Por Carlos Guajardo / Especial para Jornada
En pocos días, la provincia se vio sacudida por dos muertes violentas, dos crímenes a sangre fría que todavía nos conmueven. En un Chubut no acostumbrado a este tipo de hechos tan salvajes, con tanta saña. José Crettón había desaparecido el 11 de agosto. Nada se sabía de él aunque la presunción de su asesinato comenzó a dar vueltas desde ese mismo día. Una mujer lo enamoró a través de las redes sociales y lo llevó a vivir con ella a El Maitén donde lo esperaba un trágico final. Saúl Anticaneo era payador y jinete. Muy querido en Río Mayo, donde vivía.
Estaba de novio con una maestra que trabajaba en Ricardo Rojas y además de su pasión por el canto y los caballos, trabajaba en una verdulería. El domingo 23 de octubre apareció muerto en su cama, con tres balazos en la cabeza, heridas en un ojo y cortes en la cara. A José lo mataron por celos. Y a Saúl tras una discusión con un peón esquilador que le prometió “vas a pagar por esto” horas antes de su asesinato. Jornada reconstruyó la vida de los dos. Las pasiones de José y los sueños de Saúl. El primero de 18 años. Saúl de 28. Dos vidas que se extinguieron demasiado rápido, que tuvieron un final sangriento y por la que todos, piden justicia.
José Crettón: el chico algo “retobado”, familiero y con pasión por los autos viejos
Tenía una pasión: los autos viejos. Aunque trabajaba muy seguido como peón en la construcción también le gustaba la mecánica. Sabía armar y desarmar un motor sin ayuda. Y además, tenía magia en sus manos para dibujar modelos viejos de Falcon y Chevrolet 400. No se le escapaba ningún detalle.
Como pibe rebelde anduvo a los saltos viviendo un rato aquí y un rato allá. Primero con su madre Mariana en Comodoro Rivadavia. Después en Esquel con su papá José. No estuvo mucho y fue a la casa de una tía. Hasta que terminó con su abuela. “El la quería mucho”, cuentan en su entorno. Además, le hacía mucho caso.
Pero todo cambió en su vida cuando conoció a Marcela, una mujer 20 años mayor que él y con quien se fue a vivir a El Maitén, el pueblo donde lo esperaba una muerte violenta. Ella lo convenció rápidamente de irse a vivir juntos y José cedió ante las palabras de una mujer mucho más experta.
Una vez la llevó a la casa de su padre. Y la presentó. “No me la critiques”, le dijo a Sergio. Y por el contrario, Sergio hizo un asado que compartieron con toda la familia. José era un ferviente devorador de chivitos al asador y muy amigo de las juntadas. Al principio de su relación con Marcela se encontraban en Trevelin y allí pasaban algunos días. Hasta que decidió seguirla. Y hacer el viaje que le resultaría fatal.
Despareció el 11 de agosto
José Crettón desapareció el 11 de agosto. Desde entonces, solo hay indicios de que lo mataron entre dos y después lo enterraron en un pozo. Surgió de una escucha telefónica de uno de los detenidos Carlos Paiñepil con un tal González quien reside fuera de la provincia y que estaría en la mira de la justicia.
Paiñepil actuó como sicario contratado por Daniel Napal, ex pareja de Marcela. Un hombre con antecedentes de violencia y que, al parecer no soportó que la mujer lo haya dejado por alguien tan joven.
“No se supo nada más”
Su hermano Franco se comunicó el 10 de agosto con él para decirle que iría a verlo ese fin de semana. José le dijo que no vaya. Nadie sabe por qué motivos. Al día siguiente, nadie supo más nada. José ya no está entre nosotros porque sus asesinos se llevaron su sonrisa de siempre, su pasión por los autos y el amor por sus hermanos. Sobre todo el de Francisco, el más chico, el que más lo extraña.
El testimonio de Bonifacio Anticaneo, el papá de Saúl
-Acá estamos, como podemos.
La voz quebrada de Bonifacio Anticaneo, el padre de Saúl, transmite un dolor que remuerde. En la casa de la familia en Río Mayo se apilan las lágrimas de padres y hermanos. Saúl ya no está. Le arrebataron la vida y los sueños. Tres tiros lo despojaron de sus versos camperos, de su habilidad de jinete, de su amor eterno de padre, hijo y hermano.
Saúl nació en El Chalía, donde vive una comunidad aborígen. Apenas unas 70 familias. Allí, los Anticaneo tienen un pequeño campo donde crían ovejas. Y asi sobreviven. Era el varón más chico de 9 hermanos, fruto de la unión de Bonifacio con Isabel Reumay.
