Aniversario de El Hoyo: tierra de pioneros “sin más armas que un hacha y un arado”

La localidad andina, con más de siete mil habitantes y con el turismo y la fruta fina como principales actividades económicas, cumple hoy 69 años de vida institucional. Sin embargo, los primeros colonos llegaron desde Chile hace 127 años buscando campos para el ganado y una esperanza de vida para sus hijos.

Testimonio. Los colonos chilenos llegaron a finales siglo XIX y luego trajeron a sus familias.
05 SEP 2022 - 8:21 | Actualizado 05 SEP 2022 - 8:24

Los actos por el 69° aniversario de El Hoyo comenzarán a las 12 en la plaza Primeros Pobladores con la consigna “La fuerza de nuestro pueblo”. Una hora más tarde habrá un desfile de las instituciones y las agrupaciones tradicionalista y a las 14 se servirá un locro popular. Al cierre, habrá números artísticos, entre los que se destacan Saúl Mayorga y Los Tres Hermanos de Rincón de Lobos; La Diferencia RDL, el danzarín folklórico Sebastián Silva y el ballet El Camaruco (de Comodoro Rivadavia). También habrá una muestra fotográfica en la Casa de la Cultura y feria de artesanos y productores.

Desde las 9, en el auditorio, presentación del nuevo proyecto del gimnasio municipal; recorrida por la ciclovía y plaza saludable, paseo del río, puesto sanitario de Rincón de Lobos, inauguración del mercado Multiplicar y juegos nuevos en el SUM de Rincón de Lobos; inauguración del servicio eléctrico en el callejón Pascual Díaz; presentación de nuevos equipos para la estación de rebombeo del sistema cloacal; recorrida por la obra de gas natural para el barrio Valle del Pirque e inauguración de la oficina de la DGSP.

Historia

Los primeros registros históricos remiten a un episodio del año 1881, en el marco de la campaña militar denominada “Conquista del desierto”, cuando el batallón de “Los blancos de Villegas” regresaba hacia el norte por la quebrada de Epuyén. Allí se dividió la tropa en dos escuadrones: uno tomó hacia El Maitén y el restante, al mando del sargento Pereyra y el soldado Remigio Bosch, comienza a transitar “un valle mallinoso”. Según las crónicas, “una de las mulas cae al fango. Alcanzan a sacarle la carga, pero el animal se empantana cada vez más. Viendo que era imposible salvarla, el jefe ordena que la sacrifiquen con un disparo de fusil para que no sufra”. Ya en los mapas argentinos de la época se comienza citar al lugar con el nombre de El Hoyo, debido a la fuerte depresión geográfica en que se ubica.

Más tarde, “don Bernardo Azocar y doña María Magdalena Lobos son las raíces de una historia cuyos retoños fueron pioneros que hicieron patria en la frontera con su espíritu guerrero, sin más armas que un hacha y un arado y sin más movilidad que sus caballos y su cangalla pilchera”, asegura Naco Sales en su libro “El Bolsón de antes” sobre los colonos chilenos que llegaron al valle de El Hoyo en 1895.

En realidad, un año antes, Bernardo Azocar salió de su pueblo natal (San Pablo, a 25 km al norte de Osorno), con la idea de reconocer valles cordilleranos un poco más al sur, siempre pensando que estaban en territorio chileno, ya que los actuales límites recién se fijaron en 1902. Hay que recordar que por esos años había entrado la inmigración alemana (fomentada por el propio gobierno trasandino) que asfixiaba a las familias nativas y las obligaba a buscar nuevas tierras para su ganado y cultivos.
En una travesía de un mes cabalgando por sendas entre los bosques nativos, aquel aventurero vino acompañado por su yerno Delfín Bahamonde y por los hermanos Lino y Lisandro Mellado. Entraron a Argentina por el paso Puyehue y vadearon el río Limay en el paso Chacabuco. En Bariloche se entrevistaron con las autoridades argentinas y solicitaron permiso para continuar su camino. Por entonces, no existía la ruta 40 y los viajeros seguían las viejas rastrilladas indígenas por fuera del cordón montañoso, pasando por Las Bayas, Ñorquinco y El Maitén.

Desde allí tomaron nuevamente hacia el oeste y, según cuentan, “quedaron deslumbrados al observar desde un mirador todo el valle de El Hoyo, con tierra fértil, abundante agua, frondosa vegetación y un clima muy favorable para la agricultura, con gran cantidad de flores y frutas silvestres”.

