Chubut, el refugio oculto del lobo marino más esquivo del país

Cada 30 de mayo se conmemora el Día Internacional del Lobo Marino, pero en las costas de Chubut hay una especie esquiva, menos vista, que no desfila ante turistas ni descansa panza arriba en las rocas.

30 MAY 2025 - 10:35 | Actualizado 30 MAY 2025 - 10:39

Vive lejos, en la parte profunda. Y sin embargo, guarda un protagonismo decisivo en el equilibrio marino del país.

Se trata del lobo marino de dos pelos sudamericano, una especie tan compleja como indispensable. Su mayor refugio en la Argentina está en Isla Rasa, un islote deshabitado frente a la costa de Camarones, donde se concentra más del 60% de la población reproductiva nacional, sin contar las colonias de las Islas Malvinas. Este no es un dato más: si algo le ocurriera a esta colonia, la población argentina entera entraría en zona de riesgo.

“Es un lugar remoto, difícil de monitorear. Pero por eso mismo tan valioso. Es como cuidar una bóveda natural”, explica Ignacio “Nacho” Gutiérrez, coordinador técnico del Proyecto Patagonia Azul.

Animales de agua profunda, mapas invisibles

En la Argentina, el lobo de dos pelos no se comporta como sus primos más famosos. No vive en grandes grupos ni suele estar a la vista. Es solitario, buceador, y pasa gran parte de su vida mar adentro. “Frecuentan las zonas profundas, lejos de tierra firme. A diferencia del lobo de un pelo, que es más costero, éste casi que desaparece cuando entra al agua”, dice Nacho.



El equipo de Patagonia Azul lleva años siguiendo a estos animales mediante dispositivos satelitales. El resultado es un mapa vibrante, vivo, que muestra rutas marinas que desafían los límites geográficos.

“Una hembra que marcamos en Isla Rasa recorrió más de mil cuatrocientos kilómetros hasta Uruguay y volvió en menos de un mes. Eso demuestra que estas colonias no son islas ecológicas: están conectadas por corredores que ni imaginábamos”, cuenta.

Con esa información, los investigadores pueden saber no solo hacia dónde se mueven, sino cuánto tiempo pasan bajo el agua, en qué zonas cazan, cuánto descansan. “Estamos armando una especie de bitácora marina, especie por especie. Antes teníamos fragmentos; ahora podemos leer historias completas”.

Sobreviviente de la cacería, emblema en recuperación

La historia del lobo marino de dos pelos en Argentina es también la de un sobreviviente. Durante siglos, fue cazado de forma intensiva por su piel y grasa. Su abundancia fue su sentencia. En las primeras décadas del siglo XX, su número colapsó.

“Estuvo al borde de desaparecer. Lo que vemos hoy son poblaciones fragmentadas, que avanzan lento, pero que aún conservan un valor biológico enorme”, señala Nacho.

En 2023, Chubut dio un paso decisivo al declarar al lobo marino de dos pelos como Monumento Natural Provincial, una categoría que lo protege especialmente y lo pone en el centro de políticas de conservación.

“Ese tipo de decisiones no solo reconocen su vulnerabilidad, también visibilizan su rol ecológico”, afirma Nacho. Porque este animal no es solo carisma con bigotes: es un depredador tope que regula poblaciones marinas clave y da forma al equilibrio del ecosistema.

Una especie que guarda el pulso del océano

Los científicos describen su comportamiento bajo el agua con un término casi poético: marsupéo, ese movimiento en el que el animal emerge en pequeños saltos mientras nada a gran velocidad. “Lo hacen los pingüinos también. Es como verlos volar, pero debajo del mar”, describe Gutiérrez.



Y no es lo único fascinante: hay individuos que pasan semanas enteras sin volver a tierra firme. Viven en un universo paralelo, invisible para casi todos. “A veces te preguntás: ¿cuántas otras especies están allá afuera, viviendo sus vidas sin que nadie lo note?”, reflexiona Nacho.

La pregunta no es retórica. Porque cada vez que el equipo de Patagonia Azul regresa de una campaña, lo hace con más señales de que el Mar Patagónico no es un desierto frío, sino un entramado vivo y vulnerable, lleno de seres que abundan en silencio.

“Cuando estás en Isla Rasa, entre el viento y las rocas, rodeado de ellos, lo entendés. No es solo una especie. Es una parte de este lugar, una pieza del mar. Y protegerla es también proteger lo que somos como región, como país”, dice.

Recuperando su lugar

En los márgenes del Atlántico Sur, donde la actividad humana escasea y el monitoreo científico todavía enfrenta desafíos logísticos, el lobo marino de dos pelos recupera terreno. Después de haber sido cazado casi hasta su extinción, hoy vuelve a ocupar espacios que parecían perdidos.

Los estudios que impulsa el equipo de Patagonia Azul desde Isla Rasa están generando una base de datos inédita sobre su comportamiento, sus desplazamientos oceánicos y su interacción con el ecosistema marino. Ya se sabe, por ejemplo, que pueden recorrer más de mil kilómetros en pocas semanas y que sus zambullidas frecuentes en el talud continental los posicionan como predadores clave en aguas profundas.

