Por Juan Bigrevich
Oscar Pavón fue un recordado arquero de Germinal. Estuvo una temporada pero dejó un recuerdo imborrable. Ganó todo lo que jugó, pero su historia también estuvo signada por la fuga de la Unidad 6 de Rawson en agosto del 72, cuando aún era un suboficial del Servicio Penitenciario Federal y le tocó recuperar el aeropuerto de Trelew y el Penal tomado. Llegó hasta la Cuarta división de Vélez cuando era un adolescente y atajó en Chaco For Ever y Unión de esa provincia retirándose en Estudiantes de Rio Cuarto. Su llegada a Rawson fue prácticamente casual aunque su afecto por la ciudad y su gente marca causalidades.
Hay un lugar donde el ayer y el hoy se encuentran. Se reconocen y abrazan. Inscriptos en la cultura de miles de anónimos. Aunque sea después de 50 años.
Y hoy, medio siglo después, evita el misterio que roza con el olvido, con una indiferencia injuriosa que nadie salva por cortesía; evadiendo ese aroma acre de la humedad y de lo añejo, pero con una estimulante precisión.
Llegó casi por casualidad a Rawson. Originario de Sáenz Peña en el Chaco trabajaba -por ese entonces- en el Servicio Penitenciario Federal y aterrizó literalmente a bordo de un Hércules junto a varios compañeros más acompañando a varias personas detenidas por el PEN (Poder Ejecutivo Nacional) y que pertenecían a las organizaciones de Montoneros, ERP y FAR. Y se quedó. Su virtuosismo le permitió cuidar los tres palos de Germinal por casi dos temporadas y ganar todo y pelear el puesto con otro excepcional arquero como Mario Maldonado). También recuperar el Penal de Rawson luego de la fuga de 1972. En abril del 73 se fue; incluso pidió la baja de la fuerza federal y comenzar una nueva vida hasta hoy, que vive, a sus 74 años, en Corrientes junto a su mujer y comparte sus días y sus noches con sus tres hijos. Se trata de Oscar Pavón. Aquel formidable arquero que el doctor Antonio Zorrilla Sánchez consiguió su pase de Chaco For Ever, no sin antes tener una cena en “El Palacio de la Papa Frita” con Deolindo Felipe Bittel, otrora dirigente justicialista y hombre fuerte del club albinegro.
Pavón rememoró sus comienzos: “Arranqué jugando en Sportivo de Sáenz Peña de mi provincia (Chaco); pero a los 14 años me fui de casa a Buenos Aires y luego de una prueba en Vélez Sarsfield fue fichado por José Amalfitani. Vivía en una villa de Villa Tesei con múltiples dificultades; hasta que Vélez me incorporó y fui a vivir a la pensión del club con un viático y con un trabajo por porcentaje en la fábrica de vasos de plástico” de quién fuera presidente de la entidad e Liniers y hombre clave en el crecimiento de ese club porteño. “Viví el primer título de Vélez y a atajar a Marín y jugar a Daniel Willington” (aquel talentoso cordobés que se vería años después próximo al retiro de ambos), citó.
Sin embargo, lo vinieron a buscar desde Chaco y a pedido de su familia se volvió al norte del país para no volver jamás, en una decisión que, a la distancia marca un cierto arrepentimiento. Ya en su pueblo natal, volvió a jugar para el Sportivo y luego para Belgrano de la misma ciudad y en un certamen provincial donde campeonea; Chaco For Ever -uno de los tradicionales clubes indirectamente afiliados a la AFA- lo incorpora a sus filas a través de la figura del presidente de la entidad del quebracho y el algodón como lo era Deolindo Felipe Bittel; aquel dirigente justicialista gobernador y senador de su provincia y candidato a vicepresidente en la fórmula del PJ con Italo Argentino Luder en 1983 en el advenimiento de la democracia y que perdiera ante el binomio de la UCR compuesto por Alfonsín y Martínez.
