Por Martín Tacón / Redacción Jornada
El cuerpo femenino, al desnudo, tal y como es. Una mirada que desarma los estándares de belleza hegemónica en la mujer y la idea de la figura perfecta. Un contraste entre los modelos estilizados que impone el mundo comercial y la realidad de quienes aprenden a quererse mirando su imagen en el espejo.
En el foyer del Centro Cultural Municipal “José Hernández” de Rawson, la artista multifacética Laura Buscarino exhibe su obra llamada “Talles Únicos”, que consta de una serie de esculturas de yeso moldeadas con cuerpos de mujeres reales.
El talle es la temática central de estas esculturas para las que modelaron mujeres poetas que forman parte del círculo íntimo de la artista. Las figuras revelan diversas partes del cuerpo que las propias modelos eligieron mostrar.
Un busto con las manos cubriendo pudorosamente los pechos. Una espalda blanca con la frase: “La desnudez en el temblor de la cascada”. Dos manos posadas sobre el vientre y unas palabras sobre el ombligo: “No hay nada más solar que nuestro nombre”.
Una de las esculturas parece relajarse a la altura del cuello, dejando un seno al desnudo, con la frase: “El secreto en el latido”. De espaldas, un par de nalgas, de las que cuelga una cinta métrica, que parece aludir a las medidas ideales.
La autora contrasta estas esculturas con la figura entallada de un maniquí intervenido con collage. “¿De qué talle es tu ojo?”.
“No es la figura ideal”
Laura Buscarino nació en Bahía Blanca, en el seno de una familia de artistas. De niñase mudó a Trelew, donde creció y estudió. Desde entonces se considera una trelewense más. Como artista es polifacética y prolífera. Empezó con la pintura, de pequeña, casi como un juego, y continuó con la fotografía.Luego incursionó en la escultura, el collage y la escritura. Expone al menos tres veces cada año.
Para esta obra, Laura trabajó con yeso y moldería. “Son esculturas que tienen que ver con el talle, con lo que nos venden y la realidad”, dice la artista. “Son mujeres reales de distintas edades y distintos pesos. No es la figura ideal”.
El contrapeso que genera la figura “ideal” del típico maniquí de vidriera le da profundidad al mensaje que late en lo profundo de su obra. “En comparación, surge cuál es la realidad”, dice. “Para nosotras las mujeres es un tema común de todos los días, nos miramos al espejo y nos preguntamos si nos veremos lindas, nos fijamos en lo que nos sobra o lo que nos falta”.
Las mujeres que modelaron forman parte del grupo de poetas donde Laura escribe. El pacto de confianza con la artista es clave para ingresar en la intimidad de la modelo. “En algún momento buscaba mujeres que estaban chochas porque eran preciosas: altas, flacas, divinas, jóvenes. Pero yo estaba buscando otra cosa, quería mujeres reales”.
La técnica para la creación de los moldes consistió en emplear la gasa enyesada (la misma que se utiliza en medicina) y humedecerla. Previamente, se aplicó un tratamiento sobre la piel de la modelo.
“Son hermosas”
Laura encontró en sus amigas poetas, mujeres entre los 18 y 70 años, personas dispuestas a resaltar especialmente una parte de su cuerpo. “Yo quiero que se me vea este rollito, decían. Me pareció fantástico, y pude acceder después de muchos años a modelos reales. Se trata dequererse como uno es, porque es lo que tenemos”.
Al contemplar su obra, Laura ve la perfección con otros ojos. “Son hermosas”, dice. “Todas, en sus particularidades. Dejar el yeso en blanco nos iguala a todas, es la pureza del espíritu. Somos distintas e iguales a la vez”.
Toda la obra está acompañada de collages que hablan desde la atemporalidad sobre la transformación de los cuerpos y la búsqueda de una estética.
Dice, tajantemente, que su obra no es una crítica. Es, más bien, otra forma de ver. “Yo no puedo decir lo que está bien o mal con respecto a la figura de los demás o cómo lo ve la sociedad. Lo que sé es cuánto nos incomoda a las mujeres la figura; querer conseguir una prenda, que te digan ‘es talle único’ y darse cuenta que en ese talle único no cabés”.
No se considera feminista.“Yo busco puntos medios”, dice. Sin embargo, matiza algunos de los valores del movimiento que ha penetrado tanto en las mujeres.
“Creo que uno de los grandes avances fue aceptar mejor el cuerpo como es, mostrarlo y sentirse atractiva, sexy, conforme no sólo para la mirada del otro sino para la propia, porque el gran problema que tenemos las mujeres viene por la mirada masculina”.
