La increíble historia del búho que se salvó de dos águilas y ahora pasea por Trelew

Lo estaban “devorando” en el medio de una ruta desierta. La que une Corcovado con Tecka. Lo dejaron ciego. “Tratamos de recuperarlo para que pueda volver a volar en libertad”, contó Gerardo Bulacios quien lo cuida en su casa, rodeado de plantas y pájaros inquietos.Va a todos lados con su rescatista.

Gerardo Bulacios y el ave. “El Chato” lo encontró en una ruta, muy lastimado. Lo lleva a todos lados con él.
23 JUL 2022 - 20:52 | Actualizado 23 JUL 2022 - 22:07

Por Carlos Guajardo / Especial para Jornada

Un mediodía de abril, una camioneta circulaba solitaria por la empedrada ruta que une Corcovado con Tecka. Ni una sombra, ni un alma. Pero si, algo que se percibía oscuro en el medio del camino. Un bulto negro del que emergieron como queriendo llegar lo más rápido al cielo dos grandes aves. Puntudas, ruidosas. Eran dos águilas a las que el sonido del motor de la camioneta no les permitió terminar con su venganza. En el medio de la ruta, un pequeño búho se retorcía peleando para que no le llegara tan rápido la muerte.

“Bajamos y lo levantamos. Estaba muy herido. La pareja de águilas se lo estaban comiendo. Lo pusimos en una caja. Estaba todo lastimado en la cabeza, en los ojos. Terminamos nuestro trabajo en el campo y lo trajimos. Fuimos a ver a la gente de fauna y a veterinarios. Le dimos medicamentos, lo cuidamos. Pero no tardamos en darnos cuenta que estaba ciego. Y asi estamos desde aquel abril. Tratando de recuperarlo para que alguna vez pueda volver a volar en libertad”.

Gerardo “Chato” Bulacios, el conocido vecino y militante político de Trelew es uno de los protagonistas de esta historia. No es común tener un búho en la casa. Y mucho menos cuidarlo, darle de comer y de beber, moverle las alas para mantenerlo algo inquieto. Sentarlo en un poste para que pasen las horas y los días rodeado de decenas de plantas y de pájaros que se inquietan demasiado ante esta presencia inesperada.

“Apenas lo trajimos me puse en contacto con la gente de fauna y con veterinarios para saber qué hacer. Como cuidarlo, que medicamentos darle para que empiece la recuperación. Estamos en contacto con veterinarios del Jardín Botánico que atienden estos casos porque en Buenos Aires también los atacan y los hieren”, le contó Bulacios a Jornada mientras el búho, paciente y tranquilo descansaba sobre su hombro.

“Como está ciego, hay que darle de comer y beber en la boca. Y está quietito, no se mueve, está como inerte. No vuela. Le hago mover las alas para que no se acalambre. Está quieto”, dice y agrega: “Los veterinarios están esperando que baje la presión de los ojos. Tiene que bajar la presión de un ojo que está con el cristalino dañado. Y si le baja la presión es probable que del otro ojo pueda ver. Lo estamos cuidando. Y no lo puedo dejar solo. Cuando salgo lo llevo conmigo. Come carne de pollo. Es como un chiche nuevo”.

Encuentro en la ruta

El encuentro en la ruta no fue casual. Los búhos y las águilas son enemigos desde hace 65 millones de años. Es que el primero desarrolló la técnica de la visión nocturna. Y por la noche ataca los nidos de las águilas para devorarse los pichones. Este es un “real patagónico” que existe en todo el mundo. Además de desarrollar la vista nocturna, también lo hizo con métodos de caza. Y caza pichones, siempre de noche. Va a los nidos y los asalta. El águila está dormido e indefenso. Con todo está oscuro, el atacante se ve beneficiado. Por eso cuando las águilas los encuentran durante el día, los atacan. Normalmente, el águila le ataca los ojos, que es su arma más poderosa. Que es este caso: le estaban atacando los ojos.

