María Remedios del Valle

16 MAY 2024 - 12:38 | Actualizado 20 MAY 2024 - 20:29

Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada

Podcast : Paloma Caria

Hace 177 años, fallecía María Remedios del Valle. La Madre Patria, como la llamaron los malqueridos que la bienquerían. Escondida. Por pobre. Por negra. Por orillera. Por mujer. Convertida en una mendiga harapienta.

Considerada una "parda" en ese esquema de castas de las clases dominantes de nuestra bendita tierra (y de la tilingueria actual), fue enfermera, soldadera, expedicionaria y experta en fugas. Vejada y torturada una y cien veces, se erigió en capitana del Ejército del Norte por su coraje y determinación a pesar de la negativa inicial de Belgrano y fue adorada sin medias tintas por soldados y oficiales. Tuvo un marido y dos hijos que, al igual que la Juana del Altiplano, corrieron el mismo destino: la muerte en las batallas de gloria y cenizas por la independencia.

Ganó y perdió mil peleas. Estuvo siete veces a punto de ser fusilada; fue herida de bala seis veces y encarcelada por los realistas y ayudó a escapar a cientos de patriotas. Por ello, fue azotada nueve días seguidos en una plaza pública que le dejaron huellas imborrables en su cuerpo, aunque no en su espíritu.

Se escapó por enésima vez de una cárcel del Alto Perú y a los 60 recaló en Buenos Aires. Herida, olvidada y maltratada por los propios se la pasó mendigando y vendiendo tortas fritas y pastelitos para sobrevivir y recibiendo las limosnas de las monjas y curas del lugar hasta que la rescató Viamonte que había peleado codo a codo con ella, allá, en el norte. ¡Es la Capitana! ¡Es la Madre Patria!, dicen que dijo -en plena calle- quién ya era un legislador porteño, y cuyos mayordomos la habían rajado del umbral de su casa -en el medio de desprecios e insultos- cuando lo había ido a ver. ¡Perdón! ¡Perdón!. ¡No sabía!, dicen que dijo luego.

Tardaron años en darle una miserable pensión que fue aumentada por Rosas y por ello, se cambió su apellido por el del Restaurador.

Se fue físicamente a los 80 sin decirle a nadie que se había rebelado contra un destino que parecía cantado para su vida. Al final, a esa niña de Ayohuma que cerraba heridas con sus manos santas, que había estado cuando las invasiones inglesas y peleado junto a Guemes y Arenales, le habían reconocido la jerarquía de sargento mayor en el Ejército. Se había ganado para los soldados el de capitana. y para el pueblo el de La Madre Patria; esa que aún busca su destino de grandeza.
Si. Venimos del vientre y del corazón de una negra. Madre Patria. La verdadera. No la otra, en donde datos del parto no hay y sobran los testimonios de actos de robos y supresión de identidad.

16 MAY 2024 - 12:38

Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada

Podcast : Paloma Caria

Hace 177 años, fallecía María Remedios del Valle. La Madre Patria, como la llamaron los malqueridos que la bienquerían. Escondida. Por pobre. Por negra. Por orillera. Por mujer. Convertida en una mendiga harapienta.

Considerada una "parda" en ese esquema de castas de las clases dominantes de nuestra bendita tierra (y de la tilingueria actual), fue enfermera, soldadera, expedicionaria y experta en fugas. Vejada y torturada una y cien veces, se erigió en capitana del Ejército del Norte por su coraje y determinación a pesar de la negativa inicial de Belgrano y fue adorada sin medias tintas por soldados y oficiales. Tuvo un marido y dos hijos que, al igual que la Juana del Altiplano, corrieron el mismo destino: la muerte en las batallas de gloria y cenizas por la independencia.

Ganó y perdió mil peleas. Estuvo siete veces a punto de ser fusilada; fue herida de bala seis veces y encarcelada por los realistas y ayudó a escapar a cientos de patriotas. Por ello, fue azotada nueve días seguidos en una plaza pública que le dejaron huellas imborrables en su cuerpo, aunque no en su espíritu.

Se escapó por enésima vez de una cárcel del Alto Perú y a los 60 recaló en Buenos Aires. Herida, olvidada y maltratada por los propios se la pasó mendigando y vendiendo tortas fritas y pastelitos para sobrevivir y recibiendo las limosnas de las monjas y curas del lugar hasta que la rescató Viamonte que había peleado codo a codo con ella, allá, en el norte. ¡Es la Capitana! ¡Es la Madre Patria!, dicen que dijo -en plena calle- quién ya era un legislador porteño, y cuyos mayordomos la habían rajado del umbral de su casa -en el medio de desprecios e insultos- cuando lo había ido a ver. ¡Perdón! ¡Perdón!. ¡No sabía!, dicen que dijo luego.

Tardaron años en darle una miserable pensión que fue aumentada por Rosas y por ello, se cambió su apellido por el del Restaurador.

Se fue físicamente a los 80 sin decirle a nadie que se había rebelado contra un destino que parecía cantado para su vida. Al final, a esa niña de Ayohuma que cerraba heridas con sus manos santas, que había estado cuando las invasiones inglesas y peleado junto a Guemes y Arenales, le habían reconocido la jerarquía de sargento mayor en el Ejército. Se había ganado para los soldados el de capitana. y para el pueblo el de La Madre Patria; esa que aún busca su destino de grandeza.
Si. Venimos del vientre y del corazón de una negra. Madre Patria. La verdadera. No la otra, en donde datos del parto no hay y sobran los testimonios de actos de robos y supresión de identidad.


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