Bomberos sin Estado: modelos reales de autogestión comunitaria

En lugar de seguir delegando responsabilidades en el Estado, distintas comunidades han demostrado que los servicios esenciales también pueden organizarse desde la cooperación voluntaria y la transparencia.

29 ABR 2025 - 17:02 | Actualizado 29 ABR 2025 - 17:04

Por Gregorio Carlos A. Drach / Especial para Jornada

Hubo una época en que la comunidad resolvía sus problemas. Si algo faltaba, los vecinos se organizaban. Así nacieron los Bomberos Voluntarios: no por decreto, sino por necesidad, voluntad y cooperación. Fue una respuesta libre y solidaria.

Durante décadas, ese modelo funcionó. Se sostenía con cuotas sociales, rifas, festivales. Cada aporte, por más pequeño que fuera, nacía del compromiso personal y no de una obligación impuesta.

En una columna anterior advertimos que el sistema de bomberos voluntarios en Argentina corre peligro. No porque la comunidad haya dejado de valorar su labor, sino porque el aparato estatal —que ni cumple ni permite— ha erosionado lentamente su capacidad de sostenerse. Ahora bien, la crítica sin propuesta es simple queja. Por eso, esta vez vamos un paso más allá: ¿cómo puede una comunidad sostener un servicio esencial como este, sin pedir permiso ni plata al Estado?

La respuesta ya existe. La ofrecen comunidades de todo el mundo que han demostrado que la cooperación voluntaria, la transparencia y la organización ciudadana son más efectivas que cualquier presupuesto estatal.

En Estados Unidos, por ejemplo, más del 65% de los cuerpos de bomberos son voluntarios. En pueblos y condados, funcionan como asociaciones civiles o cooperativas. Se financian mediante cuotas optativas, eventos comunitarios, campañas digitales, convenios con aseguradoras e incluso contratos con municipios que tercerizan el servicio sin estatizarlo. No hay 'impuestos para bomberos', hay vecinos que eligen sostener a sus propios bomberos.

En Alemania, el modelo del Freiwillige Feuerwehr funciona desde hace más de un siglo. Las brigadas están conformadas por civiles entrenados, muchas veces con una estructura organizativa horizontal y sin depender del presupuesto estatal. Allí, como en Nueva Zelanda, el servicio se financia con mecanismos mixtos: aportes empresariales, fondos rotatorios comunitarios, y cuotas sociales. Todo nace de la comunidad, no del Congreso.

¿Y en Argentina? Algunos municipios ya incorporan un pequeño aporte en la factura de luz o agua para sostener a sus cuarteles. Es un paso.
La clave de todo esto no es mágica: es confianza, liderazgo y transparencia. Cuando los recursos no se pierden en estructuras ineficientes, sino que llegan directamente a quienes dan su tiempo y arriesgan su vida, el resultado es mucho más que sostenible: es admirable.

Porque apagar incendios no es solo una función operativa: es también un símbolo. El símbolo de una comunidad que, ante la ausencia de quien debía estar, elige estar presente por sí misma.

La verdadera alternativa al Estado no es el caos: es la comunidad organizada en libertad.

Y los BOMBEROS VOLUNTARIOS son prueba viva de que eso es posible.

29 ABR 2025 - 17:02

Por Gregorio Carlos A. Drach / Especial para Jornada

Hubo una época en que la comunidad resolvía sus problemas. Si algo faltaba, los vecinos se organizaban. Así nacieron los Bomberos Voluntarios: no por decreto, sino por necesidad, voluntad y cooperación. Fue una respuesta libre y solidaria.

Durante décadas, ese modelo funcionó. Se sostenía con cuotas sociales, rifas, festivales. Cada aporte, por más pequeño que fuera, nacía del compromiso personal y no de una obligación impuesta.

En una columna anterior advertimos que el sistema de bomberos voluntarios en Argentina corre peligro. No porque la comunidad haya dejado de valorar su labor, sino porque el aparato estatal —que ni cumple ni permite— ha erosionado lentamente su capacidad de sostenerse. Ahora bien, la crítica sin propuesta es simple queja. Por eso, esta vez vamos un paso más allá: ¿cómo puede una comunidad sostener un servicio esencial como este, sin pedir permiso ni plata al Estado?

La respuesta ya existe. La ofrecen comunidades de todo el mundo que han demostrado que la cooperación voluntaria, la transparencia y la organización ciudadana son más efectivas que cualquier presupuesto estatal.

En Estados Unidos, por ejemplo, más del 65% de los cuerpos de bomberos son voluntarios. En pueblos y condados, funcionan como asociaciones civiles o cooperativas. Se financian mediante cuotas optativas, eventos comunitarios, campañas digitales, convenios con aseguradoras e incluso contratos con municipios que tercerizan el servicio sin estatizarlo. No hay 'impuestos para bomberos', hay vecinos que eligen sostener a sus propios bomberos.

En Alemania, el modelo del Freiwillige Feuerwehr funciona desde hace más de un siglo. Las brigadas están conformadas por civiles entrenados, muchas veces con una estructura organizativa horizontal y sin depender del presupuesto estatal. Allí, como en Nueva Zelanda, el servicio se financia con mecanismos mixtos: aportes empresariales, fondos rotatorios comunitarios, y cuotas sociales. Todo nace de la comunidad, no del Congreso.

¿Y en Argentina? Algunos municipios ya incorporan un pequeño aporte en la factura de luz o agua para sostener a sus cuarteles. Es un paso.
La clave de todo esto no es mágica: es confianza, liderazgo y transparencia. Cuando los recursos no se pierden en estructuras ineficientes, sino que llegan directamente a quienes dan su tiempo y arriesgan su vida, el resultado es mucho más que sostenible: es admirable.

Porque apagar incendios no es solo una función operativa: es también un símbolo. El símbolo de una comunidad que, ante la ausencia de quien debía estar, elige estar presente por sí misma.

La verdadera alternativa al Estado no es el caos: es la comunidad organizada en libertad.

Y los BOMBEROS VOLUNTARIOS son prueba viva de que eso es posible.