Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada
La vida tiene una música de fondo. Los clubes también. Nadie sabe reconocer completamente su origen, pero a veces nos parece recordar su melodía. Quizás con eso basta para no sentirnos completamente extraños, a pesar que todos los sonidos se eclipsen como soles impotentes pero que nos permite por lo menos escuchar el vivir.
Y eso sucede con Germinal incluso cuando el dolor quema y consume cada rincón del pecho; aunque la luz no se apaga por su sombra.
Este domingo, El Fortín, escenario de gestas extraordinarias, de misas y cantos gregorianos, cumple medio siglo de vida. Es que un 4 de mayo de 1975 se inauguraba oficialmente frente a Independiente de Trelew por la Copa Juan Buenader. El partido, al fin una anécdota en el devenir de la historia, terminó 4 a 4 y el Verdiblanco ganó por penales 4 a 3, clasificando a la final de la ronda de perdedores ante Deportivo Madryn a quién también vencería desde los 12 pasos para sucumbir en la final ante Gaiman FC. Partidos chivos, como será el de este fin de semana ante Cipolletti por el Federal A.
Esa tarde otoñal Germinal formó con Celis en el arco y la defensa se conformó con el Tortuga Rois (reemplazado luego por Hugo Montero), Luis Díaz, Paulo Fernández y el Petiso Soler. En el medio Pedro Lorenzi (reemplazado por el Chaico Julio César Ferrer), Tony Papaiani y Oscar, el Pelado, Lorenzi; Piccolo, el Bife Juan Carlos Ferrer y Abel Islan (cambiado -más tarde- por el Beto Villoldo). El técnico no era otro que Mario Chiarvetti.
Independiente lo hizo con Thomas; Mauriz, López, Manicler y Salomón; Silva (J. Thomas), Behr y Monsalvo; Paz, Bersán y Soto (J. Fernández). DT: Isidro Galván.
Arrancó mejor el Rojinegro con tantos de Monsalvo y Bersán a los 5, 10 y 35 para descontar Papaiani y Juan Carlos Ferrer a los 40 y 46 de la primera mitad.(G). Ya en el segundo tiempo, Oscar Lorenzi y el Bife lo dieron vuelta a los 18 y 25 para igualar Andrés Paz a los 41.
En la tanda de penales, el Gato Celis le contuvo los penales a Behr y Soto para darle la victoria al local con tantos de Pedrito Lorenzi, Islan, Piccolo y Díaz. Julio Thomas, Monsalvo y Fernández habían metido los suyos para los de Trelew.
Como dato no menor, Domingo Roque Leiva expulsó en los 90 a Manicler y Salomón (uno en cada período) del visitante por protestar fallos.
Estos 50 años, no es el final de la historia, es sólo un capítulo. Si, el comienzo de una parte. De la gran reseña nacida de una matriz plebeya el 3 de septiembre de 1922.
Esa que te muestra que el dolor es un maestro cruel, que te arranca pedazos, te deja desnudo frente a la fragilidad; pero también enseña, si lo dejas, que seguís de pie.
Y si bien no hay que usar un recuerdo como un ancla, es importante destacarlo como faro; como un guía que ilumine el camino cuando todo parece perdido.
No hay que quedar atrapado en las risas o abrazos de antaño. Como tampoco ser un museo de memorias sino un rio que fluye, que avanza y transforma todo lo que toca sin inventar el maleficio de la prisa. Y eso suele pasar en El Fortín.
Es que ese Fortín -al que habrá que ponerle nombre y apellido- es el lugar donde el aire cambia de color las cosas. Donde se ventila la vida como si fuera un murmullo. Es que allí se hallará la querencia. Esa que le pone esa cuota de desmesura y deseo furioso en todo lo que hace frente a tanto egoísmo, indiferencia, tilinguería e ignorancia inveterada que, cultivada con ahínco, se ha fundido para hacerse uno con los monstruos que venera.
Y ese bagaje cardíaco late incluso en la caída con un corazón que está bajo arresto porque desde la niñez se pisaron sus tribunas, incluso, antes de entenderlas.
Cuando la dureza y el fervor de la ciudad hacen sentir más la soledad uno busca un suburbio en el crepúsculo y entonces a través de un brumoso territorio de medio siglo enriquecido y devastado por el amor y el desengaño, se observa a aquel niño que fuimos en otro tiempo, con cálidos recuerdos y punzadas frías de ausencia.
