El fantástico mundo de las orcas

El guardafauna Roberto Bubas, considerado entre los diez especialistas que más conocen de orcas en el mundo, describe las características especiales de esta población en Península Valdés, en donde por estos días el fotógrafo de Jornada logró registrar un apareamiento entre dos ejemplares.

26 MAR 2013 - 21:40 | Actualizado

Por Roberto Bubas.

Las orcas son, sin duda, los animales más inteligentes, carismáticos y poderosos del océano, que poseen estructuras sociales complejas y una sorprendente capacidad de adaptación a las cambiantes condiciones del ambiente marino.

Las diferentes poblaciones de orcas alrededor del mundo presentan patrones de comportamiento que responden a la dinámica de los recursos que se han especializado en explotar, y sus estrategias de alimentación constituyen verdaderas tradiciones culturales que son transmitidas de generación en generación.

Pero son las orcas de la Patagonia Norte, particularmente las residentes de Península Valdés, en la provincia argentina del Chubut, las que ostentan la estrategia de alimentación más espectacular y especializada de todas: el varamiento intencional sobre la playa para capturar lobos y elefantes marinos.

El dominio de esta técnica requiere de una prolongada instrucción a los juveniles por parte de los ejemplares adultos, y las principales conclusiones de mi estudio estriban en el hecho de que este notable comportamiento de caza es realizado solamente por siete orcas de la población, y que sólo cinco de ellas son las educadoras responsables de la transmisión a la progenie de esta cultura de alimentación única en el planeta. Por esta razón, las orcas del Chubut constituyen indudablemente un patrimonio natural y cultural que debe ser protegido y preservado.

Sparky es la madre de Yaco y Luna, y de un cachorro de escasas semanas de vida, fotografiado por primera vez hace dos días por el fotógrafo Daniel Feldman en Caleta Valdés.

Yaco, de 17 años de edad, es el individuo que continúa el linaje de los grandes machos varadores, después de la desaparición del famoso Mel en el año 2010.

El comportamiento de varamiento intencional no ocurre solamente durante la época de cría de lobos marinos, sino que también durante el resto del año, incluyendo la temporada reproductiva de elefantes marinos. Durante la estación de cacería de elefantes marinos (de finales de septiembre a inicios de diciembre), el éxito en la captura aumenta significativamente, logrando las orcas cazar en promedio seis crías por cada diez intentos (Tasa de captura = 61 %). El número de presas capturadas es menor en una jornada de cacería de elefantes marinos que en una jornada de caza de lobos, ya que las orcas cazan solamente hasta saciar su apetito, y una cría de elefante marino destetada pesa alrededor de 120 kilogramos, por lo que el requerimiento diario de alimentación de un grupo típico de caza (usualmente 2 a 9 individuos) queda satisfecho con entre 2 y 4 presas, en promedio.

Las orcas son animales esencialmente sónicos, que utilizan el sentido de la audición como herramienta fundamental para la caza. Los lobos marinos al nadar producen un ruido particular (diseño acústico de la presa) gracias a lo cual las orcas los localizan más fácilmente. Pero este sonido es menos definido en las crías de elefante marino, que permanecen generalmente estacionarias, o se desplazan con ondulaciones suaves de las aletas caudales generando poco ruido, por lo que las oportunidades de caza se ven limitadas, generando variantes en la estrategia de aproximación de las orcas.

Cuando las orcas patrullan buscando elefantes, utilizan el oído conjuntamente con la visión, y es común verlas realizando espionajes emergiendo sus cabezas verticalmente sobre la superficie o nadando de lado muy cerca de la línea de rompiente en los sectores que la profundidad se lo permite. Por otra parte, los elefantes destetados son muy torpes en sus primeras incursiones en el agua, por lo que se limitan a ingresar al mar cuando las condiciones de oleaje son calmas o con marea baja, reduciendo su disponibilidad para las orcas. El despliegue del varamiento en sí, es menos dinámico e impresionante cuando se trata del ataque a un elefante que a un lobo marino. Los elefantes marinos en condiciones de ser atacados están generalmente estáticos con parte del cuerpo en el agua o nadando en la rompiente lentamente, usualmente sin advertir la cercanía del predador, por lo que la aproximación de la orca es generalmente más lenta, y en consecuencia el ataque es menos dramático que en el caso del ataque a lobos marinos.

