Por Rolando Tobarez/Redacción Jornada
Paso de Indios, 30 de agosto de 2023.
Carlos Valero, oficial de la Comisaría de Paso de Indios, ve pasar una silueta encapuchada. Camina con mucha dificultad e intenta que nadie lo vea. Se acerca: era José, 74 años, 1,45 de altura, muy conocido. No lo veía hace mucho. Lo notó maltrecho, muy desmejorado. Había rumores de que se había mudado a la casa de una tal Marta Caucamán y de su hijo, Juan Ovejero.
-¡Hola! ¿Cómo le va, bien?
-Me vine a hacer un mandado y la Marta me va a castigar si no vuelvo.
-Pero véngase a la Comisaría y ahí me cuenta bien…
-Pero me castigan si no vuelvo...
El policía lo convence. Sentado en la oficina y todavía encapuchado, el adulto mayor –un hombre de campo- se desahoga: “Si usted me promete que no me hace volver más, yo cuento todo”.
José contó que lo tenían encerrado y golpeado. Mostró su cuerpo lastimado. Lo fotografiaron. Llevaba dos días sin comer.
El director del Hospital lo revisó. Pesaba 40 kilos. Estaba deshidratado y desnutrido. La víctima le contó al médico: “La Marta Caucamán y su hijo no me dan de comer”.
Lo internaron urgente y bajo custodia policial.
Como José nunca volvió del mandado, Marta apareció en la Comisaría a buscarlo, alterada. Al saber del rescate se enoja y se va. Regresa y le tira a Valero el documento y la tarjeta de PAMI de José, entre otras pertenencias.
Antecedente
Ya en enero de 2023, una sobrina de José que vive en Santa Cruz se había enterado de que su tío estaba sometido en Chubut. Decidió viajar. Llegó a la vivienda familiar, vio un auto que no reconoció, golpeó las manos y una vecina le avisó: “A tu casa la vendieron y tu tío está con Marta”.
La fiscal Mariana Millapi, a cargo del caso, contó que “como ya sabían que esta señora tiene conductas algo violentas con los vecinos, la sobrina fue a la Comisaría para saber dónde estaba su tío”. Fue la primera vez que Valero salió a buscarlo. Los Caucamán no querían saber nada, hasta que lo “entregaron” a la Comisaría. Los moretones de José eran evidentes pero le pidió a su sobrina: “Quedate tranquila y andá que yo estoy bien, pero por nada vayas a la casa de Marta”.
La sobrina se quedó 5 días en Paso de Indios y sólo pudo verlo en 3, cuando él podía salir escondido. “¿Pero vos seguro que estás bien?”, insistía. José decía que sí pero le pedía que no se acercara a “lo de Marta”. Contra la palabra de su tío no podía hacer mucho pero presentía que algo no andaba bien. Se fue. Siete meses después, Valero lo rescataba.
La sobrina se lo llevó a Santa Cruz. Se inició la causa judicial. En marzo de este año José declaró en Cámara Gesell y un día después, Marta y Juan fueron detenidos.
“Se notó el nivel de violencia con que estas personas se manejaban en el pueblo”, explicó Millapi.
La jefa
-¿Cuál fue el contacto inicial con los Caucamán?
-El primer contacto fue meses antes de la convivencia con ellos. El hijo se acerca a venderle un Renault, José lo paga y nunca se lo entregan. Dos meses después se acerca Marta a decirle que ella lo va a acompañar a un chequeo médico en Esquel. Él accede y ya en la ciudad ella le hace sacar el primer préstamo para poder ir buscar al hijo al pueblo.
En Esquel comenzaron las amenazas de muerte y los golpes. “Al volver al pueblo él quiere volver a su casa pero ya estaba vendida”, explica Millapi. A cambio, Marta lo invitó a una piecita en su patio. “Vas a estar mejor y acompañado”, le prometió. Pero le robaron todo: pertenencias, TV, ropa, herramientas.
Tenía hasta un horario para salir. Si era un buen día le tiraban un pedazo de carne para comer. El mate, prohibido. Hasta le pusieron un arma en la cabeza. Un calvario.
