Ian Subiabre, una gambeta patagónica y de Selección para exportar al mundo

A pocas horas de cumplir diecisiete años, Ian Subiabre recibió a JORNADA. Brilló en el Mundial Sub-17 jugado en Indonesia y se ilusiona con debutar en la Primera de River. Con su primer contrato profesional firmado desde hace un año, es una “joyita” del sur con destino europeo.

01 ENE 2024 - 17:57 | Actualizado 01 ENE 2024 - 18:06

Por Ismael Tebes
REDACCION JORNADA
itebes@grupojornada.com
En Twiter: @IsmaTebes

Gambeteador desde la panza, estaba predestinado. Nació un primero de enero entre brindis, pirotecnia y panes dulces en una casa donde se respiraba fútbol, se leía Olé y se consumían suplementos deportivos por doquier.

Ian es el heredero de una pasión familiar inevitable, con padre famoso –Martín Rodrigo Subiabre, el “Chileno” quien brilló en la CAI y se hizo ídolo en Huracán- y tíos hábiles con doctorado en potrero. Con tres años y menos ya se hacía difícil alejarlo de la tentación de patear la redonda en cualquier rincón de su casa en el barrio Pietrobelli, en ese “techo” privilegiado que parecen tener la ciudad y sus alturas.

De pocas palabras, Ian dice lo que le nace. Y transmite con sus silencios lo que muchos a su edad, gritarían. Los sentimientos de su presente lo encuentran feliz, de vacaciones y entrecasa, vistiendo la “7” celeste y blanca que utilizó en el Mundial Sub-17 en Indonesia.

Reconoce que el cuarto puesto es un “premio” para un plantel que demostró estar para más y sueña en grande, con la ambición de una joya que se sigue puliendo y que inexorablemente, llegará donde se lo proponga siempre que tenga una pelota en los pies. “El 2023 fue un año muy lindo, lleno de cosas positivas. Estoy muy contento, orgulloso de mí mismo y muy conforme porque terminé haciendo más cosas de las que esperaba”.

“Mejoré mucho en lo físico y también con la Selección me fuí soltando cada vez más. Jugué más suelto en el Mundial que en el Sudamericano; agarré más confianza con mis compañeros y creo que pude demostrar mucho más”. Es que Ian Subiabre no arrancó como titular, saltó desde el banco con presencia en la totalidad de los partidos jugados por el equipo de Diego Placente.

Y cuando tuvo la oportunidad, ya no abandonó más su “quinta” en cercanías del área, una franja del terreno que sedujo a fuerza de encarar rivales y dislocar caderas.

“La experiencia del Mundial no me la voy a olvidar nunca. Creo que con la Selección Argentina fuimos los mejores, no se pudo por detalles pero merecimos más. Terminar cuartos no es un mal lugar y haberle ganado a Brasil realmente fue algo muy lindo”. Hubo puntos altos, goleadas ante Venezuela, Polonia y Japón; la literal paliza 3-0 a Brasil donde al pibe comodorense le sobró fe para encarar; tirar caños y terminar enroscando a marcadores que ni siquiera pudieron tomarle la patente.

Subiabre, quien recién cumplirá 17 años el primer día del 2024, asume que la Selección Sub-17 estuvo plagada de buenos futbolistas y anticipó que muchos de sus integrantes, se convertirán en jugadores de exportación en un corto plazo. “Yo creo que en general mis compañeros, jueguen donde jueguen, van a llegar a Primera División. Hay muchos que van a llegar”, sentenció.

Y valoró que al márgen de su buena actuación, de haber llegado a jugar semifinales, donde se cayó por penales ante Alemania y se quedó sin el bronce perdiendo con Mali; haber compartido la vivencia con sus padres le terminó dando un plus motivacional. “Eso fue algo muy lindo que hayan podido estar alentándome en la tribuna”.

Lejos de hablar de su futuro y de lo que podría ocurrir, tiene el foco puesto en crecer desde lo físico, lo personal y lo futbolístico. Sin apuro y sin presiones, sabiendo que lo que deba llegar, llegará. “Estar lejos de la familia es algo difícil, se extraña todos los días y cuesta tenerlos lejos pero por suerte lo llevo bien. En River, entrenamos a la mañana y a la tarde vamos a la Escuela”.