“Ahora se estabilizó. Al sanarse las heridas que tenía en la cabeza y en el pecho está mejor. Pero le quedó esa lesión en el ojo que por ahora no le permite tener visión en ninguno de los dos. La esperanza es que alguna vez pueda recuperar el vuelo propio y su libertad. Uno de los veterinarios está en contacto con otros de Buenos Aires del Jardín Botánico que atienden a búhos con el mismo caso. También me comuniqué con un veterinario de Comodoro que tiene experiencia. Y hay que esperar para saber como reacciona ese ojo que tiene muy lastimado”, manifestó Bulacios.

A todos lados

Y agregó: “Es un habitante más de mi casa. Tengo muchos almendros, cachis, hidras, variedades de uvas, limones, naranjas. Y en el medio está él. Silencioso como entendiendo lo que le pasa. Lo tengo que llevar a todos lados porque no se maneja solo. No lo puedo dejar. Aunque me cuesta trabajo, estoy contento de haberlo salvado”.

Bulacios reconoce que “es un bicho impactante. Donde lo llevo quieren sacarse foto. Lo llevo en una caja. Se gana todas las miradas. Con decirles que lo llevé al cumpleaños número 60 años de mi hermano en Comodoro Rivadavia y le jodí la fiesta: todo el mundo quería sacarse fotos con el búho y no con el que cumplía años”. También le contó a Jornada que “no sabemos si es macho o hembra. Aparentemente es macho. La edad tampoco está clara. Pero puede ser un juvenil. Tiene las patas muy sanas. Y unas garras impresionantes”.

Y ahí anda el búho. De acá para allá. Robándose todas las miradas. Sacándose todas las fotos. Su “dueño” lo pone en una caja y asi andan juntos. Hoy y ahora es asi aunque no se sabe por cuanto tiempo. La idea es que alguna vez pueda partir. Pero para eso, falta. Tiene que recuperar aunque sea un poco de esa mirada que se sale de su cuerpo. De esos ojos saltones que asustan pero que le ayudan a sobrevivir.

Como dos linternas en la noche oscura, en el difícil mundo animal, donde no siempre gana el más fuerte. No siempre.#

Gerardo Bulacios y el ave. “El Chato” lo encontró en una ruta, muy lastimado. Lo lleva a todos lados con él.
23 JUL 2022 - 20:52

Por Carlos Guajardo / Especial para Jornada

Un mediodía de abril, una camioneta circulaba solitaria por la empedrada ruta que une Corcovado con Tecka. Ni una sombra, ni un alma. Pero si, algo que se percibía oscuro en el medio del camino. Un bulto negro del que emergieron como queriendo llegar lo más rápido al cielo dos grandes aves. Puntudas, ruidosas. Eran dos águilas a las que el sonido del motor de la camioneta no les permitió terminar con su venganza. En el medio de la ruta, un pequeño búho se retorcía peleando para que no le llegara tan rápido la muerte.

“Bajamos y lo levantamos. Estaba muy herido. La pareja de águilas se lo estaban comiendo. Lo pusimos en una caja. Estaba todo lastimado en la cabeza, en los ojos. Terminamos nuestro trabajo en el campo y lo trajimos. Fuimos a ver a la gente de fauna y a veterinarios. Le dimos medicamentos, lo cuidamos. Pero no tardamos en darnos cuenta que estaba ciego. Y asi estamos desde aquel abril. Tratando de recuperarlo para que alguna vez pueda volver a volar en libertad”.

Gerardo “Chato” Bulacios, el conocido vecino y militante político de Trelew es uno de los protagonistas de esta historia. No es común tener un búho en la casa. Y mucho menos cuidarlo, darle de comer y de beber, moverle las alas para mantenerlo algo inquieto. Sentarlo en un poste para que pasen las horas y los días rodeado de decenas de plantas y de pájaros que se inquietan demasiado ante esta presencia inesperada.

