Lisandro Aguirregabiría/Redacción Jornada
El martes 18 de junio, a las 17 horas, estaba lloviendo en Comodoro Rivadavia y se avecinaba una fuerte nevada.
Luis Sea cayó en la casa de Adela, una tía con quien se crióde chico, le dejó un pollo y quedó en volver a la noche.
El peón le dijo que tenía que ir a la estancia “LaMariana”, en el límite con Santa Cruz, a darle de comer a los perros. Tenía puesta una campera azul, jeans y llevaba un gorro; se notaba que había tomado algunos tragos.
Ese martes a la mañana, Sea salió del campo y llegó al mediodía a la casa del patrón en Comodoro Rivadavia a buscar “lana”, unos 300.000 pesos que eran parte del jornal de abril.
“¿Por qué no te quedás? Está nevando, te puede pasar algo”, le dijo Adela mientras veía la lluvia caer por la ventana.
Los equipos de Vialidad Nacional y Protección Civil de la Provincia, estaban delineando los operativos en las rutas y emitiendo alertas para restringir el tránsito.
Adela no necesitaba ver las noticias para darse cuenta de la nevada que se venía.
“No, tengo que darles comida a los perros”, le respondió Lalo acostumbrado a vérselas con el frío, el viento y la nieve.
Adela, preocupada, le insistió una vez más para que “Lalo” se quedara, pero el hombre era porfiado y no quería dejar a los perros.
“No, si yo ya soy grande, me cuido solo”, le respondió.
“Bueno, si querés ándate, pero si te llega a pasar algo no me echés la culpa a mí”, le respondió fastidiada.
Adela lo había visto crecer a “Lalo” de chiquito junto con su esposo, que era el hermano del padre.
Esa noche, mientras empezaba a nevar, Luis Sea nunca llegó para hacer el pollo. Adela pensó que él se habría quedado en el campo.
El miércoles y jueves siguió nevando.
Nadie sabía que “Lalo” no había llegado.
El jueves siguiente, el patrón preguntó por “Lalo” a la familia y le respondieron: “¿No era que estaba en el campo?”.
“No, acá no está”, les respondió.
El hombre se fijó en las cámaras de la estancia y comprobó que Luis Sea, si alguna vez salió de Comodoro Rivadavia, nunca había llegado.
El domingo 23 apareció a camioneta Toyota Hilux cubierta de nieve, a unos 15 kilómetros de la estancia donde se suponía que iba “Lalo”.
El vehículo estaba cerrado con llave y no había rastros del hombre; ahí dentro había una campera y una botella de cerveza.
En este punto el camino de Luis Sea se vuelve cada vez más difuso.
Los perros siguen el rastro del hombre como si hubiera caminado unos 500 metros en dirección contraria a la estancia.
No se explica por qué Luis Sea no se dirigió hacia donde estaba la antena para llamar por teléfono. Puede que se haya desorientado en la estepa cubierta de nieve.
Las cámaras de Tecpetrol filmaron la Toyota Hilux saliendo de Comodoro Rivadavia, a las 18.30 horas, pero no se alcanza a distinguir si el que maneja es Luis Sea.
A partir de esta imagen borrosa, se abre la segunda hipótesis: Luis podría haber sido secuestrado o asesinado y quien lo hizo “plantó” la camioneta en ese desvío.
No hay nada que acredite estas sospechas, al menos en la versión de los familiares, pero otros todavía lo sostienen por lo bajo.
Los rastros de Luis Sea, inexplicablemente, llevan hasta un punto ciego y ahí se pierden.
Lo peor que le pudo haber pasado, es que se haya peleado con algún paisano y que todo haya terminado de la peor manera.
Pero no hay nada de eso.
Luis Sea era diestro con los animales y respetuoso con el patrón; tenía un puñado de amigos con los que se había criado en el campo.
El hombre se había aprovisionado para pasar el invierno. Estaba ahorrando algún dinero para cambiar la Toyota Hilux.
“Quiero ir a la laguna a tomar agua”, decía cada vez que le daba sed en el camino y paraba en algún boliche.
“Lalo tiene que estar en el bar de Roldán, en la Pampa, ¿fueron ahí?”, pregunta Adela. La mujer habla de un “puestero amigo” de una estancia unos kilómetros al norte.
En toda una vida en el campo, Luis Sea nunca se había perdido sin dejar rastro. Lo primero que pensaron fue que se había guarecido en un puesto cercano.
“Es la primera vez que hace eso, nunca se pierde”, cuenta Adela que el hombre acostumbraba a viajar a Comodoro Rivadavia y regresaba en el día.
Los primeros días de búsqueda, en la zona donde apareció la camioneta, había 1,8 metros de nieve.
En la zona baja, Eliseo Nahuelquir, un amigo, salió a buscarlo a caballo por los puestos cercanos, pero no encontró nada.
El martes en que Luis Sea desapareció, Eliseo tenía pensado salir para Comodoro, pero tuvo que cambiar de planes porque el camino estaba imposible.
Después de un mes la nieve bajó un poco, pero las heladas aún persisten y se sigue complicando la búsqueda.
Adela, en su casa, pide que le avisen si hay alguna novedad de Lalo.
“Pienso que tiene que estar en un puesto”, conjetura la mujer que aún lo sigue esperando.
