"Un pastor tiene que estar mezclado y participando de la vida de su pueblo"

El Papa Francisco sostuvo que "el pastor tiene que estar mezclado y participando de la vida de su pueblo" al referirse a la impronta que se propuso imprimir en la Iglesia Católica desde que fue ungido Pontífice, hace más de 9 años, y en ese sentido resaltó que él siempre hace "una distinción entre pastores de pueblo y clérigos de Estado".

01 JUL 2022 - 11:38 | Actualizado 01 JUL 2022 - 12:02

"A veces los curas tenemos la tentación de noviar demasiado con los poderes y ese no es el camino. El verdadero camino es el pastoreo: estar en medio de tu pueblo, delante de tu pueblo y detrás de tu pueblo", subrayó.

- Siempre fue un pastor, pero cómo transmitir esa Iglesia de pastores, esa Iglesia de la calle que le habla a los fieles. ¿Acaso hoy la fe es distinta? ¿El mundo tiene menos fe? ¿La fe se puede recuperar?

Me gusta hacer una distinción entre pastores de pueblo y clérigos de Estado. Clérigo de Estado es aquel de las cortes francesas, como Monsieur L'Abbé, y a veces los curas tenemos la tentación de noviar demasiado con los poderes y ese no es el camino. El verdadero camino es el pastoreo.

Estar en medio de tu pueblo, delante de tu pueblo y detrás de tu pueblo. Estar en medio para olerlo bien, para conocerlo bien, porque a vos te sacaron de ahí. Estar delante de tu pueblo para a veces marcar el ritmo. Y estar detrás de tu pueblo para ayudar a los rezagados y para dejar que camine solo para ver para dónde tira, porque las ovejas a veces tienen la intuición de saber dónde está el pasto. El pastor es eso.

Un pastor que esté solo delante del pueblo no va. Tiene que estar mezclado y participando de la vida de su pueblo. Si Dios te pone a pastorear es para que pastorees, no para que condenes. Dios vino acá para salvar, no para condenar. Eso lo dice San Pablo, no lo digo yo. Salvemos a la gente, no nos pongamos demasiado severos.

A algunos no les va a gustar lo que voy a decir: hay un capitel de la Basilica de Vèzelay, no me acuerdo si es 900 o 1100. Vos sabés que, en aquella época medieval, la catequesis se hacía con las esculturas, con los capiteles. La gente los veía y aprendía. Y un capitel de Vèzelay que me tocó mucho es el de un Judas ahorcado, el diablo tirándolo para abajo y, del otro lado, un buen pastor que lo agarra y se lo lleva con una sonrisa irónica.

Con eso le está enseñando al pueblo que Dios es más grande que tu pecado, que Dios es más grande que tu traición, que no te desesperes por las macanas que hiciste, que siempre hay alguien que te va a llevar sobre los hombros.

Es la mejor catequesis sobre la persona de Dios, la misericordia de Dios. Porque la misericordia de Dios no es un regalo que te da, es él mismo. No puede ser de otra manera. Cuando presentamos a ese Dios severo, que todo es castigo, no es nuestro Dios. Nuestro Dios es el de la misericordia, de la paciencia, el Dios que no se cansa de perdonar. Ese es nuestro Dios. No el que, a veces, desfiguramos los curas.

- Si la sociedad escucha a ese Dios y a ese pueblo que a veces no es escuchado, ¿considera que se podrá construir un discurso distinto, alternativo al discurso hegemónico?

-F: Sí, por supuesto. La hegemonía nunca es saludable. Quisiera hablar de algo antes de terminar: en nuestra vida litúrgica, en el Evangelio, está la huida a Egipto. Jesús tiene que escaparse, su padre y su madre, porque Herodes lo quiere matar.