Y todos (todas) fluyen en El Fortín.
Me gustan las personas desesperadas con mentes y destinos rotos. Están llenas de sorpresas y explosiones y te sacuden frente a la estandarización de la vida de todos los días. Ellas fueron las que sembraron lo que parecía una utopía y lo lograron. Un complejo deportivo para que la comunidad a la que pertenecían tuviera cobijo; a pesar de los golpes de los vientos, de las escasas cosechas, de las malas noticias y de la dictadura de las horas.
Hoy, los Pochi, Raúl, Carlos, Bocha, Gerónimo, Oscar y Luis pueden decir que el único fracaso inadmisible fue el de dejar de intentar hacer las cosas y no obstante entender que hubo días que nada funcionaba: ni las ideas, ni los planes, ni las ganas y menos la improvisación; o cuando otro (s) imponía (n) el ritmo, el contexto condicionante y el talento no alcanzaba, alcanzaron el objetivo buscado. Con malabares, con coraje, con pasión y fundamentalmente con amor. El estadio “El Fortín” está de pie y a su lado, como hermano gemelo, el gimnasio “Don Luis González”. Si hasta pareciera que 50 años no son nada. Menos 102.
“Hay un dicho que es tan común como falso: El pasado, pasado está, creemos. Pero el pasado no pasa nunca, si hay algo que no pasa es el pasado, el pasado está siempre, somos memoria de nosotros mismos y de los demás, en este sentido somos de papel, somos papel donde se escribe todo lo que sucede antes de nosotros, somos la memoria que tenemos".
"Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos; sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizás no merezcamos existir." Esta definición del nobel portugués José Saramango, puede ser una síntesis del Germinal de tantos.
Esos utópicos no sólo desafiaron al tiempo también cabalgaron contra el olvido, recordándonos que ningún sueño es demasiado grande, ni ningún camino demasiado largo… cuando se recorre con fe. Y nos marcaron (y marcan) un sendero: el todo es más importante que las partes; pues la felicidad no es individual, sino colectiva.
Este domingo se festejará. ¡Feliz aniversario Fortín de los amores!. Propios y ajenos. ¡Feliz cumpleaños, teatro de los sueños y quimeras!. ¡Por 50 años más!
Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada
La vida tiene una música de fondo. Los clubes también. Nadie sabe reconocer completamente su origen, pero a veces nos parece recordar su melodía. Quizás con eso basta para no sentirnos completamente extraños, a pesar que todos los sonidos se eclipsen como soles impotentes pero que nos permite por lo menos escuchar el vivir.
Y eso sucede con Germinal incluso cuando el dolor quema y consume cada rincón del pecho; aunque la luz no se apaga por su sombra.
Este domingo, El Fortín, escenario de gestas extraordinarias, de misas y cantos gregorianos, cumple medio siglo de vida. Es que un 4 de mayo de 1975 se inauguraba oficialmente frente a Independiente de Trelew por la Copa Juan Buenader. El partido, al fin una anécdota en el devenir de la historia, terminó 4 a 4 y el Verdiblanco ganó por penales 4 a 3, clasificando a la final de la ronda de perdedores ante Deportivo Madryn a quién también vencería desde los 12 pasos para sucumbir en la final ante Gaiman FC. Partidos chivos, como será el de este fin de semana ante Cipolletti por el Federal A.
Esa tarde otoñal Germinal formó con Celis en el arco y la defensa se conformó con el Tortuga Rois (reemplazado luego por Hugo Montero), Luis Díaz, Paulo Fernández y el Petiso Soler. En el medio Pedro Lorenzi (reemplazado por el Chaico Julio César Ferrer), Tony Papaiani y Oscar, el Pelado, Lorenzi; Piccolo, el Bife Juan Carlos Ferrer y Abel Islan (cambiado -más tarde- por el Beto Villoldo). El técnico no era otro que Mario Chiarvetti.
Independiente lo hizo con Thomas; Mauriz, López, Manicler y Salomón; Silva (J. Thomas), Behr y Monsalvo; Paz, Bersán y Soto (J. Fernández). DT: Isidro Galván.
Arrancó mejor el Rojinegro con tantos de Monsalvo y Bersán a los 5, 10 y 35 para descontar Papaiani y Juan Carlos Ferrer a los 40 y 46 de la primera mitad.(G). Ya en el segundo tiempo, Oscar Lorenzi y el Bife lo dieron vuelta a los 18 y 25 para igualar Andrés Paz a los 41.
