A un año de la partida del periodista Carlos Hughes / Se fue a conjugar verbos a otro lado

A un año de la muerte de Carlos Hughes.

Carlos Hughes. El Galenso. A un año de su dolorosa y absurda partida. Se lo quiere y se lo extraña tanto.
12 ABR 2022 - 21:21 | Actualizado

Se fue de puntillas. Sin avisarnos. Fue un hachazo invisible y doloroso. Y levantó vuelo. Hace exactamente un año, Carlos Hughes, el Galenso “Jius”, nos dejaba en este mundo terrenal y nos obligaba, sin querer, a vivirlo sin él. Pero antes de irse firmó su testamento: les dejó a los niños de la calle y de los hogares y a los dueños de los arrabales; ahí donde el barro se subleva, toda su inmensa fortuna: la semilla de su don de buena gente; de su talento y de hacer creer que las utopías pueden hacerse realidad. Y una descomunal ternura con la que vencíamos al final del día. Cuando cerraba el diario. Y un nuevo amanecer. Para todos. Con todos. Pero más, con él..

Carlos Daniel Hughes. Carlitos. O El Galenso “Jius” nació entre bochones y los fierros de su viejo, en el calor del hogar de su vieja, fuerte y en las peleas con su hermano como se pelea con un hermano; también fuerte. Tanto como se aman.

Y se hizo. Desde la primogenia Politécnica de Rawson hasta su sello inconfundible en la ENET de Trelew, llegó sin grandes sobresaltos a trabajar en medios gráficos, orales y televisivos de los medios de comunicación más importantes que existen en Chubut. Y no le tembló el pulso. Ni para su soberbia pluma, como tampoco para su carácter.

Se impuso por propia presencia, por contracción al trabajo y por su inagotable capacidad para derramar en la voz y en la tinta sus grandes dotes de escritor, en donde también hizo uso de su exquisita prosa.

En la prehistoria, había sido el fútbol, el box y el básquet. Después la edición y las novedosas plataformas virtuales hacia donde se encamina, inexorablemente, nuestra profesión.

Guste a quién le guste, pese a quien les pese y duela a quién le duela. Carlitos, el Galenso “Jius”, se modernizó, pero sin perder la esencia de ser lo que era: un periodista comprometido con la realidad de su tiempo. Fue (y es) el de la fina ironía, el del fanatismo por su Boca, aunque lo disimulaba (bastante poco), el del buen paladar de un buen vino y al amor inconmesurable de sus mellizos, quienes, sin dudas, habrán heredado algo tan elemental para caminar un sendero: la pasión. Por su tarea, por el deber cumplido y por el compañerismo.

Se sabía el germen de una amalgama extraordinaria entre lo sagrado y lo profano y que era necesario domiciliarse en un vínculo amoroso. Y que no hay pedagogía sin ternura. A ambas -la pedagogía y la ternura- las transmitía y las transpiraba cotidianamente.

Sin embargo toda esa energía un día se evaporó. Maldito día y con el sol en lo alto. Un 13 de abril de 2021 fue atropellado cuando habia salido a correr por las periferias de la ciudad que lo vio nacer y producto de los golpes recibidos falleció horas más tarde en el hospital que, algunas veces, lo vio desfilar con sus dolores a cuestas en su niñez y adolescencia. Dirán que fue una desgracia, una tragedia, un homicidio culposo o que la velocidad que el conductor le imprimió al vehículo que lo atropelló era alta y que la sanción deberá existir. Lo concreto es que sin su presencia diaria el rompecabezas de la condición humana no será igual. Se nos fue. Carlitos. Amigo. Compañero. El que fue capaz hasta en el último de sus suspiros de zambullirse en la risa fresca de algunos de nosotros. Que lo extrañamos a horrores; aunque esté sin estar.

Hace un año se fue a otro mundo, tal vez mejor, Carlos Daniel Hughes. Carlitos. El Galenso “Jius”. Y se fue a conjugar todos los verbos del mundo con otros afectos que se le adelantaron. Se lo extraña. Tanto...tanto que duele.