Bonifacio dice con tristeza: “Ahora son siete. Antes de Saúl se nos fue Leonardo Gastón. Él lo decidió asi y se quitó la vida. Ya lo ven, el destino nos ha tratado muy feo”.
A Saúl lo sobrevive Jairo, su hijo de 10 años. Si hablamos de sueños por cumplir, tenía todo listo para grabar su primer CD con canciones, milongas y payadas propias. Han quedado muchas grabadas. Quizá desde algún lado pueda ver su sueño cumplido. Además de la verdulería donde tenía un trabajo efectivo en Río Mayo, Saúl solía irse algún tiempo al campo a trabajar de jornalero. No era tanto por necesidad. Quería estar junto a puesteros y peones, arriando ovejas y saltando matas. Esa era después la fuente de inspiración para sus versos.
Estaba muy entusiasmado con la fiesta del Peón Golondrina. Incluso le había escrito una milonga, que ya nunca podrá estrenar. Junto a su amigo y payador Francisco Quilodrán habían grabado un video promocionando el festival. Fue pocos días antes del desenlace fatal.
Juntos en Río Mayo
Aunque muchos de sus hermanos ya tienen una familia constituida, por estos días están todos juntos en la casa de Río Mayo. Partidos al medio por un dolor que recién comienza. Bonifacio recuerda que “atendiendo la verdulería se había ganado el cariño de todo el pueblo” y que “entre sus sueños truncos también había quedado pendiente un viaje a Chile, donde ya había sido convocado para llevar sus musas”.
Saúl estaba construyendo su casa. Era otra escala en el andar de su vida. Siempre inquieto y creador. Hasta esa madrugada fatídica en que se durmió para ya no despertar. Alguien disparó las balas que le pusieron fin a tanta claridad, a tanto deseo de felicidad, ahora extraviado.
Duele la voz de Bonifacio. No hay bálsamo que pueda aliviar estas heridas. Asi cómo lo describió allá a lo lejos, un poeta que también tuvo un triste final bajo las balas que no merecía. Quizá le llegan al alma de Saúl estos versos de Federico García Lorca: “El jinete se acercaba/ tocando el tambor del llano/dentro de la fragua el niño/tiene los ojos cerrados”. #
Por Carlos Guajardo / Especial para Jornada
En pocos días, la provincia se vio sacudida por dos muertes violentas, dos crímenes a sangre fría que todavía nos conmueven. En un Chubut no acostumbrado a este tipo de hechos tan salvajes, con tanta saña. José Crettón había desaparecido el 11 de agosto. Nada se sabía de él aunque la presunción de su asesinato comenzó a dar vueltas desde ese mismo día. Una mujer lo enamoró a través de las redes sociales y lo llevó a vivir con ella a El Maitén donde lo esperaba un trágico final. Saúl Anticaneo era payador y jinete. Muy querido en Río Mayo, donde vivía.
Estaba de novio con una maestra que trabajaba en Ricardo Rojas y además de su pasión por el canto y los caballos, trabajaba en una verdulería. El domingo 23 de octubre apareció muerto en su cama, con tres balazos en la cabeza, heridas en un ojo y cortes en la cara. A José lo mataron por celos. Y a Saúl tras una discusión con un peón esquilador que le prometió “vas a pagar por esto” horas antes de su asesinato. Jornada reconstruyó la vida de los dos. Las pasiones de José y los sueños de Saúl. El primero de 18 años. Saúl de 28. Dos vidas que se extinguieron demasiado rápido, que tuvieron un final sangriento y por la que todos, piden justicia.
José Crettón: el chico algo “retobado”, familiero y con pasión por los autos viejos
Tenía una pasión: los autos viejos. Aunque trabajaba muy seguido como peón en la construcción también le gustaba la mecánica. Sabía armar y desarmar un motor sin ayuda. Y además, tenía magia en sus manos para dibujar modelos viejos de Falcon y Chevrolet 400. No se le escapaba ningún detalle.
Como pibe rebelde anduvo a los saltos viviendo un rato aquí y un rato allá. Primero con su madre Mariana en Comodoro Rivadavia. Después en Esquel con su papá José. No estuvo mucho y fue a la casa de una tía. Hasta que terminó con su abuela. “El la quería mucho”, cuentan en su entorno. Además, le hacía mucho caso.
Pero todo cambió en su vida cuando conoció a Marcela, una mujer 20 años mayor que él y con quien se fue a vivir a El Maitén, el pueblo donde lo esperaba una muerte violenta. Ella lo convenció rápidamente de irse a vivir juntos y José cedió ante las palabras de una mujer mucho más experta.