En la tanda de penales, el Gato Celis le contuvo los penales a Behr y Soto para darle la victoria al local con tantos de Pedrito Lorenzi, Islan, Piccolo y Díaz. Julio Thomas, Monsalvo y Fernández habían metido los suyos para los de Trelew.
Como dato no menor, Domingo Roque Leiva expulsó en los 90 a Manicler y Salomón (uno en cada período) del visitante por protestar fallos.
Estos 50 años, no es el final de la historia, es sólo un capítulo. Si, el comienzo de una parte. De la gran reseña nacida de una matriz plebeya el 3 de septiembre de 1922.
Esa que te muestra que el dolor es un maestro cruel, que te arranca pedazos, te deja desnudo frente a la fragilidad; pero también enseña, si lo dejas, que seguís de pie.
Y si bien no hay que usar un recuerdo como un ancla, es importante destacarlo como faro; como un guía que ilumine el camino cuando todo parece perdido.
No hay que quedar atrapado en las risas o abrazos de antaño. Como tampoco ser un museo de memorias sino un rio que fluye, que avanza y transforma todo lo que toca sin inventar el maleficio de la prisa. Y eso suele pasar en El Fortín.
Es que ese Fortín -al que habrá que ponerle nombre y apellido- es el lugar donde el aire cambia de color las cosas. Donde se ventila la vida como si fuera un murmullo. Es que allí se hallará la querencia. Esa que le pone esa cuota de desmesura y deseo furioso en todo lo que hace frente a tanto egoísmo, indiferencia, tilinguería e ignorancia inveterada que, cultivada con ahínco, se ha fundido para hacerse uno con los monstruos que venera.
Y ese bagaje cardíaco late incluso en la caída con un corazón que está bajo arresto porque desde la niñez se pisaron sus tribunas, incluso, antes de entenderlas.
Cuando la dureza y el fervor de la ciudad hacen sentir más la soledad uno busca un suburbio en el crepúsculo y entonces a través de un brumoso territorio de medio siglo enriquecido y devastado por el amor y el desengaño, se observa a aquel niño que fuimos en otro tiempo, con cálidos recuerdos y punzadas frías de ausencia.
Y todos (todas) fluyen en El Fortín.
Me gustan las personas desesperadas con mentes y destinos rotos. Están llenas de sorpresas y explosiones y te sacuden frente a la estandarización de la vida de todos los días. Ellas fueron las que sembraron lo que parecía una utopía y lo lograron. Un complejo deportivo para que la comunidad a la que pertenecían tuviera cobijo; a pesar de los golpes de los vientos, de las escasas cosechas, de las malas noticias y de la dictadura de las horas.
Hoy, los Pochi, Raúl, Carlos, Bocha, Gerónimo, Oscar y Luis pueden decir que el único fracaso inadmisible fue el de dejar de intentar hacer las cosas y no obstante entender que hubo días que nada funcionaba: ni las ideas, ni los planes, ni las ganas y menos la improvisación; o cuando otro (s) imponía (n) el ritmo, el contexto condicionante y el talento no alcanzaba, alcanzaron el objetivo buscado. Con malabares, con coraje, con pasión y fundamentalmente con amor. El estadio “El Fortín” está de pie y a su lado, como hermano gemelo, el gimnasio “Don Luis González”. Si hasta pareciera que 50 años no son nada. Menos 102.
“Hay un dicho que es tan común como falso: El pasado, pasado está, creemos. Pero el pasado no pasa nunca, si hay algo que no pasa es el pasado, el pasado está siempre, somos memoria de nosotros mismos y de los demás, en este sentido somos de papel, somos papel donde se escribe todo lo que sucede antes de nosotros, somos la memoria que tenemos".
"Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos; sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizás no merezcamos existir." Esta definición del nobel portugués José Saramango, puede ser una síntesis del Germinal de tantos.
Esos utópicos no sólo desafiaron al tiempo también cabalgaron contra el olvido, recordándonos que ningún sueño es demasiado grande, ni ningún camino demasiado largo… cuando se recorre con fe. Y nos marcaron (y marcan) un sendero: el todo es más importante que las partes; pues la felicidad no es individual, sino colectiva.
Este domingo se festejará. ¡Feliz aniversario Fortín de los amores!. Propios y ajenos. ¡Feliz cumpleaños, teatro de los sueños y quimeras!. ¡Por 50 años más!