El Comedor de Mirella, ubicado en el barrio Las Flores sufre la misma situación por la que atraviesan la mayoría de comedores y merenderos. Reconocen no tener apoyo provincial y que el aporte en alimentos que le brinda la Municipalidad es insuficiente.
Norma Angulo, hija de la fundadora, tomó la posta del espacio solidario que brinda asistencia a más de cien personas. “Hay gente que va y viene; cuando tienen una changa deja de hacerlo pero se quedan sin trabajo y vuelven a buscar su comida. También vienen los chicos que hacen semáforos y los miércoles y viernes le damos la merienda a cuarenta nenes”.
Angulo consideró que la época más crítica es la invernal, donde disminuye el volumen de los denominados trabajos eventuales. “Falta trabajo y empieza a llegar más gente al comedor. El Municipio me da una ayuda con alimentos, pero tampoco alcanza aunque sabemos que no podemos estar insistiendo porque la necesidad no solamente es nuestra”, reconoció.
“El comedor está para la gente. Ni para mí, ni para mis hijos. Así fue siempre desde el ’90 cuando arrancamos con mi mamá. Éste año es especialmente difícil, no recibimos donaciones y quienes aportan, hacen lo que pueden y no se les puede exigir. Es algo que sale del corazón de las personas”, sostuvo la responsable del Comedor. “Si nos dan pan, vamos a buscar; si nos dan pollo, vamos también. Igual con la ropa, buscamos o nos traen. Para seguir y que no nos falte comida, nos movemos y hacemos cosas. Éste año es como que duele más todo”.
“Sé todas las necesidades que hay, el día que no haya más o haya otro comedor que cumpla la tarea, cerraremos. Hoy es necesario. Les damos un plato de comida, nada más que eso. Y eso les ayuda un montón. La gente hace changas y el frío agrava la situación. Vienen de distintos barrios porque tienen hambre. Sea quien sea, no importa de dónde venga, si es borracho o adicto. Acá solamente ofrecemos un plato de comida caliente”.
Y reconoció que el aumento en la factura de servicios llevó a agudizar el ingenio a la hora de generar recursos. “Estamos preparando una venta de pollos con papas bravas a doce mil pesos porque tenemos que pagar servicios y comprar cosas para el comedor y cada vez está más difícil la situación. No tenemos subsidios y para poder seguir, hay que hacer algo. Nos llegó una factura con un aumento de la luz. Pagábamos 45 mil y se fue a 90 mil pesos y hay que tener la plata”, finalizó.
El Comedor de Mirella, ubicado en el barrio Las Flores sufre la misma situación por la que atraviesan la mayoría de comedores y merenderos. Reconocen no tener apoyo provincial y que el aporte en alimentos que le brinda la Municipalidad es insuficiente.
Norma Angulo, hija de la fundadora, tomó la posta del espacio solidario que brinda asistencia a más de cien personas. “Hay gente que va y viene; cuando tienen una changa deja de hacerlo pero se quedan sin trabajo y vuelven a buscar su comida. También vienen los chicos que hacen semáforos y los miércoles y viernes le damos la merienda a cuarenta nenes”.
Angulo consideró que la época más crítica es la invernal, donde disminuye el volumen de los denominados trabajos eventuales. “Falta trabajo y empieza a llegar más gente al comedor. El Municipio me da una ayuda con alimentos, pero tampoco alcanza aunque sabemos que no podemos estar insistiendo porque la necesidad no solamente es nuestra”, reconoció.
“El comedor está para la gente. Ni para mí, ni para mis hijos. Así fue siempre desde el ’90 cuando arrancamos con mi mamá. Éste año es especialmente difícil, no recibimos donaciones y quienes aportan, hacen lo que pueden y no se les puede exigir. Es algo que sale del corazón de las personas”, sostuvo la responsable del Comedor. “Si nos dan pan, vamos a buscar; si nos dan pollo, vamos también. Igual con la ropa, buscamos o nos traen. Para seguir y que no nos falte comida, nos movemos y hacemos cosas. Éste año es como que duele más todo”.
“Sé todas las necesidades que hay, el día que no haya más o haya otro comedor que cumpla la tarea, cerraremos. Hoy es necesario. Les damos un plato de comida, nada más que eso. Y eso les ayuda un montón. La gente hace changas y el frío agrava la situación. Vienen de distintos barrios porque tienen hambre. Sea quien sea, no importa de dónde venga, si es borracho o adicto. Acá solamente ofrecemos un plato de comida caliente”.
Y reconoció que el aumento en la factura de servicios llevó a agudizar el ingenio a la hora de generar recursos. “Estamos preparando una venta de pollos con papas bravas a doce mil pesos porque tenemos que pagar servicios y comprar cosas para el comedor y cada vez está más difícil la situación. No tenemos subsidios y para poder seguir, hay que hacer algo. Nos llegó una factura con un aumento de la luz. Pagábamos 45 mil y se fue a 90 mil pesos y hay que tener la plata”, finalizó.