Mary Monte es madre de cinco hijos, y denunció más de 30 veces a su ex por violencia de género. Tras mudarse de Viedma a Bariloche para escapar del hostigamiento, él la siguió. Ahora vive con miedo y reclama protección del Estado.
Después de escapar de Patagones y de Viedma, Mary creyó que en Bariloche iba a poder reconstruir su vida. Pero su ex, J.C.M, volvió a aparecer. Lo había denunciado por violencia de género, por incumplir la prohibición de acercamiento, por hostigar a sus hijos e incluso por amenazas con un arma. Hoy teme por su vida y la de su familia.
En diálogo exclusivo con este medio, Mary relata años de miedo, abusos físicos, psicológicos, mudanzas forzadas y abandono por parte de las instituciones. “No tengo herramientas, no tengo red. Y tengo pánico de que un día pase una tragedia”, confesó.
La historia de Mary no empezó en Bariloche. En 2014, cuando todavía vivía en Patagones, comenzó a acumular denuncias contra su expareja.
“Desde ese año hice 34 denuncias por violencia de género. Pero ya antes, mi familia había hecho otras por mí, porque él me golpeaba y se metía en mi casa incluso cuando yo intentaba separarme”, contó. “Una vez estuvo preso 30 días por todo eso, pero cuando salió, me cagó a palos en Viedma”, agregó.
Lejos de cesar, el hostigamiento se extendió con los años y se agravó. Cuando Mary intentó rehacer su vida en Viedma, J.C.Mr fue tras ella. “Iba a la casa de mi mamá, rompía todo, nos bajaba los vidrios. Perdí una casa en las 1016. Después me vine a Bariloche y también nos siguió”, narró.
El 27 de enero de este año ocurrió una de las escenas más impactantes. Mary relata que, tras recibir a una de sus hijas para una visita, Meyer la maltrató, le tiró al perro afuera porque le ensució una zapatilla y la mandó a caminar sola una larga distancia en pleno frío. “La nena llegó en pantalón corto, con musculosa, y temblando. Tiene 13 años. Todo porque él se enojó. Esa misma noche llenó a mi otra hija de mensajes, diciéndole que ya no era su hija”, contó.
Otro hecho escalofriante ocurrió cuando la madre de Meyer le envió a Mary más de 14 audios, cuestionándola por haberse mudado a Bariloche. Poco después, su hija mayor recibió una foto de parte de JCM con un arma en la mano. Las denuncias se acumulan, pero las respuestas son mínimas.
“Yo me levanto a las 6 de la mañana todos los días, y él sabe mis horarios. Nadie me garantiza que no vaya a pasar una tragedia. Me ha dejado tirada en el piso, me ha cortado la cara, me ha lastimado las manos, las piernas. Es un tipo que no puede estar cerca de nosotros”, expresó.
“Es un psicópata. En marzo tuve una recaída de estar mal porque no tengo herramientas, estoy sola, no tengo mi familia. Pensé que no iba a ir más a una comisaría, pensé que se había terminado el calvario. Pero este tipo volvió a aparecer y ahora no sé qué día puede pasar una tragedia. El tipo sabe mis horarios, que salgo todos los días a las 6 de la mañana. Nadie me da seguridad y temo que un día llamen a mis hijos para decirle que este tipo me mató”, sentenció con crudeza.
Mary denuncia que el Estado no está haciendo nada para protegerlos. A pesar de tener prohibición de acercamiento, Meyer se mudó a la misma ciudad donde ella buscó refugio. “Le pedí a la Justicia que lo saquen de Bariloche y me dijeron que no podían hacerlo, porque él también tenía derecho a vivir acá. ¿Y nosotros? ¿Dónde está nuestro derecho a vivir en paz?”, dijo.
Su pedido fue claro y desesperado: “Quiero que los organismos nos escuchen. Que no se laven las manos. SENAF y SAT están vulnerando los derechos de mis hijos. No les preguntaron si querían ver a su padre, no supervisaron las visitas, no nos protegieron después de las denuncias” informó Noticias Net.
La historia de Mary hiela la sangre al ser escuchada. Su miedo tiene nombre y rostro. En el medio están sus cinco hijos, quienes también anhelan poder vivir en paz. No basta con las medidas escritas si no hay acción concreta: cuando el Estado falla, la violencia encuentra espacio para seguir creciendo. (El Cordillerano)
Mary Monte es madre de cinco hijos, y denunció más de 30 veces a su ex por violencia de género. Tras mudarse de Viedma a Bariloche para escapar del hostigamiento, él la siguió. Ahora vive con miedo y reclama protección del Estado.