Con la vidriera del Mundial, el debut en Primera está al caer como ya lo hiciera Claudio Echeverri y podría concretarlo en breve, el goleador Agustín Ruberto; el defensor Ulises Giménez o Franco Mastantuono, todos parte de un proceso de juventud y talento valorado en la cantera de paladar negro de River. “Ni siquiera me puedo imaginar ese momento del debut. Lo más importante sería que esté mi familia en la tribuna” dice, soñando con el llamado de Martín Demichelis para concentrar, estar en el banco y finalmente, ser requerido para cumplir con su estreno en el “Millonario”.

No está tan lejos y transita su primer año como futbolista profesional con un perfil casi de subsuelo y sin que le pese su millonaria cláusula.

“Jugar en la Selección mayor también es un sueño. Lo mismo que jugar en Europa, uno siempre piensa todos los días y espera que llegue ese momento”. Entre sus brackets se enciende una sonrisa al recordar la foto que pudo tomarse en Ezeiza con Lionel Messi y mucho más, al mencionar a Julián Alvarez, en quien centra su total y absoluta idolatría. “Él es mi referente, deja todo, va a todas y también hace goles. No juega en mi puesto pero lo admiro”.

Con el sello de “gambeta, potencia y definición” se describe modestamente y en pocas palabras, con picardía. Afuera de la cancha, Ian es la pausa misma de la tranquilidad. Parece tímido ante lo que puede surgir fuera de su hábitat futbolero pero después entrega la respuesta correcta, corta y al pie.

Siempre en su eje. “En las vacaciones me gusta estar con mi familia, con mi novia y compartir con mis amigos. Ir a la playa y comer un asado. Estar con mi familia es lo que más me gusta hacer cuando estoy en Comodoro”, asume.

El apellido Subiabre pesa. Es que su papá surgió como él en las filas de la Comisión de Actividades Infantiles y también llegó a probarse en River Plate con “okey” futbolístico pero cuestiones de manejo que le impidieron quedarse.

“No lo ví jugar pero siempre la gente me cuenta y me dice cosas de mi viejo, que antes era buen jugador. En mi casa, siempre hablamos de fútbol con él”. Su mamá Martha Vivar, le regaló otra muestra de amor y admiración absoluta: se tatuó su imagen con la camiseta de la Selección y su firma en la pierna izquierda y con una tinta que llega al corazón. Más en la piel, imposible.

Ian vive en la pensión de River y estudia en la nueva escuela del club destinada a los jugadores de alto rendimiento. Y desde ese pequeño rincón del Monumental proyecta terminar el secundario y a la vez, cursar una carrera paralela al fútbol. “En la pensión pasa el tiempo rápido. Jodo y comparto con mis compañeros”.

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01 ENE 2024 - 17:57

Por Ismael Tebes
REDACCION JORNADA
itebes@grupojornada.com
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Gambeteador desde la panza, estaba predestinado. Nació un primero de enero entre brindis, pirotecnia y panes dulces en una casa donde se respiraba fútbol, se leía Olé y se consumían suplementos deportivos por doquier.

Ian es el heredero de una pasión familiar inevitable, con padre famoso –Martín Rodrigo Subiabre, el “Chileno” quien brilló en la CAI y se hizo ídolo en Huracán- y tíos hábiles con doctorado en potrero. Con tres años y menos ya se hacía difícil alejarlo de la tentación de patear la redonda en cualquier rincón de su casa en el barrio Pietrobelli, en ese “techo” privilegiado que parecen tener la ciudad y sus alturas.

De pocas palabras, Ian dice lo que le nace. Y transmite con sus silencios lo que muchos a su edad, gritarían. Los sentimientos de su presente lo encuentran feliz, de vacaciones y entrecasa, vistiendo la “7” celeste y blanca que utilizó en el Mundial Sub-17 en Indonesia.

Reconoce que el cuarto puesto es un “premio” para un plantel que demostró estar para más y sueña en grande, con la ambición de una joya que se sigue puliendo y que inexorablemente, llegará donde se lo proponga siempre que tenga una pelota en los pies. “El 2023 fue un año muy lindo, lleno de cosas positivas. Estoy muy contento, orgulloso de mí mismo y muy conforme porque terminé haciendo más cosas de las que esperaba”.

“Mejoré mucho en lo físico y también con la Selección me fuí soltando cada vez más. Jugué más suelto en el Mundial que en el Sudamericano; agarré más confianza con mis compañeros y creo que pude demostrar mucho más”. Es que Ian Subiabre no arrancó como titular, saltó desde el banco con presencia en la totalidad de los partidos jugados por el equipo de Diego Placente.