Una vez la llevó a la casa de su padre. Y la presentó. “No me la critiques”, le dijo a Sergio. Y por el contrario, Sergio hizo un asado que compartieron con toda la familia. José era un ferviente devorador de chivitos al asador y muy amigo de las juntadas. Al principio de su relación con Marcela se encontraban en Trevelin y allí pasaban algunos días. Hasta que decidió seguirla. Y hacer el viaje que le resultaría fatal.
Despareció el 11 de agosto
José Crettón desapareció el 11 de agosto. Desde entonces, solo hay indicios de que lo mataron entre dos y después lo enterraron en un pozo. Surgió de una escucha telefónica de uno de los detenidos Carlos Paiñepil con un tal González quien reside fuera de la provincia y que estaría en la mira de la justicia.
Paiñepil actuó como sicario contratado por Daniel Napal, ex pareja de Marcela. Un hombre con antecedentes de violencia y que, al parecer no soportó que la mujer lo haya dejado por alguien tan joven.
“No se supo nada más”
Su hermano Franco se comunicó el 10 de agosto con él para decirle que iría a verlo ese fin de semana. José le dijo que no vaya. Nadie sabe por qué motivos. Al día siguiente, nadie supo más nada. José ya no está entre nosotros porque sus asesinos se llevaron su sonrisa de siempre, su pasión por los autos y el amor por sus hermanos. Sobre todo el de Francisco, el más chico, el que más lo extraña.
El testimonio de Bonifacio Anticaneo, el papá de Saúl
-Acá estamos, como podemos.
La voz quebrada de Bonifacio Anticaneo, el padre de Saúl, transmite un dolor que remuerde. En la casa de la familia en Río Mayo se apilan las lágrimas de padres y hermanos. Saúl ya no está. Le arrebataron la vida y los sueños. Tres tiros lo despojaron de sus versos camperos, de su habilidad de jinete, de su amor eterno de padre, hijo y hermano.
Saúl nació en El Chalía, donde vive una comunidad aborígen. Apenas unas 70 familias. Allí, los Anticaneo tienen un pequeño campo donde crían ovejas. Y asi sobreviven. Era el varón más chico de 9 hermanos, fruto de la unión de Bonifacio con Isabel Reumay.
Bonifacio dice con tristeza: “Ahora son siete. Antes de Saúl se nos fue Leonardo Gastón. Él lo decidió asi y se quitó la vida. Ya lo ven, el destino nos ha tratado muy feo”.
A Saúl lo sobrevive Jairo, su hijo de 10 años. Si hablamos de sueños por cumplir, tenía todo listo para grabar su primer CD con canciones, milongas y payadas propias. Han quedado muchas grabadas. Quizá desde algún lado pueda ver su sueño cumplido. Además de la verdulería donde tenía un trabajo efectivo en Río Mayo, Saúl solía irse algún tiempo al campo a trabajar de jornalero. No era tanto por necesidad. Quería estar junto a puesteros y peones, arriando ovejas y saltando matas. Esa era después la fuente de inspiración para sus versos.
Estaba muy entusiasmado con la fiesta del Peón Golondrina. Incluso le había escrito una milonga, que ya nunca podrá estrenar. Junto a su amigo y payador Francisco Quilodrán habían grabado un video promocionando el festival. Fue pocos días antes del desenlace fatal.
Juntos en Río Mayo
Aunque muchos de sus hermanos ya tienen una familia constituida, por estos días están todos juntos en la casa de Río Mayo. Partidos al medio por un dolor que recién comienza. Bonifacio recuerda que “atendiendo la verdulería se había ganado el cariño de todo el pueblo” y que “entre sus sueños truncos también había quedado pendiente un viaje a Chile, donde ya había sido convocado para llevar sus musas”.
Saúl estaba construyendo su casa. Era otra escala en el andar de su vida. Siempre inquieto y creador. Hasta esa madrugada fatídica en que se durmió para ya no despertar. Alguien disparó las balas que le pusieron fin a tanta claridad, a tanto deseo de felicidad, ahora extraviado.
Duele la voz de Bonifacio. No hay bálsamo que pueda aliviar estas heridas. Asi cómo lo describió allá a lo lejos, un poeta que también tuvo un triste final bajo las balas que no merecía. Quizá le llegan al alma de Saúl estos versos de Federico García Lorca: “El jinete se acercaba/ tocando el tambor del llano/dentro de la fragua el niño/tiene los ojos cerrados”. #