Carlos Hughes. El Galenso. A un año de su dolorosa y absurda partida. Se lo quiere y se lo extraña tanto.
12 ABR 2022 - 21:21

Se fue de puntillas. Sin avisarnos. Fue un hachazo invisible y doloroso. Y levantó vuelo. Hace exactamente un año, Carlos Hughes, el Galenso “Jius”, nos dejaba en este mundo terrenal y nos obligaba, sin querer, a vivirlo sin él. Pero antes de irse firmó su testamento: les dejó a los niños de la calle y de los hogares y a los dueños de los arrabales; ahí donde el barro se subleva, toda su inmensa fortuna: la semilla de su don de buena gente; de su talento y de hacer creer que las utopías pueden hacerse realidad. Y una descomunal ternura con la que vencíamos al final del día. Cuando cerraba el diario. Y un nuevo amanecer. Para todos. Con todos. Pero más, con él..

Carlos Daniel Hughes. Carlitos. O El Galenso “Jius” nació entre bochones y los fierros de su viejo, en el calor del hogar de su vieja, fuerte y en las peleas con su hermano como se pelea con un hermano; también fuerte. Tanto como se aman.

Y se hizo. Desde la primogenia Politécnica de Rawson hasta su sello inconfundible en la ENET de Trelew, llegó sin grandes sobresaltos a trabajar en medios gráficos, orales y televisivos de los medios de comunicación más importantes que existen en Chubut. Y no le tembló el pulso. Ni para su soberbia pluma, como tampoco para su carácter.

Se impuso por propia presencia, por contracción al trabajo y por su inagotable capacidad para derramar en la voz y en la tinta sus grandes dotes de escritor, en donde también hizo uso de su exquisita prosa.

En la prehistoria, había sido el fútbol, el box y el básquet. Después la edición y las novedosas plataformas virtuales hacia donde se encamina, inexorablemente, nuestra profesión.

Guste a quién le guste, pese a quien les pese y duela a quién le duela. Carlitos, el Galenso “Jius”, se modernizó, pero sin perder la esencia de ser lo que era: un periodista comprometido con la realidad de su tiempo. Fue (y es) el de la fina ironía, el del fanatismo por su Boca, aunque lo disimulaba (bastante poco), el del buen paladar de un buen vino y al amor inconmesurable de sus mellizos, quienes, sin dudas, habrán heredado algo tan elemental para caminar un sendero: la pasión. Por su tarea, por el deber cumplido y por el compañerismo.

Se sabía el germen de una amalgama extraordinaria entre lo sagrado y lo profano y que era necesario domiciliarse en un vínculo amoroso. Y que no hay pedagogía sin ternura. A ambas -la pedagogía y la ternura- las transmitía y las transpiraba cotidianamente.

Sin embargo toda esa energía un día se evaporó. Maldito día y con el sol en lo alto. Un 13 de abril de 2021 fue atropellado cuando habia salido a correr por las periferias de la ciudad que lo vio nacer y producto de los golpes recibidos falleció horas más tarde en el hospital que, algunas veces, lo vio desfilar con sus dolores a cuestas en su niñez y adolescencia. Dirán que fue una desgracia, una tragedia, un homicidio culposo o que la velocidad que el conductor le imprimió al vehículo que lo atropelló era alta y que la sanción deberá existir. Lo concreto es que sin su presencia diaria el rompecabezas de la condición humana no será igual. Se nos fue. Carlitos. Amigo. Compañero. El que fue capaz hasta en el último de sus suspiros de zambullirse en la risa fresca de algunos de nosotros. Que lo extrañamos a horrores; aunque esté sin estar.

Hace un año se fue a otro mundo, tal vez mejor, Carlos Daniel Hughes. Carlitos. El Galenso “Jius”. Y se fue a conjugar todos los verbos del mundo con otros afectos que se le adelantaron. Se lo extraña. Tanto...tanto que duele.


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