Aunque la mayor parte de los ataques se concentran en las crías destetadas (97%), se han registrado algunos ataques a elefantes sub-adultos e incluso a hembras y machos adultos (3%). Sin embargo, aunque los elefantes pueden resultar gravemente heridos, generalmente este tipo de ataque a ejemplares grandes rara vez tiene éxito.

La mayor frecuencia de ataques de orcas a elefantes marinos ocurre en el sector Sudeste de Península Valdés (entre Caleta Valdés y Punta Delgada) dada la gran densidad de elefantes congregados allí en época reproductiva (septiembre a noviembre).

Las orcas viven en grupos, también llamados manadas, lideradas por las hembras más viejas. La manada no es un grupo de animales reunidos al azar, sino un conjunto fuertemente entretejido y organizado de individuos generalmente emparentados entre sí, por lo que un grupo o manada es, básicamente, una familia numerosa.

Las orcas del Chubut comparten un patrón social similar a otras comunidades de orcas en el mundo aunque su estudio ha confirmado que los individuos que componen los pods conforman lazos de estabilidad variable, organizándose en unidades sociales que se unen y separan de un modo complejo durante los diferentes ciclos estacionales.

Las orcas son animales inteligentes y sociables, que tienen una organización social compleja en relación a otros mamíferos. La clave para entender su comportamiento social está dada por la interpretación de la dinámica de los grupos en función de sus actividades de supervivencia. Un grupo se mantiene unido por lazos de necesidad, parentesco y afecto. Para que funcione correctamente y sobreviva debe mantenerse unido, y sus integrantes deben aprender a vivir de una manera cooperativa.

En las orcas del Chubut la cohesión de los grupos o manadas tiene características dinámicas, variando estacionalmente en relación con los ciclos de alimentación, reproducción y migración de las especies de las que se nutren. Se desplazan en grupos formados generalmente por entre 2 y 9 individuos liderados por una hembra adulta, y pasan gran parte de sus vidas ocupadas en el comportamiento de cacería. Esta actividad involucra además la práctica y el entrenamiento individual continuo en la técnica del varamiento intencional y en la enseñanza de esta técnica a la descendencia.

El varamiento intencional no es un comportamiento que viene fijado en las orcas como instinto sino que es un comportamiento adquirido a través del aprendizaje, por lo que el proceso de enseñanza a las crías es fundamental para su supervivencia.

Habitualmente la instrucción está a cargo de las madres y abuelas del grupo, comienza a los seis o siete meses de vida y se prolonga hasta los cuatro o cinco años. A partir de ese momento los juveniles comienzan a incursionar por sí solos en aguas poco profundas, interviniendo activamente en la actividad grupal de cacería.

Entre una jornada de alimentación y la siguiente es común ver individuos de diferentes edades realizando varamientos en playas desiertas, en evidente tarea de práctica y entrenamiento. Tanto la instrucción a las crías como el entrenamiento tienen lugar durante la pleamar, en días calmos y en playas de pendiente apropiada, para minimizar los riesgos de que un juvenil todavía inexperto pueda quedar fatalmente varado.

Como he mencionado, el seguimiento continuado de las orcas durante los últimos años ha demostrado que de un total de 31 individuos identificados en el área, sólo siete son los que han adoptado esta estrategia de caza, de los cuales cinco son los instructores responsables de la enseñanza a las crías. Las instructoras son las hembras adultas Antú, Maga, Ishtar, Sparky y Jazmín.

Los siete cazadores, además de las cinco hembras que acabo de mencionar, son el macho adulto Mel y el juvenil Agustín, pero no todos ellos ostentan el mismo grado de dominio de la técnica. El rendimiento de las hembras Antú, Sparky, Maga, Ishtar y Jazmín, y Agustín, en la cacería de lobos marinos en Punta Norte ronda el 42 % (42 capturas por cada 100 varamientos). Exequiel, un macho próximo a alcanzar la madurez social (aproximadamente 20 años de edad) no ha logrado dominar la técnica y durante las temporadas de cacería de lobos y elefantes marinos es normalmente alimentado por su madre, Antú, quien además de ser la hembra más vieja es una de las mejores cazadoras del grupo.

No dominar la técnica de varamiento no excluye a una orca de la población de ocupar un rol activo dentro de las actividades de cacería cooperativa. Patrullar atentos al sonido de la incursión en el agua de presas potenciales para dar aviso a los cazadores, mostrarse en retirada para confundirlas, o acercarse a las restingas para asustarlas provocando que se desplacen a la zona de ataque son algunas de las actividades en las que participan los individuos no varadores.

