchas veces estábamos iniciando el vuelo e informaban desde Malvinas que lo estaban bombardeando; en otras en medio del trayecto de ida nos decían que había actividad en la zona y nos teníamos que volver. No todas las veces que salíamos llegábamos a Malvinas y en otras tuvimos que anular el vuelo”.

Las condiciones en el aeropuerto no eran las ideales pero se sorteaban para poder cumplir con las misiones. “La pista era muy limitada para nuestro avión porque tenía el largo justo. Con los días hubo un ataque aéreo y una bomba dejó la mitad del ancho inutilizada” señaló Cagliolo.

Las operaciones eran nocturnas. “Apenas se prendían las luces el fuego inglés comenzaba porque sabían que estaba por llegar algún avión. Hacíamos operaciones muy riesgosas porque era con la mitad del ancho de las pistas, de noche y donde ya no importaban las condiciones meteorológicas porque el volar el avión era parte de nuestro cuerpo”.

Por decisión propia “volábamos con el overol común y las botas comunes. Por comodidad decidimos prescindir del equipo que, teóricamente, nos iba a salvar la vida si nos caíamos al agua. Hacíamos el análisis: si nos bajaban no había nada que buscar y si nos caíamos en medio de la noche íbamos a durar 20 minutos pero todo estaba perdido. Era preferible vivir con tranquilidad que morir incómodo”.

Cagliolo recordó su última presencia en Malvinas: “Fue en los días previos a la rendición. La sensación fue totalmente diferente a la vivida el 2 de abril donde era de triunfalismo. Era el día y la noche”.