Después de escapar de Patagones y de Viedma, Mary creyó que en Bariloche iba a poder reconstruir su vida. Pero su ex, J.C.M, volvió a aparecer. Lo había denunciado por violencia de género, por incumplir la prohibición de acercamiento, por hostigar a sus hijos e incluso por amenazas con un arma. Hoy teme por su vida y la de su familia.
En diálogo exclusivo con este medio, Mary relata años de miedo, abusos físicos, psicológicos, mudanzas forzadas y abandono por parte de las instituciones. “No tengo herramientas, no tengo red. Y tengo pánico de que un día pase una tragedia”, confesó.
La historia de Mary no empezó en Bariloche. En 2014, cuando todavía vivía en Patagones, comenzó a acumular denuncias contra su expareja.
“Desde ese año hice 34 denuncias por violencia de género. Pero ya antes, mi familia había hecho otras por mí, porque él me golpeaba y se metía en mi casa incluso cuando yo intentaba separarme”, contó. “Una vez estuvo preso 30 días por todo eso, pero cuando salió, me cagó a palos en Viedma”, agregó.
Lejos de cesar, el hostigamiento se extendió con los años y se agravó. Cuando Mary intentó rehacer su vida en Viedma, J.C.Mr fue tras ella. “Iba a la casa de mi mamá, rompía todo, nos bajaba los vidrios. Perdí una casa en las 1016. Después me vine a Bariloche y también nos siguió”, narró.
El 27 de enero de este año ocurrió una de las escenas más impactantes. Mary relata que, tras recibir a una de sus hijas para una visita, Meyer la maltrató, le tiró al perro afuera porque le ensució una zapatilla y la mandó a caminar sola una larga distancia en pleno frío. “La nena llegó en pantalón corto, con musculosa, y temblando. Tiene 13 años. Todo porque él se enojó. Esa misma noche llenó a mi otra hija de mensajes, diciéndole que ya no era su hija”, contó.
Otro hecho escalofriante ocurrió cuando la madre de Meyer le envió a Mary más de 14 audios, cuestionándola por haberse mudado a Bariloche. Poco después, su hija mayor recibió una foto de parte de JCM con un arma en la mano. Las denuncias se acumulan, pero las respuestas son mínimas.
“Yo me levanto a las 6 de la mañana todos los días, y él sabe mis horarios. Nadie me garantiza que no vaya a pasar una tragedia. Me ha dejado tirada en el piso, me ha cortado la cara, me ha lastimado las manos, las piernas. Es un tipo que no puede estar cerca de nosotros”, expresó.
“Es un psicópata. En marzo tuve una recaída de estar mal porque no tengo herramientas, estoy sola, no tengo mi familia. Pensé que no iba a ir más a una comisaría, pensé que se había terminado el calvario. Pero este tipo volvió a aparecer y ahora no sé qué día puede pasar una tragedia. El tipo sabe mis horarios, que salgo todos los días a las 6 de la mañana. Nadie me da seguridad y temo que un día llamen a mis hijos para decirle que este tipo me mató”, sentenció con crudeza.
Mary denuncia que el Estado no está haciendo nada para protegerlos. A pesar de tener prohibición de acercamiento, Meyer se mudó a la misma ciudad donde ella buscó refugio. “Le pedí a la Justicia que lo saquen de Bariloche y me dijeron que no podían hacerlo, porque él también tenía derecho a vivir acá. ¿Y nosotros? ¿Dónde está nuestro derecho a vivir en paz?”, dijo.
Su pedido fue claro y desesperado: “Quiero que los organismos nos escuchen. Que no se laven las manos. SENAF y SAT están vulnerando los derechos de mis hijos. No les preguntaron si querían ver a su padre, no supervisaron las visitas, no nos protegieron después de las denuncias” informó Noticias Net.
La historia de Mary hiela la sangre al ser escuchada. Su miedo tiene nombre y rostro. En el medio están sus cinco hijos, quienes también anhelan poder vivir en paz. No basta con las medidas escritas si no hay acción concreta: cuando el Estado falla, la violencia encuentra espacio para seguir creciendo. (El Cordillerano)