Superando la línea temprana de la adolescencia, Oscar Pavón tiene dos juegos notables ante River y Boca; lo que genera que la institución de Núñez se interesara por su pase; pero la alta tasación de For Ever (5 millones de pesos de ese entonces) aborta la operación y produce el enojo del arquero y que deriva, por recomendación de su padre y un amigo de éste e integrante del Servicio Penitenciario Federal (SPF), de incorporarse a sus filas como suboficial luego de meses de instrucción en el predio que esa fuerza de seguridad posee en Ezeiza, casualmente hoy muy cerca del de River Plate.
Su óptimo estado físico le permitió hacer operativos fuera de lo normal para un novato como por ejemplo un operativo previo a la detención de Carlos Robledo Puch; la intervención en un motín en la cárcel de Devoto y sin mediarlo un traslado temporario “y por diez días y con viáticos” hasta la Unidad 6 de Rawson para llevar detenidos. Los internos que debían trasladar no eran otros que miembros de las organizaciones Montoneros, ERP y FAR. Ángeles o demonios, depende con el prisma que se mire.
Sus tiempos de ocio le permitieron seguir entrenando e incluso jugando partidos, no sólo con sus pares, sino, en algunas ocasiones- con los reclusos, con quienes también conversaba sobre fútbol. “No sé cómo se enteraron los dirigentes de Germinal, pero un día vinieron a verme y hablaron con el director del penal para que me autorice a entrenar con el club”, recordó Pavón para agregar que “fue el doctor Antonio Zorrilla Sánchez, una persona que se portó muy bien conmigo, que hizo las gestiones; incluso para obtener el pase de Chaco For Ever. Tuve que hablar con Bittel y se acordó una reunión en “El Palacio de la Papa Frita” en Buenos Aires y a pesar de las arduas que fueron me transfirieron a Germinal. Incluso me acuerdo hasta de lo que comí esa noche” (vale la indiscreción: un bife a caballo, tomate, obviamente papas fritas acompañado de un vino tinto).
En Germinal ganó todo. Los tres torneos que se organizaron, Los torneos Preparación, Oficial y un Petit Torneo final clasificatorio para el Regional venidero. Por ese entonces, el Verdiblanco era una sombra indigna de la esperanza y los títulos se la aparecían salteados. Precisamente fue ante el Independiente (el del Nacional que pretendía repetir) de Higinio Restelli que lo consagró definitivamente para el clasificatorio de 1972/73. Hipnotizado con la idea del otro reducido en cenizas, su agilidad, sus reflejos y velocidad de piernas le permitieron ser una figura medular en esas conquistas de un equipo que quedó en el recuerdo eterno y que debió tener un mejor final cuando salió a representar a la Liga del Valle.
La fuga
Sin embargo, conoció también el sabor amargo de días aciagos. La fuga en agosto de 1972 lo tuvo como protagonista. La padeció en el preciso momento del escape, de la muerte de su colega Gregorio Valenzuela y las recuperaciones del aeropuerto de Trelew y de la U-6 e incluso del tenso momento en que la Marina decidió llevar a los 19 detenidos a la Base Almirante Zar cuando eran devueltos a Rawson. “Estuve en todos esos momentos”, precisó Pavón con discreta pulcritud, recuperando su memoria y admitiendo que esa situación fue un sendero resbaladizo, intrigante y brutalmente incierto y en donde el corazón se precipita bombeando el pecho. A raíz de la recuperación de la Unidad 6, Pavón y una veintena más de camaradas recibieron una distinción por parte del general del Ejército Argentino, Jorge Raúl Carcagno, cuya división estuvo a punto de bombardear la estructura edilicia del mismo horas antes.
Su último juego
En abril de 1973 jugó su último partido. Fue en un polémico cotejo contra All Boys de La Pampa en Santa Rosa y con derrota por 2 a 1 por el campeonato Regional de ese año. Allí se dio cuenta que ya había dejado de disfrutar en el vestuario la perfección de voces y colores y se alejó de Rawson. Volvió a Chaco donde comenzó a trabajar en una empresa aseguradora. Pidió la baja del Servicio Penitenciario Federal y pasó a jugar en Unión de esa provincia para participar en los antiguos Regionales previo a los últimos Nacionales de los 80, y luego del mismo, recaló en a Estudiantes de Río Cuarto donde se retiró definitivamente del fútbol profesional siendo compañero de jugadores como Pitarch, Yrigoyen y Carlos Aimar. Ya había pasado la chance de integrar las filas de Libertad de Paraguay luego que un representante de jugadores se borrara con sus promesas. Se retiró a los 32 años y su último partido fue ante el gran Talleres de Córdoba, en un 1 a 1, volviéndose a encontrar con “El Daniel”. Después, se mudó a Buenos Aires y trabajó en diferentes oficios.
