Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada
El Club Social, Deportivo y Cultural 28 de Julio vuelve a latir como una semilla obstinada que, aun después de los inviernos más duros, encuentra la manera de brotar. En el corazón fértil del valle inferior del río Chubut, donde el viento lleva historias de esfuerzo y el río susurra memorias antiguas, este club se levanta como un árbol que jamás olvidó sus raíces, aun cuando las tormentas quisieron torcer su destino.
Su nombre es un calendario de afectos, una fecha que no marca solo un día en el almanaque, sino la voluntad de un pueblo que se aferra a la esperanza como quien abraza un sueño que se resiste a morir.
Su presidente, José María Baeza indicó que a esta nueva etapa en el club, la ve “con mucha ilusión y compromiso. Es una etapa donde buscamos recuperar la identidad del club, abrir las puertas a toda la comunidad y proyectar un futuro con crecimiento deportivo, social y cultural”.
Esa recuperación de la vida institucional del club, le permitirá generar actividades deportivas para todas las edades, volver a ser un punto de encuentro social y lograr que cada familia se sienta parte.
No sin antes destacar que el apoyo del Estado es fundamental para fortalecer a las instituciones, sostuvo que “también creemos en la autogestión y en el compromiso de los socios. La idea es trabajar en conjunto: municipio, comisión directiva, socios y vecinos”.
Un nuevo latido
Es que en ese latido del corazón valletano que es 28 de Julio renace con la fuerza de los que saben que la contención es un fuego que abriga, que un balón puede ser brújula, que una cancha puede convertirse en refugio y en escuela de vida. Cada ladrillo de sus paredes parece contener los latidos de quienes corrieron detrás de una pelota, de los que gritaron goles con el corazón desbordado, de los que lloraron derrotas que enseñaron más que mil victorias, y de los que festejaron como si el tiempo se detuviera.
Actividades a impulsar
Por ello, se está impulsando principalmente el fútbol, tanto infantil como adulto. A su vez, se sumará el newcom, caminatas y actividades recreativas. La idea -dijo Baeza- “es ir ampliando las disciplinas a medida que crezca la participación”, que por ahora y cómo número inicial se cuenta con un centenar de participantes de 28 de Julio y Dolavon entre chicos y adultos, pero que “nuestra proyección es seguir creciendo. Queremos que cada vez más niños, jóvenes y adultos tengan su espacio en el club”, aseveró convencido quién es acompañado por Maria Fernanda Mombelli como secretaria y Víctor Darío Roberts como tesorero; en tanto que Franco Maciel Agüado, Leonardo Díaz, Luz Marina Agüero y Cristian Moyano son vocales y Nelson René Jenkins como revisor de cuentas.
Se teje comunidad
Es que en 28 de Julio no solo se juega: se teje comunidad, se ensaya el futuro, se siembra confianza. Y el club es el lugar donde los niños aprenden que el compañerismo es más valioso que el marcador, donde los jóvenes descubren que la amistad puede ser una bandera, y donde los mayores hallan un rincón para mantener encendida la memoria.
A punto de cumplir medio siglo de vida, el Club 28 de Julio es un puente entre generaciones, un reloj de arena que no desgasta, sino que multiplica los momentos. Sus colores, sus gritos y sus silencios son una metáfora de la vida misma: resistir, reinventarse, creer. Cada entrenamiento bajo el cielo patagónico, cada reunión en su sede, cada mate compartido después de un partido es una pequeña ceremonia de identidad. Medio siglo no es solo una cifra: es el testimonio de que los sueños, cuando se comparten, se vuelven indestructibles.