26 MAR 2013 - 21:40

Por Roberto Bubas.

Las orcas son, sin duda, los animales más inteligentes, carismáticos y poderosos del océano, que poseen estructuras sociales complejas y una sorprendente capacidad de adaptación a las cambiantes condiciones del ambiente marino.

Las diferentes poblaciones de orcas alrededor del mundo presentan patrones de comportamiento que responden a la dinámica de los recursos que se han especializado en explotar, y sus estrategias de alimentación constituyen verdaderas tradiciones culturales que son transmitidas de generación en generación.

Pero son las orcas de la Patagonia Norte, particularmente las residentes de Península Valdés, en la provincia argentina del Chubut, las que ostentan la estrategia de alimentación más espectacular y especializada de todas: el varamiento intencional sobre la playa para capturar lobos y elefantes marinos.

El dominio de esta técnica requiere de una prolongada instrucción a los juveniles por parte de los ejemplares adultos, y las principales conclusiones de mi estudio estriban en el hecho de que este notable comportamiento de caza es realizado solamente por siete orcas de la población, y que sólo cinco de ellas son las educadoras responsables de la transmisión a la progenie de esta cultura de alimentación única en el planeta. Por esta razón, las orcas del Chubut constituyen indudablemente un patrimonio natural y cultural que debe ser protegido y preservado.

Sparky es la madre de Yaco y Luna, y de un cachorro de escasas semanas de vida, fotografiado por primera vez hace dos días por el fotógrafo Daniel Feldman en Caleta Valdés.

Yaco, de 17 años de edad, es el individuo que continúa el linaje de los grandes machos varadores, después de la desaparición del famoso Mel en el año 2010.

El comportamiento de varamiento intencional no ocurre solamente durante la época de cría de lobos marinos, sino que también durante el resto del año, incluyendo la temporada reproductiva de elefantes marinos. Durante la estación de cacería de elefantes marinos (de finales de septiembre a inicios de diciembre), el éxito en la captura aumenta significativamente, logrando las orcas cazar en promedio seis crías por cada diez intentos (Tasa de captura = 61 %). El número de presas capturadas es menor en una jornada de cacería de elefantes marinos que en una jornada de caza de lobos, ya que las orcas cazan solamente hasta saciar su apetito, y una cría de elefante marino destetada pesa alrededor de 120 kilogramos, por lo que el requerimiento diario de alimentación de un grupo típico de caza (usualmente 2 a 9 individuos) queda satisfecho con entre 2 y 4 presas, en promedio.

Las orcas son animales esencialmente sónicos, que utilizan el sentido de la audición como herramienta fundamental para la caza. Los lobos marinos al nadar producen un ruido particular (diseño acústico de la presa) gracias a lo cual las orcas los localizan más fácilmente. Pero este sonido es menos definido en las crías de elefante marino, que permanecen generalmente estacionarias, o se desplazan con ondulaciones suaves de las aletas caudales generando poco ruido, por lo que las oportunidades de caza se ven limitadas, generando variantes en la estrategia de aproximación de las orcas.

Cuando las orcas patrullan buscando elefantes, utilizan el oído conjuntamente con la visión, y es común verlas realizando espionajes emergiendo sus cabezas verticalmente sobre la superficie o nadando de lado muy cerca de la línea de rompiente en los sectores que la profundidad se lo permite. Por otra parte, los elefantes destetados son muy torpes en sus primeras incursiones en el agua, por lo que se limitan a ingresar al mar cuando las condiciones de oleaje son calmas o con marea baja, reduciendo su disponibilidad para las orcas. El despliegue del varamiento en sí, es menos dinámico e impresionante cuando se trata del ataque a un elefante que a un lobo marino. Los elefantes marinos en condiciones de ser atacados están generalmente estáticos con parte del cuerpo en el agua o nadando en la rompiente lentamente, usualmente sin advertir la cercanía del predador, por lo que la aproximación de la orca es generalmente más lenta, y en consecuencia el ataque es menos dramático que en el caso del ataque a lobos marinos.

Aunque la mayor parte de los ataques se concentran en las crías destetadas (97%), se han registrado algunos ataques a elefantes sub-adultos e incluso a hembras y machos adultos (3%). Sin embargo, aunque los elefantes pueden resultar gravemente heridos, generalmente este tipo de ataque a ejemplares grandes rara vez tiene éxito.