Lejos de ser un dato de color, esta información es estratégica. Entender el rol ecológico del lobo marino de dos pelos es clave para proyectar medidas de conservación más efectivas en la región. Cuanto más se conozca sobre su dinámica, más claro será el impacto que tiene sobre las cadenas tróficas del Mar Argentino.

30 MAY 2025 - 10:35

Vive lejos, en la parte profunda. Y sin embargo, guarda un protagonismo decisivo en el equilibrio marino del país.

Se trata del lobo marino de dos pelos sudamericano, una especie tan compleja como indispensable. Su mayor refugio en la Argentina está en Isla Rasa, un islote deshabitado frente a la costa de Camarones, donde se concentra más del 60% de la población reproductiva nacional, sin contar las colonias de las Islas Malvinas. Este no es un dato más: si algo le ocurriera a esta colonia, la población argentina entera entraría en zona de riesgo.

“Es un lugar remoto, difícil de monitorear. Pero por eso mismo tan valioso. Es como cuidar una bóveda natural”, explica Ignacio “Nacho” Gutiérrez, coordinador técnico del Proyecto Patagonia Azul.

Animales de agua profunda, mapas invisibles

En la Argentina, el lobo de dos pelos no se comporta como sus primos más famosos. No vive en grandes grupos ni suele estar a la vista. Es solitario, buceador, y pasa gran parte de su vida mar adentro. “Frecuentan las zonas profundas, lejos de tierra firme. A diferencia del lobo de un pelo, que es más costero, éste casi que desaparece cuando entra al agua”, dice Nacho.



El equipo de Patagonia Azul lleva años siguiendo a estos animales mediante dispositivos satelitales. El resultado es un mapa vibrante, vivo, que muestra rutas marinas que desafían los límites geográficos.

“Una hembra que marcamos en Isla Rasa recorrió más de mil cuatrocientos kilómetros hasta Uruguay y volvió en menos de un mes. Eso demuestra que estas colonias no son islas ecológicas: están conectadas por corredores que ni imaginábamos”, cuenta.

Con esa información, los investigadores pueden saber no solo hacia dónde se mueven, sino cuánto tiempo pasan bajo el agua, en qué zonas cazan, cuánto descansan. “Estamos armando una especie de bitácora marina, especie por especie. Antes teníamos fragmentos; ahora podemos leer historias completas”.

Sobreviviente de la cacería, emblema en recuperación

La historia del lobo marino de dos pelos en Argentina es también la de un sobreviviente. Durante siglos, fue cazado de forma intensiva por su piel y grasa. Su abundancia fue su sentencia. En las primeras décadas del siglo XX, su número colapsó.

“Estuvo al borde de desaparecer. Lo que vemos hoy son poblaciones fragmentadas, que avanzan lento, pero que aún conservan un valor biológico enorme”, señala Nacho.

En 2023, Chubut dio un paso decisivo al declarar al lobo marino de dos pelos como Monumento Natural Provincial, una categoría que lo protege especialmente y lo pone en el centro de políticas de conservación.

“Ese tipo de decisiones no solo reconocen su vulnerabilidad, también visibilizan su rol ecológico”, afirma Nacho. Porque este animal no es solo carisma con bigotes: es un depredador tope que regula poblaciones marinas clave y da forma al equilibrio del ecosistema.

Una especie que guarda el pulso del océano

Los científicos describen su comportamiento bajo el agua con un término casi poético: marsupéo, ese movimiento en el que el animal emerge en pequeños saltos mientras nada a gran velocidad. “Lo hacen los pingüinos también. Es como verlos volar, pero debajo del mar”, describe Gutiérrez.



Y no es lo único fascinante: hay individuos que pasan semanas enteras sin volver a tierra firme. Viven en un universo paralelo, invisible para casi todos. “A veces te preguntás: ¿cuántas otras especies están allá afuera, viviendo sus vidas sin que nadie lo note?”, reflexiona Nacho.

La pregunta no es retórica. Porque cada vez que el equipo de Patagonia Azul regresa de una campaña, lo hace con más señales de que el Mar Patagónico no es un desierto frío, sino un entramado vivo y vulnerable, lleno de seres que abundan en silencio.

“Cuando estás en Isla Rasa, entre el viento y las rocas, rodeado de ellos, lo entendés. No es solo una especie. Es una parte de este lugar, una pieza del mar. Y protegerla es también proteger lo que somos como región, como país”, dice.

Recuperando su lugar

En los márgenes del Atlántico Sur, donde la actividad humana escasea y el monitoreo científico todavía enfrenta desafíos logísticos, el lobo marino de dos pelos recupera terreno. Después de haber sido cazado casi hasta su extinción, hoy vuelve a ocupar espacios que parecían perdidos.

Los estudios que impulsa el equipo de Patagonia Azul desde Isla Rasa están generando una base de datos inédita sobre su comportamiento, sus desplazamientos oceánicos y su interacción con el ecosistema marino. Ya se sabe, por ejemplo, que pueden recorrer más de mil kilómetros en pocas semanas y que sus zambullidas frecuentes en el talud continental los posicionan como predadores clave en aguas profundas.

Lejos de ser un dato de color, esta información es estratégica. Entender el rol ecológico del lobo marino de dos pelos es clave para proyectar medidas de conservación más efectivas en la región. Cuanto más se conozca sobre su dinámica, más claro será el impacto que tiene sobre las cadenas tróficas del Mar Argentino.