“Marta le decía: `Acá la jefa soy yo y vos no tenés derecho a nada. Y cuando terminó su declaración en Cámara Gesell el hombre dijo una frase que nos llamó la atención: `¿Qué más podía hacer yo que obedecer si Marta era la jefa?´”.
José estaba sometido psicológicamente, un rasgo típico de este delito. “Su voluntad estaba totalmente viciada desde que lo captan con la venta del coche hasta que lo rescatan. Y sin la intervención de este oficial a quien se le prendieron todas las luces para hablar con él, no sé en qué terminaba la situación. ¿Quién en su sano juicio permite que se lo lleven, lo encierren y lo golpeen?”.
Todos los testigos dijeron que José nunca salía solo: o con Marta o con alguien que lo seguía. “Si yo no volvía me castigaban, así que volvía. No tendré educación pero la madre es la madre y ella daba órdenes y había que cumplirlas”, declaró la víctima.
Hasta la leña del PAMI para repartir a nombre de José era llevada a la casa de Caucamán.
El testimonio de la víctima coincidió con lo que Policía encontró, filmó y fotografió en el allanamiento. Había documentos de cesión de derechos, papeles del Renault, recibos de haberes de ANSES a su nombre.
Con madre e hijo presos, José quiere volver al pueblo de toda su vida y recuperar la casa que le vendieron a otro vecino. Sobre el coche, lo adquirió una tercera persona que ya está ubicada. No tuvo ni el coche ni la plata de su reventa.
Arrodillado
-Se habló de “trabajos forzosos y humillantes”, ¿qué significa?
-Se aprovecharon de él y lo trataron como si fuera una cosa, afectando su dignidad. Con su porte y su edad, lo obligaban a rastrillar todo el patio, a cortar y llevar postes a la loma, a trabajos de jardinería. Si no los hacía, había castigo. Mostró sus rodillas y relató que lo dejaban arrodillado por horas en montículos de pedregullo. Estaba quemado y le fracturaron la mandíbula a golpes, aparte de golpes en sus brazos. Tiene sus orejas deformadas propio de trompadas. Eran quehaceres propios de la casa en condiciones totalmente inhumanas y degradantes agravadas por su edad y su físico.
En la audiencia donde quedaron detenidos la fiscal graficó: “Lo domaron de la manera más salvaje y contraria a la dignidad humana”.
Los Caucamán se quedaban con su jubilación. “Son muy astutos, lo llevaban para que cobre por ventanilla en la sucursal del Banco y Marta lo esperaba afuera y le sacaba la plata, o lo mandaban solo y el hijo lo esperaba en la plaza”. Se compraron celulares y televisores. Se sacaron fotos billetes en mano y las subían a las redes.
Otra víctima
Tres meses después del rescate de José, Marta contactó por Facebook a otro hombre de El Bolsón, un viudo de 56 años. Lo llamaremos Luis, muy vulnerable. Iniciaron una relación virtual aunque ella lo conocía mucho por haber compartido internado en la infancia.
Recordando ese pasado, ella lo convenció con una vida mejor juntos en Paso de Indios y un trabajo en la Municipalidad. A pedido de Marta, vendió su casa en 50 mil pesos y se mudó a Paso de Indios.
“Es la segunda víctima que tenemos –reveló Millapi-. Estuvo sólo tres días porque cuando llega al pueblo la primera noche fue normal pero el segundo día ella se transformó y con su hijo empezó a golpearlo”.
Le sacaron el celular pero alcanzó a mandar un audio a un tío, que se lo reenvió a una hijastra, que llamó a la Comisaria: “Por favor, mi papá vendió todo, viajó y estaría en el pueblo, ¿pueden ir a corroborar?”.
De nuevo le tocó al oficial Valero, que ya tenía el antecedente de José. Cuando llegó a la casa, Marta le había teñido el pelo a su nueva víctima. Debía decir que era un pariente. Luis salió a la puerta. Temblaba. Un ojo en compota. “Venga y vamos a hablar a la Comisaría”, dijo el policía.
Luis subió al patrullero, rompió en llanto y le dijo al oficial: “¿Lo puedo abrazar?”. Era libre. “Por favor, no me deje volver más”. Estaba golpeado. Tiene tanto miedo que escapó a Neuquén. Por estos días intentan convencerlo para que declare y su causa avance.