Y cuando tuvo la oportunidad, ya no abandonó más su “quinta” en cercanías del área, una franja del terreno que sedujo a fuerza de encarar rivales y dislocar caderas.

“La experiencia del Mundial no me la voy a olvidar nunca. Creo que con la Selección Argentina fuimos los mejores, no se pudo por detalles pero merecimos más. Terminar cuartos no es un mal lugar y haberle ganado a Brasil realmente fue algo muy lindo”. Hubo puntos altos, goleadas ante Venezuela, Polonia y Japón; la literal paliza 3-0 a Brasil donde al pibe comodorense le sobró fe para encarar; tirar caños y terminar enroscando a marcadores que ni siquiera pudieron tomarle la patente.

Subiabre, quien recién cumplirá 17 años el primer día del 2024, asume que la Selección Sub-17 estuvo plagada de buenos futbolistas y anticipó que muchos de sus integrantes, se convertirán en jugadores de exportación en un corto plazo. “Yo creo que en general mis compañeros, jueguen donde jueguen, van a llegar a Primera División. Hay muchos que van a llegar”, sentenció.

Y valoró que al márgen de su buena actuación, de haber llegado a jugar semifinales, donde se cayó por penales ante Alemania y se quedó sin el bronce perdiendo con Mali; haber compartido la vivencia con sus padres le terminó dando un plus motivacional. “Eso fue algo muy lindo que hayan podido estar alentándome en la tribuna”.

Lejos de hablar de su futuro y de lo que podría ocurrir, tiene el foco puesto en crecer desde lo físico, lo personal y lo futbolístico. Sin apuro y sin presiones, sabiendo que lo que deba llegar, llegará. “Estar lejos de la familia es algo difícil, se extraña todos los días y cuesta tenerlos lejos pero por suerte lo llevo bien. En River, entrenamos a la mañana y a la tarde vamos a la Escuela”.

Con la vidriera del Mundial, el debut en Primera está al caer como ya lo hiciera Claudio Echeverri y podría concretarlo en breve, el goleador Agustín Ruberto; el defensor Ulises Giménez o Franco Mastantuono, todos parte de un proceso de juventud y talento valorado en la cantera de paladar negro de River. “Ni siquiera me puedo imaginar ese momento del debut. Lo más importante sería que esté mi familia en la tribuna” dice, soñando con el llamado de Martín Demichelis para concentrar, estar en el banco y finalmente, ser requerido para cumplir con su estreno en el “Millonario”.

No está tan lejos y transita su primer año como futbolista profesional con un perfil casi de subsuelo y sin que le pese su millonaria cláusula.

“Jugar en la Selección mayor también es un sueño. Lo mismo que jugar en Europa, uno siempre piensa todos los días y espera que llegue ese momento”. Entre sus brackets se enciende una sonrisa al recordar la foto que pudo tomarse en Ezeiza con Lionel Messi y mucho más, al mencionar a Julián Alvarez, en quien centra su total y absoluta idolatría. “Él es mi referente, deja todo, va a todas y también hace goles. No juega en mi puesto pero lo admiro”.

Con el sello de “gambeta, potencia y definición” se describe modestamente y en pocas palabras, con picardía. Afuera de la cancha, Ian es la pausa misma de la tranquilidad. Parece tímido ante lo que puede surgir fuera de su hábitat futbolero pero después entrega la respuesta correcta, corta y al pie.

Siempre en su eje. “En las vacaciones me gusta estar con mi familia, con mi novia y compartir con mis amigos. Ir a la playa y comer un asado. Estar con mi familia es lo que más me gusta hacer cuando estoy en Comodoro”, asume.

El apellido Subiabre pesa. Es que su papá surgió como él en las filas de la Comisión de Actividades Infantiles y también llegó a probarse en River Plate con “okey” futbolístico pero cuestiones de manejo que le impidieron quedarse.

“No lo ví jugar pero siempre la gente me cuenta y me dice cosas de mi viejo, que antes era buen jugador. En mi casa, siempre hablamos de fútbol con él”. Su mamá Martha Vivar, le regaló otra muestra de amor y admiración absoluta: se tatuó su imagen con la camiseta de la Selección y su firma en la pierna izquierda y con una tinta que llega al corazón. Más en la piel, imposible.

Ian vive en la pensión de River y estudia en la nueva escuela del club destinada a los jugadores de alto rendimiento. Y desde ese pequeño rincón del Monumental proyecta terminar el secundario y a la vez, cursar una carrera paralela al fútbol. “En la pensión pasa el tiempo rápido. Jodo y comparto con mis compañeros”.