Oscar Pavón fue un jugador que tenía el mapa de los partidos en su cabeza. Con absoluta germinalidad. Y se convirtió en un huésped con rango familiar y que nos vuelve a recordar que una redacción tiene que tener olor y sonido, la agonía de algún cigarrillo y los residuales del café en el fondo de una taza; como también los ejemplares viejos descansando su efímera eternidad en los escritorios sin espacio.
Y las victorias que ayudó a construir le devolvieron a la institución capitalina una identidad subestimada que era atacada hasta el escarnio. Aún hoy, su nombre retumba en los diferentes ámbitos donde su recuerdo se perpetúa como en núcleo central de algo Hay fuegos que arden la vida con tantas ganas que uno no puede dejar de mirarlos sin dejar de parpadear y cuando se acerca, se enciende. La corta e intensa historia del “Chaqueño” Oscar Pavón en Rawson así lo certifica. Quién escribe esto lo recuerda con la fidelidad del recién y en donde la imaginación se transporta a un momento incierto lleno de voces y de colores impulsados por la emoción tratando de explicar el conjuro implacable de los tiempos y desposeído de cualquier emoción fáctica. Hay que conocer la historia por haberla vivido y conocer a sus protagonistas por haberlos disfrutado. Se trata de un concepto, no de una cifra y en donde las biografías van construyendo sus propias bandas sonoras a medida que van pasando las páginas. En este caso, la de Oscar Pavón; el arquero chaqueño que llegó a Rawson casi por casualidad y que tuvo una temporada de novela. Bajo los tres palos y con una fuga fatal.#
Por Juan Bigrevich
Oscar Pavón fue un recordado arquero de Germinal. Estuvo una temporada pero dejó un recuerdo imborrable. Ganó todo lo que jugó, pero su historia también estuvo signada por la fuga de la Unidad 6 de Rawson en agosto del 72, cuando aún era un suboficial del Servicio Penitenciario Federal y le tocó recuperar el aeropuerto de Trelew y el Penal tomado. Llegó hasta la Cuarta división de Vélez cuando era un adolescente y atajó en Chaco For Ever y Unión de esa provincia retirándose en Estudiantes de Rio Cuarto. Su llegada a Rawson fue prácticamente casual aunque su afecto por la ciudad y su gente marca causalidades.
Hay un lugar donde el ayer y el hoy se encuentran. Se reconocen y abrazan. Inscriptos en la cultura de miles de anónimos. Aunque sea después de 50 años.
Y hoy, medio siglo después, evita el misterio que roza con el olvido, con una indiferencia injuriosa que nadie salva por cortesía; evadiendo ese aroma acre de la humedad y de lo añejo, pero con una estimulante precisión.
Llegó casi por casualidad a Rawson. Originario de Sáenz Peña en el Chaco trabajaba -por ese entonces- en el Servicio Penitenciario Federal y aterrizó literalmente a bordo de un Hércules junto a varios compañeros más acompañando a varias personas detenidas por el PEN (Poder Ejecutivo Nacional) y que pertenecían a las organizaciones de Montoneros, ERP y FAR. Y se quedó. Su virtuosismo le permitió cuidar los tres palos de Germinal por casi dos temporadas y ganar todo y pelear el puesto con otro excepcional arquero como Mario Maldonado). También recuperar el Penal de Rawson luego de la fuga de 1972. En abril del 73 se fue; incluso pidió la baja de la fuerza federal y comenzar una nueva vida hasta hoy, que vive, a sus 74 años, en Corrientes junto a su mujer y comparte sus días y sus noches con sus tres hijos. Se trata de Oscar Pavón. Aquel formidable arquero que el doctor Antonio Zorrilla Sánchez consiguió su pase de Chaco For Ever, no sin antes tener una cena en “El Palacio de la Papa Frita” con Deolindo Felipe Bittel, otrora dirigente justicialista y hombre fuerte del club albinegro.