Lisandro Aguirregabiría/Redacción Jornada
El martes 18 de junio, a las 17 horas, estaba lloviendo en Comodoro Rivadavia y se avecinaba una fuerte nevada.
Luis Sea cayó en la casa de Adela, una tía con quien se crióde chico, le dejó un pollo y quedó en volver a la noche.
El peón le dijo que tenía que ir a la estancia “LaMariana”, en el límite con Santa Cruz, a darle de comer a los perros. Tenía puesta una campera azul, jeans y llevaba un gorro; se notaba que había tomado algunos tragos.
Ese martes a la mañana, Sea salió del campo y llegó al mediodía a la casa del patrón en Comodoro Rivadavia a buscar “lana”, unos 300.000 pesos que eran parte del jornal de abril.
“¿Por qué no te quedás? Está nevando, te puede pasar algo”, le dijo Adela mientras veía la lluvia caer por la ventana.
Los equipos de Vialidad Nacional y Protección Civil de la Provincia, estaban delineando los operativos en las rutas y emitiendo alertas para restringir el tránsito.
Adela no necesitaba ver las noticias para darse cuenta de la nevada que se venía.
“No, tengo que darles comida a los perros”, le respondió Lalo acostumbrado a vérselas con el frío, el viento y la nieve.
Adela, preocupada, le insistió una vez más para que “Lalo” se quedara, pero el hombre era porfiado y no quería dejar a los perros.
“No, si yo ya soy grande, me cuido solo”, le respondió.
“Bueno, si querés ándate, pero si te llega a pasar algo no me echés la culpa a mí”, le respondió fastidiada.
Adela lo había visto crecer a “Lalo” de chiquito junto con su esposo, que era el hermano del padre.
Esa noche, mientras empezaba a nevar, Luis Sea nunca llegó para hacer el pollo. Adela pensó que él se habría quedado en el campo.
El miércoles y jueves siguió nevando.
Nadie sabía que “Lalo” no había llegado.
El jueves siguiente, el patrón preguntó por “Lalo” a la familia y le respondieron: “¿No era que estaba en el campo?”.
“No, acá no está”, les respondió.
El hombre se fijó en las cámaras de la estancia y comprobó que Luis Sea, si alguna vez salió de Comodoro Rivadavia, nunca había llegado.
El domingo 23 apareció a camioneta Toyota Hilux cubierta de nieve, a unos 15 kilómetros de la estancia donde se suponía que iba “Lalo”.
El vehículo estaba cerrado con llave y no había rastros del hombre; ahí dentro había una campera y una botella de cerveza.
En este punto el camino de Luis Sea se vuelve cada vez más difuso.
Los perros siguen el rastro del hombre como si hubiera caminado unos 500 metros en dirección contraria a la estancia.
No se explica por qué Luis Sea no se dirigió hacia donde estaba la antena para llamar por teléfono. Puede que se haya desorientado en la estepa cubierta de nieve.
Las cámaras de Tecpetrol filmaron la Toyota Hilux saliendo de Comodoro Rivadavia, a las 18.30 horas, pero no se alcanza a distinguir si el que maneja es Luis Sea.
A partir de esta imagen borrosa, se abre la segunda hipótesis: Luis podría haber sido secuestrado o asesinado y quien lo hizo “plantó” la camioneta en ese desvío.
No hay nada que acredite estas sospechas, al menos en la versión de los familiares, pero otros todavía lo sostienen por lo bajo.
Los rastros de Luis Sea, inexplicablemente, llevan hasta un punto ciego y ahí se pierden.
Lo peor que le pudo haber pasado, es que se haya peleado con algún paisano y que todo haya terminado de la peor manera.
Pero no hay nada de eso.
Luis Sea era diestro con los animales y respetuoso con el patrón; tenía un puñado de amigos con los que se había criado en el campo.
El hombre se había aprovisionado para pasar el invierno. Estaba ahorrando algún dinero para cambiar la Toyota Hilux.
“Quiero ir a la laguna a tomar agua”, decía cada vez que le daba sed en el camino y paraba en algún boliche.
“Lalo tiene que estar en el bar de Roldán, en la Pampa, ¿fueron ahí?”, pregunta Adela. La mujer habla de un “puestero amigo” de una estancia unos kilómetros al norte.
En toda una vida en el campo, Luis Sea nunca se había perdido sin dejar rastro. Lo primero que pensaron fue que se había guarecido en un puesto cercano.
“Es la primera vez que hace eso, nunca se pierde”, cuenta Adela que el hombre acostumbraba a viajar a Comodoro Rivadavia y regresaba en el día.
Los primeros días de búsqueda, en la zona donde apareció la camioneta, había 1,8 metros de nieve.
En la zona baja, Eliseo Nahuelquir, un amigo, salió a buscarlo a caballo por los puestos cercanos, pero no encontró nada.
El martes en que Luis Sea desapareció, Eliseo tenía pensado salir para Comodoro, pero tuvo que cambiar de planes porque el camino estaba imposible.
Después de un mes la nieve bajó un poco, pero las heladas aún persisten y se sigue complicando la búsqueda.
Adela, en su casa, pide que le avisen si hay alguna novedad de Lalo.
“Pienso que tiene que estar en un puesto”, conjetura la mujer que aún lo sigue esperando.