Por Martín Tacón / Redacción Jornada
El cuerpo femenino, al desnudo, tal y como es. Una mirada que desarma los estándares de belleza hegemónica en la mujer y la idea de la figura perfecta. Un contraste entre los modelos estilizados que impone el mundo comercial y la realidad de quienes aprenden a quererse mirando su imagen en el espejo.
En el foyer del Centro Cultural Municipal “José Hernández” de Rawson, la artista multifacética Laura Buscarino exhibe su obra llamada “Talles Únicos”, que consta de una serie de esculturas de yeso moldeadas con cuerpos de mujeres reales.
El talle es la temática central de estas esculturas para las que modelaron mujeres poetas que forman parte del círculo íntimo de la artista. Las figuras revelan diversas partes del cuerpo que las propias modelos eligieron mostrar.
Un busto con las manos cubriendo pudorosamente los pechos. Una espalda blanca con la frase: “La desnudez en el temblor de la cascada”. Dos manos posadas sobre el vientre y unas palabras sobre el ombligo: “No hay nada más solar que nuestro nombre”.
Una de las esculturas parece relajarse a la altura del cuello, dejando un seno al desnudo, con la frase: “El secreto en el latido”. De espaldas, un par de nalgas, de las que cuelga una cinta métrica, que parece aludir a las medidas ideales.
La autora contrasta estas esculturas con la figura entallada de un maniquí intervenido con collage. “¿De qué talle es tu ojo?”.
“No es la figura ideal”
Laura Buscarino nació en Bahía Blanca, en el seno de una familia de artistas. De niñase mudó a Trelew, donde creció y estudió. Desde entonces se considera una trelewense más. Como artista es polifacética y prolífera. Empezó con la pintura, de pequeña, casi como un juego, y continuó con la fotografía.Luego incursionó en la escultura, el collage y la escritura. Expone al menos tres veces cada año.
Para esta obra, Laura trabajó con yeso y moldería. “Son esculturas que tienen que ver con el talle, con lo que nos venden y la realidad”, dice la artista. “Son mujeres reales de distintas edades y distintos pesos. No es la figura ideal”.
El contrapeso que genera la figura “ideal” del típico maniquí de vidriera le da profundidad al mensaje que late en lo profundo de su obra. “En comparación, surge cuál es la realidad”, dice. “Para nosotras las mujeres es un tema común de todos los días, nos miramos al espejo y nos preguntamos si nos veremos lindas, nos fijamos en lo que nos sobra o lo que nos falta”.
Las mujeres que modelaron forman parte del grupo de poetas donde Laura escribe. El pacto de confianza con la artista es clave para ingresar en la intimidad de la modelo. “En algún momento buscaba mujeres que estaban chochas porque eran preciosas: altas, flacas, divinas, jóvenes. Pero yo estaba buscando otra cosa, quería mujeres reales”.
La técnica para la creación de los moldes consistió en emplear la gasa enyesada (la misma que se utiliza en medicina) y humedecerla. Previamente, se aplicó un tratamiento sobre la piel de la modelo.
“Son hermosas”
Laura encontró en sus amigas poetas, mujeres entre los 18 y 70 años, personas dispuestas a resaltar especialmente una parte de su cuerpo. “Yo quiero que se me vea este rollito, decían. Me pareció fantástico, y pude acceder después de muchos años a modelos reales. Se trata dequererse como uno es, porque es lo que tenemos”.
Al contemplar su obra, Laura ve la perfección con otros ojos. “Son hermosas”, dice. “Todas, en sus particularidades. Dejar el yeso en blanco nos iguala a todas, es la pureza del espíritu. Somos distintas e iguales a la vez”.
Toda la obra está acompañada de collages que hablan desde la atemporalidad sobre la transformación de los cuerpos y la búsqueda de una estética.
Dice, tajantemente, que su obra no es una crítica. Es, más bien, otra forma de ver. “Yo no puedo decir lo que está bien o mal con respecto a la figura de los demás o cómo lo ve la sociedad. Lo que sé es cuánto nos incomoda a las mujeres la figura; querer conseguir una prenda, que te digan ‘es talle único’ y darse cuenta que en ese talle único no cabés”.
No se considera feminista.“Yo busco puntos medios”, dice. Sin embargo, matiza algunos de los valores del movimiento que ha penetrado tanto en las mujeres.
“Creo que uno de los grandes avances fue aceptar mejor el cuerpo como es, mostrarlo y sentirse atractiva, sexy, conforme no sólo para la mirada del otro sino para la propia, porque el gran problema que tenemos las mujeres viene por la mirada masculina”.