Ante la ausencia absoluta de otros pobladores, no lo dudaron y se establecieron armando un precario rancho de “palo a pique” con postes labrados con un hacha. Utilizando caña colihue y barro hicieron las paredes y los carrizales cercanos sirvieron para el techo.

Antes del invierno regresaron a Chile y volvieron en la primavera siguiente con un arreo de 120 vacas, esta vez acompañados por sus hijos y algunos peones. En tal circunstancia, al cruzar nuevamente el caudaloso río Limay, su primogénito (Mateo Pablo) cayó enredado en un remolino de hacienda, perdiéndose para siempre en las profundidades.
Sobrellevando la pena, los arrieros llegaron con la hacienda hasta El Hoyo para pastorear hasta el invierno. No obstante, el lugar elegido (en cercanías de la actual escuela 81, sobre la ruta nacional 40) fue afectado por una gran creciente del río Epuyén, que los obligó a mudarse a un sector más alto.

Entonces, los hombres levantaron nuevas viviendas, hicieron cercos y plantaron los primeros álamos, frutales, fresnos y sauces, además de hacer huerta. Actualmente, allí perduran los vestigios de los añejos árboles, custodiados por la cuarta generación de sus descendientes, a pocos metros de una cascada y con el entorno singular de ovejas pastando en el verde prado.

La familia

El próximo viaje hasta San Pablo sirvió para que Bernardo Azocar trajera a su esposa María Lobos y a sus hijos Irene, Crecencia, Prudencia, Inés, Tadeo, Antonio, Ciriaco, Juan y Bernardina. Sin embargo, ocultó por varios años la suerte del fallecido, argumentando que “se había contratado con un arreo que iba para el norte”, con la intención de “no atemorizar a las mujeres con las dificultades propias de estos largos y penosos viajes”.

En poco tiempo, el nuevo hogar en el valle cordillerano se había convertido en una granja pujante, donde toda la familia tuvo lugar para crecer. Don Bernardo falleció en 1918, cuando varios de sus hijos ya se habían casado y las casas se llenaban de nietos. Sus restos descansan en el cementerio de El Pedregoso, al lado de la tumba de su peón (y amigo) Traiyén, quien lo acompañó en la primera travesía y se quedó para siempre a su lado.

Una carta

Cuenta la historia que en 1905, el vasco Pascual Sabalza (desde Ñorquinco), escribió una carta a Bernardo Azocar pidiendo a una de sus hijas para casarse, aún cuando solo la conocía por referencias. La respuesta incluyó la aceptación del matrimonio, pero cuando el pretendiente llegó a caballo hasta El Hoyo -acompañado de su hermano Juan- hubo doble enlace: Pascual se llevó a Bernardina y Juan a Inés. “En esos años, conseguir una mujer acá, en la cordillera, era como bajar una estrella del cielo”, recordaban.

Nuevos colonos

Pronto les siguieron otros pioneros procedentes del sur chileno, como Juan Antonio Muñoz, José Silvestre y Dionisio Lobos, José Santos Cárdenas, Justo Quilodrán, Faustino Carrasco, Antonio Andrade, Evaristo Delgado, Norberto Torres y Eduardo González, en coincidencia con los procesos migratorios que también poblaron los valles de El Bolsón, Lago Puelo, Epuyén y Cholila.

Ante el abandono del Estado argentino en sus fronteras, la penetración cultural y los vínculos económicos de estas familias con el vecino país se mantuvieron intactos hasta bien avanzada la década de 1940, donde una vez al año vendían su hacienda a la compañía Cochamó, con arreos que cruzaban por El Manso, y desde donde también se proveían. Relatan que “la única plata que circulaba era chilena” y que “se festejaba más el 18 de septiembre que el 25 de mayo”.

Tras ellos, también aparecieron los comerciantes sirio-libaneses (mal llamados turcos), que en El Hoyo perduran con los apellidos Breide, Aleuy, Assim, Sarquis, Bochile y Hatem, entre otros; más algunos argentinos que ocuparon cargos como funcionarios públicos y docentes (Pedro Pascual Ponce, Carlos Gallastegui, Pedro Paladino, Ramón Pereira y Pablo Basualda).

Hacia 1930, se registró el arribo de los primeros inmigrantes ucranianos y polacos, también atrapados por el paisaje y el microclima. Desde entonces, las familias Szudruk ,Yuziuk, Skiepco, Batiuk, Salamín, Koresky, Dzikowicki y Kolb forjaron aquí sus vidas.