Pavón rememoró sus comienzos: “Arranqué jugando en Sportivo de Sáenz Peña de mi provincia (Chaco); pero a los 14 años me fui de casa a Buenos Aires y luego de una prueba en Vélez Sarsfield fue fichado por José Amalfitani. Vivía en una villa de Villa Tesei con múltiples dificultades; hasta que Vélez me incorporó y fui a vivir a la pensión del club con un viático y con un trabajo por porcentaje en la fábrica de vasos de plástico” de quién fuera presidente de la entidad e Liniers y hombre clave en el crecimiento de ese club porteño. “Viví el primer título de Vélez y a atajar a Marín y jugar a Daniel Willington” (aquel talentoso cordobés que se vería años después próximo al retiro de ambos), citó.
Sin embargo, lo vinieron a buscar desde Chaco y a pedido de su familia se volvió al norte del país para no volver jamás, en una decisión que, a la distancia marca un cierto arrepentimiento. Ya en su pueblo natal, volvió a jugar para el Sportivo y luego para Belgrano de la misma ciudad y en un certamen provincial donde campeonea; Chaco For Ever -uno de los tradicionales clubes indirectamente afiliados a la AFA- lo incorpora a sus filas a través de la figura del presidente de la entidad del quebracho y el algodón como lo era Deolindo Felipe Bittel; aquel dirigente justicialista gobernador y senador de su provincia y candidato a vicepresidente en la fórmula del PJ con Italo Argentino Luder en 1983 en el advenimiento de la democracia y que perdiera ante el binomio de la UCR compuesto por Alfonsín y Martínez.
Superando la línea temprana de la adolescencia, Oscar Pavón tiene dos juegos notables ante River y Boca; lo que genera que la institución de Núñez se interesara por su pase; pero la alta tasación de For Ever (5 millones de pesos de ese entonces) aborta la operación y produce el enojo del arquero y que deriva, por recomendación de su padre y un amigo de éste e integrante del Servicio Penitenciario Federal (SPF), de incorporarse a sus filas como suboficial luego de meses de instrucción en el predio que esa fuerza de seguridad posee en Ezeiza, casualmente hoy muy cerca del de River Plate.
Su óptimo estado físico le permitió hacer operativos fuera de lo normal para un novato como por ejemplo un operativo previo a la detención de Carlos Robledo Puch; la intervención en un motín en la cárcel de Devoto y sin mediarlo un traslado temporario “y por diez días y con viáticos” hasta la Unidad 6 de Rawson para llevar detenidos. Los internos que debían trasladar no eran otros que miembros de las organizaciones Montoneros, ERP y FAR. Ángeles o demonios, depende con el prisma que se mire.
Sus tiempos de ocio le permitieron seguir entrenando e incluso jugando partidos, no sólo con sus pares, sino, en algunas ocasiones- con los reclusos, con quienes también conversaba sobre fútbol. “No sé cómo se enteraron los dirigentes de Germinal, pero un día vinieron a verme y hablaron con el director del penal para que me autorice a entrenar con el club”, recordó Pavón para agregar que “fue el doctor Antonio Zorrilla Sánchez, una persona que se portó muy bien conmigo, que hizo las gestiones; incluso para obtener el pase de Chaco For Ever. Tuve que hablar con Bittel y se acordó una reunión en “El Palacio de la Papa Frita” en Buenos Aires y a pesar de las arduas que fueron me transfirieron a Germinal. Incluso me acuerdo hasta de lo que comí esa noche” (vale la indiscreción: un bife a caballo, tomate, obviamente papas fritas acompañado de un vino tinto).