Sin fin
Además de José y Luis, Fiscalía identificó a otros dos adultos mayores del pueblo que pasaron por esa casa. Y una quinta víctima que habría fallecido. “Todos con el mismo modus operandi de víctimas adultas con escasos recursos intelectuales”. Por ejemplo, José apenas lee y escribe. En los allanamientos secuestraron recibos con nombres de otras personas firmados con la huella dactilar.
“Además de retenerlos en condiciones inhumanas, los adultos mayores sacaban préstamos pero el dinero se lo quedaban Caucamán y su hijo”, dice la fiscal.
En Paso de Indios Millapi entrevistó a varios vecinos para separar hechos de rumores. Logró varios relatos claves para respaldar la hipótesis fiscal. “En las redes se generó una catarata de comentarios pero sabemos cómo son estas comunidades y dependemos de los testimonios para probar la teoría fiscal y que no quede todo en una red social”. La fiscal pidió “que tomen conciencia de lo importante que es ayudar para evitar y erradicar estas conductas”.
Una de las pobladoras vio cómo a José “lo usaban como una bolsa de papas para molerlo a piñas”, graficó Millapi. En plena golpiza, Caucamán hijo se dio cuenta y corrió la cortina. La misma vecina vería a la víctima usando pantalón corto y musculosa en pleno invierno.
La fiscal asegura que madre e hija se movían “con un sentimiento de impunidad”. Insultaron a los policías que los detuvieron y ella maltrató a Marcos Nápoli, el juez que presidió la audiencia para abrir la pesquisa.
También constan datos claves de policías y médicos. Si las cuatro líneas de investigación prosperan, el rescate de José podría convertirse en una megacausa.
“Esto va a un juicio por jurados –anticipó la fiscal-. No voy a consentir de ninguna manera una salida alternativa; iremos a debate y escucharemos a todos porque estas situaciones no pueden volver a pasar”.
Aunque el dato está sujeto a confirmación, como empleada municipal en Paso de Indios, Marta Caucamán se habría hecho cargo de talleres para adultos mayores.
*Por el carácter del delito y a modo de protección, se resguardó el nombre real de las víctimas.
Por Rolando Tobarez/Redacción Jornada
Paso de Indios, 30 de agosto de 2023.
Carlos Valero, oficial de la Comisaría de Paso de Indios, ve pasar una silueta encapuchada. Camina con mucha dificultad e intenta que nadie lo vea. Se acerca: era José, 74 años, 1,45 de altura, muy conocido. No lo veía hace mucho. Lo notó maltrecho, muy desmejorado. Había rumores de que se había mudado a la casa de una tal Marta Caucamán y de su hijo, Juan Ovejero.
-¡Hola! ¿Cómo le va, bien?
-Me vine a hacer un mandado y la Marta me va a castigar si no vuelvo.
-Pero véngase a la Comisaría y ahí me cuenta bien…
-Pero me castigan si no vuelvo...
El policía lo convence. Sentado en la oficina y todavía encapuchado, el adulto mayor –un hombre de campo- se desahoga: “Si usted me promete que no me hace volver más, yo cuento todo”.
José contó que lo tenían encerrado y golpeado. Mostró su cuerpo lastimado. Lo fotografiaron. Llevaba dos días sin comer.
El director del Hospital lo revisó. Pesaba 40 kilos. Estaba deshidratado y desnutrido. La víctima le contó al médico: “La Marta Caucamán y su hijo no me dan de comer”.
Lo internaron urgente y bajo custodia policial.
Como José nunca volvió del mandado, Marta apareció en la Comisaría a buscarlo, alterada. Al saber del rescate se enoja y se va. Regresa y le tira a Valero el documento y la tarjeta de PAMI de José, entre otras pertenencias.
Antecedente
Ya en enero de 2023, una sobrina de José que vive en Santa Cruz se había enterado de que su tío estaba sometido en Chubut. Decidió viajar. Llegó a la vivienda familiar, vio un auto que no reconoció, golpeó las manos y una vecina le avisó: “A tu casa la vendieron y tu tío está con Marta”.