En 2027, el club 28 de Julio cumplirá 50 años de vida y “ese aniversario es una meta que nos llena de orgullo. Queremos llegar a los 50 años con un club fuerte, activo y reconocido en la región, no sólo respetando las raíces de aquellos primeros vínculos históricos del club, con los colores azul y rojo, sino dándole una identidad renovada; incluso con la participación de los chicos aportando ideas”, apreció el joven dirigente valletano para agregar que los objetivos son “ordenar la institución, recuperar espacios, organizar torneos y actividades a corto plazo; mejorar la infraestructura, ampliar las disciplinas y fortalecer la relación con los socios, a mediano y consolidar al club como una institución modelo en la zona, con instalaciones completas y una comunidad activa en el largo plazo”.
El valle lo mira con ojos nuevos y con el respeto que se le tiene a los viejos árboles que dan sombra y frutos. Allí donde el río se curva como un brazo protector, el club se alza como promesa: la de demostrar que medio siglo no es un peso que agobie, sino un trampolín que impulsa.
Porque 28 de Julio no solo celebra su historia, sino que la vuelve a escribir cada día, como un amanecer que se niega a repetirse, como una bandera que el viento no logra desgastar.
“Quiero invitar a todos los vecinos y vecinas a sumarse, a hacerse socios, a participar. El club es de la comunidad, y cuanto más unidos estemos, más grande será”, sostuvo José María Baeza y recalcó que la comunidad a la que pertenece reaccionó con “mucha alegría”, pues “la gente tenía ganas de volver a tener un club propio, un lugar de pertenencia. Recibimos mensajes de apoyo y eso nos motiva a seguir trabajando, expresó de manera satisfactoria el titular que en la actualidad cuenta con un gimnasio, un quincho, un predio y espacios a reacondicionar.
Hoy su renacimiento es más que una noticia: es una señal. Una señal de que, aun en tiempos de desarraigo y prisa, hay espacios que siguen siendo hogar; de que los abrazos después de un gol, las risas en la tribuna y las charlas de pasillo pueden curar las heridas invisibles que deja la vida. El Club 28 de Julio late con esperanza, con contención y con sueños compartidos, invitando a todos a creer que el futuro se construye con las manos, pero también con el corazón.
Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada
El Club Social, Deportivo y Cultural 28 de Julio vuelve a latir como una semilla obstinada que, aun después de los inviernos más duros, encuentra la manera de brotar. En el corazón fértil del valle inferior del río Chubut, donde el viento lleva historias de esfuerzo y el río susurra memorias antiguas, este club se levanta como un árbol que jamás olvidó sus raíces, aun cuando las tormentas quisieron torcer su destino.
Su nombre es un calendario de afectos, una fecha que no marca solo un día en el almanaque, sino la voluntad de un pueblo que se aferra a la esperanza como quien abraza un sueño que se resiste a morir.
Su presidente, José María Baeza indicó que a esta nueva etapa en el club, la ve “con mucha ilusión y compromiso. Es una etapa donde buscamos recuperar la identidad del club, abrir las puertas a toda la comunidad y proyectar un futuro con crecimiento deportivo, social y cultural”.
Esa recuperación de la vida institucional del club, le permitirá generar actividades deportivas para todas las edades, volver a ser un punto de encuentro social y lograr que cada familia se sienta parte.
No sin antes destacar que el apoyo del Estado es fundamental para fortalecer a las instituciones, sostuvo que “también creemos en la autogestión y en el compromiso de los socios. La idea es trabajar en conjunto: municipio, comisión directiva, socios y vecinos”.
Un nuevo latido
Es que en ese latido del corazón valletano que es 28 de Julio renace con la fuerza de los que saben que la contención es un fuego que abriga, que un balón puede ser brújula, que una cancha puede convertirse en refugio y en escuela de vida. Cada ladrillo de sus paredes parece contener los latidos de quienes corrieron detrás de una pelota, de los que gritaron goles con el corazón desbordado, de los que lloraron derrotas que enseñaron más que mil victorias, y de los que festejaron como si el tiempo se detuviera.