Los Reyes Magos y toda esa historia. Entonces está la huida a Egipto, que tantas veces la pensamos como si fueran en carroza, tranquilos en un burrito. Resulta que, hace dos años, un pintor piamontés pensó en el drama de un papá siriano escapando con su hijo y dijo: "Ese es San José con el niño". Lo que sufre ese hombre es lo que sufrió San José en esa época. Es ese cuadro que está ahí, que me lo regaló.

01 JUL 2022 - 11:38

"A veces los curas tenemos la tentación de noviar demasiado con los poderes y ese no es el camino. El verdadero camino es el pastoreo: estar en medio de tu pueblo, delante de tu pueblo y detrás de tu pueblo", subrayó.

- Siempre fue un pastor, pero cómo transmitir esa Iglesia de pastores, esa Iglesia de la calle que le habla a los fieles. ¿Acaso hoy la fe es distinta? ¿El mundo tiene menos fe? ¿La fe se puede recuperar?

Me gusta hacer una distinción entre pastores de pueblo y clérigos de Estado. Clérigo de Estado es aquel de las cortes francesas, como Monsieur L'Abbé, y a veces los curas tenemos la tentación de noviar demasiado con los poderes y ese no es el camino. El verdadero camino es el pastoreo.

Estar en medio de tu pueblo, delante de tu pueblo y detrás de tu pueblo. Estar en medio para olerlo bien, para conocerlo bien, porque a vos te sacaron de ahí. Estar delante de tu pueblo para a veces marcar el ritmo. Y estar detrás de tu pueblo para ayudar a los rezagados y para dejar que camine solo para ver para dónde tira, porque las ovejas a veces tienen la intuición de saber dónde está el pasto. El pastor es eso.

Un pastor que esté solo delante del pueblo no va. Tiene que estar mezclado y participando de la vida de su pueblo. Si Dios te pone a pastorear es para que pastorees, no para que condenes. Dios vino acá para salvar, no para condenar. Eso lo dice San Pablo, no lo digo yo. Salvemos a la gente, no nos pongamos demasiado severos.

A algunos no les va a gustar lo que voy a decir: hay un capitel de la Basilica de Vèzelay, no me acuerdo si es 900 o 1100. Vos sabés que, en aquella época medieval, la catequesis se hacía con las esculturas, con los capiteles. La gente los veía y aprendía. Y un capitel de Vèzelay que me tocó mucho es el de un Judas ahorcado, el diablo tirándolo para abajo y, del otro lado, un buen pastor que lo agarra y se lo lleva con una sonrisa irónica.

Con eso le está enseñando al pueblo que Dios es más grande que tu pecado, que Dios es más grande que tu traición, que no te desesperes por las macanas que hiciste, que siempre hay alguien que te va a llevar sobre los hombros.

Es la mejor catequesis sobre la persona de Dios, la misericordia de Dios. Porque la misericordia de Dios no es un regalo que te da, es él mismo. No puede ser de otra manera. Cuando presentamos a ese Dios severo, que todo es castigo, no es nuestro Dios. Nuestro Dios es el de la misericordia, de la paciencia, el Dios que no se cansa de perdonar. Ese es nuestro Dios. No el que, a veces, desfiguramos los curas.

- Si la sociedad escucha a ese Dios y a ese pueblo que a veces no es escuchado, ¿considera que se podrá construir un discurso distinto, alternativo al discurso hegemónico?

-F: Sí, por supuesto. La hegemonía nunca es saludable. Quisiera hablar de algo antes de terminar: en nuestra vida litúrgica, en el Evangelio, está la huida a Egipto. Jesús tiene que escaparse, su padre y su madre, porque Herodes lo quiere matar.

Los Reyes Magos y toda esa historia. Entonces está la huida a Egipto, que tantas veces la pensamos como si fueran en carroza, tranquilos en un burrito. Resulta que, hace dos años, un pintor piamontés pensó en el drama de un papá siriano escapando con su hijo y dijo: "Ese es San José con el niño". Lo que sufre ese hombre es lo que sufrió San José en esa época. Es ese cuadro que está ahí, que me lo regaló.


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