La fiscal Mariana Millapi, a cargo del caso, contó que “como ya sabían que esta señora tiene conductas algo violentas con los vecinos, la sobrina fue a la Comisaría para saber dónde estaba su tío”. Fue la primera vez que Valero salió a buscarlo. Los Caucamán no querían saber nada, hasta que lo “entregaron” a la Comisaría. Los moretones de José eran evidentes pero le pidió a su sobrina: “Quedate tranquila y andá que yo estoy bien, pero por nada vayas a la casa de Marta”.
La sobrina se quedó 5 días en Paso de Indios y sólo pudo verlo en 3, cuando él podía salir escondido. “¿Pero vos seguro que estás bien?”, insistía. José decía que sí pero le pedía que no se acercara a “lo de Marta”. Contra la palabra de su tío no podía hacer mucho pero presentía que algo no andaba bien. Se fue. Siete meses después, Valero lo rescataba.
La sobrina se lo llevó a Santa Cruz. Se inició la causa judicial. En marzo de este año José declaró en Cámara Gesell y un día después, Marta y Juan fueron detenidos.
“Se notó el nivel de violencia con que estas personas se manejaban en el pueblo”, explicó Millapi.
La jefa
-¿Cuál fue el contacto inicial con los Caucamán?
-El primer contacto fue meses antes de la convivencia con ellos. El hijo se acerca a venderle un Renault, José lo paga y nunca se lo entregan. Dos meses después se acerca Marta a decirle que ella lo va a acompañar a un chequeo médico en Esquel. Él accede y ya en la ciudad ella le hace sacar el primer préstamo para poder ir buscar al hijo al pueblo.
En Esquel comenzaron las amenazas de muerte y los golpes. “Al volver al pueblo él quiere volver a su casa pero ya estaba vendida”, explica Millapi. A cambio, Marta lo invitó a una piecita en su patio. “Vas a estar mejor y acompañado”, le prometió. Pero le robaron todo: pertenencias, TV, ropa, herramientas.
Tenía hasta un horario para salir. Si era un buen día le tiraban un pedazo de carne para comer. El mate, prohibido. Hasta le pusieron un arma en la cabeza. Un calvario.
“Marta le decía: `Acá la jefa soy yo y vos no tenés derecho a nada. Y cuando terminó su declaración en Cámara Gesell el hombre dijo una frase que nos llamó la atención: `¿Qué más podía hacer yo que obedecer si Marta era la jefa?´”.
José estaba sometido psicológicamente, un rasgo típico de este delito. “Su voluntad estaba totalmente viciada desde que lo captan con la venta del coche hasta que lo rescatan. Y sin la intervención de este oficial a quien se le prendieron todas las luces para hablar con él, no sé en qué terminaba la situación. ¿Quién en su sano juicio permite que se lo lleven, lo encierren y lo golpeen?”.
Todos los testigos dijeron que José nunca salía solo: o con Marta o con alguien que lo seguía. “Si yo no volvía me castigaban, así que volvía. No tendré educación pero la madre es la madre y ella daba órdenes y había que cumplirlas”, declaró la víctima.
Hasta la leña del PAMI para repartir a nombre de José era llevada a la casa de Caucamán.
El testimonio de la víctima coincidió con lo que Policía encontró, filmó y fotografió en el allanamiento. Había documentos de cesión de derechos, papeles del Renault, recibos de haberes de ANSES a su nombre.
Con madre e hijo presos, José quiere volver al pueblo de toda su vida y recuperar la casa que le vendieron a otro vecino. Sobre el coche, lo adquirió una tercera persona que ya está ubicada. No tuvo ni el coche ni la plata de su reventa.
Arrodillado
-Se habló de “trabajos forzosos y humillantes”, ¿qué significa?
-Se aprovecharon de él y lo trataron como si fuera una cosa, afectando su dignidad. Con su porte y su edad, lo obligaban a rastrillar todo el patio, a cortar y llevar postes a la loma, a trabajos de jardinería. Si no los hacía, había castigo. Mostró sus rodillas y relató que lo dejaban arrodillado por horas en montículos de pedregullo. Estaba quemado y le fracturaron la mandíbula a golpes, aparte de golpes en sus brazos. Tiene sus orejas deformadas propio de trompadas. Eran quehaceres propios de la casa en condiciones totalmente inhumanas y degradantes agravadas por su edad y su físico.