Con todo, hay que recordar que en varios puntos del valle hay aleros con pinturas rupestres que reflejan la presencia humana desde hace 1500 años, posiblemente tribus nómades tehuelches y poyas en su recorrido entre el océano Pacífico y la meseta patagónica.

Escuela

En 1924, por iniciativa de los pobladores, el gobierno del territorio designó como primer maestro a Juan Américo Griecco, quien comenzó a dictar clases en la casa de Tadeo Azocar. Luego la misma familia donó las tierras para levantar la escuela primaria 81, que se inauguró recién en 1954. Entre los educadores con mayor trayectoria en El Hoyo, también se recuerda al matrimonio de Eduardo Ernesto y Enriqueta Sartirana.
El 5 de septiembre de 1953 fue creada la primera comisión de fomento, que marca la fecha del aniversario de la localidad. Estuvo conformada por los vecinos Rosamel Peña, el comisario Héctor Benavente (fue presidente hasta el año 1973) y los concejales Alfredo Hernán Paladino, Enrique Lobos, Tadeo Azocar, Victoriano González, Audon Quilodrán y Teófilo Breide.

Primer gobierno constitucional

El primer intendente constitucional (1973/76) fue Juan Szudruk (FREJULI), junto a los concejales Adelina “Ñata” Pereyra,” Lucho” Bracco, Luis Sartirana (FREJULI), Halim Breide y Gaspar Lobos (UCR) y Pacífico Ponce (PACH). Luego, durante el gobierno de facto pasaron Alfredo Paladino (1976); Ricardo “Pampa” Costa (interino); Carlos Zittoni (1979/81), Alfredo Paladino (1981), reemplazado tras su renuncia por Eduardo González (1981/83).

En tanto, Marcelino González ( MID) fue el intendente del proceso democrático que comenzó en 1983; seguido por Santiago “Chito” Cárdenas (UCR, 1987/91); Carlos Ravena( PJ, 1991/93) destituido por juicio político y reemplazado por Alfio Arzeno (PJ, 1993/95); Héctor “Pinky” Silva (UCR, 1995/99); Santiago Cárdenas (UCR, 1999/2003/07); Mario Breide (Partido Vecinal, 2007/2011); Mirco Szudruk (PJ, 2011/2015), quien renunció por cuestiones de salud en su segundo mandato (en 2017), reemplazado por Daniel Cárdenas (Chubut Somos Todos). Actualmente ocupa el cargo Rolando Huisman (FdT, 2019/2023).

Por Fernando Bonansea

Testimonio. Los colonos chilenos llegaron a finales siglo XIX y luego trajeron a sus familias.
05 SEP 2022 - 8:21

Los actos por el 69° aniversario de El Hoyo comenzarán a las 12 en la plaza Primeros Pobladores con la consigna “La fuerza de nuestro pueblo”. Una hora más tarde habrá un desfile de las instituciones y las agrupaciones tradicionalista y a las 14 se servirá un locro popular. Al cierre, habrá números artísticos, entre los que se destacan Saúl Mayorga y Los Tres Hermanos de Rincón de Lobos; La Diferencia RDL, el danzarín folklórico Sebastián Silva y el ballet El Camaruco (de Comodoro Rivadavia). También habrá una muestra fotográfica en la Casa de la Cultura y feria de artesanos y productores.

Desde las 9, en el auditorio, presentación del nuevo proyecto del gimnasio municipal; recorrida por la ciclovía y plaza saludable, paseo del río, puesto sanitario de Rincón de Lobos, inauguración del mercado Multiplicar y juegos nuevos en el SUM de Rincón de Lobos; inauguración del servicio eléctrico en el callejón Pascual Díaz; presentación de nuevos equipos para la estación de rebombeo del sistema cloacal; recorrida por la obra de gas natural para el barrio Valle del Pirque e inauguración de la oficina de la DGSP.

Historia

Los primeros registros históricos remiten a un episodio del año 1881, en el marco de la campaña militar denominada “Conquista del desierto”, cuando el batallón de “Los blancos de Villegas” regresaba hacia el norte por la quebrada de Epuyén. Allí se dividió la tropa en dos escuadrones: uno tomó hacia El Maitén y el restante, al mando del sargento Pereyra y el soldado Remigio Bosch, comienza a transitar “un valle mallinoso”. Según las crónicas, “una de las mulas cae al fango. Alcanzan a sacarle la carga, pero el animal se empantana cada vez más. Viendo que era imposible salvarla, el jefe ordena que la sacrifiquen con un disparo de fusil para que no sufra”. Ya en los mapas argentinos de la época se comienza citar al lugar con el nombre de El Hoyo, debido a la fuerte depresión geográfica en que se ubica.