Actividades a impulsar
Por ello, se está impulsando principalmente el fútbol, tanto infantil como adulto. A su vez, se sumará el newcom, caminatas y actividades recreativas. La idea -dijo Baeza- “es ir ampliando las disciplinas a medida que crezca la participación”, que por ahora y cómo número inicial se cuenta con un centenar de participantes de 28 de Julio y Dolavon entre chicos y adultos, pero que “nuestra proyección es seguir creciendo. Queremos que cada vez más niños, jóvenes y adultos tengan su espacio en el club”, aseveró convencido quién es acompañado por Maria Fernanda Mombelli como secretaria y Víctor Darío Roberts como tesorero; en tanto que Franco Maciel Agüado, Leonardo Díaz, Luz Marina Agüero y Cristian Moyano son vocales y Nelson René Jenkins como revisor de cuentas.
Se teje comunidad
Es que en 28 de Julio no solo se juega: se teje comunidad, se ensaya el futuro, se siembra confianza. Y el club es el lugar donde los niños aprenden que el compañerismo es más valioso que el marcador, donde los jóvenes descubren que la amistad puede ser una bandera, y donde los mayores hallan un rincón para mantener encendida la memoria.
A punto de cumplir medio siglo de vida, el Club 28 de Julio es un puente entre generaciones, un reloj de arena que no desgasta, sino que multiplica los momentos. Sus colores, sus gritos y sus silencios son una metáfora de la vida misma: resistir, reinventarse, creer. Cada entrenamiento bajo el cielo patagónico, cada reunión en su sede, cada mate compartido después de un partido es una pequeña ceremonia de identidad. Medio siglo no es solo una cifra: es el testimonio de que los sueños, cuando se comparten, se vuelven indestructibles.
En 2027, el club 28 de Julio cumplirá 50 años de vida y “ese aniversario es una meta que nos llena de orgullo. Queremos llegar a los 50 años con un club fuerte, activo y reconocido en la región, no sólo respetando las raíces de aquellos primeros vínculos históricos del club, con los colores azul y rojo, sino dándole una identidad renovada; incluso con la participación de los chicos aportando ideas”, apreció el joven dirigente valletano para agregar que los objetivos son “ordenar la institución, recuperar espacios, organizar torneos y actividades a corto plazo; mejorar la infraestructura, ampliar las disciplinas y fortalecer la relación con los socios, a mediano y consolidar al club como una institución modelo en la zona, con instalaciones completas y una comunidad activa en el largo plazo”.
El valle lo mira con ojos nuevos y con el respeto que se le tiene a los viejos árboles que dan sombra y frutos. Allí donde el río se curva como un brazo protector, el club se alza como promesa: la de demostrar que medio siglo no es un peso que agobie, sino un trampolín que impulsa.
Porque 28 de Julio no solo celebra su historia, sino que la vuelve a escribir cada día, como un amanecer que se niega a repetirse, como una bandera que el viento no logra desgastar.
“Quiero invitar a todos los vecinos y vecinas a sumarse, a hacerse socios, a participar. El club es de la comunidad, y cuanto más unidos estemos, más grande será”, sostuvo José María Baeza y recalcó que la comunidad a la que pertenece reaccionó con “mucha alegría”, pues “la gente tenía ganas de volver a tener un club propio, un lugar de pertenencia. Recibimos mensajes de apoyo y eso nos motiva a seguir trabajando, expresó de manera satisfactoria el titular que en la actualidad cuenta con un gimnasio, un quincho, un predio y espacios a reacondicionar.
Hoy su renacimiento es más que una noticia: es una señal. Una señal de que, aun en tiempos de desarraigo y prisa, hay espacios que siguen siendo hogar; de que los abrazos después de un gol, las risas en la tribuna y las charlas de pasillo pueden curar las heridas invisibles que deja la vida. El Club 28 de Julio late con esperanza, con contención y con sueños compartidos, invitando a todos a creer que el futuro se construye con las manos, pero también con el corazón.