En la audiencia donde quedaron detenidos la fiscal graficó: “Lo domaron de la manera más salvaje y contraria a la dignidad humana”.
Los Caucamán se quedaban con su jubilación. “Son muy astutos, lo llevaban para que cobre por ventanilla en la sucursal del Banco y Marta lo esperaba afuera y le sacaba la plata, o lo mandaban solo y el hijo lo esperaba en la plaza”. Se compraron celulares y televisores. Se sacaron fotos billetes en mano y las subían a las redes.
Otra víctima
Tres meses después del rescate de José, Marta contactó por Facebook a otro hombre de El Bolsón, un viudo de 56 años. Lo llamaremos Luis, muy vulnerable. Iniciaron una relación virtual aunque ella lo conocía mucho por haber compartido internado en la infancia.
Recordando ese pasado, ella lo convenció con una vida mejor juntos en Paso de Indios y un trabajo en la Municipalidad. A pedido de Marta, vendió su casa en 50 mil pesos y se mudó a Paso de Indios.
“Es la segunda víctima que tenemos –reveló Millapi-. Estuvo sólo tres días porque cuando llega al pueblo la primera noche fue normal pero el segundo día ella se transformó y con su hijo empezó a golpearlo”.
Le sacaron el celular pero alcanzó a mandar un audio a un tío, que se lo reenvió a una hijastra, que llamó a la Comisaria: “Por favor, mi papá vendió todo, viajó y estaría en el pueblo, ¿pueden ir a corroborar?”.
De nuevo le tocó al oficial Valero, que ya tenía el antecedente de José. Cuando llegó a la casa, Marta le había teñido el pelo a su nueva víctima. Debía decir que era un pariente. Luis salió a la puerta. Temblaba. Un ojo en compota. “Venga y vamos a hablar a la Comisaría”, dijo el policía.
Luis subió al patrullero, rompió en llanto y le dijo al oficial: “¿Lo puedo abrazar?”. Era libre. “Por favor, no me deje volver más”. Estaba golpeado. Tiene tanto miedo que escapó a Neuquén. Por estos días intentan convencerlo para que declare y su causa avance.
Sin fin
Además de José y Luis, Fiscalía identificó a otros dos adultos mayores del pueblo que pasaron por esa casa. Y una quinta víctima que habría fallecido. “Todos con el mismo modus operandi de víctimas adultas con escasos recursos intelectuales”. Por ejemplo, José apenas lee y escribe. En los allanamientos secuestraron recibos con nombres de otras personas firmados con la huella dactilar.
“Además de retenerlos en condiciones inhumanas, los adultos mayores sacaban préstamos pero el dinero se lo quedaban Caucamán y su hijo”, dice la fiscal.
En Paso de Indios Millapi entrevistó a varios vecinos para separar hechos de rumores. Logró varios relatos claves para respaldar la hipótesis fiscal. “En las redes se generó una catarata de comentarios pero sabemos cómo son estas comunidades y dependemos de los testimonios para probar la teoría fiscal y que no quede todo en una red social”. La fiscal pidió “que tomen conciencia de lo importante que es ayudar para evitar y erradicar estas conductas”.
Una de las pobladoras vio cómo a José “lo usaban como una bolsa de papas para molerlo a piñas”, graficó Millapi. En plena golpiza, Caucamán hijo se dio cuenta y corrió la cortina. La misma vecina vería a la víctima usando pantalón corto y musculosa en pleno invierno.
La fiscal asegura que madre e hija se movían “con un sentimiento de impunidad”. Insultaron a los policías que los detuvieron y ella maltrató a Marcos Nápoli, el juez que presidió la audiencia para abrir la pesquisa.
También constan datos claves de policías y médicos. Si las cuatro líneas de investigación prosperan, el rescate de José podría convertirse en una megacausa.
“Esto va a un juicio por jurados –anticipó la fiscal-. No voy a consentir de ninguna manera una salida alternativa; iremos a debate y escucharemos a todos porque estas situaciones no pueden volver a pasar”.
Aunque el dato está sujeto a confirmación, como empleada municipal en Paso de Indios, Marta Caucamán se habría hecho cargo de talleres para adultos mayores.
*Por el carácter del delito y a modo de protección, se resguardó el nombre real de las víctimas.