La experiencia extrema de una trelewense que escaló hasta la cima del Aconcagua

Soledad Martínez se propuso desafiar sus propios límites y ver cuán alto podía llegar. Una historia de amistad, solidaridad y superación personal. ¿Qué se siente llegar a la cumbre? ¿Cómo se vuelve de esa aventura extraordinaria?

Soledad Martínez, en la cima del Aconcagua
03 MAR 2023 - 17:53 | Actualizado 03 MAR 2023 - 19:42

Soledad Martínez, madre de dos hijos, de Trelew, empezó haciendo mountain bike hasta que un día decidió probarse a ella misma, desafiar sus propíos límites y ver cuán alto podía llegar.

La primera prueba fue escalar el volcán Lanin, que está a 3.700 metros de altura, y la expedición lleva dos días. Esto sucedió en diciembre del 2020. Allí no solo se encontró con ella misma, sino que también se encontró con gente que tenía su misma pasión por escalar y vivir experiencias únicas.

Soledad sorteó la prueba de fuego, conoció a una amiga y ambas, al descender, se dijeron que tenían que ir por nuevos desafíos. Al año siguiente, fue a Mendoza y llegó más alto de lo que pensaba y después se aventuró a las altuas de Catamarca y también pudo.

En medio del viaje se fue dibujando en su mente, cada vez más nítida, la cima del Aconcagua, con más de 6.900 metros de altura. "Cuando bajé de esa montaña dije puedo con mi cuerpo y mi mente", contó Soledad en los estudios de Cadena Tiempo el momento en que se dio cuenta de que estaba preparada.

La mujer se puso en contacto con un entrenador que fijó una estricta rutina con mucho ejercicio físico y mental para poder soportar el frío y el vértigo del ascenso. No todo el mundo es capaz de soportar esa experiencia extrema. "Hay que tener las dos cosas: cuerpo y mente.Muchas personas pueden no llegar a cumbre por un mal de alturas", cuenta.

CADA VEZ MÁS ALTO

La cuestión es que allí estaba Soledad en en la montaña, luchando con el viento y el frío helado. Esa noche no durmió. Todavía la asaltaba el miedo de las ráfagas que habían volado las carpas a otros aventureros.

Salieron a la madrugada -hacía 25 grados bajo cero- y desde esa altura parecía que el planeta entero se congelaba. Después unas horas de viaje, tuvieron que parar en un refugio a tomar alguna bebida caliente.

Hicieron cumbre a las 17.30 horas. Tenían solo diez minutos para fijar en la retina esa visión que probablemente no volverían a percibir en toda su vida. Soledad, a quien se le helaban las manos, ni siquiera pudo sacar el teléfono para tomar una foto. Por suerte, lo demás sí.

"Lo primero que hice fue largarme a llorar, abrazarlos y gritar", contó Soledad lo que sintió en ese instante único e irrepetible.

Pero los problemas empezaron cuando había que empezar a bajar. A más de 6.500 metros de altura, dicen los alpinistas, existe un infierno helado que se lo conoce como "la zona de la muerte". Cualquiera que pierde la cabeza ahí no regresa jamás.

"Escuchar tus pasos, la respiración, dos segundos que te desconcentrás no la contás", dice Soledad quien por momentos sintió que no podía más y fue el guía el que se acercó, le dio de beber gaseosa y le dijo al oído: "hacelo por tus hijos".

Ahí fue cuando el cerebro le envió un mensaje al cuerpo, se activó una parte de ella que desconocía, y sacó fuerzas para completar el descenso.

Al fin Soledad llegó a casa y abrazó a sus hijos.

"Te hace encontrarte con vos misma y saber cuáles son tus límites", cuenta la mujer que todavía no cae que logró una proeza que no muchos alcanzan y pocos son los que tienen el privilegio de ver el mundo desde esas alturas.

Soledad Martínez, en la cima del Aconcagua
03 MAR 2023 - 17:53

Soledad Martínez, madre de dos hijos, de Trelew, empezó haciendo mountain bike hasta que un día decidió probarse a ella misma, desafiar sus propíos límites y ver cuán alto podía llegar.

La primera prueba fue escalar el volcán Lanin, que está a 3.700 metros de altura, y la expedición lleva dos días. Esto sucedió en diciembre del 2020. Allí no solo se encontró con ella misma, sino que también se encontró con gente que tenía su misma pasión por escalar y vivir experiencias únicas.

Soledad sorteó la prueba de fuego, conoció a una amiga y ambas, al descender, se dijeron que tenían que ir por nuevos desafíos. Al año siguiente, fue a Mendoza y llegó más alto de lo que pensaba y después se aventuró a las altuas de Catamarca y también pudo.

En medio del viaje se fue dibujando en su mente, cada vez más nítida, la cima del Aconcagua, con más de 6.900 metros de altura. "Cuando bajé de esa montaña dije puedo con mi cuerpo y mi mente", contó Soledad en los estudios de Cadena Tiempo el momento en que se dio cuenta de que estaba preparada.

La mujer se puso en contacto con un entrenador que fijó una estricta rutina con mucho ejercicio físico y mental para poder soportar el frío y el vértigo del ascenso. No todo el mundo es capaz de soportar esa experiencia extrema. "Hay que tener las dos cosas: cuerpo y mente.Muchas personas pueden no llegar a cumbre por un mal de alturas", cuenta.

CADA VEZ MÁS ALTO

La cuestión es que allí estaba Soledad en en la montaña, luchando con el viento y el frío helado. Esa noche no durmió. Todavía la asaltaba el miedo de las ráfagas que habían volado las carpas a otros aventureros.

Salieron a la madrugada -hacía 25 grados bajo cero- y desde esa altura parecía que el planeta entero se congelaba. Después unas horas de viaje, tuvieron que parar en un refugio a tomar alguna bebida caliente.

Hicieron cumbre a las 17.30 horas. Tenían solo diez minutos para fijar en la retina esa visión que probablemente no volverían a percibir en toda su vida. Soledad, a quien se le helaban las manos, ni siquiera pudo sacar el teléfono para tomar una foto. Por suerte, lo demás sí.

"Lo primero que hice fue largarme a llorar, abrazarlos y gritar", contó Soledad lo que sintió en ese instante único e irrepetible.

Pero los problemas empezaron cuando había que empezar a bajar. A más de 6.500 metros de altura, dicen los alpinistas, existe un infierno helado que se lo conoce como "la zona de la muerte". Cualquiera que pierde la cabeza ahí no regresa jamás.

"Escuchar tus pasos, la respiración, dos segundos que te desconcentrás no la contás", dice Soledad quien por momentos sintió que no podía más y fue el guía el que se acercó, le dio de beber gaseosa y le dijo al oído: "hacelo por tus hijos".

Ahí fue cuando el cerebro le envió un mensaje al cuerpo, se activó una parte de ella que desconocía, y sacó fuerzas para completar el descenso.

Al fin Soledad llegó a casa y abrazó a sus hijos.

"Te hace encontrarte con vos misma y saber cuáles son tus límites", cuenta la mujer que todavía no cae que logró una proeza que no muchos alcanzan y pocos son los que tienen el privilegio de ver el mundo desde esas alturas.