En Germinal ganó todo. Los tres torneos que se organizaron, Los torneos Preparación, Oficial y un Petit Torneo final clasificatorio para el Regional venidero. Por ese entonces, el Verdiblanco era una sombra indigna de la esperanza y los títulos se la aparecían salteados. Precisamente fue ante el Independiente (el del Nacional que pretendía repetir) de Higinio Restelli que lo consagró definitivamente para el clasificatorio de 1972/73. Hipnotizado con la idea del otro reducido en cenizas, su agilidad, sus reflejos y velocidad de piernas le permitieron ser una figura medular en esas conquistas de un equipo que quedó en el recuerdo eterno y que debió tener un mejor final cuando salió a representar a la Liga del Valle.
La fuga
Sin embargo, conoció también el sabor amargo de días aciagos. La fuga en agosto de 1972 lo tuvo como protagonista. La padeció en el preciso momento del escape, de la muerte de su colega Gregorio Valenzuela y las recuperaciones del aeropuerto de Trelew y de la U-6 e incluso del tenso momento en que la Marina decidió llevar a los 19 detenidos a la Base Almirante Zar cuando eran devueltos a Rawson. “Estuve en todos esos momentos”, precisó Pavón con discreta pulcritud, recuperando su memoria y admitiendo que esa situación fue un sendero resbaladizo, intrigante y brutalmente incierto y en donde el corazón se precipita bombeando el pecho. A raíz de la recuperación de la Unidad 6, Pavón y una veintena más de camaradas recibieron una distinción por parte del general del Ejército Argentino, Jorge Raúl Carcagno, cuya división estuvo a punto de bombardear la estructura edilicia del mismo horas antes.
Su último juego
En abril de 1973 jugó su último partido. Fue en un polémico cotejo contra All Boys de La Pampa en Santa Rosa y con derrota por 2 a 1 por el campeonato Regional de ese año. Allí se dio cuenta que ya había dejado de disfrutar en el vestuario la perfección de voces y colores y se alejó de Rawson. Volvió a Chaco donde comenzó a trabajar en una empresa aseguradora. Pidió la baja del Servicio Penitenciario Federal y pasó a jugar en Unión de esa provincia para participar en los antiguos Regionales previo a los últimos Nacionales de los 80, y luego del mismo, recaló en a Estudiantes de Río Cuarto donde se retiró definitivamente del fútbol profesional siendo compañero de jugadores como Pitarch, Yrigoyen y Carlos Aimar. Ya había pasado la chance de integrar las filas de Libertad de Paraguay luego que un representante de jugadores se borrara con sus promesas. Se retiró a los 32 años y su último partido fue ante el gran Talleres de Córdoba, en un 1 a 1, volviéndose a encontrar con “El Daniel”. Después, se mudó a Buenos Aires y trabajó en diferentes oficios.
Oscar Pavón fue un jugador que tenía el mapa de los partidos en su cabeza. Con absoluta germinalidad. Y se convirtió en un huésped con rango familiar y que nos vuelve a recordar que una redacción tiene que tener olor y sonido, la agonía de algún cigarrillo y los residuales del café en el fondo de una taza; como también los ejemplares viejos descansando su efímera eternidad en los escritorios sin espacio.
Y las victorias que ayudó a construir le devolvieron a la institución capitalina una identidad subestimada que era atacada hasta el escarnio. Aún hoy, su nombre retumba en los diferentes ámbitos donde su recuerdo se perpetúa como en núcleo central de algo Hay fuegos que arden la vida con tantas ganas que uno no puede dejar de mirarlos sin dejar de parpadear y cuando se acerca, se enciende. La corta e intensa historia del “Chaqueño” Oscar Pavón en Rawson así lo certifica. Quién escribe esto lo recuerda con la fidelidad del recién y en donde la imaginación se transporta a un momento incierto lleno de voces y de colores impulsados por la emoción tratando de explicar el conjuro implacable de los tiempos y desposeído de cualquier emoción fáctica. Hay que conocer la historia por haberla vivido y conocer a sus protagonistas por haberlos disfrutado. Se trata de un concepto, no de una cifra y en donde las biografías van construyendo sus propias bandas sonoras a medida que van pasando las páginas. En este caso, la de Oscar Pavón; el arquero chaqueño que llegó a Rawson casi por casualidad y que tuvo una temporada de novela. Bajo los tres palos y con una fuga fatal.#