“Apenas lo trajimos me puse en contacto con la gente de fauna y con veterinarios para saber qué hacer. Como cuidarlo, que medicamentos darle para que empiece la recuperación. Estamos en contacto con veterinarios del Jardín Botánico que atienden estos casos porque en Buenos Aires también los atacan y los hieren”, le contó Bulacios a Jornada mientras el búho, paciente y tranquilo descansaba sobre su hombro.

“Como está ciego, hay que darle de comer y beber en la boca. Y está quietito, no se mueve, está como inerte. No vuela. Le hago mover las alas para que no se acalambre. Está quieto”, dice y agrega: “Los veterinarios están esperando que baje la presión de los ojos. Tiene que bajar la presión de un ojo que está con el cristalino dañado. Y si le baja la presión es probable que del otro ojo pueda ver. Lo estamos cuidando. Y no lo puedo dejar solo. Cuando salgo lo llevo conmigo. Come carne de pollo. Es como un chiche nuevo”.

Encuentro en la ruta

El encuentro en la ruta no fue casual. Los búhos y las águilas son enemigos desde hace 65 millones de años. Es que el primero desarrolló la técnica de la visión nocturna. Y por la noche ataca los nidos de las águilas para devorarse los pichones. Este es un “real patagónico” que existe en todo el mundo. Además de desarrollar la vista nocturna, también lo hizo con métodos de caza. Y caza pichones, siempre de noche. Va a los nidos y los asalta. El águila está dormido e indefenso. Con todo está oscuro, el atacante se ve beneficiado. Por eso cuando las águilas los encuentran durante el día, los atacan. Normalmente, el águila le ataca los ojos, que es su arma más poderosa. Que es este caso: le estaban atacando los ojos.

“Ahora se estabilizó. Al sanarse las heridas que tenía en la cabeza y en el pecho está mejor. Pero le quedó esa lesión en el ojo que por ahora no le permite tener visión en ninguno de los dos. La esperanza es que alguna vez pueda recuperar el vuelo propio y su libertad. Uno de los veterinarios está en contacto con otros de Buenos Aires del Jardín Botánico que atienden a búhos con el mismo caso. También me comuniqué con un veterinario de Comodoro que tiene experiencia. Y hay que esperar para saber como reacciona ese ojo que tiene muy lastimado”, manifestó Bulacios.

A todos lados

Y agregó: “Es un habitante más de mi casa. Tengo muchos almendros, cachis, hidras, variedades de uvas, limones, naranjas. Y en el medio está él. Silencioso como entendiendo lo que le pasa. Lo tengo que llevar a todos lados porque no se maneja solo. No lo puedo dejar. Aunque me cuesta trabajo, estoy contento de haberlo salvado”.

Bulacios reconoce que “es un bicho impactante. Donde lo llevo quieren sacarse foto. Lo llevo en una caja. Se gana todas las miradas. Con decirles que lo llevé al cumpleaños número 60 años de mi hermano en Comodoro Rivadavia y le jodí la fiesta: todo el mundo quería sacarse fotos con el búho y no con el que cumplía años”. También le contó a Jornada que “no sabemos si es macho o hembra. Aparentemente es macho. La edad tampoco está clara. Pero puede ser un juvenil. Tiene las patas muy sanas. Y unas garras impresionantes”.

Y ahí anda el búho. De acá para allá. Robándose todas las miradas. Sacándose todas las fotos. Su “dueño” lo pone en una caja y asi andan juntos. Hoy y ahora es asi aunque no se sabe por cuanto tiempo. La idea es que alguna vez pueda partir. Pero para eso, falta. Tiene que recuperar aunque sea un poco de esa mirada que se sale de su cuerpo. De esos ojos saltones que asustan pero que le ayudan a sobrevivir.

Como dos linternas en la noche oscura, en el difícil mundo animal, donde no siempre gana el más fuerte. No siempre.#