La mayor frecuencia de ataques de orcas a elefantes marinos ocurre en el sector Sudeste de Península Valdés (entre Caleta Valdés y Punta Delgada) dada la gran densidad de elefantes congregados allí en época reproductiva (septiembre a noviembre).

Las orcas viven en grupos, también llamados manadas, lideradas por las hembras más viejas. La manada no es un grupo de animales reunidos al azar, sino un conjunto fuertemente entretejido y organizado de individuos generalmente emparentados entre sí, por lo que un grupo o manada es, básicamente, una familia numerosa.

Las orcas del Chubut comparten un patrón social similar a otras comunidades de orcas en el mundo aunque su estudio ha confirmado que los individuos que componen los pods conforman lazos de estabilidad variable, organizándose en unidades sociales que se unen y separan de un modo complejo durante los diferentes ciclos estacionales.

Las orcas son animales inteligentes y sociables, que tienen una organización social compleja en relación a otros mamíferos. La clave para entender su comportamiento social está dada por la interpretación de la dinámica de los grupos en función de sus actividades de supervivencia. Un grupo se mantiene unido por lazos de necesidad, parentesco y afecto. Para que funcione correctamente y sobreviva debe mantenerse unido, y sus integrantes deben aprender a vivir de una manera cooperativa.

En las orcas del Chubut la cohesión de los grupos o manadas tiene características dinámicas, variando estacionalmente en relación con los ciclos de alimentación, reproducción y migración de las especies de las que se nutren. Se desplazan en grupos formados generalmente por entre 2 y 9 individuos liderados por una hembra adulta, y pasan gran parte de sus vidas ocupadas en el comportamiento de cacería. Esta actividad involucra además la práctica y el entrenamiento individual continuo en la técnica del varamiento intencional y en la enseñanza de esta técnica a la descendencia.

El varamiento intencional no es un comportamiento que viene fijado en las orcas como instinto sino que es un comportamiento adquirido a través del aprendizaje, por lo que el proceso de enseñanza a las crías es fundamental para su supervivencia.

Habitualmente la instrucción está a cargo de las madres y abuelas del grupo, comienza a los seis o siete meses de vida y se prolonga hasta los cuatro o cinco años. A partir de ese momento los juveniles comienzan a incursionar por sí solos en aguas poco profundas, interviniendo activamente en la actividad grupal de cacería.

Entre una jornada de alimentación y la siguiente es común ver individuos de diferentes edades realizando varamientos en playas desiertas, en evidente tarea de práctica y entrenamiento. Tanto la instrucción a las crías como el entrenamiento tienen lugar durante la pleamar, en días calmos y en playas de pendiente apropiada, para minimizar los riesgos de que un juvenil todavía inexperto pueda quedar fatalmente varado.

Como he mencionado, el seguimiento continuado de las orcas durante los últimos años ha demostrado que de un total de 31 individuos identificados en el área, sólo siete son los que han adoptado esta estrategia de caza, de los cuales cinco son los instructores responsables de la enseñanza a las crías. Las instructoras son las hembras adultas Antú, Maga, Ishtar, Sparky y Jazmín.

Los siete cazadores, además de las cinco hembras que acabo de mencionar, son el macho adulto Mel y el juvenil Agustín, pero no todos ellos ostentan el mismo grado de dominio de la técnica. El rendimiento de las hembras Antú, Sparky, Maga, Ishtar y Jazmín, y Agustín, en la cacería de lobos marinos en Punta Norte ronda el 42 % (42 capturas por cada 100 varamientos). Exequiel, un macho próximo a alcanzar la madurez social (aproximadamente 20 años de edad) no ha logrado dominar la técnica y durante las temporadas de cacería de lobos y elefantes marinos es normalmente alimentado por su madre, Antú, quien además de ser la hembra más vieja es una de las mejores cazadoras del grupo.

No dominar la técnica de varamiento no excluye a una orca de la población de ocupar un rol activo dentro de las actividades de cacería cooperativa. Patrullar atentos al sonido de la incursión en el agua de presas potenciales para dar aviso a los cazadores, mostrarse en retirada para confundirlas, o acercarse a las restingas para asustarlas provocando que se desplacen a la zona de ataque son algunas de las actividades en las que participan los individuos no varadores.