Más tarde, “don Bernardo Azocar y doña María Magdalena Lobos son las raíces de una historia cuyos retoños fueron pioneros que hicieron patria en la frontera con su espíritu guerrero, sin más armas que un hacha y un arado y sin más movilidad que sus caballos y su cangalla pilchera”, asegura Naco Sales en su libro “El Bolsón de antes” sobre los colonos chilenos que llegaron al valle de El Hoyo en 1895.

En realidad, un año antes, Bernardo Azocar salió de su pueblo natal (San Pablo, a 25 km al norte de Osorno), con la idea de reconocer valles cordilleranos un poco más al sur, siempre pensando que estaban en territorio chileno, ya que los actuales límites recién se fijaron en 1902. Hay que recordar que por esos años había entrado la inmigración alemana (fomentada por el propio gobierno trasandino) que asfixiaba a las familias nativas y las obligaba a buscar nuevas tierras para su ganado y cultivos.
En una travesía de un mes cabalgando por sendas entre los bosques nativos, aquel aventurero vino acompañado por su yerno Delfín Bahamonde y por los hermanos Lino y Lisandro Mellado. Entraron a Argentina por el paso Puyehue y vadearon el río Limay en el paso Chacabuco. En Bariloche se entrevistaron con las autoridades argentinas y solicitaron permiso para continuar su camino. Por entonces, no existía la ruta 40 y los viajeros seguían las viejas rastrilladas indígenas por fuera del cordón montañoso, pasando por Las Bayas, Ñorquinco y El Maitén.

Desde allí tomaron nuevamente hacia el oeste y, según cuentan, “quedaron deslumbrados al observar desde un mirador todo el valle de El Hoyo, con tierra fértil, abundante agua, frondosa vegetación y un clima muy favorable para la agricultura, con gran cantidad de flores y frutas silvestres”.

Ante la ausencia absoluta de otros pobladores, no lo dudaron y se establecieron armando un precario rancho de “palo a pique” con postes labrados con un hacha. Utilizando caña colihue y barro hicieron las paredes y los carrizales cercanos sirvieron para el techo.

Antes del invierno regresaron a Chile y volvieron en la primavera siguiente con un arreo de 120 vacas, esta vez acompañados por sus hijos y algunos peones. En tal circunstancia, al cruzar nuevamente el caudaloso río Limay, su primogénito (Mateo Pablo) cayó enredado en un remolino de hacienda, perdiéndose para siempre en las profundidades.
Sobrellevando la pena, los arrieros llegaron con la hacienda hasta El Hoyo para pastorear hasta el invierno. No obstante, el lugar elegido (en cercanías de la actual escuela 81, sobre la ruta nacional 40) fue afectado por una gran creciente del río Epuyén, que los obligó a mudarse a un sector más alto.

Entonces, los hombres levantaron nuevas viviendas, hicieron cercos y plantaron los primeros álamos, frutales, fresnos y sauces, además de hacer huerta. Actualmente, allí perduran los vestigios de los añejos árboles, custodiados por la cuarta generación de sus descendientes, a pocos metros de una cascada y con el entorno singular de ovejas pastando en el verde prado.

La familia

El próximo viaje hasta San Pablo sirvió para que Bernardo Azocar trajera a su esposa María Lobos y a sus hijos Irene, Crecencia, Prudencia, Inés, Tadeo, Antonio, Ciriaco, Juan y Bernardina. Sin embargo, ocultó por varios años la suerte del fallecido, argumentando que “se había contratado con un arreo que iba para el norte”, con la intención de “no atemorizar a las mujeres con las dificultades propias de estos largos y penosos viajes”.

En poco tiempo, el nuevo hogar en el valle cordillerano se había convertido en una granja pujante, donde toda la familia tuvo lugar para crecer. Don Bernardo falleció en 1918, cuando varios de sus hijos ya se habían casado y las casas se llenaban de nietos. Sus restos descansan en el cementerio de El Pedregoso, al lado de la tumba de su peón (y amigo) Traiyén, quien lo acompañó en la primera travesía y se quedó para siempre a su lado.

Una carta

Cuenta la historia que en 1905, el vasco Pascual Sabalza (desde Ñorquinco), escribió una carta a Bernardo Azocar pidiendo a una de sus hijas para casarse, aún cuando solo la conocía por referencias. La respuesta incluyó la aceptación del matrimonio, pero cuando el pretendiente llegó a caballo hasta El Hoyo -acompañado de su hermano Juan- hubo doble enlace: Pascual se llevó a Bernardina y Juan a Inés. “En esos años, conseguir una mujer acá, en la cordillera, era como bajar una estrella del cielo”, recordaban.

Nuevos colonos

Pronto les siguieron otros pioneros procedentes del sur chileno, como Juan Antonio Muñoz, José Silvestre y Dionisio Lobos, José Santos Cárdenas, Justo Quilodrán, Faustino Carrasco, Antonio Andrade, Evaristo Delgado, Norberto Torres y Eduardo González, en coincidencia con los procesos migratorios que también poblaron los valles de El Bolsón, Lago Puelo, Epuyén y Cholila.

Ante el abandono del Estado argentino en sus fronteras, la penetración cultural y los vínculos económicos de estas familias con el vecino país se mantuvieron intactos hasta bien avanzada la década de 1940, donde una vez al año vendían su hacienda a la compañía Cochamó, con arreos que cruzaban por El Manso, y desde donde también se proveían. Relatan que “la única plata que circulaba era chilena” y que “se festejaba más el 18 de septiembre que el 25 de mayo”.

Tras ellos, también aparecieron los comerciantes sirio-libaneses (mal llamados turcos), que en El Hoyo perduran con los apellidos Breide, Aleuy, Assim, Sarquis, Bochile y Hatem, entre otros; más algunos argentinos que ocuparon cargos como funcionarios públicos y docentes (Pedro Pascual Ponce, Carlos Gallastegui, Pedro Paladino, Ramón Pereira y Pablo Basualda).

Hacia 1930, se registró el arribo de los primeros inmigrantes ucranianos y polacos, también atrapados por el paisaje y el microclima. Desde entonces, las familias Szudruk ,Yuziuk, Skiepco, Batiuk, Salamín, Koresky, Dzikowicki y Kolb forjaron aquí sus vidas.

Con todo, hay que recordar que en varios puntos del valle hay aleros con pinturas rupestres que reflejan la presencia humana desde hace 1500 años, posiblemente tribus nómades tehuelches y poyas en su recorrido entre el océano Pacífico y la meseta patagónica.

Escuela

En 1924, por iniciativa de los pobladores, el gobierno del territorio designó como primer maestro a Juan Américo Griecco, quien comenzó a dictar clases en la casa de Tadeo Azocar. Luego la misma familia donó las tierras para levantar la escuela primaria 81, que se inauguró recién en 1954. Entre los educadores con mayor trayectoria en El Hoyo, también se recuerda al matrimonio de Eduardo Ernesto y Enriqueta Sartirana.
El 5 de septiembre de 1953 fue creada la primera comisión de fomento, que marca la fecha del aniversario de la localidad. Estuvo conformada por los vecinos Rosamel Peña, el comisario Héctor Benavente (fue presidente hasta el año 1973) y los concejales Alfredo Hernán Paladino, Enrique Lobos, Tadeo Azocar, Victoriano González, Audon Quilodrán y Teófilo Breide.

Primer gobierno constitucional

El primer intendente constitucional (1973/76) fue Juan Szudruk (FREJULI), junto a los concejales Adelina “Ñata” Pereyra,” Lucho” Bracco, Luis Sartirana (FREJULI), Halim Breide y Gaspar Lobos (UCR) y Pacífico Ponce (PACH). Luego, durante el gobierno de facto pasaron Alfredo Paladino (1976); Ricardo “Pampa” Costa (interino); Carlos Zittoni (1979/81), Alfredo Paladino (1981), reemplazado tras su renuncia por Eduardo González (1981/83).

En tanto, Marcelino González ( MID) fue el intendente del proceso democrático que comenzó en 1983; seguido por Santiago “Chito” Cárdenas (UCR, 1987/91); Carlos Ravena( PJ, 1991/93) destituido por juicio político y reemplazado por Alfio Arzeno (PJ, 1993/95); Héctor “Pinky” Silva (UCR, 1995/99); Santiago Cárdenas (UCR, 1999/2003/07); Mario Breide (Partido Vecinal, 2007/2011); Mirco Szudruk (PJ, 2011/2015), quien renunció por cuestiones de salud en su segundo mandato (en 2017), reemplazado por Daniel Cárdenas (Chubut Somos Todos). Actualmente ocupa el cargo Rolando Huisman (FdT, 2019/2023).

Por Fernando Bonansea


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